Ayer 125/2022 (1): 267-294
Sección: Estudios
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2022
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/125-2022-11
© Eduardo Abad García
Recibido: 04-06-2019 | Aceptado: 09-07-2020
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

Vecinos y camaradas. Portugal en el imaginario colectivo del leninismo español

Eduardo Abad García*

Universidad de Oviedo
eduardoabadgarcia@gmail.com

Resumen: En las próximas páginas se estudiará la evolución de las relaciones entre los comunistas ibéricos a lo largo de su historia: cómo fue percibido el PCP y cómo esa percepción influyó a los miles de comunistas que tras 1968 desarrollaron una disidencia leninista. La estrategia desarrollada por los comunistas lusos durante la Revolución de los Claveles constituyó un ejemplo a seguir particularmente importante para aquellos militantes críticos con la línea oficial del PCE. A través de fuentes orales y hemerográficas, este artículo analiza cómo el referente portugués funcionó a modo de mito movilizador para este sector de los comunistas españoles.

Palabras clave: España, Portugal, partidos comunistas, leninismo, identidad, militancia.

Abstract: In the next pages we will study the evolution of the relations between the Iberian communists throughout their history. In particular, the article addresses how the PCP was perceived and how this perception influenced the thousands of communists who, after 1968, developed a Leninist dissident movement. The strategy developed by the Portuguese communists during the Carnation Revolution was a particularly important example to follow for those militants who were critical of the official line of the PCE. Through oral and hemerographic sources, this article analyzes how the Portuguese reference functioned as a mobilizing myth for this sector of the Spanish communists. They followed the political trajectory of the PCP with great fascination during these years, and repeatedly craved contact and approval from the Portuguese for their cause.

Keywords: Spain, Portugal, communist parties, Leninism, identity, militancy.

Introducción

En abril de 1974 tuvo lugar un episodio decisivo en la historia reciente de Portugal. Un movimiento de militares, hartos de la sangría que suponían las guerras coloniales, se levantaba contra el gobierno continuista de Marcelo Caetano derrumbando la dictadura más larga de Europa. Se abrió entonces un periodo de transformaciones revolucionarias que comenzó con la conquista de las libertades civiles y que se orientaba, no sin contradicciones, hacia un futuro socialista. Aunque España y Portugal eran países vecinos, ambos inmersos en largas dictaduras y con una dilatada trayectoria de lucha clandestina, fue el 25 de abril el que puso a Portugal en el mapa para la mayoría de los comunistas españoles. Desde entonces, el ejemplo del Partido Comunista Portugués (en adelante, PCP) durante el Periodo Revolucionario en Curso (en adelante, PREC) y la contrarrevolución posterior fue recibido con respeto y admiración. Tal actitud contrastó con el talante agresivo de su dirección, cuyo secretario general, Santiago Carrillo, no dudó en atacar pública y duramente la estrategia del partido vecino. Esta cuestión vino a añadir más argumentos a la crisis general que desde 1968 padecía el comunismo español ante el paulatino cambio de rumbo que estaba experimentando el partido. El PCP se acabaría convirtiendo en un referente de primer orden para todos aquellos militantes españoles que todavía veían con simpatía el campo socialista que encabezaba la Unión Soviética.

Este artículo se adentrará en una de las etapas más convulsas para el comunismo español: los años finales de la dictadura de Franco y la Transición. Fue en este momento cuando el Partido Comunista de España (en adelante, PCE), dirigido por Carrillo, sufriría una profunda y compleja transformación de muchos de los elementos que hasta ese momento habían sido los pilares de su cultura política. La renuncia a la identidad republicana, la crítica abierta a la Unión Soviética, el abandono del leninismo, la búsqueda del pacto social y la transformación de su estructura organizativa, provocaron una grave crisis en su cultura política. Estos cambios produjeron mucha crispación entre sectores de la militancia comunista, lo que con el tiempo trajo consigo un goteo constante de disidencias internas y expulsiones. De este modo, se estudiará la corriente vulgarmente caracterizada como «prosoviética» tanto por la prensa como por la dirección del PCE. La carencia de estudios específicos sobre esta cultura política ha sido un factor que contribuyó a subestimar su heterogeneidad, simplificándola bajo este cliché. Para un correcto análisis histórico, su identidad debería pivotar en torno a la ortodoxia comunista que ellos reivindicaban como modelo y que incluye muchas más cuestiones además de su posición respecto a la Unión Soviética. Por eso mismo, atendiendo a un mayor rigor académico, nuestros sujetos de estudio en adelante serán denominado como comunistas ortodoxos (categoría propuesta en el marco de las investigaciones sobre esta corriente) o simplemente leninistas (como ellos mismos se identificaban). Con este objetivo se estudiará desde una perspectiva comparada 1 las identidades de la militancia de los dos países. Para ello, utilizando distintas fuentes archivísticas, pero especialmente sus testimonios escritos y orales, este artículo analiza el peso de la experiencia portuguesa en la construcción cultural de esta identidad comunista. Especial importancia tienen los testimonios orales, recogidos con un formato abierto y semiestructurado, que ofrecen una información y perspectivas únicas. Se ha buscado no tanto entrevistar a altos dirigentes, sino reflejar las percepciones generales entre la militancia ortodoxa. Para ello se ha recogido el testimonio de personas con distintos grados de responsabilidad a lo largo de la cronología estudiada. Su reproducción literal permite conectar directamente con el lenguaje simbólico que nutría su imaginario colectivo.

Sobre este contexto surgen otros interrogantes a la luz de las nuevas aportaciones historiográficas y sociológicas en los estudios sobre el comunismo. En las últimas décadas han aparecido tendencias que rompen con la historiografía clásica, centrada principalmente en dirigentes y episodios concretos, abriendo originales perspectivas de análisis y permitiendo identificar sujetos de estudio hasta hace poco ignorados dentro de la vida de los partidos comunistas. De esta forma, la visión «desde abajo» ha revalorizado a la militancia comunista en su conjunto, dando voz a las bases y los cuadros intermedios de las organizaciones comunistas. Para el caso español son especialmente relevantes los estudios presentados en el I y II Congreso de la Historia del PCE, resultando de este último el libro colectivo Nosotros los comunistas. Memoria, identidad e historia social, cuya aportación es probablemente la más notable en este campo. Por su gran impacto, también es necesario resaltar el trabajo de Juan Andrade, El PCE y el PSOE en (la) Transición, o los escritos de Giaime Pala sobre la militancia en el Partit Socialista Unificat de Catalunya (en adelante, PSUC) 2. También han aparecido otros enfoques más centrados en las estrategias políticas o su relación con la izquierda revolucionaria 3. Por último, no hay que olvidar obras con un enfoque más global, pero que han servido de sugerentes síntesis de la historia del PCE 4. Más recientemente, destaca la extensa obra editada en dos tomos y coordinada por Francisco Erice y David Ginard que fue publicada con motivo del centenario de la fundación del PCE 5. Aunque en el caso portugués la historiografía sobre el PCP dista mucho de estar en un proceso de normalización 6, existen algunas obras clave para adentrarse en la historia del comunismo luso, hasta el momento poco conocida en España. Probablemente, el estudio más completo sobre el PCP hasta el 25 de abril lo componga la extensa y bien trabajada obra Historia do PCP, de Joao Madeira, aunque también destacan algunos textos de Manuel Loff o incluso la amplísima biografía de Álvaro Cunhal que José Pacheco Pereira lleva años publicando y que ya va por el cuarto tomo 7. La figura del legendario dirigente comunista portugués también ha sido objeto de un interesante trabajo interdisciplinar que es necesario mencionar 8.

Todas estas obras trabajan desde presupuestos que, lejos de ver el comunismo como una «patología política», tratan los problemas de la crisis y construcción de su identidad con la profundidad necesaria; un enfoque que se retomará en este artículo. Para ello también se tendrá en cuenta la problemática de los procesos de construcción de memoria que tan enraizados están en los imaginarios colectivos de la militancia comunista. Desde un encuadre más general, resulta muy importante el peso que viene cobrando en los últimos años la perspectiva comparada sobre los procesos democratizadores que se desarrollaron en ambos países tras el fin de los fascismos ibéricos 9.

De la fraternidad a la desconfianza

Aunque la única frontera terrestre de Portugal limita con España y ambos países tienen una historia compartida, los países ibéricos han vivido en buena medida siempre de espaldas. Este fenómeno parece haber estado especialmente influido por la difusión de los nacionalismos español y portugués, que traería como respuesta el consiguiente movimiento de rechazo excluyente por parte de las sociedades de ambos países 10. Algunos historiadores han estudiado de forma comparada la historia reciente de sus luchas sociales, llegando a la conclusión de que no es posible afirmar que haya existido una unidad histórica 11. Las relaciones oficiales PCE-PCP fueron siempre bastante discretas en el mejor de los casos, cuando no muy tensas o directamente inexistentes. Es posible rastrear periodos de intensa colaboración que se alternaron con otros caracterizados por una ignorancia mutua.

Tras la muerte de Stalin el trato entre los comunistas portugueses y españoles aumentó, siendo la etapa con mejores relaciones desde la Guerra Civil 12. El XX Congreso del PCUS había traído aires nuevos a los dos partidos y esto contribuyó al aumento de la influencia del partido español sobre su vecino. En 1956 comenzó a consolidarse un viraje en la táctica del PCE, que mediante su política de «Reconciliación Nacional» ponía especial énfasis en la derrota de la dictadura por la vía pacífica. Esta propuesta tenía, más allá de sus planteamientos morales, un eminente sentido práctico que tendía puentes hacía otros sectores políticos y sociales que empezaban a no sentirse tan cómodos con el franquismo 13. Aunque inicialmente no suscitó grandes conflictos internos, este nuevo rumbo fue duramente criticado por muchos comunistas ortodoxos, quienes a posteriori lo identificaron como el punto de partida del viraje del PCE 14. En el caso portugués, destacaba el aislamiento al que sometían al PCP las demás fuerzas de oposición, fruto de su anticomunismo. Esto conllevaría que la organización se adhiriese con entusiasmo a las tesis que defendían la vía pacífica ya desde 1955 en lo que algunos historiadores han considerado como una dinámica de improvisación táctica 15. En noviembre de 1958 tuvo lugar un episodio crucial en las relaciones entre los dos partidos que supondría una profundización en las tesis de la vía pacífica. Tras una reunión entre miembros de sus respectivas direcciones, se publicaba una declaración conjunta sobre el futuro de la lucha contra las dictaduras ibéricas en la que se recalcaba la necesidad de una unidad entre las masas y las fuerzas de oposición para «poner fin a las dictaduras de Franco y Salazar por medios pacíficos, sin la guerra civil» 16.

La espectacular fuga del penal de Peniche el 3 de enero de 1960 protagonizada por Álvaro Cunhal y otros nueve cuadros del PCP marcó el inicio de una nueva etapa en la historia del partido luso que supondría un giro de 180 grados en su línea política. Entre 1960 y 1962 tuvo lugar en el interior del PCP la llamada correcção do desvio de direita, que suponía la vuelta a las tesis de la lucha armada mediante el levantamiento nacional. Este episodio es considerado como una segunda refundación del partido, la cual le llevaría a caracterizarse por unas marcadas peculiaridades que le distinguen del resto de partidos comunistas de Europa Occidental. Los argumentos utilizados por Álvaro Cunhal para la rectificación de la vía pacífica sostenían que el desvío de direita se basaba en una interpretación mecanicista de las tesis del XX Congreso del PCUS y de la nueva línea del PCE. Una postura que podía ser válida para otros países, pero que, al fin y al cabo, no se adecuaba a la realidad portuguesa 17. Para el PCP la dictadura de Salazar era un régimen fascista y, dado que ellos no habían pasado por una guerra civil, la vía armada seguía siendo legítima. Naturalmente, aunque no existió en ningún momento una confrontación directa, la sola insinuación de que el PCE podría estar detrás de esta «desviación» tuvo sus consecuencias en las buenas relaciones PCP-PCE, que a partir de este periodo comenzaron a enrarecerse 18.

En este contexto, el partido luso trató de obtener una posición destacada dentro del comunismo mundial, inicialmente sin mucho éxito. Los comunistas portugueses atribuyeron al PCE buena parte de los ataques recibidos en el seno del Movimiento Comunista Internacional (en adelante, MCI). El PCP no era del todo bien visto por dos importantes motivos: en primer lugar, por su defensa de la lucha armada en un país europeo; y en segundo lugar, por su crítica a la idea de que España era el eslabón más débil de la Península, lo que dejaba a Portugal en un segundo plano. Años más tarde, el propio Álvaro Cunhal recordaría estas tensiones:

«Cuando en 1960, el PCP retomó la vía insurreccional para la destrucción de la dictadura [...] Santiago Carrillo, en su actuación en el movimiento comunista internacional, en relaciones bilaterales y multilaterales, combatió la orientación del PCP y defendió la idea de que el pueblo portugués no tenía condiciones para liberarse de la dictadura fascista en cuanto [sic] el pueblo español no se liberara de la suya» 19.

El PCE había adquirido un gran prestigio en el MCI por su papel durante la guerra de España y la posterior resistencia al régimen franquista, mientras que la lucha del PCP era mucho menos conocida. Además, su defensa de la lucha armada fue vista con un desconcierto inicial por parte del campo socialista, ya que parecía ir en contra de la tesis de la Coexistencia Pacífica. Por eso mismo, el PCP se había vuelto muy receloso de su autonomía. Un ejemplo bastante notable de esa crisis entre los dos partidos ibéricos a nivel internacional tuvo lugar a finales de 1962. El 8 de diciembre en Praga, una delegación del partido era informada de unas noticias preocupantes. Al parecer, había tenido lugar una reunión de varios partidos, a la que no habían sido invitados, y donde se había hablado sobre el futuro de la Península Ibérica. Por si fuera poco, esperaban que el PCP aprobase sus conclusiones 20. La respuesta del partido no se hizo esperar y, aunque de forma muy prudente, dejaría claro su desacuerdo con la tesis que, en su opinión, defendía «la idea de que la dictadura de Franco será necesariamente derrumbada antes que la dic­tadura de Salazar» 21.

En 1965 tuvo lugar en Kiev el VI Congreso del PCP. Fue un acontecimiento muy importante, pues allí se aprobaron las tesis defendidas por Cunhal —habían sido presentadas en su informe al Comité Central en 1964 bajo el sugerente nombre de «Rumo a vitoria»—. Además, por primera vez en su historia, el PCP se dotaba de unos estatutos y ocho objetivos para la «revolución democrática y nacional» 22. La línea política aprobada por los comunistas portugueses se fundamentaba en la premisa de que la burguesía de Portugal era débil y dependía del imperialismo norteamericano, pero al mismo tiempo era monopolista y sobrevivía gracias al colonialismo. Por tanto, se trataba de una situación en la que se superponían la necesidad de una primera etapa revolucionaria de carácter democrático y nacional con una segunda etapa de carácter socialista. Además, la línea del levantamiento nacional introducía un componente violento al proceso de derrumbe del salazarismo. Esto implicaba para la militancia la necesidad de un mayor grado de compromiso y combatividad. Estas tesis eran novedosas respecto a las posiciones dominantes en el movimiento comunista internacional tras la Segunda Guerra Mundial 23.

Una militancia unida por el leninismo

En este punto es necesario preguntarse si las claves de la cultura tradicional comunista eran compartidas por las militancias de ambos países antes de 1968 o si, por el contrario, las especificidades de las líneas portuguesa y española les dotaron de unas características diferentes. En términos generales, se puede afirmar que las dos compartían rasgos comunes. Cabe destacar que muchas de las supuestas características que habían hecho especial al PCE —como el aprovechamiento de todas las posibilidades de actividad «legal», el impulso del trabajo de masas con sectores cristianos o la infiltración de cuadros obreros en el seno del sindicalismo vertical— ya habían sido puestas en marcha por los comunistas lusos varios años antes 24. Además, existen otros elementos importantes en la autopercepción de los comunistas —como son la fe revolucionaria, la firmeza en la lucha y la ejemplaridad moral— 25 que eran igualmente compartidos a ambos lados de la frontera. Incluso para Álvaro Cunhal estos elementos formaban parte del ADN de los comunistas de todo el mundo:

«La práctica revolucionaria es la mejor escuela de comportamiento y de carácter. Tomando formas diversas según el país, según la etapa de la revolución y las condiciones existentes en cada caso, es siempre una lucha seria, continuada, tenaz, enfocada a objetivos precisos. El espíritu combativo, la pasión de la lucha, [...] la unidad, la camaradería, la solidaridad, la abnegación, el rechazo del conformismo y del servilismo, la capacidad para aprender no solo con los éxitos sino también con los fracasos, el saludable optimismo basado en el conocimiento de las leyes de la evolución social, la inquebrantable confianza en el futuro, incluso en las circunstancias más difíciles, incluso en horas de amarga derrota, son características típicas del comportamiento de los comunistas en todos los países» 26.

La tensión entre las direcciones de los comunistas ibéricos se agravó definitivamente tras la intervención militar en Checoslovaquia el 21 de agosto de 1968. Ante la crisis desatada en este país, el PCP decidió alinearse con la mayoría de los partidos comunistas del mundo. Consideraba justificada la intervención militar dado que se «avanzaba hacía un proceso contrarrevolucionario sin que el partido tomase ninguna medida para combatirlo» 27. Por el contrario, la dirección del PCE optó por la condena pública de la invasión 28. El aparato del partido había ido mostrando su simpatía por el proceso checoslovaco en varios artículos en su prensa y en alocuciones en La Pirenaica 29. Sin embargo, esto no estaba siendo necesariamente asumido por su militancia del interior, más preocupada en organizar el pujante movimiento obrero y la lucha antifranquista. Tras los esfuerzos de la dirección por calmar a sus bases, parecía que la situación se encontraba bajo control, pero para una parte de la militancia española en 1968 uno de los pilares de la identidad comunista había sido «traicionado» al criticar abiertamente a la Unión Soviética. Esto supuso un salto cualitativo en la situación de ambos partidos en el seno del MCI. Para el sistema comunista mundial, el PCP cobraba cada vez más importancia, sobre todo como vínculo con los movimientos de liberación nacional en las colonias 30.

En ese contexto la disidencia ortodoxa española —que reivindicaba los valores leninistas más clásicos— encontró un apoyo moral y un referente en el comunismo portugués. En septiembre de 1970 se publicó una edición con cabecera roja de Mundo obrero. En ella, por primera vez, estos disidentes decían representar al «verdadero PCE» 31. Con motivo del cincuenta aniversario del PCP los comunistas ortodoxos —ahora agrupados en el Partido Comunista de España (VIII Congreso)— enviaron una carta a la dirección del PCP en la que expresaban los rasgos esenciales de su visión sobre el partido al que consideraban hermano. En primer lugar, destacaban la heroica trayectoria de lucha contra el salazarismo, además de reconocer la solidaridad con la causa española: «Gracias a ellos pudimos asegurar muchas actividades importantes en nuestro país durante los peores años de la represión». Otro punto que se resaltaba radicaba en torno a la firmeza ideológica en el marxismo-leninismo y su «actitud firme y de principios hacia la Unión Soviética». Por último, tras denunciar cómo «los revisionistas habían querido enturbiar esas relaciones», insistían en su deseo de «reforzar lazos de amistad, solidaridad y ayuda mutua» 32.

Los años 1970-1974 fueron testigos de una profundización en esta dinámica, aunque también estuvieron marcados por un proceso de atomización dentro de esta corriente. Aunque los comunistas portugueses siempre fueron muy prudentes y procuraron no difundir públicamente sus críticas a las políticas de Carrillo, a nivel interno, las apreciaciones eran muy distintas. De hecho, el PCP consideraba que el PCE se encontraba entre los partidos «cuya orientación se ha degradado en un sentido oportunista, revisionista y antisoviético (España, Gran Bretaña y Australia, habiéndose comprobado en el PCE una grave escisión)» 33. Esta línea fue seguida con gran detenimiento por aquellos que se sentían cada vez más incomodos con los discursos de Carrillo y, especialmente, por los que ya habían dado el paso para construir un partido paralelo. Precisamente, sería en esta primera etapa cuando el prestigio del PCP en el MCI y sus buenas relaciones con el PCUS aumentarían el interés por el partido portugués. En 1973 Álvaro Cunhal fue condecorado con la prestigiosa Orden de la Revolución de Octubre 34. Esto motivó que Enrique Líster le felicitara en nombre del Comité Central del Partido Comunista Obrero Español (PCOE). Para ello, el antiguo general utilizaba varios de los símbolos de esa identidad común, al mismo tiempo que realizaba nuevos llamamientos a la confraternización de los comunistas ibéricos. Entre las loas a la heroicidad y al sacrifico de los comunistas lusos, se señalaba especialmente el papel individual que el propio Cunhal había prestado a la causa antifranquista en sus años de joven militante 35. Frente a las críticas al estilo de vida del aparato del PCE, los leninistas valoraban especialmente sus rasgos de humildad y sacrificio. Como recuerda el hijo de Eduardo García, destacaba frente a otros dirigentes por su sencillez: «Íbamos por el metro y nos vimos a Álvaro Cunhal [sic]. El tío iba en metro como cualquier otro. Esa consideración para los españoles no existía, prácticamente para nadie» 36.

La llama de la revolución: hoy Portugal, mañana España

Como sostiene el célebre historiador Eric Hobsbawm, el «golpe militar» que inició la Revolución de los Claveles en Portugal ocurrió «para sorpresa de muchos» 37. Casi nadie —y mucho menos los comunistas españoles que se guiaban por la ortodoxia marxista-­leninista— esperaba una revolución en el país vecino. El 25 de abril sorprendió a los leninistas españoles en pleno proceso de enfrentamiento y desunión. Por una parte, el grupo de comunistas escindidos en 1970 se había dividido hacía poco más de un año en dos partidos: el Partido Comunista de España (VIII y IX Congresos), que dirigía Eduardo García, y el PCOE de Líster. Esta crisis interna había acabado con las iniciales ilusiones colectivas de competir e incluso desbancar al partido de Carrillo. El PCE (VIII y IX Congresos) contaba con importantes lazos entre los exiliados en los países del socialismo real y cierta presencia entre sectores obreros del interior. Mientras, el PCOE aglutinaba a una militancia menor, especialmente, a veteranos en torno a la figura del mítico Enrique Líster. Sin embargo, la disidencia continuaba brotando entre nuevos sectores del PCE. Entre las nuevas generaciones de comunistas, un sector de jóvenes universitarios y profesionales —descontentos con el proceso de «derechización» del PCE a raíz de su VIII Congreso— trataba de cambiar el partido desde dentro, organizándose a partir de 1973 en la Oposición de Izquierda del PCE (en adelante, OPI) 38.

Independientemente de la organización en la que militasen y de otros factores de peso en la configuración sociológica de esta corriente —como son el factor generacional y el de clase social—, la Revolución de los Claveles impactó hondamente entre casi toda la militancia que se identificaba con los valores clásicos del movimiento comunista. En concreto, dos motivos fueron clave: la revolución suponía un ejemplo cercano de ruptura democrática con un régimen fascista, y en este proceso había tenido un papel muy importante un partido comunista, a todas luces, más radical que su homólogo español 39. Además, la línea antimonopolista que preconizaba la revolución portuguesa fue analizada con gran detenimiento en todos sus aspectos, especialmente respecto del papel de los militares 40.

Los comunistas portugueses quedarían para siempre reflejados en el imaginario colectivo de esta comunidad militante. Los testimonios orales muestran la inmensa ilusión con que se recibió la transformación revolucionaria de Portugal, un acontecimiento que para disidentes como J. M. Álvarez Pravia, dirigente asturiano de la OPI, venía a confirmar sus postulados políticos:

«La Revolución de los Claveles nos entusiasmaba muchísimo porque venía a confirmar algunas de las ideas nuestras de que la caída de la dictadura tenía que ser como un movimiento de masas, no por pactos con la gran burguesía [...] En ese sentido la Revolución de los Claveles era algo novedoso porque no había ningún esquema similar en el desarrollo de la historia anterior, no había paradigma que pudiera reproducir la Revolución de los Claveles, era novedoso completamente» 41.

Precisamente por eso, las noticias que llegaban del país vecino eran seguidas con mucho interés. Incluso se escuchaban las ondas de Radio Portugal de manera casi clandestina 42. La cercanía geográfica facilitó que se organizaran muchos viajes con el objetivo militante de entrar en contacto con los valores de la revolución, en lo que se puede calificar de un auténtico periodo de «turismo revolucionario». Este fenómeno se extendió por toda España, despertando emociones muy positivas, tal y como narra la militante asturiana de OPI-PCT Carmen García: «Era la esperanza nuestra y de muchísima gente. Mi hermana mayor fue a Portugal justo el año de la revolución, pasó el verano allí. Mucha gente fue a Portugal» 43. Durante estos viajes se lograba en muchos casos entrar en contacto con los comunistas portugueses, a veces incluso compartiendo momentos de ocio y camaradería, como la Nochevieja de 1974 que pasaron Chus y Iosu, militantes de OPI, en la sede lisboeta del PCP 44. Al poco tiempo se pasó de los viajes improvisados a las delegaciones oficiales. En esta importante coyuntura todas las organizaciones comunistas de carácter ortodoxo trataron de contactar con el PCP, mostrar su simpatía y tratar de ganarse su apoyo. Los testimonios recabados a este respecto muestran la existencia de numerosas expediciones de miembros de las direcciones de estos partidos cuya misión consistía en recabar el favor del PCP. Allí, eran recibidos y escuchados, aunque sin conseguir el tan ansiado reconocimiento de los portugueses, como bien recuerda J. M. Álvarez «Pravia»:

«Ya en el 75 fui como OPI [...] tuvimos una entrevista con un miembro del Comité Central que era de la sección de internacional, le explicamos lo que éramos, tomó nota. Le dijimos cuáles eran nuestras discrepancias con Carrillo, cómo entendíamos nosotros el desarrollo revolucionario en España y nos facilitó mucha propaganda del PCP [...] ellos dijeron que tenían sus propios planteamientos, sus propios principios, su propio programa y que era el que estaban dispuestos a defender, que no tenían nada que ver con el programa del PCE y el eurocomunismo» 45.

Domingo Lopes, quien, en los años posteriores a la revolución trabajaba como cuadro del PCP en tareas internacionales, recuerda muy bien cómo recibía a estos españoles en la sede de Lisboa, lo que colocaba en una situación incómoda a los comunistas lusos:

«La política de Carrillo creó mucha disidencia en el interior del PCE, los comunistas portugueses siempre defendieron que las relaciones serían con el Partido Comunista de España, fuera quien fuera quien estuviera en la dirección. Es verdad que decenas, quizás centenares, de personas que venían a Lisboa procuraban de algún modo el apoyo para formar partidos comunistas [...] Yo les recibí muchas veces, nunca dábamos apoyo, les recibíamos, hablábamos, pero considerábamos que era un problema interno de España, de los comunistas de España» 46.

Frente al entusiasmo de la mayoría de los comunistas españoles, especialmente de los más ortodoxos, la dirección del PCE comenzó a distanciarse del PCP a finales de 1974, preocupada porque su ejemplo restara credibilidad a sus intentos de parecer un partido moderado 47. En 1975, ante la radicalización de la revolución, el PCE optó por las críticas ácidas y directas 48, lo que generó un descontento entre algunos sectores de su militancia que concebían todo el proceso revolucionario, y sobre todo el ejemplo del PCP, como un mito movilizador. Así lo recordaba el comunista catalán Joan Tafalla:

«Yo recibí la Revolución de los Claveles con una inmensa alegría, pero también con problemas por la recepción del partido, es decir, para mí eso fue clave [...] Con una inmensa esperanza. En España tienen que pasar lo mismo. [...] En cambio, la reacción de Carrillo fue demoledora para nosotros [...] Todo esto para nosotros se elevaba a la categoría de mito movilizador y, en cambio, ese enano de Carrillo, pues lo transformaba en una línea errónea, sectaria, dogmática. Eso para nosotros era muy desazonador» 49.

Particularmente interesante resulta el testimonio del historiador Arón Cohen, a quien esta crisis sorprendió en París. Para Cohen las críticas de Carrillo al PCP tocaron en lo hondo a la militancia española y actuaron como un revulsivo para la futura disidencia leninista de muchos de ellos:

«El 74 fue importante y en particular en Francia, en París, en fin, por las diferencias profundas [...] que salieron a la luz porque venían de lejos con la dirección del Partido Comunista Portugués [...] He conocido a viejos dirigentes que me lo han confirmado, pero lo que yo percibía como joven militante entonces leyendo l’Humanite, por ejemplo, es que uno veía las diferencias. Sobre todo con lo que se decía puerta adentro [...] lo que decía el mismo Santiago Carrillo es que era que el Pacto por la Libertad sufría porque los camaradas portugueses están quemando etapas. Como si hubiera un manual sobre cómo hacer la revolución y hubiera que cumplir la etapa a, la etapa b y la etapa c [...] Además, eso nos tocaba mucho a los españoles y nos dividió. En fin, un número significativo de nosotros se dio cuenta de [...] lo pretenciosos e ignorantes que hemos sido sobre Portugal. Y de como luego dijo Cunhal aquello de que “muchos hablan de la revolución, nosotros nos dedicamos a intentar hacerla”» 50.

El giro de los acontecimientos en el país vecino durante 1975 provocó la inquietud de esta corriente. En estas fechas el PCE (VIII-IX Congresos) editaba un documento bajo el título «Lo que Portugal enseña a España», donde se analizaba extensamente la evolución del proceso revolucionario. En este texto se hacía especial hincapié en las posibles consecuencias para la lucha antifranquista: «si la revolución fracasara en Portugal el golpe para las fuerzas democráticas españolas sería terrible». Además, se criticaba intensamente el discurso de Carrillo y se llamaba a apoyar al PCP, de quien decían «está dispuesto a combatir por la Revolución Portuguesa, recurriendo a todas las formas de lucha que sean necesaria». La solidaridad era crucial en esta coyuntura, «el apoyo ha de ser total, eficaz, combativo. Tal y como nos enseñó Lenin. La solidaridad del movimiento comunista con el PCP y la Revolución Portuguesa es la condición primera para que las más amplias masas populares del mundo hagan suya la causa de Portugal [...] Mañana podría ser tarde». Por si fuera poco, en este documento quedaba patente su compromiso hasta las últimas consecuencias con la causa de sus vecinos: «Si fuerzas militares extranjeras intervienen contra Portugal, los portugueses se defenderán. Y en ayuda de los portugueses vendrían otros, entre ellos nosotros, los comunistas españoles auténticos» 51. La OPI también manifestaba su preocupación por la situación portuguesa, estableciendo un paralelismo histórico entre Kornilov y Spinola, a la vez que llamaban a la movilización solidaria con Portugal 52. Esta inquietud por la situación en el país luso se fue poco a poco transformando en un sentimiento de impotencia ante unos militantes que poco podían hacer desde el otro lado de la frontera. Así lo refleja la carta que un grupo de militantes sevillanos del PCOE enviaron a Vasco Gonçalves alertándole de la posibilidad de que Portugal se convirtiera en el «Chile de Europa» 53. Tras el 11 de noviembre de 1975 —que marcaría oficialmente el fin del PREC—, la preocupación de estos comunistas seguía siendo mantener las conquistas que la revolución había logrado y, sobre todo, evitar un golpe de Estado que supusiera una vuelta al pasado 54.

Después de los claveles

Este cambio de ciclo en la historia del Portugal fue interiorizado por la militancia ortodoxa como un gran golpe a sus ilusiones revolucionarias. En sus testimonios queda patente que la mayor enseñanza que extrajeron de todo este proceso no fue solo el entusiasmo por la revolución, sino la decepción por la contrarrevolución 55. A algunas personas, este desencanto con el proceso revolucionario les produjo un especial impacto emocional, como bien recuerda Carmen García:

«Cuando cayó el gobierno de Vasco Gonçalves, [...] yo me pillé un disgusto que lloré como una madalena, porque era ya el retroceso de lo que había sido la Revolución de los Claveles. Ya era un poco el tener que dar pasitos atrás, ¿eh?, y a tener cada vez más protagonismo el Partido Socialista de Soares. Aun así el PC de Cunhal tenía una importancia muy notable, pero claro la caída del gobierno de Vasco Gonçalves significaba el comienzo del fin de lo que había significado de progresista la Revolución de los Claveles» 56.

El final del PREC no supuso, ni mucho menos, una modificación de la importancia de Portugal en el imaginario colectivo de la militancia. El avance de las políticas liberales y la destrucción de los logros de la revolución fueron seguidos con gran interés. La tenaz resistencia por parte de obreros y campesinos en la defensa de los logros del 25 de abril, especialmente de la reforma agraria, era vista como un verdadero ejemplo de dignidad 57.

El PCP también ejerció en esta etapa una gran fascinación entre otros sectores que eran críticos tanto con el eurocomunismo como con la Unión Soviética. En este sentido, es necesario destacar el interés por el comunismo portugués del colectivo de la revista Materiales, que ya en su número uno reproducía íntegramente un documento de Álvaro Cunhal 58. Para una parte de la militancia la experiencia portuguesa marcó sus vidas: fue el caso de la comunista catalana Àngels Martínez. Esta economista y militante del PSUC se marchó a Portugal para hacer su tesis doctoral sobre la Revolución de los Claveles a finales de la década de los setenta, en parte para tratar de escapar del rumbo eurocomunista que estaba tomando su partido. Allí encontró una militancia entregada y un partido por el que, tal y como ella explica, «aunque no es perfecto», aún hoy en día siente «amor incondicional». Incluso en lo personal, sus vínculos con el país ibérico no pudieron ser mayores, pues allí encontró a su pareja hasta la actualidad, José Moreira Da Silva, uno de los Capitanes de Abril 59. En esta etapa postrevolucionaria, los partidos comunistas ortodoxos siguieron intentando lograr el reconocimiento del PCP al calor de los constantes desplantes que Carrillo continuaba realizando al partido luso. El rechazo portugués al compromiso con estos pequeños partidos favoreció la aparición de un sentimiento colectivo de marginación y abandono. Pese a ser los principales defensores del PCP, este los rechazaba públicamente. Así lo recuerda Manuel Góngora, dirigente obrero de la dirección del PCOE, quien se reunió con representantes del PCP:

«Coincidimos en todo y me da a mí por decir: [...] “Representamos en cierto modo a nuestros partidos, que yo digo que podíamos hacer un documento, aunque no sea oficial. Un documento en los acuerdos en que estamos”. “Schuss, schuss... eso es imposible”, “¿Por qué?” “Porque ustedes no sois oficiales”. Digo, “hostiaaa aquí no hay principios”. No había principios en ningún lao [...] El movimiento comunista internacional ni era comunista ni era internacional. No quería nada con nosotros y se ha acabao [sic 60.

No obstante, pese a lo anteriormente explicado, es posible apreciar ciertos guiños durante esta etapa. A finales de 1979 las páginas de Avante! reproducían un mensaje del diputado canario Fernando Sagaseta, líder de Células Comunistas, en la sección de «felicitaciones de partidos hermanos al PCP» 61. O también en 1980, cuando el PCE (VIII-IX Congresos) y el PCT se fusionaron para crear el Partido Comunista de España Unificado (en adelante, PCEU) y se buscó nuevamente el apoyo del PCP. Pepe Gálvez recuerda perfectamente la solución intermedia que les ofrecieron los dirigentes del partido luso:

«Se intentó entrar en contacto, claro, con el Partido Comunista Portugués. Se nos deriva hacía el MDP [...] la respuesta que se nos da es que muy bien, pero que claro que ellos están dentro de una relación de partidos, que el partido con el que se relacionan es el PCE y que no pueden... Porque si nos dan apoyo y tal, que existiría una ruptura con el PCE y que no pueden negociar ese tema. Pero que nos derivan a tener relaciones con el Movimiento Democrático Portugués, que era lo que tenían medio apéndice... y es lo que hay» 62.

Más tarde las páginas del periódico del PCEU reproducían el saludo del MDP al congreso de unificación, donde se señalaba cómo ambas organizaciones estaban unidas en la lucha por la paz, la democracia y el socialismo de ambos pueblos 63. Sin embargo, no sería hasta la crisis del comunismo catalán en 1981 y la creación del Partit del Comunistes del Catalunya (en adelante, PCC) cuando las relaciones comenzaron a cambiar. En palabras de Àngels Martínez, el apoyo del PCP fue decisivo para crear el nuevo partido por la cercanía geográfica y, sobre todo, por el peso simbólico 64. Los problemas comenzaron tras la fundación para toda España del Partido Comunista de los pueblos de España (en adelante, PCPE) en 1984. El PCPE fue creado mediante un congreso de unificación donde se integraron los pequeños partidos existentes y un sector importante de militancia procedente del PCE. Los portugueses recelaron de este proceso. Por eso priorizaron las relaciones oficiales con el PCC. Con el PCPE los contactos fueron más tensos, pues tenía una menor implantación y la presión del PCE era mayor. Por ejemplo, aunque existía un intercambio cordial, muchos de los encuentros se realizaban con un carácter no público. Lógicamente, esta situación acabó provocando una gran incomodidad. El propio Joan Tafalla describe lo tragicómico de esta situación: «como dos amantes que en la reunión familiar hacen ver que ni se conocen» 65. Sin embargo, los vínculos continuaron creciendo y muchos años hubo presencia oficial en la fiesta de Avante! Incluso se hicieron cursos de formación en Portugal sobre propaganda. No obstante, los roces por el pleno reconocimiento siguieron existiendo. En 1987 el PCC decidió editar por primera vez en castellano el libro de Cunhal, Un partido con paredes de Vidrio, para cuya presentación invitaron al autor a Barcelona. Joan Tafalla, responsable de Avant! y encargado de organizar la visita, recuerda cómo se acabarían torciendo las cosas para los ortodoxos catalanes:

«Organizamos la venida de Cunhal, pagamos la venida de Cunhal. Aún guardo la tarjeta donde pone presenta Joan Tafalla, interviene el autor del libro. Y de pronto nos dicen los portugueses que no va a poder ser y que la presentación del acto la va a hacer Rafael Ribó porque el PCE había montado en cólera [...] Para mi hubiera sido un momento de mi vida... mis cinco minutos de gloria, ¿no? Solo decir “aquí está el camarada Cunhal”» 66.

El giro político del PCUS con Gorbachov, así como las propias dinámicas del comunismo español en respuesta a estos estímulos, facilitaron iniciativas para lograr la destrucción del PCPE y la vuelta al PCE. En este sentido los comunistas portugueses siempre apostaron por que solo existiera un partido comunista en España. Aunque como decía Cunhal en 1987: «Se trata de una cuestión interna de estos partidos en la que de ninguna manera nos queremos inmiscuir [...] observamos con satisfacción que está en curso un proceso de aproximación y de unidad de todos los comunistas con el objetivo, afirmado por todos, de llegar a una reunificación orgánica» 67. Esta actitud explícita hizo que fueran vistos como «traidores» por un sector de aquellos que se mantuvieron en la ortodoxia marxista-leninista tras la caída del telón de acero. Mientras que, para otros, el PCP siguió representando un partido con una trayectoria tan honrada que ningún desprecio del presente podía ensombrecer la mitificada percepción militante.

Un espejo donde mirarse. Las señas de identidad del PCP

Las izquierdas comunistas en España y Portugal guardan muchas similitudes y, al mismo tiempo, presentan algunas diferencias clave. En primer lugar, sus identidades están rubricadas por la propia historia de los dos países y el papel que desempeñaron los comunistas en ella. Por otra parte, la ruptura del PCE con los preceptos clásicos del marxismo-leninismo tuvo como consecuencia la aparición de una disidencia de carácter ortodoxo en el seno del comunismo español. Sin embargo, en Portugal el PCP se mantuvo fiel a su identidad y las únicas escisiones que se produjeron fueron de carácter maoísta o guevarista (motivadas por su actitud ante la lucha armada o las relaciones con la Unión Soviética) 68. Pese a compartir unos principios ideológicos y una identidad común, las vidas de las personas que integraban sus filas estaban marcadas por el prestigio social y las redes de sociabilidad que se organizaban en torno a su partido comunista. En última instancia estaban determinadas por el tamaño de la organización y, especialmente, por su capacidad de intervención entre las clases subalternas. Mientras que el PCP era un partido fuerte y con buena implantación en el tejido social, los comunistas ortodoxos de España estaban muy lejos de llegar a eso, aunque la reducida militancia inicial fue creciendo por la adhesión de bastantes cuadros del movimiento obrero que se iban sumando a medida que iba aumentando la crisis en el PCE. Su principal batalla se centró siempre en la lucha por la «recuperación de partido comunista», primero dentro y posteriormente fuera del PCE. Como se ha expuesto a lo largo del artículo, las relaciones entre la militancia de los dos países se basaban en un interés muy desigual entre ambas partes. De esta manera, lo que sí queda patente es el peso del mito movilizador que representaba el PCP entre los leninistas españoles. Llegados a este punto cabe preguntarse cuáles eran esas señas de identidad del partido portugués tan valoradas y en qué medida influyeron entre los leninistas de España.

El primer elemento estructural de esta identidad comunista radica en el peso del obrerismo. La naturaleza de clase en el PCP fue un factor clave en la construcción de su identidad. Tal es así que llegaron a afirmar que «el desarrollo del partido era inseparable del desarrollo del movimiento obrero». Para los comunistas lusos esta naturaleza se demostraba en la defensa de los principios clásicos de la ideología marxista-leninista y en sus objetivos, entre los que priorizaban la emancipación social y la lucha por el socialismo y el comunismo. Otro elemento importante para ellos fue la composición social del partido, mayoritariamente proletaria en su caso. Para lograrlo era necesario seguir «la regla de oro» que «aseguraba la participación determinante de militantes obreros en la dirección. O sea una mayoría obrera en la dirección» 69.

Los comunistas ortodoxos de España compartían esa preocupación y también defendían esta característica como su primera seña de identidad. El análisis de la composición sociológica de las filas de estos partidos arroja la imagen de unas organizaciones fuertemente masculinizadas y de composición eminentemente obrera, con la excepción de la OPI/PCT donde abundaban mujeres, estudiantes universitarios y profesionales. Este peso del obrerismo era resaltado especialmente frente a los intentos de moderación del PCE de Carrillo, lo cual era considerado como «oportunismo». En su versión leninista este concepto consistía en la «renuncia a la dictadura del proletariado, a la acción revolucionaria, reconocimiento sin reservas de la legalidad burguesa, falta de confianza en el proletariado, confianza en la burguesía» 70. Es decir, «convertir el partido revolucionario de la clase obrera en un partido más cercano a las tesis socialdemócratas» 71. Por eso mismo defendían la máxima de que era necesario construir un nuevo partido comunista porque «de todas las organizaciones que la clase obrera crea, solo el partido político puede expresar correctamente los intereses fundamentales de los trabajadores y conducirlos al triunfo completo» 72. La situación de toda esta corriente comunista —de facto a la izquierda del PCE— ofrecía una imagen radical sobre ellos, lo que no gustaba al PCP: «Había mucho sectarismo, los que estaban en contra eran muy sectarios, tal vez por los debates ideológicos más duros contestaban con un sectarismo también, izquierdista y obrerista» 73.

Un segundo elemento estructural de esta identidad radica en la concepción del internacionalismo proletario y en la defensa de la Unión Soviética. El PCP destacó frente a otros partidos comunistas de Europa Occidental por seguir manteniendo una gran identificación con los países del «socialismo real» y una concepción clásica del internacionalismo comunista. Según su cosmovisión no era posible declararse neutral en la lucha mundial entre los países socialistas y los capitalistas. Por eso, el papel del PCP debía ser estar siempre con la Unión Soviética y el campo socialista 74. Al mismo tiempo, para el PCP el principal rasgo de un partido comunista debía ser mantener su independencia frente a las presiones ideológicas de sus enemigos de clase. Por eso mismo afirmaban que

«pretender afirmar que una “vía propia” hacía el socialismo gana credibilidad desde que se critique sistemáticamente la realidad de los países socialistas y se congelen las relaciones con los respectivos partidos comunistas y obreros es, en la práctica, el abandono del objetivo del socialismo y el comunismo, y una expresión de la pérdida de la auténtica independencia de clase» 75.

Para los leninistas españoles la percepción mitificada de la Unión Soviética era un referente muy importante, aunque no el único. La construcción de la identidad no es un proceso unívoco ni homogéneo, sino que se explica por la interacción, ósmosis y contraposición con otras identidades 76. De esta manera, la corriente comunista ortodoxa desarrolló un proceso propio de construcción de memoria colectiva durante toda su existencia. Los comunistas ortodoxos se nutrieron originalmente de la cultura política del PCE, pero para su universo simbólico también resultó determinante la influencia de la izquierda revolucionaria 77. Esto no impedía que existiesen diferencias en cómo se interpretaron cuestiones de peso. Un ejemplo muy representativo fue el referente a la valoración de la Unión Soviética a nivel mundial, lo que fue utilizado para otorgarles la etiqueta de «prosoviéticos». Si bien para un sector mayoritario este apelativo era insultante, es necesario resaltar también que, para otros ser «prosoviético» era algo normal y razonable, aunque no necesariamente su principal seña de identidad. Esta etiqueta también les fue impuesta a los portugueses por la prensa y los partidos eurocomunistas. Sin embargo, su actitud de respeto ante la Unión Soviética estaba basada en lo que consideraban los principios vertebradores del comunismo, cuyo máximo referente seguía siendo la Unión Soviética. De esta manera tan directa sintetizaba Albano Nunes —responsable de las relaciones internacionales del PCP durante décadas— la postura del partido al respecto: «En el movimiento comunista internacional hay posiciones de principio, por ejemplo, en el respeto al internacionalismo proletario. O respecto al combate del antisovietismo, considerado como una ideología anticomunista profundamente reaccionaria. Por tanto, son posiciones que tienen que resistir estos episodios históricos» 78.

Además, existieron otros elementos que, aunque puedan parecer menos relevantes a primera vista, tuvieron una notable importancia. La percepción mitificada del PCP entre la militancia leninista española tenía sus bases en la propia fuerza de la organización. El PCP se definía a sí mismo como un gran colectivo partidario donde destacaban aspectos tan importantes como la democracia interna basado en el centralismo democrático y una estructura celular. Este sistema organizativo era el mismo que los leninistas españoles defendían frente a la dirección del PCE que planteaba un modelo de «agrupaciones».

El ejemplo del PCP había mostrado que existía una alternativa factible frente al eurocomunismo. Para Joan Tafalla la cosa estaba clara: «Nos parecía una línea combativa, digna, correcta, ¿no? Sin ningún tipo de izquierdismo loco, pero al mismo tiempo sin abandonar cualquier oportunidad de hacer avanzar el país hacía el socialismo, de que el país saliese de la OTAN del que formaba parte a pesar de... o precisamente por ser una dictadura, ¿no? Y de oposición a la entrada a la Unión Europea» 79.

Por último y no menos importante, estaba la cuestión de los liderazgos carismáticos. Especialmente trascendente fue la imagen construida de Cunhal como revolucionario e intelectual, una imagen que se acercaba más al modelo de dirigente de partido que anhelaban. Para Carmen García, no existían dudas sobre la idoneidad de Cunhal como prototipo ideal de dirigente comunista: «Alvaro Cunhal era el modelo [...] mucho más serio, riguroso y que no andaba con veleidades con el eurocomunismo [...] Y era, evidentemente, el modelo de partido comunista al que nosotros aspirábamos. Indudablemente. [...] le teníamos bastante cariño y bastante admiración» 80. El propio estilo de intervenir, mucho más calmado y pedagógico, era mucho más valorado que el que usaba normalmente Carrillo. Esta forma de trabajar era considerada como un ejemplo de la necesidad de volver al método y los principios que debían caracterizar a los comunistas. En este sentido, Arón Cohen recuerda las múltiples emociones que le embargaban al escuchar hablar en público al revolucionario portugués: «Tu oías a Álvaro Cunhal y era una lección magistral, cada mitin de Cunhal era una lección. No había concesiones» 81.

Conclusiones

Las relaciones entre los comunistas ibéricos experimentaron grandes cambios a lo largo del siglo xx. Durante los años cincuenta la línea moderada del PCE influyó notablemente en el discurso del PCP. Este mimetismo tuvo más tarde importantes consecuencias para la relación de los comunistas ibéricos. Las ansias de independencia de los portugueses transformaron su partido en un caso excepcional en Europa Occidental: un partido muy cohesionado que defendía la lucha armada al mismo tiempo que apoyaba incansablemente a la Unión Soviética. Simultáneamente, la crisis en la militancia del PCE tras 1968 y su crítica abierta al campo socialista generaron una disidencia que reivindicaba una visión ortodoxa de la cultura comunista.

Para la mayoría de los leninistas españoles, el PCP era inicialmente un referente poco conocido, pero esto cambió tras la Revolución de los Claveles. El proceso revolucionario trajo consigo una enorme ilusión colectiva y confianza en que la revolución era posible también en España. Desde una perspectiva identitaria este proceso reforzaba sus tesis disidentes. Los ataques de Carrillo a los comunistas vecinos reafirmaron esta visión, al mismo tiempo que generaron nuevos descontentos entre las filas del PCE. De esta manera, el PCP se convirtió en el principal referente del comunismo ortodoxo en Europa Occidental y, por eso mismo, su ejemplo sirvió de modelo a los leninistas de España.

El partido de los comunistas lusos representaba los principales pilares de esta identidad comunista de resistencia: combatividad, disciplina y organización. Por todos estos elementos, el PCP fue puesto siempre como ejemplo intachable de lo que debía representar un partido comunista como modelo de organización total. En este proceso de mitificación se realzaron sus éxitos y se disimularon sus derrotas. El PCP se convirtió en el partido en el que todos soñaban con militar, un partido fuerte y bien organizado; un partido que para ellos representaba la antítesis del eurocomunismo y la confirmación de que la moderación no era necesariamente el camino. Era, al fin y al cabo, la esperanza, un partido aparentemente intachable y comprometido con la causa de la clase obrera.


* Contratado posdoctoral «Margarita Salas» MU-21-UP2021-­03053648001 por la Universidad de Oviedo para realización de una estancia de investigación en la Universidad Autónoma de Barcelona.

1 Una explicación detallada sobre la denominación de esta corriente se puede encontrar en Eduardo Abad García: A contracorriente. Las disidencias ortodoxas en el comunismo español (1968-1989), Valencia, PUV, 2022.

2 Giaime Pala: «El PSUC hacia dentro. La estructura del partido, los militantes y el significado de la política (1970-1981)», en Giaime Pala (ed.): El PSU de Catalunya. 70 anys de lluita pel socialisme. Materials per a la historia, Vilassar de Dalt, Associació Catalana d’Investigacions Marxistes-Ediciones de Intervención Cultural, 2008, pp. 183-206, e íd.: «El militante total. Identidad, trabajo y moral de los comunistas catalanes bajo el franquismo», Cahiers de civilisation espagnole contemporaine, 10 (2013).

3 Enrique González: ¿Reforma o ruptura? Una aproximación crítica a las políticas del Partido Comunista de España entre 1973 y 1977. Programa, discurso y acción sociopolítica, Barcelona, El Viejo Topo, 2017, y Gonzalo Wilhelmi: Romper el consenso. La izquierda radical en la transición española (1975-1982), Madrid, Siglo XXI, 2016.

4 Carme Molinero y Pere Ysàs: De la hegemonía a la autodestrucción: El Partido Comunista de España (1956-1982), Barcelona, Crítica, 2017, y Jesús Sánchez: Teoría y práctica democrática en el PCE (1956-1982), Madrid, FIM, 2004.

5 Francisco Erice y David Ginard: Un siglo de comunismo en España, 2 vols., Madrid, Akal, 2021-2022.

6 La historiografía sobre el comunismo portugués ha conocido diversas etapas con algunos autores destacados, pero no se ha logrado consolidar definitivamente. No obstante, hubo dos momentos clave en su desarrollo separados por algo más de veinte años que es necesario señalar. En el verano de 1983 apareció la revista dirigida por José Pacheco Pereira, Estudos sobre o comunismo, con trabajos pioneros sobre el PCP, aunque tuvo una efímera vida de tan solo tres años. Véase http://­officialjpp.com/estudos-sobre-o-comunismo.html (recuperada el 1 de agosto de 2018). Otra buena oportunidad fue la celebración del 1º Colóquio sobre Os Comunistas em Portugal 1921-2008, de cuyo re­sultado salió la publicación Lutas velhas, futuro novo: los comunistas en Portugal, 1921-2008, Lisboa, Dinossauro, 2009. Esta iniciativa ha tenido su continuidad en 2021 con la celebración del Colóquio Internacional «Cem anos de Partido Comunista Português» el 5, 6 y 7 de noviembre en Lisboa.

7 Manuel Loff: «Comunistas y socialistas en el proceso portugués de democratización: radicalización, revolución, enfrentamiento, reflujo», en Carme Molinero y Pere Ysàs (coords.): Las izquierdas en tiempos de transición, València, Universitat de València, 2016, pp. 59-86; José Pacheco Pereira: Álvaro Cunhal. Uma Biografia Política. «Daniel», o joven revolucionario, Lisboa, Temas e Debate, 1999; íd.: Álvaro Cunhal. Uma Biografia Política. «Duarte» o dirigente clandestino, Lisboa, Temas e Debate, 2001; íd.: Álvaro Cunhal. Uma Biografia Política. O prisioneiro, Lisboa, Temas e Debates, 2005, e íd.: Álvaro Cunhal. Uma Biografia Política. O secretario-­geral, Lisboa, Temas e Debates, 2015.

8 José Neves (coord.): Álvaro Cunhal, Política, História e Estética, Lisboa, Tinta da China, 2013.

9 Por señalar solo una pequeña muestra de los ensayos más relevantes, véanse Kenneth Maxwell: The making of portuguese democracy, Cambridge, Cambridge University Press, 1995; Neill Lochery: Out of the Shadows: Portugal from Revolution to the Present Day, Londres, Bloomsbury Books, 2017; J. Sánchez Cervello: La revolución portuguesa y su influencia en la transición española (1969-1976), Madrid, Nerea, 1995; Hipólito de la Torre: Portugal y España contemporáneos, Madrid, Marcial Pons, 2000; Encarnación Lemus: En Hamelin... La transición española más allá de la frontera, Oviedo, Septem Ediciones, 2001; Manuel Loff: «España en la mirada portuguesa: ilusión, tragedia y terror», Historia del presente, 11 (2008), pp. 61-96, y Gregorio Sabater: «La corriente de retorno en las transiciones ibéricas: la influencia de la Transición española en Portugal (1977-1982)», Ayer, 102 (2016), pp. 215-237.

10 Juan Carlos Jiménez y Manuel Loff: «Problemas históricos de la relación luso-española», en Hipólito de la Torre: España y Portugal. Siglos ix-xx. Vivencias históricas, Madrid, Síntesis, 1998, pp. 367-380, esp. p. 367.

11 Raquel Varela: «Portugal y España, 1974-1978: ¿una unidad histórica?», Ayer, 99 (2015), pp. 23-47.

12 José Pacheco Pereira: O secretario-Geral..., p. 19.

13 Francisco Erice: Militancia clandestina y represión. La dictadura franquista contra la subversión comunista (1956-1963), Gijón, Trea, 2017, p. 32.

14 Eduardo Abad: «Ortodoxos, disidentes y revolucionarios. El proyecto político de los comunistas españoles fieles al campo socialista (1968-1980)», en AAVV: IX Encuentro de Investigadores del Franquismo. 80 años de la Guerra Civil española, Sevilla, Fundación de Estudios y Cooperación de Andalucía, 2017, pp. 283-293, esp. p. 285.

15 Manuel Loff: «Comunistas y socialistas...», p. 61.

16 Declaración común del Partido Comunista Portugués y del Partido Comunista de España. Véase Mundo Obrero, 3, 31 de diciembre de 1958.

17 Ana Sofia Ferreira: «Rumo à Vitória: O Partido Comunista Português e a luta armada», Revista Contemporânea, 1, 9 (2018), pp. 1-20, esp. p. 5.

18 Entrevista a Albano Nunes, Lisboa, 26 de abril de 2018.

19 Álvaro Cunhal: A verdade e a mentira na Revoluçao de Abril (A contra-Revoluçao confessa-se), Lisboa, Avante!, 1999, pp. 46-47.

20 José Pacheco Pereira: O secretario-geral..., p. 131.

21 Álvaro Cunhal: «Carta al CC del PCE», enero de 1963, AHPCE, Relaciones Internacionales, jacq.83.

22 Manuel Loff: «Comunistas y socialistas...», p. 63.

23 Joao Madeira: «O PCP e o movimento comunista internacional», Janus, 1999-2000, recuperado el 11 de septiembre de 2019, https://www.janusonline.pt/arquivo/1999_2000/1999_2000_1_37.html#1.

24 Joao Madeira: Historia do PCP, Lisboa, Tinta Da China, 2013, p. 52. Para el caso concreto del trabajo con sectores católicos, véase Álvaro Cunhal: «A mao estendida aos católicos», en Comunistas e católicos, Lisboa, Avante!, 1975, p. 16.

25 Francisco Erice: «El “orgullo de ser comunista”. Imagen, autopercepción, memoria e identidad colectiva de los comunistas españoles», en Manuel Bueno Lluch y Sergio Gálvez Biesca (eds.): Nosotros los comunistas: memoria, identidad e historia social, Sevilla, Atrapasueños, 2009, pp. 139-183, esp. p. 159.

26 Álvaro Cunhal: A superioridade moral dos comunistas, Lisboa, Avante!, 1974, p. 6.

27 Catarina Pires: Cinco conversas com Álvaro Cunhal, Lisboa, Página a Página, 2014, p. 43.

28 Emanuele Treglia: «La elección de la vía nacional. La Primavera de Praga y la evolución política del PCE», Historia del presente, 16 (2010), pp. 83-96.

29 Guy Hermet: Los comunistas en España, París, Ruedo Ibérico, 1972, p. 48.

30 Joao Madeira: «O PCP e a validade universal da experiencia soviética», História, nova serie, 2 (1998), pp. 17-27, esp. p. 17.

31 «Mundo Obrero al servicio de la clase obrera y del pueblo español, luchador de la causa de la democracia y el socialismo», Mundo Obrero (rojo), núm. 1, septiembre de 1970, AHUO, Fondo Pedro Sanjurjo, caja 6.

32 «En el 50 aniversario del Partido Comunista Portugués», Mundo Obrero (rojo), núm. 5, marzo de 1971, AHUO, Fondo Pedro Sanjurjo, caja 6.

33 «Sobre a situaçao política e as tareas do Partido», en Álvaro Cunhal: Obras escolhidas, t. IV, 1967-1974, Lisboa, Avante!, 2013, p. 685.

34 Joao Madeira: «O PCP e...», p. 18.

35 «Al camarada Álvaro Cunhal», Mundo Obrero (PCOE), núm. 12, noviembre de 1973.

36 Entrevista a Eduardo García Melendo, Madrid, 20 de junio de 2017.

37 Eric Hobsbawm: Historia del siglo xx, Barcelona, Crítica, 2010, pp. 84-85.

38 Julio Pérez Serrano: «Orto y ocaso de la izquierda revolucionaria en España (1959-1994)», en Rafael Quirosa-Cheyrouze (coord.): Los partidos en la Transición: las organizaciones políticas en la construcción de la democracia española, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013, pp. 249-291, esp. pp. 271-271.

39 David Priestland: Bandera roja. Historia política y cultural del comunismo, Barcelona, Crítica, 2017, p. 465.

40 «Flores rojas para el Gral. Spinola», La Voz Comunista, 6 de mayo de 1974.

41 Entrevista a José Manuel Álvarez «Pravia», Oviedo, 27 de febrero de 2018.

42 Entrevista a Joan Tafalla, Gijón, 1 de julio de 2018.

43 Entrevista a Carmen García, Oviedo, 20 de julio de 2018.

44 Entrevista a Chus Garrido, Chiclana de la Frontera, 16 de octubre de 2017.

45 Entrevista a José Manuel Álvarez «Pravia», Oviedo, 27 de febrero de 2018.

46 Entrevista a Domingos Lopes, Lisboa, 16 de abril de 2018.

47 Emanuele Treglia: «Los comunistas occidentales y la cuestión portuguesa», en Abdón Mateos y Antonio Muñoz: Transición y democracia. Los socialistas en España y Portugal, Madrid, Pablo Iglesias, 2015, pp. 133-152, esp. p. 138, y Giaime Pala: «Madrid-Barcelona-Roma-Moscou. El PCE, l’eurocomunisme i la crisi del PSUC (1968-1978)», Recerques, 62 (2011), pp. 151-178, esp. pp. 154-155.

48 Carlos Elvira (miembro del Comité Central) incluso transmitiría al embajador de Estados Unidos en Francia que «Cunhal ha pasado demasiado tiempo en Moscú, y esto a cualquiera le acaba convirtiendo en un idiota», Spanish Communist Leader on Number of Issusues, 28 de agosto de 1975, National Archives an Records Administration (NARA), Central Forign Policý Files, Telegrams.

49 Entrevista a Joan Tafalla, Gijón, 1 de julio de 2018.

50 Entrevista a Arón Cohen, Granada, 12 de diciembre de 2017.

51 Lo que Portugal enseña a España, AHUO, Fondo Pedro Sanjurjo, caja 5.

52 «Portugal: la hora de Kornilov», La Voz Comunista, diciembre de 1975.

53 Carta de un grupo de veteranos dirigida al primer ministro de la República de Portugal en la que muestran su apoyo a la revolución portuguesa, 22 de agosto de 1975, Correspondencia, Comité Provincial de Sevilla del Partido Comunista Obrero Español, AHCC.OO.A, sig. 1260.1/6.

54 «Cortar la ruta al fascismo en Portugal», Mundo Obrero (editado por el PCOE), 81 (enero de 1976).

55 Entrevista a Chus Garrido, Chiclana de la Frontera, 16 de octubre de 2017.

56 Entrevista a Carmen García, Oviedo, 20 de julio de 2018.

57 Entrevista a Arón Cohen, Granada, 12 de diciembre de 2017.

58 Álvaro Cunhal: «Interverçao no VII Congresso do PCP», Materiales, 1 (enero-febrero de 1977), pp. 113-126.

59 Entrevista a Ángels Martínez, Castelldefels, 21 de marzo de 2019.

60 Entrevista a Manuel Góngora, Sevilla, 11 de diciembre de 2017.

61 «Felicitaçoes de partidos irmaos ao PCP», Avante!, 307 (6 de diciembre de 1979).

62 Entrevista a Pepe Gálvez, Gijón, 13 de julio de 2018.

63 «Intervenciones y adhesiones en el congreso», Mundo Obrero y Comunista, 1 (mayo-junio de 1980).

64 Entrevista a Ángels Martínez, Castelldefels, 21 de marzo de 2019.

65 Entrevista a Joan Tafalla, Gijón, 1 de julio de 2018.

66 Ibid.

67 «Cunhal valora en Avante! su viaje a España», Avant, 223 (9 de abril de 1987).

68 Julio Pérez Serrano: «Radical Left in Portugal and Spain (1960-2010)», en Beltrán Roca, Emma Martín-Díaz e Ibán Díaz-Parra: Challenging Austerity. Radical Left and Social Movements in the South of Europe, Abingdon, Routledge, 2018, pp. 17-47.

69 Álvaro Cunhal: Un partido con paredes de cristal, Madrid, Agitación, 2013, pp. 41-42.

70 Vladimir Lenin: Obras escogidas, vol. I, Moscú, Progreso, 1961, p. 760.

71 Entrevista a Pedro Sanjurjo «Pieycha», Gijón, 8 de marzo de 2015.

72 Francisco García Salve: Por qué somos comunistas, Madrid, Penthalón, 1981, p. 128.

73 Entrevista a Domingos Lopes, Lisboa, 16 de abril de 2018.

74 Álvaro Cunhal: O internacionalismo proletario, una política e uma concepçao do mundo, Lisboa, Avante!, 1975.

75 Álvaro Cunhal: Un partido..., p. 153.

76 Xabier Domènech: «Cenizas que ardían todavía: la identidad comunista en el tardofranquismo y la transición», en Manuel Bueno Lluch y Sergio Gálvez Biesca (eds.): Nosotros los comunistas. Memoria, identidad e historia social, Sevilla, Atrapasueños, 2009, p. 100.

77 Eduardo Abad: «Contra el aventurerismo de izquierda, contra la claudicación de derecha. Las relaciones de los comunistas ortodoxos con el resto de la Izquierda Revolucionaria en la Transición», en Las otras protagonistas de la Transición. Izquierda radical y movilizaciones sociales, Madrid, Fundación Salvador Seguí, 2018, pp. 1011-1024.

78 Entrevista a Albano Nunes, Lisboa, 26 de abril de 2018.

79 Entrevista a Joan Tafalla, Gijón, 1 de julio de 2018.

80 Entrevista a Carmen García, Oviedo, 20 de julio de 2018.

81 Entrevista a Arón Cohen, Granada, 12 de diciembre de 2017.