Ayer 125/2022 (1): 181-206
Sección: Estudios
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2022
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/125-2022-08
© Alejandro Camino
Recibido: 04-06-2019 | Aceptado: 09-07-2020
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

Moldear la infancia: los cuentos infantiles de María de Echarri (1900-1910)*

Alejandro Camino

Universidad Autónoma de Madrid
alejandro.camino@uam.es

Resumen: La literatura infantil contribuye a que los niños y niñas construyan su comprensión del mundo, inclusive lo que debería ser idealmente un hombre, una mujer y una familia. Este aspecto es muy relevante a la hora de analizar los cuentos escritos por María de Echarri, una de las mujeres más destacadas del movimiento católico español, debido a que estos, igual que sus novelas, tenían un claro carácter adoctrinador. Echarri, que ante todo era propagandista católica, buscaba inculcar en los niños y niñas sus concepciones ideales de feminidad y masculinidad, así como los límites del comportamiento socialmente aceptable.

Palabras clave: cuentos infantiles, género, mujeres católicas, España, movimiento católico español.

Abstract: Children’s literature helps children build their understanding of the world, including what a man, a woman and a family should be like. This is a particularly relevant aspect to take into consideration when analysing the stories written by María de Echarri. She was one of the most important women in the Spanish Catholic movement and she was a prolific Catholic propagandist. Accordingly, her children’s stories, like her novels, intended to indoctrinate potential readers. She strove to inculcate in boys and girls her ideal conceptions of femininity and masculinity as well as the limits of socially acceptable behaviour.

Keywords: children’s stories, gender, Catholic women, Spain, Spanish Catholic movement.

Introducción

María de Echarri nació en San Lorenzo de El Escorial en 1878. La educación que recibió fue profundamente religiosa y monárquica. En el colegio de Santa Isabel de Madrid, perteneciente a la Congregación de la Asunción, recibió unas enseñanzas respecto a Dios, la Patria y la instrucción de las mujeres que le marcaron toda la vida 1. Desde joven comenzó a preocuparse por los problemas sociales y se convirtió en una propagandista católica muy activa. Entre sus labores sociales fundó el Sindicato Católico Femenino de la Inmaculada, se implicó a fondo en las actividades de Acción Católica de la mujer y fue miembro del Instituto de Reformas Sociales. Durante los primeros veinte años del siglo xx publicó múltiples cuentos infantiles tanto en formato libro como en revistas y periódicos 2. Su intensa actividad en este ámbito le convirtió en una de las españolas más relevantes del panorama conservador durante el primer tercio del siglo xx, lo que le ayudó a convertirse, durante la dictadura de Primo de Rivera, en concejal del ayuntamiento de Madrid y, posteriormente, en miembro de la Asamblea Nacional Consultiva 3.

Muchas mujeres de lealtades políticas de lo más diversas utilizaron los cuentos como herramientas valiosas para presentar a los niños sus ideales de mujer y hombre. Esto se debió a que, a comienzos del siglo xx, ya estaba asentada la idea en España de que la infancia era un periodo de la vida en el que el ser humano era particularmente fácil de moldear, también en cuanto a las expectativas de género 4. Entre las católicas y conservadoras estuvo ampliamente extendida la convicción de que era muy práctico utilizarlos para enseñar a los niños la moral, la piedad y la religión. Los relatos de Echarri tuvieron como objetivo principal inculcarles una conciencia religiosa y moralizarles en virtudes. Asimismo, la escritora católica consideraba que sus escritos tenían que servir para contrarrestar las lecturas perniciosas que, según creía, predominaban y podían influir en los niños para que caminasen por unos senderos inapropiados 5. Una de sus preocupaciones principales fue luchar contra la denominada como «apostasía de las masas», que, a medio camino entre la realidad, el diagnóstico social y el recurso retórico, se utilizó para definir el abandono de la práctica religiosa por cada vez más personas.

Los cuentos infantiles siempre han sido utilizados para explicar el mundo a sus lectores, por lo que tienen una gran influencia a la hora de formarles social y culturalmente. Entre otras cosas, enseñan a los niños qué debe ser un hombre y una mujer, así como los márgenes de actuación socialmente aceptables para cada sexo conforme a los ideales de género hegemónicos implantados en un momento concreto en una sociedad o en una determinada cultura política. Los cuentos pueden cumplir la misión de reforzar y naturalizar en la mente de los niños la asignación de unos roles, actitudes y valores específicos que ya habrían comenzado a aprender en la familia, en la escuela y en sus círculos de sociabilidad 6. No obstante, como ocurre en los textos de Echarri, los ideales que se muestran en los relatos frecuentemente responden a las preocupaciones y ansiedades que tenían sus autores sobre la masculinidad y la feminidad cuando los escribieron, por lo que los cuentos son espacios donde se dirimen los conflictos por definir esos ideales 7.

El género es la categoría analítica principal que vertebra el presente análisis. Entiendo que es la mejor herramienta posible para el estudio de la diferencia sexual, es decir, de cómo los significados de los cuerpos sexuados se producen cultural y socialmente en relación el uno con el otro, y cómo estas definiciones se modifican espacial y temporalmente 8. Los cuentos de Echarri proporcionan un marco privilegiado para el análisis de las concepciones que sobre la masculinidad y la feminidad compartieron, en mayor o menor medida, los católicos que estaban inmersos en la cultura política del movimiento católico 9. Esto se debe a que la religión colabora en la construcción de las identidades de género, mientras este participa, a su vez, de la formación de identidades religiosas.

En teoría, el discurso católico se divide en dos campos de actuación: la función normativa, que era desplegada por la jerarquía eclesiástica, y la ejecución y difusión de esta, que correspondía a los seglares y bajos estamentos de la Iglesia. Sin embargo, esta aparente dicotomía era mucho más fluida y, en ocasiones, inversa. Los cuentos aquí analizados forman parte de la segunda vertiente, aunque al asumir y divulgar los discursos emanados desde la jerarquía eclesiástica Echarri participó de la creación y reelaboración de los mismos. El principal objetivo del texto es contribuir al debate acerca de la feminización/remasculinización de la religión en España y tratar, en consecuencia, de pulir/perfilar determinados planteamientos. La aportación pretendo hacerla basándome en las obras de una mujer que no pertenecía a la jerarquía eclesiástica ni a la dirección del movimiento católico.

La religión. ¿Feminizada o remasculinizada?

La teoría de la feminización de la religión ha sido una interpretación dominante en la historiografía dedicada a la religión y al género en este periodo. Postula que, durante el siglo xix, las mujeres aumentaron su compromiso religioso mientras que los hombres lo fueron abandonando. Sin embargo, en trabajos recientes algunos/as autores/as han cuestionado o matizado esta tesis, tan asumida en la historiografía europea y norteamericana, al considerar que separa las actividades religiosas de su significado político, que interpreta la religión en un sentido restrictivo (confesarse, rezar y acudir a la iglesia) y que no tiene en cuenta la redefinición de la masculinidad que se produjo en los sectores católicos durante este periodo 10. No obstante, en ­España la religiosidad era identificada a comienzos del siglo xx, por la mayoría de las culturas políticas, como algo profundamente ligado a la feminidad. Esto tuvo como consecuencia que la concepción de los sexos como binarios y complementarios fuese fundamental para la consolidación de una identidad propia de las católicas 11.

Aunque en España el análisis sobre si se intentó articular una nueva identidad católica masculina ligada a la recuperación de los hombres para el catolicismo está todavía en un estado inicial, existen trabajos destacados 12. Algunas de estas obras sostienen que en la época estudiada hubo una estrategia de remasculinización de la religión, alcanzando esta campaña su apogeo en la década de 1910, cuando Echarri escribió la mayoría de los cuentos analizados. Los teóricos y las jerarquías eclesiásticas buscaron reforzar las manifestaciones de religiosidad en los ámbitos públicos con el objetivo de contrarrestar la secularización de la sociedad y la feminización de la religión, ya fuese esta real o imaginada 13. Esto no quiere decir que fuese un proceso puramente intencional, puesto que la nueva construcción identitaria de los hombres católicos también fue producto de la búsqueda ansiosa de reinventarse ante la presión de otros discursos. En el caso de España este proceso no puede desligarse del fuerte resurgimiento del anticlericalismo en aquellos años, cuya mejor representación fue la Semana Trágica de 1909. Fue la confirmación para muchos de que, en este periodo de incipientes movilizaciones de masas, era urgente conseguir que los hombres católicos se implicasen en dichas actuaciones 14. Además, a esto hay que añadir que, durante estos años, se agudizó la feminización del hombre católico por parte del discurso anticlerical para tratar de reforzar su aspiración a la hegemonía 15.

Por tanto, según los sectores católicos, los hombres debían cumplir la expectativa de actuar como defensores de la religión en la esfera pública y política. Los mecanismos principales que utilizaron para conseguirlo fue resignificar las actitudes y prácticas religiosas, valoradas como poco masculinas en los discursos de género laicos (tanto burgueses como obreros), como algo masculino y heroico, con el fin de (re)afirmar la identidad católica masculina en el espacio público. Además, llegaron a postular que donde no había religiosidad ni defensa de esta, no había masculinidad, por lo que también debían retomar una mayor práctica piadosa 16. Por ello, se planteó una religiosidad masculina sustentada sobre valores de género diferentes a los de la religiosidad femenina. Esta remasculinización de la religión católica fue un proceso transnacional que, aunque no tuvo la misma cronología ni características concretas en todos los lugares, estuvo vinculado frecuentemente al proceso de feminización de la esfera pública impulsado por los sectores católicos. Este se produjo por parte de las elites católicas cuando apelaron a la necesidad de que los valores representados como «femeninos» (maternidad, caridad, sentimentalidad) se aplicasen también en el espacio público como una forma de regenerar la sociedad.

La teoría de la remasculinización tiene una gran operatividad para el presente estudio, porque permite explicar las estrategias que desplegó Echarri en sus cuentos para que los hombres se implicasen, más de lo que lo estaban haciendo, con la religión. Esto se debía a una creencia simple: la religiosidad de los hombres, al no ser natural como la de las mujeres, había que estimularla más. Si bien en ocasiones se ha presupuesto que la remasculinización pretendió poner freno a la feminización, los cuentos de Echarri suponen un ejemplo de a qué respondió (al menos en España) la llamada a los hombres al catolicismo: por un lado, que las mujeres continuasen siendo, al menos, igual de religiosas que hasta entonces y, por otro, que los hombres cultivasen la fe y la afección a la Iglesia para defenderla de ataques anticlericales y laicizantes 17. Esto para la escritora católica era fundamental, puesto que en su análisis social argumentaba que los hombres católicos eran cada vez más pasivos y estaban faltos de valentía a la hora de defender a Dios 18.

La doctrina católica participó del determinismo biológico que presidía muchos discursos científico-médicos y liberales de la época, ya que estableció un diálogo con los mismos y hubo influencias mutuas. Sin embargo, como para la cultura católica el sexo no saturaba la identidad de una persona, la idea del libre albedrío desem­peñó un papel decisivo a la hora de juzgar a una mujer. Según esta teoría, como cada persona tenía capacidad para decidir entre el bien y el mal y, en consecuencia, dependía de sus decisiones que entrase en el paraíso al morir, la Iglesia tenía un amplio campo de acción para intentar controlar las conductas de los seres humanos, pero, a su vez, el libre albedrío ofreció un potencial discursivo para las demandas y actuaciones de las mujeres del movimiento católico femenino. Asimismo, esto favorecía que no se pudiesen catalogar a todas las mujeres por igual, ya que sería injusto igualar a las buenas con las inmorales 19. Por este motivo, María de Echarri insertó sus relatos en este discurso para reforzar la idea de que, si los personajes y lectores se ajustaban a las virtudes y comportamientos ideales que ella proponía, tendrían consecuencias positivas, pero, de lo contrario, podrían ocurrirles múltiples desgracias 20.

En todas sus novelas, María de Echarri también buscó moralizar a sus lectores, pero lo hizo a través de una estrategia diferente a la que utilizó en sus cuentos. Los protagonistas no eran hombres ni mujeres que la escritora considerara modélicos, sino personas a las que asignaba unos caracteres conforme a la situación en la que interpretaba que se encontraban las identidades y relaciones de género. Como la cultura política a la que pertenecía, Echarri mantenía que la secularización había afectado fundamentalmente a los hombres, que ya eran de por sí menos religiosos por naturaleza que las españolas, por lo que en sus novelas las mujeres debían ser las salvadoras de su religiosidad. Por tanto, en la trama los personajes protagonistas masculinos, en especial los jóvenes, frecuentemente no encarnaron los ideales de la masculinidad católica, sino que fueron ejemplos de su crisis 21. Asimismo, también hubo en sus novelas ejemplos de mujeres, especialmente en el ámbito urbano de clase alta, que representaron los efectos perniciosos, a juicio de Echarri, de la modernidad y la relajación de costumbres.

Solo en un cuento, publicado en Blanco y Negro y, por tanto, no dirigido exclusivamente a niños, Echarri exploró el problema social y abandonó la idealización en la que estaban encuadrados sus relatos dirigidos a los niños. Tuvo una estructura narrativa muy similar a su novela Los Misericordiosos (1908), ya que un pueblo queda corrompido por la llegada a la fábrica local de personas provenientes de la ciudad que habían llevado consigo el odio de clase pese a la bondad del patrón de la fábrica y a su preocupación por los obreros 22. Para Echarri, la desigualdad social solo podría hacerse más llevadera para todos mediante la caridad sistemática y no por la lucha de clases ni la violencia 23.

Normalmente, como el público al que estaban dirigidos sus cuentos eran niños, en estos solo fueron protagonistas aquellos hombres identificados como ideales para que sus lectores no fuesen influidos por malos ejemplos 24. Uno de los principales objetivos de sus cuentos fue tratar de inculcar el valor católico de la caridad tanto a hombres como a mujeres. Los hombres/niños de los cuentos de Echarri eran igual de caritativos que las mujeres/niñas, presentándose la caridad como la mejor virtud que cualquier persona podía tener y como la cualidad fundamental para entrar al paraíso. Que la escritora católica diese tanta importancia a la caridad no es extraño, puesto que era un elemento fundamental para las mujeres católicas de las primeras décadas del siglo xx, especialmente para quienes participaban en asociaciones religiosas terciaras 25.

Como estos cuentos se dirigieron fundamentalmente a los niños de clase media, la autora buscó inculcar en sus potenciales lectores los beneficios de la caridad, aunque todavía eran jóvenes como para dar grandes limosnas, especialmente cuando se hacía un sacrificio personal para ejercerla. Igual que en otros cuentos de la época, se consideraba que la verdadera caridad era aquella que practicaban quienes tenían poco que dar, puesto que, se decía, siempre hay gente en peor situación que nosotros con quien ejercerla 26. Así, en varios cuentos de Echarri las protagonistas acaban regalando sus preciados juguetes a unas vecinas enfermas de clase social más baja, aunque al principio del cuento no querían ni prestárselos 27. En otros relatos, unas niñas se convencen de la necesidad de dar el poco dinero que tenían ahorrado para la construcción del Templo Expiatorio del Sagrado Corazón del Tibidabo; en uno de ellos tras conocer el caso de muchas mujeres pobres que se sacrificaban para dar lo poco que tenían 28.

Sin embargo, los hombres apenas hacían sacrificios para sus donaciones. Esto puede explicarse porque Echarri consideraba que en la vida real la caridad y la religión estaban muy feminizadas, aunque lo ideal para ella sería que los hombres fuesen igual de religiosos, abnegados y caritativos que las mujeres, como prueba que en otro cuento los niños también prefiriesen donar su dinero para esta causa en vez de gastárselo en los juguetes deseados 29. De hecho, la caridad y la misericordia son consideradas en sus relatos virtudes ideales de los varones porque huir de ellas sería poco viril y poco humano 30. En consecuencia, las madres, encargadas en su ideal de la formación de los/as hijos/as, debían educarles para ser caritativos por igual. En El gatito Salvador se muestra cómo «la condesa socorría a los que padecían hambre, y era el paño de lágrimas de todos los desgraciados del lugar, a los que visitaba juntamente con Roberto y Elena, a los cuales acostumbraba así desde pequeños a ser caritativos». Además, el marido de la condesa también practicaba activamente la caridad 31.

Siguiendo la tendencia que se estaba dando en Europa en los cuentos que buscaban inculcar los valores cristianos, la escritora católica fomentó la religiosidad y la piedad explícitamente, poblando sus narraciones de niños que, además de practicar la caridad, rezaban, iban a la iglesia, se confesaban o besaban una medalla de la Virgen, mostrando el poder que tenía en la sociedad el rezo de un/a niño/a 32. Frecuentemente, los protagonistas tomaban como ejemplo para su conducta las acciones de Cristo, especialmente en lo relativo al perdón. El protagonista de ¡Perdonado! relata, mientras «mira con cariño un pequeño Crucifijo que tiene sobre una mesita», cómo la capacidad de Cristo para perdonar a sus agresores le hizo darse cuenta de que era una persona muy rencorosa y que debía cambiar para «imitar a Jesús» 33. Mientras, la niña modelo de Una niña heroica tiene que aprender a perdonar al encontrarse con quien había provocado el asesinato de su madre, siguiendo las enseñanzas de Cristo 34. Según Echarri, estos modelos virtuosos podían ser imitados por cualquiera en su vida cotidiana 35.

Por último, cabe resaltar que en sus cuentos María de Echarri no reivindicó el papel de las mujeres católicas como madres sociales. Considero que esto puede explicarse por el hecho de que, como los personajes de ambos sexos que ella presenta se acercan al ideal, no era necesario que las católicas desarrollasen en cuanto que mujeres un proyecto de reforma social para solucionar los problemas que los hombres no eran capaces de arreglar. Por tanto, sus personajes femeninos estaban frecuentemente muy alejados de algunas de las tendencias principales del movimiento de mujeres católico en aquella época 36. Además, la escritora solo hizo referencia a dos problemas que le preocupaban de la denominada «cuestión social», en la cual estaba muy implicada: por un lado, los accidentes laborales, los cuales podrían desembocar en sufrimiento y desgracias para los hijos/as 37; por otro, el alcoholismo, que en los hombres lo entendía como característico de los revolucionarios, asociándoles así con una hipermasculinidad delictiva, y de los hombres poco virtuosos que no trataban bien a sus mujeres e hijos. En las mujeres lo asoció a la falta de religiosidad y de cualidades femeninas, aunque no explicitó si esto era causa o consecuencia de ello 38.

Masculinidad, nación y heroicidad

En los cuentos de Echarri los hombres ideales son presentados como trabajadores, estudiosos, guapos, religiosos, honrados, humildes, obedientes, valientes, fuertes, simpáticos, respetuosos y cariñosos con las mujeres y niños, y apoyo de su esposa en la educación de sus hijos e hijas, mientras que no son agresivos, arrogantes ni insensibles 39. Este repertorio de valores/virtudes que el discurso católico buscó integrar dentro de la masculinidad ideal (caridad, obediencia o humildad), y que no encajaban dentro de la masculinidad «hegemónica» del momento, fueron dotados de respetabilidad y se masculinizaron. En mi opinión, el objetivo era contrarrestar el imaginario anticlerical sobre los varones católicos como poco viriles, porque eran estos los elementos que los anticlericales criticaban en los hombres religiosos 40.

El discurso regeneracionista en España influyó profundamente en el discurso de la masculinidad, aunque no consiguió que el trabajo, especialmente el manual, se convirtiese en un pilar de la masculinidad hegemónica igual o más valorado que el hecho de ser propietario o rentista 41. Aunque María de Echarri en sus cuentos no dejó clara su postura respecto al trabajo asalariado de los hombres, cuando hizo referencias al mismo mantuvo un planteamiento similar al del discurso regeneracionista: cualquier trabajo es digno mientras sirva para vivir y mantener a tu familia. Por ejemplo, en un relato se explicita que los niños debían regir su vida por el mantra «Trabaja, reza, pequeñuelo, trabajando y orando se gana el cielo» 42, mientras que en otro un joven deshollinador afirma que no le gusta mucho su trabajo «pero hay que comer, y... tanto val[e] un oficio como otro» 43.

En los cuentos de la escritora católica la masculinidad no queda determinada por el trabajo, pero sí por la posición del hombre como cabeza de familia, por la nación, el catolicismo, el heroísmo militar y la propiedad. No en vano, en las dos décadas estudiadas la actualización del ideal de hombre católico estuvo mediada por un contexto de reafirmación del patriotismo y del militarismo a nivel internacional, especialmente por la Primera Guerra Mundial y, en el caso de España, por las guerras coloniales en Marruecos 44. De hecho, para María de Echarri el amor por la patria era «una segunda religión» 45.

La jura de bandera aumentó su importancia durante las primeras décadas del siglo xx y llegó a asemejarse a una auténtica fiesta nacional, especialmente desde que en 1912 el servicio militar se convirtiera en obligatorio. Además, los conflictos bélicos en África le añadían un punto emotivo, porque los soldados podrían morir en combate en un futuro cercano 46. Los monárquicos fantasearon sobre el efecto nacionalizador que podría tener este acontecimiento conmovedor y María de Echarri, en algunos cuentos, buscó incentivar el sentimiento patriótico en torno a este acontecimiento simbólico, el cual unió a su concepción acerca de la masculinidad ideal. En Por la bandera, que tiene por moraleja que la defensa de España y el orgullo patriótico están por encima de las posibles diferencias entre españoles, se narra así el acto de la jura de bandera por parte de unos reclutas:

«Y el sacerdote con voz sonora, señalando la bandera roja y gualda, preguntó:

—¿Juráis defender la bandera?

Sin un momento de vacilación, con la mano extendida hacia aquella enseña bendita, los reclutas lanzaron un grito unánime de ¡Sí, juro! [...] [Entonces el protagonista] Comprendió lo que significaba el heroísmo y juró ser siempre fiel a esa bandera, prefiriendo morir antes que abandonarla, y ser digno de ella, honrado, valiente, buen español» 47.

En los cuentos de Echarri que abordan temas bélicos, religión, nación (española o de otro país), heroísmo y masculinidad son conceptos completamente entrelazados. En El pequeño héroe la escritora católica cuenta la historia de un artesano belga que, debido al comienzo de la guerra entre Alemania y Bélgica en 1914, tiene que ir al frente para cumplir con su deber patriótico. Aunque él asume esta responsabilidad con valentía, a diferencia de los reservistas en Barcelona en 1909, las mujeres se asustan y muestran debilidad, por lo que el cabeza de familia decide:

«—Para guardar mi casa en tanto que yo vuelva, te dejo a ti [...].

—Sí, padre, respondió un muchachito de trece años, cuyo rostro acusaba extraordinaria virilidad.

—Está bien. Cuidarás de tu madre y de tu abuela, de tus hermanas, y trabajarás lo que puedas para que tengan qué comer. Y si el enemigo viene...» 48.

Como en un guion de cine norteamericano, en el que el hombre se va a salvar el mundo y la mujer llora preocupada por su destino —no el propio, sino el de su marido—, el hombre encarga al hijo pequeño que cuide de su madre y de su casa, dando a entender que la esposa no podía valerse por sí sola y que el primogénito, aunque fuese un niño, estaba jerárquicamente por encima de ella 49. Cuando, tiempo después, los alemanes se acercaron al pueblo «las mujeres, muertas de miedo, querían escapar sin demora, abandonándolo todo; pero el muchachito que recordaba la promesa hecha a su padre quiso hacer de modo que, salvándose las niñas, su madre y su abuela, él permaneciese en [...] [la lucha contra los invasores]». Es decir, mientras que las mujeres presas del miedo querían huir olvidando su patriotismo y la promesa hecha al padre, el niño vuelve a tomar la responsabilidad con valentía y decide luchar por la patria y la religión, aunque fuese a costa de su vida, porque la escritora católica plantea que el ideal de hombre es aquel que sacrifica lo que sea necesario para luchar por la Iglesia y la nación. Finalmente, el niño murió en su intento de salvar una bandera nacional caída cerca de una iglesia: «[H]abía muerto como mueren los héroes» 50.

Algo similar ocurre en La Virgen del Pilar dice..., cuento en el que un niño zaragozano se alista como voluntario a combatir en la Guerra de la Independencia mientras la ciudad estaba sitiada por los franceses. Sin embargo, en esta ocasión su patriotismo y virilidad se refuerzan más explícitamente con su defensa de la religión: sus compañeros «le llamaban el soldadico de la Virgen porque siempre la invocaba antes de combatir y jamás se dormía sin haberle rezado» 51. Además, cuando muere, lo hace intentando evitar que los franceses profanasen una imagen de la Virgen del Pilar, sobre la que su padre le había asegurado, como recogerá la popular jota, que no quería ser francesa. La estructura narrativa vuelve a repetirse en Una derrota gloriosa, ambientada en la batalla de Trafalgar, cuando una vez derrotados los españoles, un niño de trece años, tras besar una medalla de la Virgen, se lanzó a una lucha sin cuartel hasta que lo matan: «Murió con la sonrisa en los labios, murió besando su bandera, murió como mueren los héroes, aunque sean niños... gritando [...] ¡Viva España!» 52.

En las tres ocasiones el niño-héroe muere en el campo de batalla a manos de sus enemigos por defender elementos de valor simbólico, ya que el sacrificio por la patria y la religión era la mejor manera para Echarri de demostrar una virilidad completa 53. Por tanto, las historias acaban en tragedia 54. En la época se consideraba que el mensaje que se buscaba transmitir en los relatos sobre los héroes y mártires cristianos que eran presentados como modelos de masculinidad tenía más impacto en los lectores si los protagonistas morían, especialmente si lo hacían en el campo de batalla cumpliendo su misión de defender la religión y la patria. Sus autores pretendían que el lector se preguntase si estaba preparado para hacer el mismo sacrificio por Dios y por su nación, ya que no importaba tanto la figura del héroe en sí, sino sus virtudes, cualidades y conductas 55.

Las intenciones de Echarri quedaron especialmente explícitas una vez en la que, tras narrar la historia de un niño católico durante la Inglaterra de Enrique VIII que fallece intentando evitar que unos soldados profanasen unas sagradas hostias, se dirigió directamente a los lectores: «¿Verdad que [...] habéis sentido palpitar vuestro corazón ante el valor de ese niño de siete años, y estáis dispuestos a hacer lo mismo, si llegara el caso?». Según sus relatos, tanto adultos como jóvenes debían estar siempre preparados para luchar contra los enemigos, reales o simbólicos, de los valores que ensalzaba su cultura política 56. La retórica de combate estuvo muy presente en las producciones literarias de Echarri, ya fuesen cuentos, novelas o artículos de opinión en la prensa.

Como estas narraciones buscaban cultivar en los niños una forma de sentir y actuar que solo podrían poner en práctica cuando creciesen, también escribió cuentos en los que los niños eran «héroes» de la vida cotidiana, por lo que sus lectores podían seguir su ejemplo en un futuro inmediato. Aunque en algunos relatos Echarri conceptualizó como algo positivo que los hombres y niños luchasen contra el mal con la fuerza y la violencia 57, el «heroísmo» de los hombres en la vida cotidiana tuvo como vertiente principal la idea de que la caridad, la disciplina, la humildad y la obediencia eran actitudes heroicas y viriles. Esta tendencia, habitual en el ámbito cristiano, explica que los héroes de los cuentos de María de Echarri pocas veces emprendieran grandes hazañas 58. De manera que la imagen del conquistador/reconquistador soldado de Dios/Cristo, uno de los mitos movilizadores más importantes de la masculinidad católica y nacionalista española, apenas tuvo peso en los cuentos de Echarri, siendo más relevante el modelo del padre de familia defensor del hogar católico 59. La figura del soldado de Cristo solo aparece en sus cuentos esporádicamente, sobre todo en el contexto de los acontecimientos considerados traumáticos para la nación española y/o para la religión católica (Inglaterra de Enrique VIII, Revolución francesa, batalla de Trafalgar o Guerra de la Independencia), en los que se aprecia la solidaridad católica transnacional habitual en aquellos tiempos. Con estos relatos buscó exaltar a la nación, a Dios y a la hombría, quedando los tres fenómenos indisolublemente interrelacionados 60.

El cuento Examen de historia alude a la Reconquista y al descubrimiento de América. La gran protagonista es Isabel la Católica, presentada como reina modelo e impulsora de un periodo glorioso de la historia de España. Este tipo de narrativas heroicas sobre mujeres proliferaron más en el catolicismo que en otros ámbitos del cristianismo 61. Este cuento sirvió a Echarri para mostrar cuál era el modelo ideal de servicio a la nación que debían seguir las mujeres que no eran excepcionales. Cuando la niña que cuenta la historia recuerda la valentía de su abuelo, que había muerto en alguna batalla en América, y suspira pensando «¡Si yo hubiese sido hombre!...», la abuela le muestra cómo ella puede servir a la patria igual que ellos, pero realizando funciones diferentes: «Puedes en la medida de tus fuerzas dar gloria a tu país... Hoy estudiando, obedeciendo, mañana siendo una mujer de provecho, una buena madre de familia» 62. No obstante, algunas niñas y mujeres de sus cuentos tuvieron una actitud valiente, incluso violenta, para defender la religión o a su marido. En La redención una niña llega a afirmar que ella hubiese intentado evitar por todos los medios que Cristo fuese torturado y asesinado 63, mientras que en otro relato, ambientado en la Revolución francesa, una condesa se niega a alejarse de su marido mientras este «se batía por su Dios y su Rey» 64. Sin embargo, estas fueron situaciones excepcionales en las que, como por el inminente peligro incluso las mujeres debían actuar de manera agresiva, se reafirmaba la diferencia de género en los momentos ordinarios.

El ideal de mujer/niña y sus relaciones con los hombres

Las virtudes y cualidades que deberían tener las niñas y mujeres, según los cuentos de la escritora madrileña, aparecen listados en La vendedora de ungüentos. Estas son, principalmente, la virtud, la amabilidad, la bondad, la piedad, la paciencia, la resignación, la inocencia, la benevolencia, la reflexión, la laboriosidad, la sinceridad, la prudencia, la dulzura, madrugar y la oración 65. María de Echarri relacionó el cumplimiento de estas cualidades con la belleza (igual que en el caso de los niños), utilizando una fórmula similar a la de los cuentos de Perrault y los hermanos Grimm, según la cual quienes actúan como el antideal de mujer son feas 66. Además, las virtudes ideales que trató de inculcar en las niñas son muy similares a las propuestas en los cuentos escritos y editados por Saturnino Calleja, los cuales tenían también el objetivo de educar a los niños y niñas en unas virtudes y conductas morales y religiosas 67.

A finales del siglo xix y principios del xx era habitual que los cuentos buscasen educar a las niñas para que no fuesen orgullosas en el sentido de alta estimación propia. Sin embargo, algunas protagonistas de los cuentos de Echarri son competitivas, ambiciosas y orgullosas, pero no por ser las más guapas, como ocurre en muchos cuentos clásicos y en algunos de la editorial Calleja, sino por ser las más listas o aplicadas, lo cual marca una diferencia con otras muchas autoras contemporáneas. La escritora católica presentó a la ambición y al orgullo como socialmente aceptables y dignos, aunque mal gestionados podrían tener pésimas consecuencias 68.

Estas características asignadas a las mujeres implicaban una negociación y redefinición, no exenta de tensiones, del modelo de mujer abnegada, obediente y carente de ambiciones: «Abuela, esto siempre me indigna [...] pues, qué ¿no sabemos hacer otra cosa que llorar las mujeres?» 69. Además, aunque Echarri buscó incentivar que las niñas fuesen obedientes con sus padres y profesoras, entendía como natural que las niñas fuesen curiosas y traviesas dentro de un margen tolerable 70. Para los niños y niñas, los límites de las travesuras valoradas como aceptables y el nivel de obediencia demandada fueron muy similares 71. El margen de libertad que concedió en lo relativo a estas cuestiones aproximaba a los niños y niñas a una zona de neutralidad que resulta interesante, porque otras muchas características que podían tener los seres humanos sí quedaron asociadas a uno u otro sexo.

En los cuentos de la escritora madrileña los niños y niñas tienen más o menos claros estos límites y suelen ser ejemplos de virtud porque, aunque inicialmente actúen mal, tienen la capacidad de reflexionar y darse cuenta de sus errores gracias a su ángel de la guarda 72. Entonces, los jóvenes son capaces de arrepentirse y rectificar, lo cual estimula a los lectores a seguir su ejemplo. Entre las cosas buenas que pueden pasar a las niñas/mujeres protagonistas que cumplen rigurosamente con todas las virtudes ideales de su sexo no se encuentra el conseguir un marido. Esto, que se diferencia de lo que ocurría en muchos cuentos de Charles Perrault, de los hermanos Grimm y de las editoriales católicas de la época en España, tenía estrecha relación con la idea extendida en la cultura católica sobre que la soltería, practicada de forma virtuosa como hacía Echarri, era un estado aceptado y en muchos sentidos superior al matrimonio y a la maternidad biológica 73.

Según el ideal católico de mujer, las mujeres tenían unas virtudes naturales que eran las idóneas para las labores del hogar, las tareas de cuidados a los hijos y la preservación de la moralidad y la fe dentro del núcleo familiar. Por tanto, en los años estudiados, el que las españolas trabajasen asalariadamente fuera del hogar, sobre todo las casadas y especialmente en la fábrica, fue considerado contrario a sus funciones sociales y al ideal de familia 74. La postura de Echarri al respecto consistía en que lo ideal era que las mujeres se encargasen del hogar y no trabajasen a cambio de un salario 75, pero, debido a su acción social y su esfuerzo para que las mujeres se incorporasen a los otros aspectos de la vida pública, era totalmente consciente de que las españolas de las capas populares de la sociedad se veían obligadas a trabajar para contribuir a sostener su familia.

Como en los cuentos Echarri buscó inculcar un ideal, no se explicitaron valoraciones sobre el trabajo asalariado de las mujeres y no hubo en ninguno una madre trabajadora 76. Asimismo, en sus relatos las niñas actuaron especialmente en el ámbito de lo doméstico y de lo escolar, aunque se resaltaba el esfuerzo e importante labor que realizaban en las escuelas y se ponía distancia con aquellos cuentos coetáneos que pedían que las mujeres tuviesen un papel sumiso dentro del matrimonio 77. Además, el que las niñas apareciesen en el ámbito de la educación institucionalizada suponía una ocupación de las mujeres de este espacio de la esfera pública ya preexistente, cuya presencia se estaba ampliando desde finales del siglo xix. A pesar de ello, se presentaron como modélicas situaciones en las que los hombres trabajaban de forma remunerada en la esfera pública y las mujeres se dedicaban a las labores del hogar y a las tareas de cuidados a sus hijos/as, estableciéndose, por tanto, una clara división de roles de género con una jerarquía de prestigio evidente 78. En consecuencia, los hombres no se preocupaban demasiado por las labores asignadas a las mujeres en el hogar. Por ejemplo, en un cuento un niño afirmó que: «La semana pasada hicieron un postre que a mí me gusta mucho, unos bizcochos con crema y no sé qué más, el caso es que sale admirablemente; cómo estén hechos no me preocupa nada» 79. No se especificó si el postre lo realizó su madre o una sirvienta, pero lo que sí se explicitó fue que no era un terreno que tenía que interesar a un hombre. Mientras, en otro relato se enseñó el mantra de que el amor de una madre hace que puedan con todo si con ello consiguen el bienestar de su familia: «—Mamá siempre está diciendo que no puede más. —No le hagas caso [...]. Nos dijo la Madre Sta. Lucía, que se decía eso, pero que en el fondo no era verdad» 80.

De todas formas, Echarri apenas dedicó tiempo en sus cuentos a explicitar las actividades, de la vida cotidiana y de ocio, que consideraba que eran apropiadas solo para niños o para niñas. El único aspecto que está claramente tipificado es el juego de las niñas con las muñecas, debido a que es una actividad central en la asunción de unos roles de género concretos. Como mayoritariamente los/as protagonistas de sus cuentos eran muy jóvenes, las ­labores de cuidados a los hijos e hijas podrían no quedar claramente asignadas, por lo que las niñas actuaron como las madres de las muñecas. Así, las protagonistas las dormían, preparaban la comida, arreglaban la ropa y educaban 81.

Conclusiones

Los cuentos contribuyen a que los/as niños/as construyan su comprensión del mundo, inclusive lo que debería ser idealmente un hombre, una mujer y una familia. Como María de Echarri era consciente de esto, buscó abiertamente inculcar en los niños sus concepciones ideales de feminidad y masculinidad, así como los límites de los comportamientos socialmente aceptables. En un contexto de remasculinización de la religión, la escritora católica buscó mostrar en sus cuentos un ideal de hombre muy implicado con la defensa del catolicismo y con la práctica religiosa, especialmente con la caridad. De esta manera, la masculinidad ideal de sus relatos quedó mediatizada, aparte de por la nación, por la religión y la figura del héroe-mártir, de forma acorde a cómo se estaba construyendo la masculinidad católica en la época. Los actos heroicos en defensa de la patria y la religión que realizaron sus personajes, al terminar en tragedia, tenían el objetivo de que los lectores se preguntasen si estaban preparados para hacer el mismo sacrificio. No obstante, los cuentos de Echarri también crearon un tipo de heroísmo que sus lectores podían tratar de imitar en un futuro inmediato, el cual estuvo basado en la idea de que virtudes como la caridad, la disciplina, la humildad y la obediencia eran otra modalidad de heroísmo. Echarri presentó, por tanto, un ideal dual con fuertes interconexiones y existente en la cultura católica del momento: el hombre católico militante en el espacio público y el cabeza de familia defensor del hogar católico.

También las niñas que Echarri representó se aproximaban al ideal católico de mujer. Según este, las españolas tenían unas virtudes naturales que eran las idóneas para las labores del hogar, las tareas de cuidados, la preservación de la moralidad y la fe y la educación de sus hijos/as en las virtudes religiosas y patrióticas. El buen cumplimiento de esas funciones suponía el mejor servicio que podían prestar a la religión y a la patria. Por este motivo, sus relatos muestran a unas niñas restringidas sobre todo al ámbito doméstico y escolar. No obstante, a diferencia de los personajes de muchos de los cuentos de los escritores católicos contemporáneos, las niñas de sus relatos podían ser inteligentes, competitivas, valientes, ambiciosas y orgullosas e, incluso, ligeramente traviesas y curiosas. Estas características las presentó como socialmente aceptables y dignas siempre que estuviesen bien gestionadas. La asignación de estos atributos a algunas de las protagonistas implicaba una negociación y redefinición, no exenta de tensiones, del modelo de mujer abnegada, obediente y carente de ambiciones.


* Este artículo se enmarca en una investigación predoctoral (FPU16/02273) y en el proyecto «Identidades en movimiento. Flujos, circulación y transformaciones culturales en el espacio atlántico (siglos xix y xx)». Agradezco a Darina Martykánová, Pilar Toboso, Inmaculada Blasco, Nerea Aresti y Carmen de la Guardia sus comentarios. Un primer borrador del texto se discutió en el XIV Congreso de la AHC.

1 María de Echarri: La Madre María Eugenia de Jesús. Fundadora de la Congregación de la Asunción, Madrid, R. Velasco. Imprenta Marqués de Santa Ana, 1918, pp. 14-15.

2 Sus libros de cuentos son los siguientes: Narraciones para niños, Madrid, Librería religiosa de Enrique Hernández, 1909; Cuentos Blancos, t. II, Barcelona, Editorial Barcelonesa, 1915; La palomita azul, Barcelona, Librería de Perelló y Vergés, 1915; De la tierra al cielo, Barcelona, Librería de Perelló y Vergés, 1915; Caridad infantil, Barcelona, Librería de Perelló y Vergés, s. f.; Una niña heroica, Barcelona, Librería de Perelló y Vergés, s. f.; El lago azul y otras narraciones, Barcelona, Librería de Vicente F. Perelló, s. f., y Las vacaciones de Elena y otras narraciones, Barcelona, Librería de Vicente F. Perelló, s. f. Los cuentos no fechados son anteriores a 1921. Véase La moda elegante, 6 de mayo de 1921, p. 11. Aunque desconozco su grado de difusión, algunos fueron reeditados incluso en los años treinta, por lo que es de suponer que tuvieron una recepción considerable en los sectores afines. Véase La Basílica Teresiana, 15 de diciembre de 1909, p. 29.

3 s. a.: Las primeras concejales del ayuntamiento de Madrid. Revista de la biblioteca, archivo y museo, Madrid, 1925, pp. 9-12.

4 En el futuro habrá que explorar qué compartieron (y en qué se diferenciaron) los planteamientos y contenidos de los cuentos de las mujeres conservadoras y progresistas. Véase María Luz Morales: Libros, mujeres, niños, Barcelona, Cámara Oficial del Libro de Barcelona, 1928. Esto cobra mayor importancia porque durante buena parte del periodo contemporáneo hubo una ausencia de trabajos dirigidos a normativizar la vida de las niñas. Véase Marie Franco: «La niña es “una arma cargada de futuro”: modelos y contra modelos infantiles en la España contemporánea», en Ángela Muñoz y Jordi Luengo (eds.): Creencias y disidencias. Experiencias políticas, sociales, culturales y religiosas en la Historia de las Mujeres, Granada, Comares, 2020, pp. 136-137.

5 María de Echarri: Consejos del Niño Jesús a los pequeños, Barcelona, Herederos de Juan Gili, 1907, p. 20. Esto lo explicitó Echarri en los preliminares de muchos de sus cuentos y así fueron publicitados en los medios afines. Véase Revista católica de cuestiones sociales, mayo de 1915, p. 368. Para la evolución del cuento infantil en España, Europa y Estados Unidos durante el periodo estudiado véanse, entre otros, Elizabeth Marshall: «Stripping for the Wolf: Rethinking representations of gender in children’s literature», Reading Research Quarterly, 39, 3 (2004), pp. 256-270, esp. p. 261; Anne Scott Macleod: «From Rational to Romantic: The Children of Children’s Literature in the Nineteenth Century», Poetics Today, 13 (1992), pp. 141-153, esp. p. 141, y Ramón F. Llorens: «Un suplemento de El Liberal en los inicios de la literatura infantil española», Anales de literatura española, 26 (2014), pp. 258-261.

6 Para ampliar la información sobre el complejo proceso multidireccional, véanse Bronwyn Davies: Frogs and Snails and Feminist Tales: Preschool children and gender, Cresskill, Hampton Press, 2003, p. 49, y Purificación Salmerón: Transmisión de valores a través de los cuentos clásicos infantiles, Granada, Universidad de Granada, 2005. A los aspectos cualitativos hay que añadir los cuantitativos, Janice ­McCabe et al.: «Gender in Twentieth-Century Children’s Books: Patterns of Disparity in Titles and Central Characters», Gender and Society, 25, 2 (2011), pp. 197-198.

7 Esto se aprecia mejor en los cuentos frecuentemente readaptados. Véase Elizabeth Marshall: «Stripping for...», p. 262.

8 Joan Scott: «Género: ¿todavía una categoría útil para el análisis?», La manzana de la discordia, 6 (2011), pp. 95-101.

9 Para una reflexión sobre la cultura política no entendida solo como concepciones acerca de lo político, véase Javier de Diego: «El concepto de “cultura política” en ciencia política y sus implicaciones para la historia», Ayer, 61 (2006), pp. 233-266. Véase también Julio de la Cueva Merino: «Católicos en la calle: la movilización de los católicos españoles, 1899-1923», Historia y política, 3 (2000), pp. 55-80.

10 Algunos de los trabajos más sugerentes son los de Yvonne Maria Werner (ed.): Christian Masculinity: Men and Religion in Northern Europe in the 19th and 20th Centuries, Leuven, University Press, 2011, pp. 8-11; Tine Van Osselaer: The Pious Sex: Catholic Constructions of Masculinity and Femininity in Belgium, c. 1800-1940, Leuven, University Press, 2013, y Patrick Pasture, Jan Art y Thomas Buerman (eds.): Beyond the Feminization Thesis. Gender and Christianity in Modern Europe, Leuven, University Press, 2012.

11 Para un excelente análisis acerca de los cambios, resignificaciones y continuidades de la identidad de las católicas españolas en el periodo estudiado, véase Inmaculada Blasco: «Identidad en movimiento: la acción de las “católicas” en España (1856-1913)», Historia y Política, 37 (2017), pp. 27-56. Sobre la hegemonía de estas ideas en España, véase Alejandro Camino: «La influencia de las mujeres españolas en los resultados de las elecciones generales de 1933», Revista Historia Autónoma, 11 (2017), pp. 179-197.

12 Inmaculada Blasco (ed.): Mujeres, hombres y catolicismo en la España contemporánea. Nuevas visiones desde la historia, Valencia, Tirant lo Blanch, 2018; Natalia Nuñez-Bargueño: «A la conquista de la virilidad perdida: religión, género y espacio público en el Congreso Eucarístico Internacional de Madrid, 1911», en Nerea Aresti, Karin Peters y Julia Brühne (coords.): ¿La España invertebrada? Masculinidad y nación a comienzos del siglo xx, Granada, Comares, 2016, pp. 81-100, o Javier Moreno Luzón: «Alfonso el Regenerador. Monarquía escénica e imaginario nacionalista español en perspectiva comparada (1902-1913)», Hispania, 244 (2013), pp. 319-348; Natalia Núñez-Bargueño: «Performing Catholic Masculinity in Early Twentieth-Century Spain: The International Eucharistic Congress of Madrid (1911)», Journal of Religious History, 45 (2021), pp. 559-581, y María Cruz Romeo: «A New Priest for a New Society? The Masculinity of the Priesthood in Liberal Spain», Journal of Religious History, 45 (2021), pp. 540-558..

13 Independientemente de que la feminización de la religión fuera real o imaginada (parece que la práctica religiosa, al menos en España, era más común entonces entre las mujeres), lo importante a tener en cuenta es que la idea estaba muy arraigada y operaba políticamente con fuerza en algunos sectores, como los liberales. De hecho, es esta idea la que explica parte de las reticencias de estos al voto de las mujeres y a su participación política.

14 María Cruz Romeo: «El otro género de la religión: masculinidad católica en la España isabelina», en Inmaculada Blasco (ed.): Mujeres, hombres y catolicismo en la España contemporánea. Nuevas visiones desde la historia, Valencia, Tirant lo Blanch, 2018, pp. 69-91, esp. p. 70.

15 Para la importancia del enfrentamiento clericalismo/anticlericalismo para (re)definir las percepciones de género, véase María Pilar Salomón: «¿Espejos invertidos?: mujeres clericales, mujeres anticlericales», Arenal, 11, 2 (2004), pp. 87-111.

16 Olaf Blaschke: «The Unrecognised Piety of Men. Strategies and Success of the Re-Masculinisation Campaign Around 1900», en Yvonne Maria Werner (ed.): Christian Masculinity: Men and Religion in Northern Europe in the 19th and 20th Centuries, Leuven, Leuven University Press, 2011, pp. 21-45.

17 Inmaculada Blasco: «¿Re-masculinización del catolicismo? Género, religión e identidad católica masculina en España a comienzos del siglo xx», en Inmaculada Blasco (ed.): Mujeres, hombres y catolicismo en la España contemporánea. Nuevas visiones desde la historia, Valencia, Tirant lo Blanch, 2018, pp. 115-136, esp. pp. 122-123.

18 El defensor de Córdoba, 28 de marzo de 1911, p. 1, y El correo de Cádiz, 17 de junio de 1914, p. 2. De hecho, los católicos desmovilizados continuaban siendo mayoría. Véase Joseba Louzao: Soldados de la fe o amantes del progreso. Catolicismo y modernidad (1890-1923), Logroño, Genueve Ediciones, 2011, p. 105.

19 Nerea Aresti: Médicos, Donjuanes y Mujeres Modernas. Los ideales de feminidad y masculinidad en el primer tercio del siglo xx, Bilbao, Servicio Editorial de la Euskal Herriko Unibertsitatea, 2001, pp. 23-43. Las católicas encontraron ventajas discursivas en el pensamiento religioso desde tiempo atrás. Véase Raúl Mínguez: Evas, Marías y Magdalenas: género y modernidad católica en la España liberal (1833-1874), Madrid, Asociación de Historia Contemporánea, 2016. El pensamiento de Echarri tuvo también influencias del neotomismo. Este establecía diferencias por naturaleza/divinidad entre las personas por razón de clase y género (aunque criticaba la desigualdad producida por los abusos de los patronos y los ricos) y defendía un modelo de funcionamiento armónico de la sociedad, así como un intento de compatibilizar ciencia/progreso y religión/fe. Como no existen estudios profundos del impacto del neotomismo sobre el catolicismo social, véase Feliciano Montero: El primer catolicismo social y la «Rerum Novarum» en España (1889-1902), Madrid, CSIC, 1983, pp. 283-299.

20 María de Echarri: Una niña..., p. 35, e íd.: De la tierra..., p. 29. Esta estrategia argumentativa era muy utilizada en todo el mundo, por lo que sería relevante comparar los relatos moralistas contemporáneos de distintas culturas políticas para analizar las especificidades y semejanzas que tenían. Véase Maria Tatar: Off with Their Heads!: Fairy Tales and the Culture of Childhood, New Jersey, Princeton University Press, 1992, pp. 22-50. Hay que tener en cuenta que en los cuentos infantiles el género y las prácticas religiosas se refuerzan mutuamente. Véase Ann M. Trousdale: «Intersections of Spirituality, Religion and Gender in Children’s Literature», International Journal of Children’s Spirituality, 10 (2010), pp. 61-79.

21 Inmaculada Blasco: «Más poderoso que el amor: género, familia, piedad y política en el movimiento católico español», Pasado y memoria, 7 (2008), pp. 79-100, esp. pp. 80-84 y 90-92, y Frances Lannon: Privilegio, persecución y profecía. La Iglesia Católica en España, 1875-1975, Madrid, 1990, pp. 81-112. Sobre la percepción de Echarri acerca de que la generación anterior de hombres no había renunciado tanto a la religiosidad como los jóvenes, véase Diario de Valencia, 26 de diciembre de 1913, p. 3.

22 Blanco y Negro, 5 de octubre de 1907, pp. 3-5, y María de Echarri: Los misericordiosos, Madrid, Biblioteca Patria, 1908. La visión sobre que el campo había conservado mejor que las ciudades los valores católicos, pero que ahí también estaban en peligro, la compartió con muchos activistas católicos, Maximiliano Arboleya: La misión social del clero, Oviedo, Imp. Uría Hermanos, 1901.

23 María de Echarri: Narraciones para niños..., pp. 64-71.

24 Este camino narrativo no fue el seguido por todas las representantes del movimiento católico femenino que escribieron cuentos. Por ejemplo, en los relatos de María López de Sagredo o Elena Sánchez de Arrojo, que iban dirigidos a un público preadolescente, solían aparecer personajes que representaban la crisis de la masculinidad y la feminidad católica. Véanse Elena Sánchez de Arrojo: El Padre Mabuti, Madrid, Imprenta de Cleto Vallinas, 1915, o María L. de Sagredo: Impresiones y cuentos, Barcelona, Pons y Sorarrain Editores, 1902. Pese a estas diferencias, Echarri publicó un cuento casi idéntico a otro de Sagredo, La Atalaya, 6 de enero de 1921, p. 4.

25 Por ejemplo, María de Echarri: Caridad infantil..., pp. 31-34, y El correo de Cádiz, 24 de febrero de 1918, p. 1. Echarri estuvo vinculada a la Tercera Orden de San Francisco. Véase María de Echarri: La terciaria según el espíritu de San Francisco, Madrid, 1914.

26 Saturnino Calleja: El viejo hechicero, Madrid, Calleja, 1900, p. 27.

27 María de Echarri: Caridad infantil..., pp. 11-12, e íd.: La palomita..., pp. 73-79. La caridad tiene gran protagonismo en los artículos publicados por Echarri desde su juventud. Véase El defensor de Córdoba, 14 de septiembre de 1903, p. 1.

28 María de Echarri: Cuentos Blancos..., pp. 25-29. Su implicación con la recogida de donativos para el Templo Expiatorio también la sostuvo en la prensa El defensor de Córdoba, 14 de julio de 1911, p. 1, o El defensor de Córdoba, 7 de marzo de 1914, p. 2.

29 María de Echarri: Una niña..., pp. 55-59. Solo en uno de sus cuentos un hombre es presentado como no religioso. En este, como en la mayoría de sus novelas, se mantuvo por el camino desviado hasta que la acción de una buena mujer, en este caso niña, entró en escena para reconvertirle. Véase íd.: El lago azul..., pp. 67-68.

30 María de Echarri: La palomita..., p. 44, y La Basílica Teresiana, 15 de noviembre de 1907, pp. 7-9.

31 María de Echarri: Cuentos Blancos..., pp. 57-60.

32 Por ejemplo, María de Echarri: Narraciones para niños..., p. 53, e íd.: El lago azul..., pp. 90 y 102. Esto tiene correlación con lo que se estaba reclamando de los hombres entonces en los opúsculos finiseculares católicos. Véase María Pilar Salomón: «“Armémonos de valor; y por Dios y por la Patria, adelante”: definir una masculinidad para la regeneración nacional católica finisecular», en Inmaculada Blasco (ed.): Mujeres, hombres y catolicismo en la España contemporánea. Nuevas visiones desde la historia, Valencia, Tirant lo Blanch, 2018, pp. 93-113, esp. p. 109.

33 María de Echarri: Caridad infantil..., pp. 23-25.

34 María de Echarri: Una niña..., p. 18.

35 María de Echarri: El lago azul..., pp. 104, 110-111 y 119-121.

36 Sobre el papel de las católicas como madres sociales y su justificación, véase Inmaculada Blasco: «Identidad en...», pp. 40 y 48-50.

37 María de Echarri: De la tierra..., pp. 9-10, e íd.: Caridad infantil..., p. 33, respectivamente.

38 María de Echarri: Una niña..., p. 14; íd.: Las vacaciones de Elena..., p. 68, e íd.: El lago azul..., pp. 50-51. Una fuerte campaña contra el alcohol entendido como causa y consecuencia de la inmoralidad se extendió por toda Europa y Estados Unidos en los sectores cristianos. Véase Callum G. Brown: «Masculinity and Secularisation in Twentieth-Century Britain», en Yvonne Maria Werner (ed.): Christian Masculinity: Men and Religion in Northern Europe in the 19th and 20th Centuries, Leuven, University Press, 2011, pp. 47-60, esp. pp. 53-54.

39 María de Echarri: La palomita..., p. 41; íd.: Cuentos Blancos..., pp. 5, 15-17 y 57, e íd..: Una niña..., p. 33. Esto no era una excepción en la literatura creada por miembros del movimiento católico. Véase Inmaculada Blasco: «¿Re-masculinización del catolicismo?...», p. 134.

40 Al respecto véase Anna Prestjan: «The Man in the Clergyman. Swedish priest obituaries, 1905-1937», en Yvonne Maria Werner (ed.): Christian Masculinity: Men and Religion in Northern Europe in the 19th and 20th Centuries, Leuven, Leuven University Press, 2011, pp. 115-126.

41 Darina Martykánová: «Los pueblos viriles y el yugo del caballero español. La virilidad como problema nacional en el regeneracionismo español (1890s-1910s)», Cuadernos de historia contemporánea, 39 (2017), pp. 19-37, esp. pp. 36-37.

42 María de Echarri: Una niña..., p. 20.

43 María de Echarri: De la tierra..., p. 62.

44 Para una propuesta teórica sobre el análisis interconectado de género y nación, véanse Xavier Andreu: «El género de las naciones. Un balance y cuatro propuestas», Ayer, 106 (2017), pp. 21-46, e íd.: «Nación y masculinidades: reflexiones desde la historia», Cuadernos de historia contemporánea, 43 (2021), pp. 121-143. Para una aplicación práctica, véase Gemma Torres: «El soldat espanyol i el guerrer rifeny: la construcció de la masculinitat a l’africanisme militar durant les guerres del Rif (1909-1927)», Segle xx: revista catalana d’història, 9 (2016), pp. 1-24. Para un reciente y preciso balance bibliográfico sobre los estudios acerca de las masculinidades, la religión y las naciones en España, véase Nerea Aresti: «La historia de las masculinidades, la otra cara de la historia de género», Ayer, 117 (2020), pp. 333-347.

45 María de Echarri: Narraciones para niños..., p. 6.

46 Javier Moreno Luzón: «Alfonso el Regenerador...», pp. 342-343.

47 María de Echarri: De la tierra..., pp. 45-46. Este relato lo había publicado anteriormente, pero resaltando todavía más el componente de gloria que la defensa de la bandera podría ofrecer a los soldados, en Blanco y Negro, 14 de diciembre de 1907, pp. 3-5. Sobre este asunto también reflexionó en la prensa, El defensor de Córdoba, 27 de octubre de 1910, pp. 1-2.

48 María de Echarri: Cuentos Blancos..., pp. 34-36.

49 En algunos de sus cuentos también los hombres mostraron sus sentimientos antes de marchar al frente. Esta situación ella la consideraba normal. Véase El bien público, 23 de octubre de 1914, p. 1.

50 María de Echarri: Cuentos Blancos..., pp. 38-41.

51 María de Echarri: Caridad infantil..., pp. 38-39.

52 María de Echarri: Una niña..., p. 69. En la prensa, Echarri elogió a quienes fallecían de esta manera como héroes en la vida real. Véase El defensor de Córdoba, 15 de febrero de 1912, p. 3, y El defensor de Córdoba, 24 de octubre de 1911, p. 2. Solo en dos cuentos ambientados en un conflicto bélico se produjeron gestos de fraternidad entre personas de diferentes nacionalidades. Véase María de Echarri: El lago azul..., pp. 58 y 63, y La Cruz. Diario católico, 9 de agosto de 1904, p. 2.

53 Esta descripción detallada de heroísmo irreflexivo era habitual en aquellos años en los relatos realizados por conservadores sobre los soldados españoles en Marruecos. Véase Gemma Torres: «El soldat espanyol...», p. 12. Hay que tener en cuenta que durante el primer tercio del siglo xx en España existieron diversos referentes y formas de entender culturalmente la «masculinidad nacional». Para algunos trabajos que estudian este proceso, por ejemplo, véanse Mary Nash (coord.): Feminidades y masculinidades. Arquetipos y prácticas de género, Madrid, Alianza Editorial, 2014, o Nerea Aresti y Darina Martykánová: «Introducción. Masculinidades, nación y civilización en la España contemporánea», Cuadernos de historia contemporánea, 39 (2017), pp. 11-17.

54 Solo en una versión anterior del cuento La Virgen del Pilar dice... un héroe creado por Echarri no muere tratando de defender algo simbólico, sino algo de utilidad práctica para vencer militarmente. Véase María de Echarri: Narraciones para niños..., pp. 106-113.

55 Todos estos aspectos fueron explorados por Echarri desde su primer cuento con impacto. Véase La Cruz. Diario católico, 9 de agosto de 1904, p. 2. Para un análisis sobre los tipos de héroes que hubo en el entorno cristiano durante el periodo estudiado, véase Tine Van Osselaer y Alexander Maurits: «Heroic Men and Christian Ideals», en Yvonne Maria Werner (ed.): Christian Masculinity: Men and Religion in Northern Europe in the 19th and 20th Centuries, Leuven, Leuven University Press, 2011, pp. 63-94. La atención a la construcción de héroes católicos es muy relevante en este periodo, puesto que durante las décadas anteriores esta cultura política había estado huérfana de esos referentes. Véase María Cruz Romeo: «El otro género de la religión...», pp. 79 y 89.

56 María de Echarri: Consejos del Niño Jesús..., p. 62. En su literatura dirigida a adultos, solo en Luchas del alma (1905), que parece que finalmente no fue publicada, exploró el terreno del heroísmo militar. Véase Real Biblioteca, CAJ/FOLL4/62.

57 María de Echarri: La palomita..., p. 48.

58 Tine Van Osselaer y Alexander Maurits: «Heroic Men...», pp. 70-77.

59 María Pilar Salomón: «“Armémonos de valor; y por Dios y por la Patria, adelante”...», p. 95.

60 George Mosse: Nationalism and Sexuality: Respectability and Abnormal Sexuality in Modern Europe, Nueva York, Oxford University Press, 1985. Estas características de sus cuentos infantiles también se dieron en otros países y cronologías. Véase Pauline Pujo: Transmettre l’histoire pour former les citoyens. Écriture et réécriture des livres d’histoire pour la jeunesse dans l’espace germanophone et en France (1760-1800), tesis doctoral, Universidad Paris-Sorbonne-Universidad de Potsdam, 2015.

61 Tine Van Osselaer y Alexander Maurits: «Heroic Men...», p. 92.

62 María de Echarri: Una niña..., pp. 30-31.

63 María de Echarri: La palomita..., p. 32.

64 María de Echarri: Una niña..., p. 9. La cuestión de la heroicidad de las mujeres es un tema sobre el que merecería la pena profundizar posteriormente, tal y como se ha hecho en otros periodos. Por ejemplo, Irene Castells, Gloria Espigado y María Cruz Romeo (coords.): Heroínas y patriotas: mujeres de 1808, Madrid, ­Cátedra, 2009.

65 María de Echarri: La palomita..., pp. 37-39.

66 Sobre los cuentos de estos autores, véanse Gertrud Lehnert: «The Training of the Shrew: The Socialization and Education of Young Women in Children’s Literature», en Poetics Today, 13 (1992), pp. 109-122, y Cristina Segura: «Modelos desautorizadores de las mujeres en los cuentos tradicionales», Arenal, 21, 2 (2014), pp. 221-241.

67 Las virtudes que pretendía inculcar Calleja se recogen en Saturnino Calleja: El viejo..., pp. 19-78, e íd.: La perla del hogar, Madrid, Calleja, 1902, pp. 7-12. Para una perspectiva general acerca de la editorial, véase Pilar Díaz: «Los cuentos de Calleja y su influencia en la literatura infantil española: “instruir deleitando”», Arenal, 21, 2 (2014), pp. 271-294. Echarri tuvo palabras de elogio para Calleja en El defensor de Córdoba, 26 de noviembre de 1910, p. 1.

68 María de Echarri: La palomita..., pp. 17-20, e íd.: De la tierra..., pp. 28-35, respectivamente. Sobre Estados Unidos e Inglaterra, véase Ann M. Trousdale: «Intersections of Spirituality...», pp. 61-62. Sobre la noción de dignidad, véase Nerea Aresti: «Cuestión de dignidad. Género, feminismo y culturas políticas», en Carlos Forcadell y Manuel Suárez (coords.): La Restauración y la República, 1874-1936, Madrid, Marcial Pons, 2015, pp. 85-110.

69 María de Echarri: Una niña..., p. 26.

70 María de Echarri: Narraciones para niños..., pp. 41 y 88-94; íd.: De la tierra..., pp. 16-17 y 70-78; íd.: Caridad infantil..., pp. 59-69, y Gente Menuda, 20 de julio de 1907.

71 María de Echarri: La palomita..., pp. 57-72. No obstante, las niñas muestran más cargo de conciencia que los chicos por las mismas travesuras. Véase íd.: El lago azul..., p. 37.

72 María de Echarri: Caridad infantil..., p. 60.

73 María de Echarri: El que siembra con lágrimas..., Valencia, La Novela Hispano-americana, 1927, p. 24. Sobre la relación en la cultura católica de la soltería con la feminidad, el matrimonio, la sexualidad y la castidad, véase Nerea Aresti: «La nueva mujer sexual y el varón domesticado. El movimiento liberal para la reforma de la sexualidad (1920-1936)», Arenal, 9 (2002), pp. 125-150, y Alejandro Camino y Darina Martykánová: «La soltería virtuosa: dignidad, utilidad y el discurso sobre el celibato femenino en la España contemporánea (1820-1950)», Historia Contemporánea, 66 (2021), pp. 337-370.

74 Inmaculada Blasco: «Más poderoso...», p. 87. No obstante, en algunos de sus relatos breves publicados por Echarri en prensa, que tienen una estructura más similar a la de sus novelas, hizo una defensa de los derechos laborales de las obreras, culpabilizando a los patronos y a las clientas de que estos no se cumpliesen. Véanse Diario de Reus, 20 de noviembre de 1917, p. 2; El Debate, 28 de noviembre de 1917, p. 5, o La Atalaya, 4 de septiembre de 1920, pp. 1-2.

75 María de Echarri: Conferencia de la señorita María de Echarri, el día 24 de febrero de 1908 acerca de la Acción de la Mujer en el centro de defensa social, Madrid, Tip. Revista de Archivos, 1908, pp. 21-22.

76 María de Echarri: Cuentos Blancos..., pp. 13-14.

77 María de Echarri: La palomita...; íd.: Las vacaciones de Elena..., pp. 29-31, y Nuria Cruz-Cámara: «Matando al “ángel del hogar” a principios del siglo xx: las mujeres revolucionarias de Margarita Nelken y Federica Montseny», Letras Femeninas, 30, 2 (2004), pp. 7-28, esp. p. 19.

78 María de Echarri: La palomita..., pp. 7-8 y 63; íd.: Caridad infantil..., pp. 7-10, e íd.: Cuentos Blancos..., p. 19.

79 María de Echarri: De la tierra..., p. 54.

80 María de Echarri: Cuentos Blancos..., pp. 25-26.

81 María de Echarri: La palomita..., pp. 73-79, e íd.: Caridad infantil..., p. 7. La forma en la que las protagonistas de los cuentos juegan con sus muñecas tiene influencia en el comportamiento de las lectoras. Véase Robin Bernstein: «Children’s Books, Dolls, and the Performance of Race; or, the Possibility of Children’s Literature», PMLA, 126, 1 (2011), pp. 160-169.