Ayer 112/2018 (4): 265-294
Sección: Estudios
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2018
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/112-2018-11
© Guillem Colom
Recibido: 25-05-2016 | Aceptado: 27-01-2017
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

Cuando la realidad supera la ficción: la operación RYAN (1981-1991)

Guillem Colom

Universidad Pablo de Olavide
Investigador asociado de la Universidad Autónoma de Chile
gcolpie@upo.es

Resumen: RYAN fue la mayor operación de inteligencia llevada a cabo por la Unión Soviética en toda su historia. Activa entre 1981 y la caída del Telón de Acero, esta misión pretendía detectar, prevenir y neutralizar un ataque con misiles nucleares por sorpresa. En 1983, coincidiendo con las maniobras aliadas Able Archer 83, los mayores temores soviéticos parecieron hacerse realidad y Moscú se preparó para lanzar un ataque preventivo. Basándose en fuentes primarias recientemente ­desclasificadas, el artículo analiza estos sucesos que pusieron el mundo al borde de un holocausto nuclear.

Palabras clave: Guerra Fría, Able Archer, Alianza Atlántica, Pacto de Varsovia, RYAN, peligro de guerra.

Abstract: RYAN was the largest intelligence operation carried out by the Soviet Union in its history. Active between 1981 and the fall of the Iron Curtain, this mission was intended to detect, prevent and neutralize a suprise nuclear missile attack. In 1983, coinciding with the NATO manoeuvres Able Archer 83, the worst Soviet fears seemed to come true and Moscow prepared to launch a pre-emptive strike. Based on recently declassified primary sources, this article analyses those incidents that put the world on the brink of a nuclear holocaust.

Keywords: Cold War, Able Archer, NATO, Warsaw Pact, RYAN, War Scare.

Introducción

Los sucesos que tuvieron lugar en noviembre de 1983 coincidiendo con los ejercicios militares Able Archer 83 constituyen uno de los episodios más insólitos de la Guerra Fría. Temiendo que Washington aprovechara estas maniobras para lanzar un ataque nuclear por sorpresa, Moscú se preparó para hacerlo de manera preventiva. El terror soviético había sido detectado por Londres y Washington antes de iniciar las maniobras, pero empezó a popularizarse en Occidente tras finalizar la Guerra Fría. Tres décadas después, estos hechos continúan rodeados de un halo de misterio.

Al principio varias fuentes estimaron que el miedo soviético a un ataque aliado no podía ser real1. Calificado unánimemente como irracional y absurdo, consideraban que podía tratarse de una operación de desinformación para evitar el despliegue de los misiles estadounidenses Tomahawk y Pershing II en Europa2 e incrementar las tensiones entre los aliados3. Esta estimación se basaba en la percepción de que si bien «existe un temor obsesivo, insistente y paranoide de guerra antes inexistente»4 motivado por la retórica del presidente Reagan y el incremento de la brecha militar entre Estados Unidos y la Unión Soviética, ni existía un riesgo real de desatarse un conflicto en el corto plazo5, ni parecían haberse producido movimientos enemigos durante las maniobras6, ni tampoco el Politburó del PCUS parecía haber recibido ninguna alerta de inteligencia7. Otras fuentes señalaron que estos temores podían ser reales y estar motivados por la paranoia de Andropov8, la retórica de Reagan9 o la inquietud soviética por la insalvable brecha con Estados Unidos10.

Asimismo, varias voces argumentaron que los datos filtrados por Oleg Gordievsky —agente doble británico (1974-1985), jefe del KGB en la representación diplomática ante el Reino Unido (1982-1984) y principal fuente de información sobre estos sucesos— sobre la operación RYAN (Raketno Yadernoye Napadenie o ataque con misiles nucleares) y sus llamadas de atención sobre los temores soviéticos podían estar apoyando las labores de desinformación del Kremlin o ser exageraciones para ponerse en valor para negociar su futura deserción a Gran Bretaña11. Otras voces sugirieron que Londres habría intentado aprovechar las informaciones de Gordievsky para influir sobre las decisiones de la Casa Blanca. En cualquier caso, aunque ningún informe otorgaba credibilidad a estos sucesos, Reagan reconoció que a finales de 1983 se había sorprendido al descubrir que «muchos altos cargos de la jerarquía soviética no solo nos temían como adversarios sino también como agresores capaces de lanzar un primer ataque nuclear»12.

En otras palabras, aunque Washington y Londres —que tendían a obviar los elementos subjetivos y culturales de sus análisis estratégicos—13 especulaban que el War Scare había sido algo más propagandístico que real, también reconocían la escalada de riesgo durante la Segunda Guerra Fría y la conveniencia de establecer medidas de confianza mutua entre ambas superpotencias. Ello desembocó en los tratados de Fuerzas de Alcance Intermedio, Fuerzas Armadas Convencionales en Europa o Tratado para la Reducción de Armas Estratégicas negociados antes de finalizar la Guerra Fría.

Desde 2008 —agotados los veinticinco años preceptivos en Estados Unidos y Gran Bretaña en materia de secretos oficiales— se han desclasificado varios documentos que permiten conocer con más detalle estos sucesos. Sin embargo, otras fuentes que podrían explicar por qué la inteligencia aliada despreció la amenaza o por qué Moscú no ordenó el ataque todavía continúan clasificadas. Washington ha realizado varias desclasificaciones en respuesta a peticiones públicas al amparo de la Ley para la Libertad de la Información. La más reciente —el informe The Soviet War Scare elaborado por el Consejo Asesor Presidencial en Inteligencia Exterior en 1990—14 se produjo en 2015 y arroja nueva luz sobre los hechos. Este documento, desclasificado de forma parcial, que recoge informaciones del Pentágono y la OTAN o entrevistas con algunos de sus protagonistas sostiene que Able Archer 83 alarmó a Moscú hasta el punto de prepararse para atacar preventivamente. Otros informes todavía no pueden desclasificarse por razones de seguridad nacional15.

Por su parte, Londres también ha desclasificado varios trabajos que ratifican que sus servicios de información conocían la existencia de RYAN gracias a Gordievsky y manifiestan que Thatcher redefinió su política hacia la Unión Soviética a raíz de los sucesos de noviembre16. Sin embargo, los informes del Comité Conjunto de Inteligencia Soviet Union: Concern About a Surprise NATO Attack17 y The Detection of Soviet Preparations for War against NATO18 —que recogen las actas de las reuniones del Gobierno con los mandos de los ejércitos y los responsables del MI5 y MI6, los cables entre Londres y Washington o la transcripción de las comunicaciones soviéticas— continúan clasificados19.

Por último, exceptuando los cables del KGB filtrados por Gordievsky y validados por otros funcionarios con acceso a RYAN, ningún documento ruso ha sido desclasificado. Los diarios de sesiones del Politburó, los informes de inteligencia o los planes de contingencia, que permitirían conocer el desarrollo de la operación, su percepción de la amenaza o sus observaciones acerca de los movimientos aliados y descubrir hasta qué punto la debacle de 1941 condicionó la génesis de RYAN y los sucesos de 198320, permanecen en los archivos del presidente de la Federación Rusa clasificados como Top Secret. No obstante, de forma indirecta —mediante documentos desclasificados de la inteligencia checoslovaca, alemana o búlgara21 y entrevistas con sus protagonistas— es posible hacerse una idea de la perspectiva soviética.

Teniendo en cuenta estos elementos, el artículo estudiará estos sucesos adoptando un enfoque posrevisionista para subrayar la importancia que tuvieron las percepciones sobre las intenciones del antagonista en la génesis de RYAN y repartir la responsabilidad sobre los hechos de 1983 entre ambas superpotencias. Encuadrados en la Segunda Guerra Fría, motivados por un dilema de seguridad entre las potencias por percepciones equivocadas, personalidades enfrentadas, comunicaciones inexistentes o una carrera de armamentos desbocada y facilitados por fallas de inteligencia y errores fortuitos, estos hechos pusieron el mundo al borde de un holocausto atómico22.

El artículo combinará fuentes primarias —la mayoría de las estadounidenses alojadas en el Archivo Nacional de Seguridad de la Universidad George Washington, las británicas en el think tank Servicio de Información Nuclear y las del Pacto de Varsovia en la fundación Woodrow Wilson— y secundarias como los trabajos de Nate Jones, el principal experto sobre Able Archer o los textos de Oleg Gordievsky, uno de los protagonistas de RYAN. Se revisarán y ampliarán sus hallazgos con las últimas informaciones disponibles, un análisis detallado de los condicionantes estratégicos que motivaron esta operación y una exposición de los factores militares que concretaron su desarrollo hasta los sucesos de 1983. Este estudio proporcionará al lector un relato exhaustivo, detallado y actualizado de RYAN, que combina los factores políticos con los condicionantes estratégico-militares para argumentar que el temor soviético —condicionado este por la determinación de no repetir el error de 1941— fue real y que un cúmulo de coincidencias, errores de cálculo y hechos fortuitos influyeron para que la situación escalara hacia una crisis atómica. Tal y como había sucedido con la crisis de los misiles de 196223, estos hechos mediaron para que Washington y Moscú fijaran medidas de confianza mutua para resolver este dilema de seguridad y reducir el riesgo de desatarse un suceso de estas características.

¿Un ataque nuclear por sorpresa?

RYAN24 fue la mayor operación de inteligencia de la historia soviética. Activa entre 1981 y 199125, esta misión aprobada por el Politburó del PCUS durante la secretaría de Leonidas Breznev pretendía detectar, prevenir y neutralizar un ataque aliado por sorpresa. Proyectada por el entonces jefe del KGB Yuri Andropov, el ministro de defensa Dmitriy Ustinov y el jefe de operaciones del KGB Vladimir Kryuchkov26, RYAN se basaba en el temor que despertaban «las aspiraciones estadounidenses y aliadas para alterar el equilibrio estratégico-militar existente mediante un ataque termonuclear»27. Más concretamente, consciente de su incapacidad para reducir la brecha tecnológico-militar con su antagonista, plagada de problemas financieros, demográficos, diplomáticos o estratégicos imposibles de resolver y con un presidente americano determinado a ganar la Guerra Fría, Moscú temía que Washington podría lanzar un ataque nuclear preventivo para decapitar el liderazgo soviético, anular su capacidad de contragolpe y acelerar el fin del mundo bipolar.

En particular, el temor a RYAN procedía de varias fuentes. En primer lugar, del modelo informático empleado para identificar los cambios en la correlación de fuerzas entre Washington y Moscú y contribuir a la toma de decisiones28. Operativo desde 1979, este programa «que cautivaba a los líderes soviéticos porque proporcionaba una cierta evidencia científica del equilibrio estratégico entre ambas potencias»29 combinaba indicadores militares, económicos, demográficos, políticos, sociales y psicológicos para asignar un índice de cien puntos a Estados Unidos y uno variable a la Unión Soviética30. Consciente de su estancamiento, Moscú estimaba que debía mantenerse entre 60 y 70 puntos31. No obstante, a principios de 1981 este disminuyó hasta los 45, cerca del punto de no-retorno. El Kremlin consideraba que por debajo de los 40 puntos la brecha entre ambos países se convertía en insalvable y Estados Unidos podría considerar factible lanzar un ataque nuclear32.

En segundo lugar, el inminente despliegue de los euromisiles amenazaba con alterar el frágil balance estratégico europeo33. Para responder al emplazamiento de los RT-21M en la frontera occidental soviética dos años antes, en 1979 la OTAN amenazó con situar 464 misiles de crucero Tomahawk y 108 misiles balísticos de alcance medio Pershing II si Moscú no cancelaba el despliegue de sus cohetes34. Moscú temía que mientras los primeros aumentaban el riesgo de un conflicto nuclear limitado en Europa35, los segundos representaban una amenaza existencial para el régimen.

Con un alcance máximo de 1.770 kilómetros y un error circular de 30 metros, estos misiles equipados con ojivas nucleares de 5 a 80 kilotones no solo podían enviar más carga bélica a más distancia y mayor precisión que sus antecesores, sino que sus lanzaderas móviles también los convertían en objetivos difíciles de detectar y destruir. Washington había previsto desplegar los Pershing en la retaguardia alemana para evitar que Moscú y los estados mayores de las fuerzas estratégicas estuvieran dentro de su alcance para neutralizar los miedos soviéticos36. Sin embargo, Moscú estimaba que tenían una autonomía de 2.500 kilómetros, por lo que un Pershing desplegado en la RFA alcanzaría Moscú en seis minutos, proporcionando una capacidad de primer golpe nunca vista hasta entonces37. El Kremlin temía que un ataque de estas características no solo podría decapitar su poder político, sino también cortar las comunicaciones entre los cuarteles generales y las fuerzas nucleares o destruir sus silos de misiles para degradar su capacidad de contragolpe38. En otras palabras, si Washington terminaba emplazando los Pershing en suelo alemán, la Unión Soviética podía ser atacada sin apenas alerta previa, en pocos minutos y sin posibilidad de respuesta39.

En tercer lugar, los cambios en la doctrina nuclear de la OTAN para incrementar la disuasión. Moscú tuvo conocimiento —gracias a la información proporcionada por el espía alemán Rainer Rupp, que disponía de la más alta habilitación de seguridad aliada—40 de la reducción del umbral atómico sustituyendo el principio de no ser la primera en emplear armas nucleares por el de no usarlas de manera precipitada. Combinada con el Plan Rogers41 para incrementar y modernizar los medios convencionales aliados para reforzar la disuasión y ampliar la credibilidad de la respuesta flexible42, esta decisión alarmó al Kremlin: la reducción del umbral atómico facilitaba el uso de armas nucleares tácticas para multiplicar el poder de las fuerzas convencionales43 y posibilitaba un primer golpe.

En cuarto lugar, la nueva doctrina estadounidense posibilitaba una guerra nuclear limitada. En julio de 1980 —poco antes de que la OTAN adelantara el umbral atómico— el presidente Jimmy Carter firmó la Directiva Presidencial 59, que codificaba las opciones selectivas. Concebidas para incrementar la credibilidad de la disuasión manteniendo la Destrucción Mutua Asegurada (MAD), estas planteaban un conflicto limitado que no escalara hacia una guerra total mediante la conducción de ataques nucleares de precisión contra los centros de poder y las fuerzas enemigas. Moscú temía —sobre todo tras el triunfo de Reagan en los comicios de 1980—44 que las opciones selectivas posibilitaban una guerra nuclear y reforzaban la hipótesis que Washington atacara por sorpresa45.

Por último, la conducción de operaciones psicológicas estadounidenses contra Moscú46. Iniciadas en febrero de 1981 —un mes después de la investidura de Reagan y tres meses antes del lanzamiento de RYAN—47, estas actividades no solo comprendían un incremento de las misiones para monitorizar las comunicaciones enemigas cerca de la Unión Soviética, sino también incursiones dentro de su espacio aéreo para descubrir las fisuras e identificar las vulnerabilidades de sus sistemas de alerta temprana y defensa aérea48. En marzo, Reagan autorizó las operaciones tras la brecha GIUK (Groenlandia, Islandia, Reino Unido)49 y en los mares Báltico, Negro, Noruego y de Barents para negar el control del mar a la flota soviética y obligarla a replegar los submarinos lanzamisiles (SSBN) a las costas rusas y el mar Negro, facilitando su detección y destrucción en caso de guerra50. Estas demostraciones de fuerza se acompañarían del ejercicio aliado Magic Sword North, que, realizado en septiembre de 1981 en el marco de las maniobras multinacionales Ocean Venture, motivó el despliegue de dos portaaviones estadounidenses al Báltico51. Estos movimientos revelaban la capacidad americana para proyectar fuerzas aeronavales52 cerca de las costas soviéticas sin apenas oposición, eludiendo sus sistemas de observación y superando sus defensas. Moscú concluyó que estas acciones orientadas a identificar las vulnerabilidades de sus defensas y demostrar las capacidades ofensivas estadounidenses quizás podían ser los preparativos de un ataque53.

La definición de RYAN

El Kremlin —especialmente Andropov—54 estimaba que estos elementos podían sugerir que Washington estaba preparándose para lanzar un ataque preventivo contra la Unión Soviética. No obstante, existían voces, tanto dentro del Ejército Rojo55, como del KGB56 y de los servicios secretos del Pacto de Varsovia57, que consideraban excesivo este miedo y peligrosa esta paranoia porque una falsa alarma podría motivar un contraataque preventivo soviético.

Esta preocupación no era injustificada: el temor a un ataque americano siempre estuvo presente en su pensamiento estratégico58. Condicionado por la debacle de 1941, la vulnerabilidad de los silos de misiles, el tiempo requerido para completar su ciclo de lanzamiento y la limitada efectividad de sus sistemas de mando, control y comunicaciones (C3) para garantizar la capacidad de contragolpe, Moscú siempre imaginó que Washington atacaría primero y que la única opción de sobrevivir era adelantarse59. Aunque en los años setenta el Kremlin se decantó por la disuasión mutua60, el Ejército Rojo continuó prefiriendo los ataques preventivos contra los silos de misiles, cuarteles generales, aeródromos o bases navales enemigas61 al considerar que los sistemas de detección, alerta y C3 soviéticos no permitirían responder con suficiente rapidez al ataque ni tampoco garantizar la represalia62. Para armonizar ambos enfoques, Moscú adoptó la doctrina de lanzamiento en alerta para iniciar el contragolpe tras la detección del ataque enemigo y desarrolló el proyecto 15A11 Perimeter para automatizar la represalia en caso de decapitación del liderazgo soviético o disrupción de los sistemas de mando y control63. Sin embargo, estos intentos por aunar la prevención con la disuasión no eran suficientes si se desplegaban los Pershing. RYAN debía solventar esta ecuación descubriendo los preparativos del ataque y proporcionando un periodo de anticipación suficiente para prevenirlo64.

Aunque RYAN estaba dirigida por el KGB, coordinada por este y el Directorio Principal de Inteligencia (GRU) del Ejército Rojo y solo las más altas instancias del Estado y del partido podían acceder a la documentación, los servicios de información del Pacto de Varsovia desempeñaron un papel vital en la operación. Esta dependencia se fundamentaba en dos hechos: mientras la inteligencia exterior del KGB estaba más interesada en las intrigas palaciegas que en la eficiencia operativa65 y su conocimiento de los asuntos militares era escaso66, el espionaje alemán —en particular el Hauptverwaltung Aufklärung (HVA) del legendario Markus Wolf— se había infiltrado en el Gobierno, la sociedad, la industria, las fuerzas armadas y los servicios secretos de la RFA. A pesar de su escepticismo sobre RYAN67 y no dedicar, contraviniendo las órdenes de Moscú, todos los medios posibles para la operación hasta 198568, el HVA siguió los movimientos del personal responsable del planeamiento estratégico y la custodia de los ingenios nucleares, vigiló la construcción de las infraestructuras que albergarían los Pershing y Tomahawk y espió los proyectos armamentísticos relacionados con la defensa antimisil como la SDI estadounidense y el Eureka europeo69. Por su parte, los servicios secretos búlgaro y checoslovaco se infiltraron entre los funcionarios aliados para descubrir los planes de movilización, los volúmenes de fuerzas o los procedimientos de alerta70.

En paralelo a estos hechos, Moscú desplegó varios grupos de Spetsnaz en los países satélites para conducir acciones encubiertas contra las infraestructuras aliadas en caso de necesidad, incrementó las rotaciones de las unidades y llamó a reservistas a filas para aumentar el alistamiento de la fuerza. Amplió la producción de equipamiento militar a expensas de la producción de bienes civiles para satisfacer las demandas de armamento y convirtió plantas de ensamblaje de tractores agrícolas para producir tanques. Redujo el proceso de armado de los SSBN a veinte minutos71, el montaje de bombas nucleares tácticas en aviones a veinticinco minutos72 y la transmisión de la orden de lanzamiento de los cohetes a trece segundos73. Asimismo, incrementó la capacidad de ataque nuclear de sus fuerzas de vanguardia desplegando cazabombarderos SU-24 Fencer a la RDA, Polonia o Hungría y piezas de artillería capaces de lanzar proyectiles con ojivas atómicas74.

La implementación de RYAN

Aunque RYAN fue aprobada en mayo de 1981, no fue hasta noviembre cuando los agentes del KGB infiltrados en los países aliados, los Five Eyes (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda y Australia), Japón y algunas naciones del tercer mundo recibieron las primeras indicaciones75. Esta demora quizás puede explicarse por la dificultad para establecer 292 indicadores76 visibles, fiables y cuantificables de la preparación de un ataque nuclear susceptibles de ser analizados por el sistema informático utilizado para calcular la correlación de fuerzas77.

En enero de 1982, tras asignar una alta prioridad a RYAN, el KGB transmitió nuevas órdenes a sus operativos detallando la amenaza, priorizando el seguimiento del personal militar aliado y el descubrimiento de cualquier indicio del despliegue de los misiles e instando a que estos dedicaran más recursos humanos y materiales a la operación78. Aunque estos temores estarían muy presentes en el Informe Anual del KGB presentado en marzo79, no sería hasta principios de 1983 —coincidiendo con el ascenso de Andropov a la Secretaría General del PCUS en noviembre de 1982 y el inminente despliegue de los Pershing, previsto para finales de 1983— cuando saltaron las alarmas, RYAN adquirió «un nivel de urgencia especial»80 y los sucesos se precipitaron.

El 17 de febrero, Moscú envió el telegrama «Asignación operacional permanente para descubrir los preparativos de un ataque nuclear con misiles contra la Unión Soviética»81 a las células del KGB en el exterior. Clasificado como Top Secret, les urgía a «descubrir cualquier plan de preparación para RYAN y organizar una observación permanente para detectar cualquier indicio de la decisión de emplear armamento atómico contra la Unión Soviética o las preparaciones de un ataque con misiles nucleares»82. En concreto, se les requería obtener el mayor número de indicadores del ataque, sobre todo en lo referente a consultas políticas entre las potencias aliadas, repuntes en la actividad militar, refuerzo de la seguridad en los cuarteles, movimientos de fuerzas, aumento de las comunicaciones cifradas, preparación de refugios antiaéreos, acumulación de víveres o incremento de las reservas de sangre de los hospitales. Además, el cable indicaba que existía una ventana de oportunidad de treinta y seis horas entre la orden de ataque y el inicio de las hostilidades motivada por el transporte y armado de las ojivas, las consultas políticas, las secuencias de lanzamiento o la activación de las defensas civiles. Si el Kremlin detectaba a tiempo estos preparativos, todavía podía anticiparse y lanzar un ataque preventivo.

Dos semanas después, Moscú envió otro cable indicando que la misión era de máxima prioridad, y solicitaba a sus aliados que emplearan todos los operativos disponibles y reclutaran nuevos colaboradores para informar sobre RYAN. También alertaba que Washington podría encubrir el ataque como si se tratara de unas maniobras83 y exigía a sus agentes que ampliaran el seguimiento a todo el personal susceptible de participar en su preparación. El Kremlin entendía que Occidente, consciente de la vulnerabilidad soviética frente a un ataque de decapitación84, intentaría burlar a Moscú mediante una operación de engaño (maskirovka) y organizar el ataque —transportando las ojivas nucleares de los polvorines a los sitios de lanzamiento y armando los misiles— aprovechando unas maniobras85. Era esencial descubrir cualquier indicio de RYAN con tiempo suficiente para lanzar el ataque ­preventivo86.

En esta coyuntura, dos movimientos estadounidenses reforzaron la paranoia de Moscú. Por un lado, el 8 de marzo Reagan dio un controvertido discurso donde calificaba a la Unión Soviética como el «imperio del mal». Dictada ante la Asociación Nacional de Evangélicos y con referencias al universo Star Wars, esta conferencia fue seguida por Moscú con gran recelo porque la escalada de la retórica antisoviética podía significar que Washington estaba preparando a la opinión pública para la guerra87. Veinte días después, Reagan anunció en el lanzamiento de la «Guerra de las Galaxias» para blindar al país de un ataque con misiles. Aunque el tiempo demostraría que era imposible crear un escudo de estas características, la respuesta del Kremlin fue inmediata: Andropov acusó a Reagan de mentir de forma deliberada acerca del potencial militar soviético para justificar la SDI y «trazar nuevos planes para iniciar una guerra nuclear con la esperanza de ganarla»88, y alertó que el mundo estaba al borde del apocalipsis. Moscú percibía con pavor esta iniciativa porque no solo podía inutilizar su arsenal atómico, acabar con el equilibrio estratégico que brindaba la MAD e imposibilitar cualquier golpe soviético, sino porque también manifestaba la supremacía tecnológico-militar estadounidense, la incapacidad soviética para mantener la carrera de armamentos y una brecha insalvable en la correlación de fuerzas entre ambas potencias89.

Estos elementos motivaron que RYAN se convirtiera en el tema monográfico de la conferencia anual de los jefes de inteligencia del Pacto de Varsovia realizada a mediados de año. Asumiendo que Washington parecía determinado a atacar y que solo faltaba descubrir cuándo sería, estos acordaron asignar la máxima prioridad a la operación a costa de paralizar el resto de las misiones en curso y centrar los esfuerzos de inteligencia en tres áreas: conocimiento de cualquier decisión político-estratégica aliada concerniente al Pacto de Varsovia, alerta temprana de los preparativos del ataque e identificación de cualquier plataforma aliada capaz de montar ingenios atómicos y que pudiera emplearse para atacar por sorpresa90.

A medida que se acercaba Able Archer 83 se produjeron dos sucesos que enrarecieron todavía más el ambiente entre ambas potencias e incrementaron la paranoia soviética. El 1 de septiembre, un caza Su-15 Flagon derribó el vuelo KAL-007 de Korean Airlines en la costa oriental rusa. Moscú había confundido este Boeing 747 que se había desviado de su rumbo hacia Seúl con un avión de inteligencia electrónica estadounidense RC-135S Cobra Ball que había estado sobrevolando la zona horas antes monitorizando ensayos de misiles soviéticos91. Este error, fruto de las carencias de su defensa aérea, su estado de alerta tras las incursiones norteamericanas92 y su creciente paranoia93, no fue reconocido por el Kremlin hasta cinco días después. Sin embargo, Washington declaró que el derribo había sido intencionado y emprendió una ofensiva diplomática para aislar a Moscú mientras persuadía al Congreso para que apoyara sus planes de gasto militar. Por su parte, convencido de que se trataba de una conspiración para acorralar al país, Moscú calificó el suceso como un acto de provocación y se vio forzado a justificar el derribo argumentando que el KAL-007 realizaba labores de espionaje94.

Semanas después se produjo otro incidente que reforzó los más profundos temores del Kremlin. El 26 de septiembre, el sistema orbital de alerta temprana Oko informó del lanzamiento de cinco misiles balísticos americanos contra la Unión Soviética. Sorprendido por la absurdidad de la situación —un primer golpe implicaría el lanzamiento del millar de cohetes enemigos para anular la capacidad de contragolpe soviética— y consciente de los fallos del sistema, el teniente coronel Stanislav Petrov que se encontraba coordinando la defensa aeroespacial rusa omitió la alarma. Infringiendo los protocolos de lanzamiento en alerta para iniciar la represalia, Petrov esperó varios minutos hasta que los radares terrestres confirmaran el ataque, perdiendo un tiempo vital para lanzar el contraataque pero salvando al mundo del holocausto95. Este fallo ocasionado por la presencia de nubes bajo la órbita de los satélites aumentó la paranoia soviética al constatar que el sistema Oko no era lo bastante fiable para detectar un lanzamiento desde Estados Unidos e irrelevante para identificar un ataque desde Europa96.

Estos temores no eran desconocidos para Occidente. Desde febrero, Gordievsky había estado informando a Londres de la situación, «alertando de un miedo casi paranoico anclado en ciertas secciones del liderazgo soviético que el presidente Reagan estaba planeando un ataque nuclear contra la Unión Soviética»97. Aunque Thatcher —que consideraba arriesgada y contraproducente la política estadounidense y recelaba de la creciente influencia del movimiento pacifista británico y alemán— intentó convencer a Reagan de moderar su retórica98, el MI5 despreció la alerta porque consideraba que el KGB podía estar intentando manipular a Gran Bretaña99. Washington también conocía esta situación porque disponía de las declaraciones de Gordievsky y su inteligencia había detectado movimientos extraños —despliegue de fuerzas, rotaciones de unidades, niveles de alistamiento— que suponían grandes costes económicos y sugerían algún tipo de alerta100. Sin embargo, mientras el grueso del Gobierno era escéptico con esta hipótesis por lo absurdo de la situación y porque la CIA repetía que RYAN era una operación de propaganda orquestada por Moscú101, Reagan otorgó credibilidad a las filtraciones de Gor­dievsky102. Quizás ello fue motivado por el visionado de El día después, una película que narraba los efectos de un ataque nuclear contra Estados Unidos y que le sumió en la desesperanza al advertir los peligros de un conflicto de estas características103, quedando, según relata en su diario, «profundamente deprimido. Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos para que no se desate nunca una guerra nuclear»104. No sabía que justo un mes después de haber visto la película el mundo estaría al borde de un holocausto nuclear.

Able Archer 83

Able Archer era un ejercicio de mando para evaluar los procedimientos de empleo de armas atómicas. Realizado anualmente en el marco de las maniobras Autumn Forge, este simulaba una crisis entre la Alianza Atlántica y el Pacto de Varsovia que escalaba hasta un guerra nuclear105. Able Archer 83 transcurrió entre el 7 y 11 de noviembre de 1983 y representó la culminación de Autumn Forge 83106, un ejercicio que había empezado en agosto y en el que participaron más de 40.000 efectivos107. Su escenario contemplaba una crisis política en Yugoslavia que motivaba una intervención del Pacto de Varsovia y desembocaba en la invasión de Finlandia, Noruega, Grecia, Alemania y Austria, y el empleo de armas químicas contra la OTAN108. En esta coyuntura comenzaba el ejercicio: ­incapaz de detener el avance enemigo, el día 8 SACEUR solicitaba emplear armas nucleares tácticas contra blancos fijos de los países satélites. Tras las consultas políticas y el incremento del nivel de alerta a DEFCON 1, el día 9 se atacaban veinticinco objetivos en la RDA, Checoslovaquia y Polonia sin conseguir detener la ofensiva. Un día después se aprobaba un nuevo ataque contra las fuerzas de segundo escalón y la retaguardia enemiga, realizándose el día 11 por la mañana con el empleo de un centenar de armas nucleares109 contra blancos soviéticos situados en los países satélites. El ejercicio terminaba ese mismo día por la tarde con el cese de las operaciones. Sin embargo, a diferencia de otros juegos de guerra, este poseía ciertas características que lo hacían realista:

— La participación de altos funcionarios y líderes políticos. Varias fuentes sostienen que estaba prevista la intervención del secretario de defensa Caspar Weinberger, el jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor John Vessey, el consejero de Seguridad Nacional Robert McFarlane y apariciones del presidente Ronald Reagan y el vicepresidente George Bush110. Y quizá contó con la presencia de Margaret Thatcher y Helmut Kohl111.

— El volumen de fuerzas. En Autumn Forge 83 participaron 40.000 efectivos y se desplegaron —en el marco de las maniobras Reforger para proyectar unidades terrestres a Alemania— 16.044 soldados estadounidenses en 170 vuelos trasatlánticos. Estas fuerzas no solo se mantuvieron movilizadas durante Able Archer, sino que se ensayó el transporte de armas nucleares simuladas de los polvorines a las bases y su montaje en aviones112.

— El nivel de alerta. Al simular una escalada bélica que culminaba con el lanzamiento de un ataque nuclear, los estados mayores y las fuerzas participantes pasaron por todas las fases de alerta (desde alistamiento normal hasta movilización general) mientras los mandos ensayaban los procedimientos para autorizar y lanzar un ataque atómico (incluyendo la constitución de cuarteles provisionales, reuniones del Grupo de Planes Nucleares o consultas entre Londres y Washington). Las bases estadounidenses también reforzaron su seguridad a raíz de los atentados del 23 de octubre contra un cuartel franco-americano en Beirut113.

— El tipo de mensajes. En Able Archer no solo se introdujo un nuevo estándar de cifrado de las comunicaciones y la movilización de las unidades se realizó bajo silencio radio, sino que las misiones simuladas de los bombarderos se definían como ataques.

— Las comunicaciones entre Washington y Londres. En el ejercicio se pusieron en práctica nuevos procedimientos para lanzar armas nucleares que requerían consultas entre las potencias nucleares aliadas. Además, en las semanas previas a su celebración, el volumen de comunicaciones entre ambas capitales se incrementó notablemente debido a la invasión estadounidense de la isla de Granada —cuyo jefe de Estado nominal es el monarca británico— el 25 de octubre.

Para Moscú, estos indicios sugerían que Washington podía aprovechar las maniobras para encubrir el temido ataque preventivo114. El 5 de noviembre —cuando el escenario planteaba los primeros ataques químicos y el paso a DEFCON 2—, las células del KGB recibieron un cable de Moscú requiriendo información sobre los preparativos de RYAN porque «una vez se haya autorizado, el ataque requerirá entre siete y diez días de preparación»115. Los operativos debían descubrir si la OTAN había resuelto atacar y, en caso positivo, cuándo lo había hecho para preparar el contraataque preventivo. Varios indicadores solicitados para valorar la situación —consultas entre Washington y Londres, alerta en las bases, movilización de fuerzas o nuevos canales de comunicación— se divisarían tras el inicio de Able Archer.

La noche del 8 de noviembre —coincidiendo con la solicitud de SACEUR para lanzar un ataque limitado y el paso a DEFCON 1—, el KGB envió un telegrama urgente a todos los centros de Europa alertando de la movilización general de los ejércitos aliados, la intensificación de las comunicaciones cifradas y la activación de la alarma nuclear. Este «insinuaba que una de las posibles explicaciones de esta alerta (inexistente) era que ya había empezado la cuenta atrás para el ataque nuclear»116. Considerando que los preparativos se dilatarían durante treinta y seis horas (transporte y montaje de bombas, códigos de armado, planes de vuelo y comprobaciones finales), Moscú consideraba vital descubrir cuándo la OTAN había ordenado el ataque para adelantarse con el contraataque, por lo que solicitó a los operativos que confirmaran la alerta. También requirió al Pacto de Varsovia usar todos los medios necesarios para detectar cualquier indicio, a los regimientos de inteligencia electrónica interceptar las comunicaciones y a los aviones de reconocimiento disponibles monitorizar cualquier movimiento de tropas, incluyendo treinta y seis vuelos sobre los mares del Norte, Báltico y Barents para determinar si la flota estadounidense se estaba preparando para apoyar el ataque en el flanco norte117.

El generalato soviético consideraba la situación alarmante pero no creía que pudiera producirse un ataque inminente118. Sin embargo, Moscú puso en plena disponibilidad operativa (equivalente al DEFCON 1) al Ejército Rojo y se preparó para atacar: se suspendieron todos los vuelos excepto los de reconocimiento para garantizar la máxima disponibilidad de aviones para las hostilidades y se desplegaron proyectiles atómicos al frente119. Dos escuadrillas de cazabombarderos SU-24 Fencer situadas en Polonia y la RDA fueron armadas con bombas nucleares tácticas esperando la orden de despegue, setenta y cinco misiles de alcance intermedio ­RT-21M fueron desplazados a sus puntos de lanzamiento en Europa Oriental y varios misiles intercontinentales UR-100N fueron puestos en alerta y sus jefes recibieron los códigos de lanzamiento120, los SSBN de la Flota del Norte pusieron rumbo al Ártico a sus posiciones de lanzamiento121 y el jefe del Estado Mayor de la Defensa transfirió su centro de mando a un búnker subterráneo para coordinar las operaciones.

Aunque los informes de inteligencia advertían de que no existía ninguna razón objetiva que indicara que Washington pretendía atacar y que todo apuntaba a que se trataba de un ejercicio, Moscú no quería repetir el error de 1941122. Entre la noche del 10 y la mañana del 11 el país se mantuvo expectante, con los aviones armados y los motores encendidos, las lanzadoras móviles en posición de disparo y los misiles basados en tierra esperando la secuencia de lanzamiento123. Sin embargo, nunca llegó la orden de ataque. Bien porque Andropov —el único capaz de ordenarlo— esperaba una prueba irrefutable antes de iniciar el apocalipsis o porque estaba gravemente enfermo124, porque Rainer Rupp transmitió a Berlín un mensaje a la desesperada certificando que la OTAN no estaba preparando ningún ataque125, porque Gordievsky alertó al MI5 y a la CIA que Moscú había entrado en pánico126, porque los oficiales al mando del ejercicio actuaron en contra de los protocolos establecidos y no respondieron a la movilización soviética127, porque el Kremlin intentó mandar un mensaje de tranquilidad a la Casa Blanca suspendiendo el ataque preventivo128 o una combinación de todas ellas, mediaron para que Moscú no apretara el botón nuclear. Comprobaría que todo había sido una falsa alarma cuando el mediodía del 11 el ejercicio terminó, la alerta nuclear cesó y las fuerzas regresaron a su alistamiento normal. En palabras de uno de sus protagonistas, «el mundo no cruzó el abismo nuclear durante la operación RYAN, pero con Able Archer 83 estuvimos peligrosamente cerca»129.

Conclusiones

Cuando en la década de 1960 los arsenales atómicos de Estados Unidos y la Unión Soviética alcanzaron la paridad, sus fuerzas nucleares se organizaron en una tríada que garantizaba la capacidad de contragolpe y la disuasión unilateral dejó paso a la disuasión mutua se alcanzó un punto de estabilidad estratégica basado en la MAD. Este equilibrio del terror debía disuadir a Washington y Moscú de iniciar una guerra nuclear, puesto que ninguno de ellos sería tan irracional como para lanzar un ataque preventivo sabiendo que también sería arrasado. Sin embargo, cuando el equilibrio atómico empezó a erosionarse, los peores temores soviéticos se hicieron realidad porque a partir de ahora la única manera de garantizar su supervivencia sería atacando primero.

Aunque la etapa de distensión había permitido establecer medidas de confianza mutua entre ambas potencias que redujeron este miedo, la Segunda Guerra Fría abrió un nuevo dilema de seguridad que motivó el lanzamiento de RYAN, una operación que se mantuvo activa hasta noviembre de 1991 y que en 1983 estuvo a punto de provocar un holocausto nuclear. Motivado por percepciones erróneas, personalidades opuestas, comunicaciones inexistentes, fallos de inteligencia, una brecha estratégica infranqueable o una carrera de armamentos desbocada, Able Archer ejemplifica tanto el impacto de las percepciones en el proceso de toma de decisiones como, sobre todo, los límites de la disuasión.

El mismo día en que finalizaban las maniobras, el ministro de defensa Ustinov acusó a Washington de «“imprudente” y “temerario” al dirigir el mundo hacia “una catástrofe nuclear” [...] porque estas acciones habían sido lo suficientemente realistas como para situar a la Unión Soviética en alerta máxima»130. Dos días después, Estados Unidos no solo descartaba que pudiera desatarse una guerra nuclear por un error de cálculo, sino que ignoraba «qué pudo convencer a los soviéticos de que un ataque estadounidense era inminente»131. Asumiendo que había sido una operación de propaganda orquestada por Moscú para evitar la llegada de los Pershing, Washington mantuvo sus planes iniciales y situó cerca de Stuttgart —a 2.400 kilómetros de Moscú— sus misiles el 23 de noviembre. En este sentido, no parece raro que el Kremlin continuara temiendo un ataque enemigo y RYAN continuara siendo vital hasta el fallecimiento de Andropov en 1984, prioritaria en los planes de trabajo del Pacto de Varsovia hasta la retirada de los misiles en 1986132 y permaneciera abierta hasta noviembre de 1991, un mes antes de desaparecer la Unión Soviética.

A pesar de exponer los riesgos de la era nuclear, Able Archer 83 tampoco fue decisivo para establecer medidas de confianza mutua entre ambas superpotencias. Aunque Reagan quedó profundamente afectado por estos sucesos y moderó su retórica antisoviética en su segundo mandato —quizás porque afectaba de manera negativa a su popularidad—, este mantuvo su determinación por ganar la Guerra Fría. Conservó la SDI, incrementó el gasto militar y adoptó una posición de fuerza con la Unión Soviética que no cesó cuando Gorbachov logró la Secretaría General del PCUS.

Aunque todavía permanece rodeado de un halo de misterio y son muchas las incógnitas que continúan sin resolver, este episodio de la historia reciente muestra la importancia de las percepciones en la política internacional, las limitaciones de los enfoques racionalistas y la centralidad del dilema de seguridad en el análisis estratégico. Queda para posteriores trabajos estudiar cómo la cultura estratégica soviética condicionó el desarrollo de RYAN, qué lecciones puede aportar Able Archer al estudio de los procesos de toma de decisiones y qué similitudes pueden hallarse entre la crisis de los misiles de 1962 y el pánico de guerra de 1983.


1 La primera fuente secundaria en tratar este asunto es el artículo «Brink of World War III: When the World Almost Went to War», Sunday Telegraph, 16 de octubre de 1988. Véase también Nate Jones: «Soviet “Huffing and Puffing”, “Crying Wolf?”, “Rattling Pots and Pans?” or “A Real Worry That We Could Come into Conflict through Miscalculation?”», The 1983 War Scare: «The Last Paroxysm» of the Cold War, 1 (2013), http://nsarchive.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB426/.

2 Soviet Thinking on the Possibility of an Armed Confrontation with the United States, Directorate of Intelligence, SOV-M-84-10013X, 30 de diciembre de 1983, e Implications of Recent Soviet Military-Political Activities, Director of Central Intelligence, SNIE 11-10-84, 18 de mayo de 1984.

3 George Shultz: Turmoil and Triumph: My Years as Secretary of State, Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1993, p. 464.

4 Soviet Thinking on the Possibility..., p. 2.

5 Ibid., pp. 2-3.

6 Implications of Recent Soviet..., p. 4.

7 Vojtech Mastny: «How Able Was “Able Archer”? Nuclear Trigger and Intelligence in Perspective», Journal of Cold War Studies, 11-1 (2009), pp. 108-123. Estos argumentos son rebatidos en Nate Jones: «One Misstep Could Trigger a Great War»: Operation RYAN, Able Archer 83, and the 1983 War Scare, Washington DC, George Washington University Press, 2009.

8 Sobre la paranoia de Andropov véase el mensaje de John McMahon (director interino de la CIA) a Robert McFarlane (consejero de seguridad nacional), «Andropov’s Leadership Style and Strategy», 3 de febrero de 1984.

9 Anatoly Dobrynin: In Confidence: Moscow’s Ambassador to Six Cold War Presidents, Nueva York, Random House, 1995, pp. 501-503.

10 Why is the World So Dangerous, National Intelligence Council (NIC), 30 de noviembre de 1983, http://www.foia.cia.gov/sites/default/files/document_ conversions/89801/DOC_0000028820.pdf.

11 Beth Fischer: The Reagan Reversal: Foreign Policy and the End of the Cold War, Columbia, University of Missouri Press, 1997, pp. 332-334. La autora sostiene que la deserción de Gordievsky y sus posteriores encuentros con la CIA sirvieron para que Washington tomara conciencia del War Scare (ibid., pp. 132-133).

12 Ronald Reagan: An American Life: The Autobiography, Nueva York, Simon & Schuster, 1990, p. 585. Robert Gates (subdirector de la CIA durante estos sucesos) ratifica en sus memorias estos temores. Véase Robert Gates: From the Shadows: the Ultimate Insider’s Story of Five Presidents and How They Won the Cold War, Nueva York, Simon & Schuster, 1997, p. 273.

13 Precisamente, la incapacidad occidental para explicar la doctrina nuclear soviética mediante factores objetivos motivó el surgimiento del concepto «cultura estratégica». Ampliamente utilizado en los estudios de seguridad, este argumenta que el comportamiento estratégico y el estilo militar de un país se compone de elementos objetivos y subjetivos (ideas, valores, temores o experiencias pasadas). Vease Jack Snyder: The Soviet Strategic Culture: Implications for Limited Nuclear Options, Santa Mónica, RAND, 1977.

14 The Soviet «War Scare», President’s Foreign Intelligence Advisory Board (PFIAB), 15 de febrero de 1990.

15 Estos documentos están cubiertos por las exenciones previstas en la Orden Ejecutiva 12958, sobre Información Clasificada sobre Seguridad Nacional, al revelar actividades o sistemas criptológicos, información sobre sistemas de armas estadounidenses, planes militares o información que podría dañar las relaciones diplomáticas con terceros países.

16 Peter Burt: Thirty Years ago: The Nuclear Crisis which Frightened Thatcher and Reagan into Ending the Cold War, Nuclear Information Service, 2013.

17 Soviet Union: Concern About a Surprise NATO Attack, Joint Intelligence Committee (JIC), JIC-84-N-45, 23 de marzo de 1984.

18 The Detection of Soviet Preparations for War Against NATO, Joint Intelligence Committee (JIC), JIC-84-5, 15 de junio de 1984. En noviembre de 2015 se bloqueó la desclasificación del documento en virtud de la sección 23 de la Ley para la Libertad de la Información.

19 Su desclasificación está imposibilitada por las secciones 23, 24, 26, 27 y 40 de la Ley para la Libertad de Información al tratarse de sensible para la seguridad nacional, la defensa de las islas británicas, las relaciones con terceros países o revelar información personal.

20 Anatoly Dobrynin: In Confidence..., pp. 525-528. El embajador expone que la invasión alemana condicionó el pensamiento estratégico soviético durante la Guerra Fría y determinó el arranque de RYAN. El analista de la CIA Benjamin Fischer amplía esta idea sugiriendo que Andropov estaba determinado a no repetir los errores de 1941, por lo que su paranoia —compartida por el grueso de sus correligionarios que también vivieron la debacle— eclipsó cualquier posible análisis racional y motivó la escalada de tensiones. Véase Benjamin Fischer: A Cold War Conundrum: The 1983 Soviet War Scare, Langley, CIA Center or the Study of Intelligence, 1997, www.cia.gov/library/center-for-the-study-of-intelligence/csi-publications/books-and-monographs/a-cold-war-conundrum/source.htm.

21 Bernd Schaefer, Nate Jones y Benjamin Fischer: Forecasting Nuclear War: Stasi/KGB Intelligence Cooperation under Project RYAN, Washington DC, Wilson Center, 2014, y Alexandra Grunova (ed.): NKVD/KGB Activities and its Cooperation with other Secret Services in Central and Eastern Europe 1945-1989, Bratislava, Nation’s Memory Institute, 2008.

22 Para enmarcar históricamente estos sucesos es muy recomendable la lectura de Francisco Veiga, Enrique Ucelay y Ángel Duarte: La paz simulada: una historia de la Guerra Fría, 1941-1991, Madrid, Alianza Editorial, 1997; Ronald Powaski: La Guerra Fría: Estados Unidos y la Unión Soviética, 1917-1991, Barcelona, Crítica, 2000, o Simon Ball: The Cold War: An International History, 1947-1991, Londres, Arnold, 1998.

23 De hecho, se podrían establecer paralelismos entre ambas crisis por su naturaleza, potencial amenaza, el papel de los elementos impredecibles e irracionales en la escalada de tensiones o la importancia del factor humano en el proceso de toma de decisiones en situaciones de crisis e información imperfecta. Véase Richard Leighton: The Cuban Missile Crisis of 1962: A Case Study in National Security Crisis Management, Washington DC, National Defense University, 1978.

24 Otras fuentes hablan de VRYAN por Vnezapnoe (sorpresa). Véase Yuri Shvets: Washington Station: My Life as a KGB Spy in America, Nueva York, Simon & Schuster, 1994, p. 74.

25 Aunque la urgencia de RYAN se redujo en 1984 con las muertes de Andropov y Ustinov, las inteligencias alemana, búlgara y checoslovaca continuaron proporcionando información al KGB sobre los indicadores de RYAN hasta su cancelación en noviembre de 1991. Véase Bill Gertz: «KGB halts lookout for US nuclear attack», Washington Times, 28 de noviembre de 1991.

26 Christopher Andrew y Oleg Gordievsky: KGB: The Inside Story of Its Foreign Operations from Lenin to Gorbachev, Nueva York, Harper Collins, 1990, p. 583, y Oleg Kalugin: The First Directorate: My 32 Years in Intelligence and Espionage Against the West, Nueva York, St. Martin’s Press, 1994, p. 302.

27 Victor Chebrikov: Informe anual del trabajo del KGB en 1982, 547-CH/OB, 15 de marzo de 1982, p. 3.

28 Benjamin Fischer: A Cold War Conundrum...

29 The Soviet «War Scare», p. 23.

30 Soviet Use of Historical Data for Operational Analyses, National Intelligence Council (NIC), 8497-83, 23 de noviembre de 1983.

31 Soviet Intelligence Capabilities, Director of Central Intelligence, NIE 11-21-88, 18 de junio de 1988.

32 Len Scott: «Intelligence and the Risk of Nuclear War: Able Archer-83 Revisited», en Michael Herman y Gwilyn Hughes (eds.): Intelligence in the Cold War: What Difference did it Make?, Abingdon, Routledge, 2013, pp. 5-23.

33 Guillem Colom: «La segunda Guerra Fría y el desplazamiento del balance de fuerzas en Europa», Ayer, 99 (2015), pp. 175-198.

34 En noviembre de 1981 —siete meses después del lanzamiento de RYAN— Reagan propuso la opción cero, consistente en la retirada de los misiles soviéticos a cambio de la cancelación de los aliados. Moscú declinaría este ofrecimiento hasta el ascenso de Gorbachov y el relanzamiento de unas negociaciones que culminaron con la firma del Tratado de Fuerzas de Alcance Intermedio, que eliminaba estos sistemas.

35 Diseñados para volar a baja altura a velocidades subsónicas, los BGM-109G montaban una ojiva de 10 kilotones y tenían un alcance de 2.500 kilómetros con una precisión de 30 metros, siendo vitales para la consecución de las opciones selectivas.

36 Len Scott: «Intelligence and the Risk of Nuclear War...», pp. 8-9.

37 The Soviet «War Scare», p. 39.

38 Christopher Andrew y Oleg Gordievsky: Instructions from the Centre: Top Secret Files on KGB Foreign Operations 1975-1985, Londres, Hodder & Stoughton, 1993, p. 74.

39 Soviet Thinking on the Possibility..., p. 3.

40 Marcus Wolf: El hombre sin rostro, Buenos Aires, Javier Vergara, 1997, pp. 298-300.

41 Definido por Bernard Rogers —comandante supremo de las Potencias Aliadas en Europa (SACEUR) entre 1978 y 1987—, este proyecto pretendía incrementar y modernizar las fuerzas convencionales aliadas para reforzar la disuasión y facilitar la implementación de la doctrina Follow-On Forces Attack.

42 Basada en la tenencia de numerosas opciones bélicas proporcionadas a la agresión sufrida para controlar la escalada y superar el automatismo de la represalia masiva, esta doctrina fue adoptada por la OTAN en 1968.

43 Este temor también era compartido por muchos aliados, que consideraban este movimiento como una solución de compromiso motivada por la inca­pacidad aliada para desplegar más fuerzas convencionales e implementar las opciones selectivas mediante una defensa directa convencional que retrasara el umbral atómico.

44 Para posibilitar las opciones selectivas, Reagan diseñó un catálogo de opciones de respuesta nuclear limitada, estableció la Selección de Objetivos para el Empleo de Armas Nucleares para fijar los blancos a batir y adquirió armas —como los Tomahawk desplegados en Europa— para realizar ataques nucleares de precisión. Estas iniciativas se complementarían con la Iniciativa de Defensa Estratégica para repeler un ataque con misiles y posibilitar un hipotético tercer golpe.

45 Estos desarrollos en el ámbito nuclear se combinaron con varias iniciativas en el terreno convencional para consolidar la «segunda estrategia de compensación» que sentaría las bases de la Revolución en los Asuntos Militares. Véase Guillem Colom: De la compensación a la revolución: la configuración de la política de defensa estadounidense contemporánea, 1977-2014, Madrid, Instituto Universitario Gutiérrez Mellado, 2016, pp. 70-94.

46 Peter Schweizer: Victory: The Reagan Administration’s Secret Strategy That Hastened the Collapse of the Soviet Union, Nueva York, The Atlantic Monthly Press, 1994, p. 8.

47 Aunque la inteligencia estadounidense (Implications of Recent Soviet..., p. 18) descarta que exista una relación directa entre estas operaciones y el lanzamiento de RYAN, otros (Benjamin Fischer: A Cold War Conundrum...) argumentan que esta correlación temporal sugiere lo contrario.

48 Las «misiones hurón» —vuelos dentro del espacio aéreo enemigo para poner a prueba sus defensas aéreas— habían sido suspendidas en 1970 tras casi 20.000 salidas y treinta derribos después de que un avión de inteligencia electrónica EC-121 Warning Star fuera abatido en la costa norcoreana.

49 El espacio marítimo situado entre estos países era la única ruta de salida al océano Atlántico de los submarinos basados en Múrmansk. Teniendo en cuenta que en caso de conflicto los de ataque intentarían negar el control del mar a las flotas aliadas y hundir los convoyes que navegaran por el Atlántico Norte y los lanzamisiles se dirigirían hacia los puntos de lanzamiento de sus misiles para garantizar la capacidad de contragolpe nuclear soviética, el principal objetivo naval de la OTAN durante la Guerra Fría era cerrar esta brecha.

50 Esta decisión respondía a la nueva estrategia naval soviética elaborada por Sergei Gorskov —comandante en jefe de la flota entre 1956 y 1985— en los setenta. Basada en los principios de presencia, control, proyección y disuasión, esta pretendía construir una flota oceánica capaz de negar el acceso de la armada estadounidense a las aguas soviéticas y disputarle el control del mar. Estos factores motivaron que la administración Reagan elaborara una nueva estrategia naval que explotara las vulnerabilidades soviéticas. Aprobada en 1984, esta se basó en la construcción de más y mejores buques, la integración en red de todos los elementos de la flota, el despliegue del sistema de defensa AEGIS para proporcionar cobertura antiaérea a los grupos de combate y una agresiva estrategia para negar el control del mar a la flota soviética y obligarle a replegar los SSBN a bastiones defensivos.

51 Estos ejercicios serían seguidos por el FleetEx 82, que motivó el despliegue de dos grupos aeronavales estadounidenses a 500 millas de la costa oriental soviética y provocó una escalada de tensión entre ambas potencias, y por el FleetEx 83, que motivó el despliegue de tres grupos aeronavales en el Pacífico Norte.

52 Soviet Naval Strategy and Programs, Director of Central Intelligence, NIE 11-15/82D, 19 de octubre de 1982, pp. 12-14. Moscú estaba en lo cierto cuando consideraba las fuerzas aeronavales como la punta de lanza de un ataque estadounidense. La estrategia marítima de 1984 proponía una escalada convencional en tres fases: despliegue avanzado de submarinos de ataque, buques antisubmarinos y aviones de patrulla marítima para forzar a los SSBN a retirarse a sus bastiones defensivos; aislamiento y destrucción de la flota soviética en sus propias aguas, y despliegue de los grupos aeronavales cerca de la costa rusa para batir objetivos en el interior del país y apoyar las operaciones en los frentes norte y centro de Europa.

53 Seymour Hersh: «The Target is Destroyed»: What Really Happened to Flight 007 and What America Knew About It, Nueva York, Random House, 1986, p. 18.

54 De hecho, Andropov era el primer líder desde Stalin que consideraba posible un ataque estadounidense por sorpresa. Véase Anatoly Dobrynin: In Confidence..., pp. 522-524.

55 John Hines, Ellis Mishulovich y John Shull: Soviet Intentions, 1965-1985, McLean, BDM Federal, 1995.

56 Christopher Andrew y Oleg Gordievsky: More Instructions from the Centre: Top Secret Files on KGB Global Operations, 1975-1985, Londres, Frank Cass, 1992, pp. 33-37.

57 Marcus Wolf: El hombre..., p. 216.

58 Andrei Sidorenko: The Offensive (A Soviet View), Washington DC, U.S. Government Publishing Office, 1970, p. 115.

59 John Hines, Ellis Mishulovich y John Shull: Soviet Intentions..., pp. 22-47.

60 Ello requirió incrementar el número de ojivas atómicas, acorazar los silos para protegerlos de ataques contra-fuerza, aumentar la redundancia y resiliencia de los sistemas de mando y control para garantizar su supervivencia tras un ataque o desarrollar una triada que facilitara la capacidad de contragolpe mientras mejoraba sus sistemas C3 para permitir el lanzamiento en ataque, iniciando la represalia cuando los primeros misiles enemigos alcanzaran sus blancos. Aunque estas transformaciones garantizaban la disuasión mutua y la MAD, Moscú continuaba percibiéndose inferior a Washington al disponer de menos ojivas nucleares (7.300 frente a 9.268 en 1983).

61 John Battliega: «Soviet Views of Nuclear Warfare: The Post-Cold War Interviews», en Henry Sokolski (ed.): Getting MAD: Nuclear Mutual Assured Destruction, Its Origins and Practice, Carlisle, Strategic Studies Institute-U.S. Army War College, 2004, pp. 151-174.

62 Ibid., pp. 160-161.

63 Pavel Podvig: Russian Strategic Nuclear Forces, Cambridge, MIT Press, 2001, pp. 65-66.

64 Benjamin Fischer: A Cold War Conundrum..., y Nate Jones: One Misstep Could Trigger a Great War..., p. 17.

65 Oleg Kalugin: The First Directorate..., pp. 247-249.

66 Palabras del coronel general Danilevich, asistente principal de la división de operaciones y responsable de doctrina y estrategia del Estado Mayor de la Defensa entre 1984 y 1990, citadas en John Hines, Ellis Mishulovich y John Shull: Soviet Intentions..., p. 28.

67 Marcus Wolf: El hombre..., pp. 220-222.

68 Tasks of MfS units concerning early uncovering of acute intentions of aggression and surprising military activities by imperialist states and alliances, in particular in order to prevent a surprise nuclear missile attack against states of the socialist community, Stasi, Orden 1/85, 15 de febrero de 1985.

69 Benjamin Fischer: A Cold War Conundrum...

70 Su participación se concretó en la operación ALAN, que supuso la filtración masiva de documentación clasificada de la OTAN entre 1982 y 1986. Véase Alexandra Grunova (ed.): NKVD/KGB Activities and its Cooperation..., pp. 223-244.

71 The Soviet «War Scare», p. 29.

72 Ibid., pp. 29-30.

73 Palabras del coronel general Varfolomei Korobushin, segundo jefe de Estado Mayor de las Fuerzas de Misiles Estratégicos, citadas en Nate Jones: «Soviet “Huffing and Puffing”...».

74 Benjamin Fischer: A Cold War Conundrum...

75 Oleg Kalugin: The First Directorate..., p. 171.

76 Estos pueden hallarse en Indicators to Recognize Adversarial Preparations for a Surprise Nuclear Missile Attack, Stasi, 27 de agosto de 1984. Sin embargo, solamente pudo cubrir 226 de los 292 indicadores. Véase Report on Development and Achieved State of Work Regarding Early Recognition of Adversarial Attack and Surprise Intentions (RYAN Complex), Hauptverwaltung Aufklärung (HVA), 6 de mayo de 1986, pp. 3-6.

77 Peter Pry: War Scare: Russia and America on the nuclear brink, Westport, Greenwood Publishing Group, 1999, pp. 14-15.

78 Nate Jones: One Misstep Could Trigger a Great War..., p. 23.

79 Victor Chebrikov: Informe anual del trabajo..., pp. 3-6.

80 Christopher Andrew y Oleg Gordievsky: Comrade Kryuchkov’s Instructions: Top Secret Files on KGB Foreign Operations, 1975-1985, Palo Alto, Standford University Press, 1994, p. 68.

81 Telegrama núm. 373/PR/52, en ibid., pp. 70-75.

82 Ibid., pp. 69-70.

83 «In view of the fact that the measures involved in “State Orange” [ataque nuclear en 36 horas] have to be carried out with the utmost secrecy (under the guise of maneuvers, training, etc.) in the shortest possible time, without disclosing the content of operational plans, it is highly probable that the battle alarm system may be used to prepare a surprise RYAN in peacetime» (contenido del telegrama citado en ibid., p. 78).

84 De hecho, Estados Unidos había desarrollado el proyecto Canopy Wing para explotar las vulnerabilidades del C3 del Pacto de Varsovia para lanzar un ataque de este tipo. Véase Benjamin Fischer: «CANOPY WING: The U.S. War Plan That Gave the East Germans Goose Bumps», International Journal of Intelligence and Counterintelligence, 27-3 (2014), pp. 431-464.

85 Yuri Shvets: Washington Station..., p. 74.

86 Precisamente, las maniobras soviéticas Zapad-83 contemplaban un escenario similar: el descubrimiento de los preparativos de un ataque enemigo por sorpresa obligaba al Ejército Rojo a planear y conducir un ataque preventivo —en este caso convencional— que acabara con la amenaza. Véase John Hines, Ellis Mishulovich y John Shull: Soviet Intentions..., pp. 134-136.

87 Nate Jones: «Soviet “Huffing and Puffing”...».

88 Raymond Garthoff: The Great Transition: American-Soviet Relations and the End of the Cold War, Washington DC, Brookings Institution, 1994, p. 131.

89 Anatoli Dobrynin: In Confidence..., pp. 512-513.

90 Benjamin Fischer: «The 1980s Soviet War Scare: New Evidence from East German Documents», Intelligence and National Security, 14-3 (1999), pp. 186-197.

91 Robert Gates: From the Shadows..., pp. 267-268, y Seymour Hersh: The Target is Destroyed..., p. 17.

92 Además de las operaciones psicológicas, en abril tuvieron lugar las maniobras FleetEx 83 que motivaron el despliegue de tres grupos aeronavales a 700 kilómetros de Kamchatka, ejercicios antisubmarinos cerca de la base de SSBN de Petropavlovsk o incursiones aéreas en las Islas Kuriles. Véase Benjamin Fischer: A Cold War Conundrum...

93 Cinco años antes había ocurrido un suceso similar con resultados opuestos: el vuelo KAL-902 entró en el espacio aéreo soviético por error y los cazas le obligaron a aterrizar y retuvieron durante varios días a su tripulación.

94 Seymour Hersh: The Target is Destroyed..., p. 56.

95 Oleg Kalugin: The First Directorate..., pp. 272-276.

96 Ibid., p. 277.

97 Citado en Benjamin Fischer: A Cold War Conundrum...

98 Incluso lo pidió públicamente con el discurso We have to live in the same planet and we have to go on sharing it, dictado en Washington el 29 de septiembre de 1983.

99 Peter Burt: Thirty years ago..., pp. 13-15.

100 U.S.-Soviet Tension, Director of Central Intelligence, NIC-03508-84, 19 de junio de 1984.

101 Soviet Propaganda Alert, Central Intelligence Agency (CIA), 13, ­M-00364-R-001903760018-0, 5 de mayo de 1983.

102 Benajamin Fischer: The Reagan Reversal..., pp. 120-124.

103 Ibid., p. 123.

104 Ronald Reagan: An American Life..., p. 257.

105 Tradicionalmente, su escenario arrancaba con un ataque soviético por el saliente de Fulda o las tierras bajas del norte de Alemania que sobrepasaba las líneas de defensa aliadas y se dirigía hacia el canal de la Mancha. Tras cruzar el umbral nuclear, SACEUR ordenaba lanzar un ataque limitado sobre algún país satélite. El ejercicio terminaba cuando Moscú aceptaba volver al statu quo ante bellum.

106 Sin embargo, el generalato no distinguía Autumn Forge de Able Archer, según palabras del mariscal Sergei Akhromeiev —jefe de Estado Mayor de la Defensa soviética (1984-88)— citadas en Nate Jones: «Blue’s Use of Nuclear Weapons Did Not Stop Orange’s Aggression», en The 1983 War Scare: «The Last Paroxysm» of the Cold War, parte 2, National Security Archive Electronic Briefing Book núm. 427, 2013, http://nsarchive.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB427.

107 Exercise Autumn Forge 83. Final After Action Report, Department of the Air Force, MAC/000XE, 30 de enero de 1984.

108 La única fuente documental aliada disponible sobre Able Archer es un informe realizado por el historiador jefe de SHAPE en respuesta a la petición realizada por el Archivo de Seguridad Nacional. Véase Exercise Able Archer 83, Supreme Headquarters Allied Powers Europe (SHAPE), Mons, OTAN, 2013.

109 Un reportaje televisivo que recoge las declaraciones de algunos de sus protagonistas habla de 350 armas. Véase Henry Chancellor: «1983: The Brink of Apocalypse», Channel 4, 5 de enero de 2008, https://www.youtube.com/watch?v=7ciy5R-tLiE.

110 Benjamin Fischer: The Reagan Reversal..., pp. 123-31, y Nate Jones: «Blue’s Use of Nuclear Weapons...».

111 No obstante, mientras el relato aliado sostiene que solamente participó personal militar británico y estadounidense (Exercise Able Archer 83, p. 1), el último informe desclasificado argumenta que el programa se cambió antes de iniciar el ejercicio por las controversias que podría suscitar la presencia de estas personalidades (The Soviet «War Scare», pp. 56-58). Quizá Washington y Londres eran conscientes de los temores del Kremlin y no pretendían alarmarlo más.

112 Peter Pry: The War Scare, p. 37, y Benjamin Fischer: A Cold War Conundrum. No obstante, la OTAN reitera que se trataba de un ejercicio tipo table top, por lo que no existió ningún despliegue de fuerzas. Véase Exercise Able Archer 83, p. 1. Sin embargo, los acontecimientos y la evaluación de Autumn Forge sugieren lo contrario. Véase Exercise Autumn Forge 83..., pp. 19-28.

113 Peter Pry: The War Scare, pp. 37-38.

114 Cristopher Andrew y Oleg Gordievsky: KGB: The Inside Story..., pp. 599-601.

115 Cristopher Andrew y Oleg Gordievsky: Comrade Kryuchkov’s Instructions..., p. 87.

116 Ibid., p. 600. A diferencia de los otros cables, este no se halla reproducido en ninguno de los documentos aportados por Gordievsky, razón por la cual se había dudado de su autenticidad hasta la desclasificación de varios informes que avalan los miedos de Moscú y los movimientos de fuerzas. No obstante, el PFIAB le otorga credibilidad. Véase The Soviet «War Scare», pp. 56-58.

117 Ibid., p. 71. Aunque el grueso de las medidas se han borrado del informe, es posible hallar numerosas referencias acerca de estas actividades en Nate Jones: «“Rather Stunning Array of Indicators” of the Soviet Reaction to Able Archer 83 had “A Dimension of Genuineness... Often Not Reflected in Intelligence Issuances”», The 1983 War Scare: «The Last Paroxysm» of the Cold War, parte 3, National Security Archive Electronic Briefing Book núm. 428, 2013, http://nsarchive.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB428.

118 Testimonio del coronel general Danilevich citado en John Hines, Ellis Mishulovich y John Shull: Soviet Intentions..., p. 26.

119 Benajin Fischer: A Cold War Conundrum...

120 Peter Pry: The War Scare, p. 44. Mientras el documental de Chanel 4 habla de 300, una cifra excesiva para un ataque limitado, pero insuficiente para garantizar la destrucción total de Estados Unidos en un primer golpe, el último informe desclasificado mantiene ocultos estos detalles. Véase The Soviet «War Scare», pp. 71-74.

121 Benjamin Fischer: A Cold War Conundrum...

122 Ibid.

123 Nate Jones: One Misstep Could Trigger a Great War..., p. 35.

124 Ibid., pp. 27-28.

125Marcus Wolf: El hombre..., pp. 238-241.

126 Cristopher Andrew y Oleg Gordievsky: KGB: The Inside Story..., p. 602.

127 The Soviet «War Scare», p. 75

128 Aunque no existe ningún indicio de esta posibilidad, que chocaría con la doctrina militar y la cultura estratégica soviéticas, no puede descartarse que el ­Kremlin o el mismo Andropov intentaran en último momento y de forma consciente desescalar la situación paralizando el ataque, tal y como sucedió décadas antes con la crisis de los misiles de 1962. Véase Paul Anderson: «Decision Making by Objection and the Cuban Missile Crisis», Administrative Science Quarterly, 28-2 (1983), pp. 201-222.

129 Christopher Andrew y Oleg Gordievsky: KGB: The Inside Story..., p. 605.

130 The Soviet «War Scare», p. 74.

131 U.S. and Soviet Strategic Forces, Central Intelligence Agency (CIA), ­NI-83-10002X, 14 de noviembre de 1983, p. 21.

132 Quizá la ascensión de Gorbachov también influyó: contaba con diez años cuando Alemania invadió la Unión Soviética, por lo que su pensamiento podría estar menos condicionado por el temor a un ataque por sorpresa y sería más escéptico con RYAN.