Ayer 111/2018 (3): 225-252
Sección: Estudios
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2018
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/111-2018-09
© Jorge Vargas Visús
Recibido: 11-04-2016 | Aceptado: 10-10-2016
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

El impacto
de la Guerra Civil Española
en el Partido Obrero Belga*

Jorge Vargas Visús

Universidad de Zaragoza
jvvisus@yahoo.es

Resumen: La Guerra Civil Española no fue una anomalía del periodo de entreguerras. Las alternativas políticas que se enfrentan a causa del fallido golpe de Estado de julio del 36 aparecen en otros Estados europeos. Es el caso de Bélgica, que, sin embargo, resolvió las tensiones a partir de la conformación de gobiernos de coalición que salvaguardaron la estabilidad política. El Partido Obrero Belga, parte del Gobierno desde 1935, afrontó un dilema, provocado por la Guerra Civil Española, que degeneró en una fractura política del partido: ser fiel al internacionalismo o primar la acción de gobierno y los imperativos nacionales.

Palabras clave: Guerra Civil Española, Partido Obrero Belga, Bélgica, política de independencia, Spaak, Vandervelde.

Abstract: The Spanish Civil War was not an anomaly during the interwar period. The failure of the Coup in July of 1936 generated two confronted political sides that were also present in other European states such as Belgium. However, in contrast to what occurred in Spain, Belgian political parties solved tensions by forming government coalitions that succeeded in preserving stability. A coalition partner since 1935, the Parti Ouvrier Belge was confronted with a dilemma caused by the Spanish Civil War that provoked a fracture within the party. The choice was either to be loyal to the spirit of internationalism or to give priority to government policy and national imperatives.

Keywords: Spanish Civil War, Parti Ouvrier Belge, Belgium, policy of independence, Spaak, Vandervelde.

La Guerra Civil es el acontecimiento central que marca el siglo xx español. En el campo de la historia esto se ha traducido en la realización de una ingente cantidad de estudios elaborados a partir de tesis que han generado un debate que todavía admite nuevas perspectivas analíticas y también contribuciones que refuerzan las ya existentes. En este sentido, cada vez más investigadores parten de la consideración de la Guerra Civil Española como un conflicto que no supuso una anomalía en el marco de la Europa de entreguerras 1. A partir de esta reflexión se dibujan dos posibles planos de análisis: uno, interno, circunscrito a las perspectivas analíticas que se concentran en los «aspectos españoles» de la guerra 2. Otro, más amplio, que aborda la internacionalización del conflicto. Este artículo se sitúa en el segundo plano de análisis, ya que pretende arrojar luz sobre el impacto que la guerra de España ocasionó en Bélgica y, más concretamente, en el seno del Partido Obrero Belga (POB). Un tema poco trabajado tanto en Bélgica como en España.

Un artículo de José Gotovitch 3 ofrece un estado de la cuestión hasta el año 1983. Destaca Gotovitch que la bibliografía sobre el tema es muy escasa y que los pocos trabajos realizados solo suponen el inicio de la construcción de un andamiaje intelectual que está muy lejos de haber explotado los recursos de archivo disponibles. Este artículo dio pie a la elaboración de un número de la Revue Belge d’Histoire Contemporaine 4 en el que se abordaba el impacto de la Guerra Civil Española en Bélgica. A través de la contribución de varios autores se conformó un volumen con artículos, sobre temas muy concretos en sus planteamientos y limitados en su objeto de análisis, que suponen los únicos trabajos con los que contar como referencia de cara a afrontar un estudio sobre la cuestión. Aparte de ese volumen, en la historiografía belga no se ha trabajado el conflicto civil español como factor contingente de la política del país durante esos años. Por otra parte, en el paisaje historiográfico español este tema ha tenido poco interés. Hay trabajos breves que o bien proponen una base desde la que desarrollar investigaciones más exhaustivas 5 o recogen un episodio del conflicto que tiene como protagonistas a ciudadanos belgas 6.

Dado este vacío historiográfico respecto al impacto de la Guerra Civil Española en Bélgica, persigo determinar qué significó este conflicto para los miembros del POB, cómo afectó al partido en sus dinámicas políticas internas y qué elecciones hicieron los protagonistas respecto a las alternativas que se les presentaron durante el periodo 1935-1939. Para ello he consultado documentación de archivo entre la que destacan las «comptes rendus» del Bureau y del Consejo General del POB, fuentes que permiten un seguimiento minucioso de los debates en torno a la guerra de España y de las implicaciones que estos debates tuvieron para la actividad política de este partido durante los años de la Guerra Civil.

La Guerra Civil Española estalló en un momento en el que las fuerzas políticas democráticas belgas percibían una serie de amenazas al país. La llegada de Hitler al poder en 1933 y su ejercicio de una política exterior expansiva y militarista sitúo a un ejército alemán cada vez más poderoso en las fronteras de Bélgica en marzo de 1936. Las autoridades políticas belgas empezaron a temer un nuevo 1914 y, por consiguiente, imprimieron un viraje al sentido de su política exterior para liberar al país de sus compromisos internacionales adquiridos a través de la firma de los Tratados de Versalles y Locarno. Por otro lado, a nivel interno, se percibió como una amenaza para el régimen democrático la aparición de la alternativa autoritaria que encarnaba el rexismo 7, que ganaba terreno azuzando el fantasma comunista y el descontento por la crisis económica. Por tanto, la estabilidad política de los gobiernos de coalición que se sucedieron en esos años se iba a convertir en una premisa innegociable para los protagonistas de esas coaliciones.

Respecto a la Guerra Civil Española, la postura de la mayor parte de las fuerzas políticas belgas fue inequívoca desde el primer momento: mantenerse al margen del conflicto. Una postura coherente con la intención de desarrollar una nueva política exterior que aspiraba a la neutralidad. Sin embargo, en el POB la situación aquí descrita en retrospectiva no era vista por todos sus integrantes de la misma manera. Viejos mitos del partido, socialistas decimonónicos que habían vivido el fracaso del internacionalismo socialista en 1914, consideraban un error renunciar a las obligaciones internacionales belgas y contribuir así a finiquitar el sistema de seguridad colectiva creado con Locarno. Creían que romper con esta política y recular frente a las provocaciones de Hitler y Mussolini amenazaba la paz del continente. La Guerra Civil Española fue vista como la oportunidad de abortar el viraje que se operaba en la política exterior belga y de implicar a Inglaterra y Francia en una estrategia diferente para hacer frente al fascismo. Otros miembros del partido, sin embargo, se mostraban de acuerdo con la política de apaciguamiento, y en lo que respecta a la guerra en España no dudaron en adherirse a la política de no intervención propuesta por Francia. El POB estaba dividido. Una división que bien podía haberse manifestado a nivel interno sin implicaciones más allá del ámbito del partido de no ser porque este formaba parte del Gobierno desde 1935 y, además, gestionaba la cartera de Asuntos Exteriores.

La coalición de gobierno de 1935, las elecciones de mayo de 1936 y el viraje de la política exterior

La crisis económica agravada por los acontecimientos de 1929 confrontó a las sociedades europeas con problemas graves. Se alimentó todavía más la agitación política que se daba en Europa desde el final de la Gran Guerra fruto de la dicotomía revolución-contrarrevolución que los acontecimientos de 1917 en Rusia habían de­satado. Bélgica no escapó a esta agitación política. El espacio político y público belga fue también testigo del desencadenamiento de debates en torno a cuestiones como los frentes populares, las soluciones autoritarias y la renuncia al parlamentarismo o el culto al líder.

En este espacio político democrático el catolicismo político gozaba de una posición hegemónica desde la debacle del Partido Liberal en las elecciones de 1884. Dicha posición se sustentaba sobre una serie de coaliciones de clase que habían abierto también sus puertas al movimiento obrero ya antes de 1914 8. Esta circunstancia alejó el fantasma de la radicalización de la izquierda política mediante la asimilación de ese movimiento representado por el POB y dio forma a un régimen que permitió, durante los años de entreguerras, la conformación de coaliciones gubernamentales que contuvieron a las alternativas políticas extremas.

El 25 de marzo de 1935 se conformó el primer gobierno encabezado por el político católico Paul Van Zeeland. Un gabinete consecuencia de una crisis de gobierno que se compuso a partir de una coalición de católicos, liberales y socialistas, y que persiguió el objetivo de poner en marcha medidas que permitiesen la recuperación económica del país y mitigasen el descontento social. En estas circunstancias, el POB fue llamado al gobierno ayudado por el efecto político propagandístico del Plan de travail 9.

El documento, redactado en 1933 por Henri De Man, vicepresidente del POB, proponía la aplicación de un modelo económico mixto en el que no había referencias radicales al discurso de la lucha de clases. Reconocía como legítima la existencia de un sector privado de la producción, a la par que ponía el acento en la necesidad de desarrollar paralelamente un vasto sector nacionalizado. De Man pensaba en la aplicación de una política activa que implicase una transformación positiva de las dinámicas económicas a partir de una reconciliación entre izquierda y derecha, un razonamiento que extrapolaba a la relación entre los países y al rol del socialismo como destructor de las dinámicas de conflicto provocadas por el nacionalismo 10. Y creía que todo esto, base del consenso de la Europa de posguerra, era realizable en la Europa de la década de los años treinta.

Sin embargo, en el acuerdo de gobierno cerrado por Van Zeeland no había ninguna mención al plan en tanto que hoja de ruta económica. La corta legislatura se inició con la decisión de devaluar el franco belga un 28 por 100. La medida generó mucho descontento en una parte de las clases medias que, desencantadas políticamente, buscaron refugio en las ideas de un nuevo partido: REX de Léon Degrelle.

Degrelle llegó a conformar el REX a partir de su descontento con la moderación del Partido Católico y después de intentar endurecer la política de esta formación para llevarla a posiciones autoritarias y antidemocráticas. Su fracaso, unido al descontento provocado por las medidas económicas del gobierno Van Zeeland, le llevó a decidir su participación en las elecciones legislativas del 24 mayo de 1936 con unas listas independientes. Los resultados electorales generaron un shock en la política belga: el partido de Degrelle logró un 11,5 por 100 de los votos que se tradujeron en veintiún escaños. Un panorama que se completó con el igualmente buen resultado del movimiento político nacionalista flamenco que alcanzó los dieciséis escaños 11. Las elecciones manifestaron la radicalización de las posiciones políticas de la derecha. Mas también demostraron la nueva pujanza del Partido Comunista Belga, protagonista de una importante expansión de su base electoral al triplicar su representación parlamentaria pasando de tres a nueve escaños en el Parlamento 12. La reacción inmediata a los comicios fue la reedición, tras mediación del rey Leopoldo III, de la coalición forjada en 1935 13 para hacer frente a los problemas sociales, al fantasma de la polarización política y para intentar recuperar una economía cuya crisis generaba el descontento que llevó a parte de las clases medias a dar su voto a REX.

El nuevo gobierno tuvo que hacer frente también al debate sobre la política exterior que venía desarrollándose desde que en 1930 se consumase la retirada de Renania por parte de los aliados. A pesar de que ese territorio quedó desmilitarizado, Bélgica se sintió desprotegida y reaccionó de manera radical a esta nueva circunstancia en la que su frontera quedaba expuesta directamente a su vecino alemán; su diplomacia pasó a interpretar sus obligaciones internacionales de la forma más restrictiva posible con el objetivo de evitar que el país se viese arrastrado a un conflicto.

La intensidad del debate político en torno a estas cuestiones se vio incrementada a partir de 1935. El 13 de enero de ese año el Sarre votó en referéndum su unión con Alemania, que, además, procedió a remilitarizar Renania el 7 de marzo de 1936.

El acuerdo de gobierno belga de 1935 preveía, en lo que a política exterior se refiere, mantener al Estado en el marco del sistema de seguridad colectiva derivado de las obligaciones de la pertenencia a la Sociedad De Naciones (SDN) y de la firma del Tratado de Locarno 14. Sin embargo, tras la remilitarización de Renania, el Gobierno belga imprimió un viraje radical a su política exterior en pos de abrazar la neutralidad. Y al timón de esa política se encontraba un socialista: Paul-Henri Spaak 15.

En este contexto en el que Bélgica se sentía amenazada y en el que se dibujaban en el país las alternativas políticas presentes durante el periodo de entreguerras en Europa, los acontecimientos de España impactaron en la política belga. En lo que al POB respecta, contribuyeron a generar una fractura en el partido por encontrarse este frente a una disyuntiva que no supo solucionar: respetar su ideal internacionalista y su directriz estratégica por la que su acción en una coalición de gobierno estaba supeditada al mandato del partido —ideas que estaban grabadas a fuego en el espíritu político de su presidente, Emile Vandervelde, desde su experiencias de gobierno de los años veinte— 16 o primar las contingencias derivadas del ejercicio de responsabilidades de gobierno en un momento en el que la tensión internacional anunciaba la inminencia de un conflicto en Europa —que el tándem Henri De Man-Paul-Henri Spaak afrontó a partir del convencimiento de que a través del desarrollo de la interdependencia económica y la colaboración se lograría evitar la guerra— 17. Sin embargo, a pesar de estas divergencias, los socialistas no se plantearon el abandono de sus responsabilidades de gobierno. Consideraban al Gabinete Van Zeeland una garantía frente a los extremismos políticos 18 y, además, creían que la única forma de garantizar el cumplimiento de su programa reformista era su presencia en el Gobierno.

1936: estalla la Guerra Civil en España

El 18 de julio de 1936 el fracaso de un golpe de Estado contra el Gobierno de la República española dio paso al inicio de una guerra civil que se prolongó durante casi tres años, hasta el 1 de abril de 1939. Solo dos días después del golpe, el 20 de julio de 1936, Paul-Henri Spaak, ya como ministro de Asuntos Exteriores, pronunció un discurso ante la Unión de la Prensa Extranjera en Bélgica en el que expuso las líneas maestras de la política exterior que pensaba desarrollar. Dos frases en los dos primeros párrafos de la alocución no dejaban lugar a la duda sobre las intenciones del ministro: «Je voudrais que la politique étrangère de la Belgique soit placé résolument sous le signe du réalisme [...] Je ne veux qu’une chose: une politique étrangère exclusivement et integralement belge». Spaak sorprendió con un discurso sobre cuyo contenido solo estaba al corriente el primer ministro, Paul Van Zeeland, y que implicaba un brusco cambio de orientación de la política de un gobierno en cuya declaración gubernamental de 1936 postulaba el refuerzo de la seguridad colectiva y el respeto por la asistencia mutua 19. Con esta toma de posición, Spaak abandonaba todo viso de internacionalismo de la política exterior belga para así también romper con la premisa tradicional del POB de hacer valer la condición de socialistas en sus ministros.

El discurso de Spaak y su toma de posición tienen su origen en su creencia de que el edificio jurídico levantado tras el final de la Primera Guerra Mundial había dejado de responder a una realidad internacional en la que primaban los imperativos nacionales por encima de las convenciones pactadas. El discurso, por consiguiente, fue un toque de retirada de la primera línea diplomática en toda regla. Supuso el inicio del proceso que iba a llevar a la diplomacia belga a declarar la neutralidad en septiembre de 1939. Un discurso que, como reconocía el diario rexista Le Pays Réel, presentaba unas ideas de Spaak «entièrement opposées à celles de son parti» 20.

Durante la sesión del Consejo General del 27 de julio, el diputado y director del diario Le Peuple, Arthur Wauters, criticó la política anunciada por Spaak y, sobre todo, el hecho de que hubiese realizado semejante anuncio sin haber propuesto un debate sobre una cuestión en la que el partido había fijado ya una posición política. Advirtió que «le fascisme c’est toujours la guerre» 21 para terminar recordando la votación, durante el último Congreso del POB, de una moción que implicaba el respeto de la seguridad colectiva y de la asistencia mutua; ambos postulados esgrimidos por el partido en las negociaciones para la conformación del segundo gabinete Van Zeeland, que se incluyeron, como ya se ha indicado, en la declaración gubernamental, y que Spaak no respetó 22.

El conflicto sobre estas cuestiones de política exterior estalló abiertamente en el seno del POB al tratarse el tema de España en la sesión del Consejo General celebrada el día 7 de octubre. El punto de fricción que señaló el inicio de los debates fue la constatación del envío de material de guerra a Franco por parte de las potencias fascistas. El Consejo General, en vista del Congreso Extraordinario del partido que iba a celebrarse los días 24-26 de octubre, adoptó una resolución en la que se denunciaba la neutralidad como medio de apoyo a los rebeldes 23. Desde el POB, siguiendo la línea política planteada por la Internacional Obrera Socialista (IOS) 24, se instaba al Gobierno a que revocase su decisión y a que autorizase la exportación de material de guerra al Gobierno legítimo de Madrid 25. Esta toma de posición del partido no tuvo efecto sobre la acción de un Gobierno que, el 14 de octubre de 1936, vio como su política exterior iba a contar con la legitimidad y el apoyo de la Corona.

Leopoldo III, en su discurso ante el Consejo de Ministros del 14 de octubre de 1936, recordaba al gabinete que «notre politique militaire comme notre politique exterieur doit se proposer, non de préparer une guerre plus ou moins victorieuse, à la suite d’une coalition, mais d’écarter la guerre de notre territoire. [...] C’est pourquoi, nous devons, comme l’a dit récemment le Ministre des Affaires Étrangères, poursuivre une politique exclusivement et intégralement belge» 26. La reacción de los internacionalistas del POB a estas palabras tuvo lugar durante su Congreso Extraordinario de octubre. Vandervelde declaró que «en ce qui concerne l’Espagne, [...] aucun force ne pourrait m’empêcher de faire tout ce qui est humainement posible pour aider mes camarades» 27.

Como era previsible, la división del POB respecto a la política exterior del Gobierno acabó aireándose públicamente. Sucedió en sesión parlamentaria el 24 de noviembre. La diputada socialista Isabelle Blume interpeló a Spaak, como ministro de Exteriores, para instarle a llevar a cabo una verdadera política exterior independiente respecto a España desmarcándose del Acuerdo de No Intervención y levantando el embargo de armas que pesaba sobre la República. Spaak respondió manteniendo una defensa a ultranza de los imperativos nacionales, de la coalición de gobierno y del apaciguamiento como línea de acción política para evitar perjuicios al estado a causa de una guerra 28.

En este punto me permito afirmar que los partidos que conformaban la coalición de gobierno con el POB, católicos y liberales, mostraban simpatía hacia los sublevados 29. El gran problema que la guerra planteaba a ambos partidos era que tensaba todavía más la política europea. Por eso la política de no intervención fue tan bien vista y tan celosamente aplicada por el Gobierno belga. Encajaba como anillo al dedo en su camino emprendido hacia la neutralidad. Lo que les atemorizaba era que el ejército alemán estaba, desde marzo de 1936, armado y emplazado en la frontera con Bélgica. Y este temor guiaba sus pasos en materia de política exterior. Un temor que el POB compartía. Sin embargo, lo que distinguió al POB de sus socios de gobierno fue que una parte de sus miembros consideraron un error renunciar a la política exterior que se enmarcaba en el sistema de seguridad colectiva para emprender el camino hacia la «política de independencia».

Por tanto, en lo que respecta al POB, el conflicto español y la consiguiente toma de posición de la comunidad internacional y del Gobierno belga dieron como resultado la materialización de una fractura política interna derivada, en primer lugar, de su situación como socio de gobierno y, en segundo lugar, de la forma en la que los representantes de ambas posturas enfrentadas en el seno del partido enfocaron sus miedos ante la posibilidad de un conflicto europeo generalizado. Partiendo de la misma casilla de salida, el miedo a un nuevo 1914, las dos posturas del POB divergían en el camino elegido para evitar que lo sucedido entonces se repitiese. Vandervelde y los suyos defendieron que Bélgica se mantuviese en el sistema de seguridad colectiva creado por Locarno, que se respetase el marco de relaciones internacionales determinado por la SDN y presionaron para que se plantase cara firmemente a las potencias fascistas. De Man y Spaak defendieron una política exterior belga independiente con el objetivo de trabajar por la paz evitando provocar a las potencias fascistas. En consecuencia, se dio una situación de hostilidad latente en el partido respecto a la política exterior que «devint ouverte lorsque éclata la guerre d’Espagne» 30.

Todo esto sin olvidar el factor contingente que suponía la dimensión interna de la situación política en Bélgica en la que, en las elecciones de mayo de 1936, se había asistido al avance electoral de las alternativas autoritarias. Una circunstancia que hizo del conflicto español un tema muy sensible en Bélgica y que obligaba al Gobierno a mostrar unidad en el ejercicio de sus responsabilidades. Spaak se aplicó a ello con solvencia, también en lo que se refería a los acontecimientos de España, tal y como quedó de manifiesto en su respuesta a la interpelación de Isabelle Blume en la ya aquí mencionada sesión parlamentaria del 24 de noviembre de 1936: «Je crois pouvoir dire que l’opinion publique belge, sur la question d’Espagne, est profondement divisée [...] Quelle attitude autre pourrait prendre un gouvernement de concentration nationale si ce n’est qu’une neutralité absolue?».

Todos estos hitos aquí referidos reflejan un in crescendo de la tensión en el seno del POB que va a conducir a la primera de las crisis del partido en este periodo que se corresponde con la Guerra Civil Española. Vandervelde hizo honor a su promesa de hacer todo lo humanamente posible para ayudar a sus camaradas y por ello desencadenó una crisis de gobierno a causa del affaire ­Borchgrave.

1937: ruptura y equilibrio

Jacques de Borchgrave era agregado en la embajada belga en Madrid. El 29 de diciembre de 1936 apareció muerto en una fosa común en la localidad de Fuencarral. Este acontecimiento, sobre el que no se llegaron a aclarar todas las circunstancias, desencadenó una crisis diplomática entre el Gobierno de la República y el Gobierno belga a cuenta de la responsabilidad del primero en el incidente. El litigio entre ambas partes subió en intensidad y llegó a someterse a la Corte Permanente de Justicia Internacional 31. Tras varios tiras y aflojas ambas partes acordaron no continuar el proceso y resolver sus diferencias en términos amistosos 32.

La crisis de gobierno empezó a fraguarse cuando los detalles del caso se hicieron públicos, por parte de Spaak, el 10 de enero de 1937. Cuatro días después el diario Le Peuple publicó un artículo 33 que generó una enorme polémica y que supuso el origen del conflicto que estalló en el POB a finales de ese mismo mes. La fuente del artículo era Vandervelde 34 y Le Peuple, de esta forma, dinamitaba las negociaciones que Spaak mantenía con el Gobierno de la República para llevar este asunto a la Corte de Arbitraje de La Haya; lo que amargó a este sobremanera 35. El asunto, discutido en el seno del Bureau del POB, llegó posteriormente al Consejo de Ministros sin cambios en las posturas de los implicados. Así, Spaak planteó, en la sesión del 25 de enero, la posibilidad de recurrir a medidas más enérgicas en el caso de que el Gobierno español no respondiese satisfactoriamente a la posibilidad de arbitraje. Dichas medidas pasaban por la retirada del «Chargé d’Affaires» belga de Valencia, una medida que Vandervelde consideraba excesiva, pues adquiría el grado de conflicto diplomático. La discusión abierta estalló.

El problema de fondo del asunto era, según Spaak, la intromisión de Vandervelde en las responsabilidades de política exterior del Gobierno. Añadió, además, la crítica a los manejos de Vandervelde en Le Peuple. Finalmente, acusó a este de estar en contacto, a sus espaldas, con el embajador español en Bruselas haciendo un doble juego que puso en una posición comprometida al Gobierno en plena negociación diplomática. El hecho de que los reproches de Spaak y De Man a Vandervelde se hiciesen en el seno del Consejo de Ministros llevó a este último a tratar su situación con Van Zeeland en una reunión celebrada el 26 de enero de 1937. El resultado de la reunión fue la dimisión acordada de Vandervelde de su puesto como ministro de Salud Pública, efectiva el 27 de enero de 1937 36, y la entrega de Van Zeeland a Vandervelde de una carta, fechada el 26 de enero, en la que se explicaban los motivos por los que la dimisión era aceptada: las diferencias que ambos mantenían con respecto a la situación en España y el incidente con Spaak que, decía Van Zeeland, le obligaba a salvaguardar la unidad del gobierno de coalición 37. Un asunto que se zanjó, por tanto, con una dimisión que evitó una crisis más profunda que pudiera comprometer la continuidad del POB en el Gobierno.

Esta crisis, por otro lado, desató un debate intenso en el seno del POB sobre las divergencias respecto a los asuntos de España. Vandervelde se mostró partidario de convocar un Consejo General —que se celebró el 10 de febrero— 38 para tratar el tema, puesto que se constataba en el partido «un différend à propos des affaires d’Espagne» 39. En esa reunión el POB asumió su división con respecto al problema español. Por ello, antes de cerrar la sesión, previendo que en próximos encuentros se plantearía abiertamente la discusión, y al objeto de evitar que esta división comprometiese el rol del partido en el Gobierno, se votó una moción en la que se acordaba, por unanimidad, que la colaboración del POB en el Gobierno debía continuar 40.

Tras el affaire Borchgrave y la dimisión de Vandervelde, Spaak percibió que su posición política se había reforzado y la ambigüedad de su discurso frente a sus compañeros de partido dio paso a la cruda presentación de sus reflexiones sobre el significado y las repercusiones que podía tener la guerra de España para la política europea: «pour la question espagnole nous irons jusqu’à la guerre» 41.

En la reunión del Bureau celebrada el 8 de febrero Spaak llevó este razonamiento, que muchos en el partido no compartían 42, al terreno doctrinal para responder a la firme intención de Vandervelde de «prendre [ses] responsabilités pour faire une politique internationale» 43. Declaró Spaak: «Je veux une discussion doctrinale et je demande que le parti choisisse sa position. Si le parti veux suivre une politique avec le communistes, qu’il le dise clairement» 44. De esta manera Spaak hacía de la no intervención una política socialista que adscribía a la lógica del Plan de Travail y el socialismo nacional que propugnaba De Man. También hacía de la política internacionalista de la IOS y de la intervención en España unas políticas comunistas. Dado que los debates sobre España coincidían en el tiempo con el avance de la izquierda comunista en Bélgica, con los debates internos del partido sobre la posible o no posible conformación de un Frente Popular y sobre cómo afrontar el reto político que imponía el partido comunista, Spaak maleaba los argumentos para ganarse el apoyo del partido a su política exterior —puesta a prueba por los acontecimientos de España—.

Ante el reto doctrinal planteado por Spaak, Vandervelde reaccionó esquivando el debate. Una actitud que permitió la intervención de De Man. Este afirmó que una postura semejante solo llevaría a la salida del POB del Gobierno sin, además, cambiar la actitud de este respecto a España, y a la entrega del partido a los comunistas, puesto que esa política internacionalista era una política de Frente Popular e implicaría la unión con ellos. En un intento por doblegar la posición de Vandervelde, De Man recurrió también a exponer un estado de la cuestión de la agenda política del POB. Recordó los deberes del partido como fuerza de gobierno para desarrollarla, dados los pobres avances de la misma, y su dependencia de la presencia del POB en el Gobierno como única garantía para su desarrollo. Concluyendo, por ello, que Vandervelde «joue un rôle bien dangereux pour le parti» 45.

Planteadas las cosas así, inmerso el partido en un enfrentamiento, se trataba de cómo evitar que estas divergencias tuviesen consecuencias graves. Al objeto de fijar una política que, al menos, supusiese una tregua entre ambas posturas y no comprometiese al partido en su posición de partido de gobierno, se celebró una sesión del Consejo General del POB el 18 de febrero de 1937 46. En la reunión, partiendo de la base de que el POB se mantenía en el Gobierno, de que la posición adoptada por Francia e Inglaterra implicaba la falta de apoyo a la República y de que Bélgica no se podía permitir actuar por su cuenta, el senador Arthur Jauniaux abogaba por concentrarse en la ayuda a España a través de acciones solidarias. De lo que se trataba —también, dado la competencia política establecida con los comunistas— era de estar presentes en España 47. Para ello Jauniaux propuso una resolución al objeto de organizar una conferencia que diese lugar a la creación de una «Commision for Relief» 48 que hiciese visibles a los socialistas y su acción en la España republicana.

A esta tregua siguió el intento del POB de reformular su política exterior para procurar no debilitar su posición en el Gobierno por discrepancias en el partido. Lo hizo a partir de la construcción de un equilibrio político que partía de, por un lado, el efecto que la impotencia ejercía ya sobre los internacionalistas 49 y, por otro, la necesidad de los partidarios de Spaak y De Man de no provocar una revuelta abierta en el partido que degenerase en una crisis que pudiese afectar al gobierno de coalición. El equilibrio se reflejó claramente en el contenido de la resolución aprobada por el Consejo General del partido en su sesión del 23 de julio de 1937 y titulada Le POB et l’Espagne. La resolución establecía que se debía hacer presión de manera inmediata a los Gobiernos que formaban parte de la SDN para que ayudasen al Gobierno español a recuperar su independencia política y territorial. También abogaba por imponer la vuelta a la libertad de comercio para que el Gobierno español pudiese adquirir armas para defender su derecho y su territorio. Sin embargo, no se especificaba cómo alcanzar esos objetivos 50.

Así se llegó al Congreso del Partido celebrado los días 9 y 10 de octubre de 1937. En relación a España, los internacionalistas solo pudieron ratificarse en las demandas que el partido había aprobado en su resolución del Congreso de octubre de 1936 51. Por si fuera poco, algunos días después de la celebración del Congreso, el 13 de octubre, el Gobierno alemán hizo pública una declaración en la que, teniendo en cuenta el impasse de las negociaciones de Locarno, deseaba precisar su actitud con respecto a Bélgica. Anunció que respetaría la inviolabilidad y la integridad del territorio belga por ser ambas del interés común de las potencias occidentales 52. Spaak mostró públicamente su satisfacción por el éxito de sus maniobras para desvincular a Bélgica de todo compromiso internacional 53. Una actitud que tuvo respuesta a través de un artículo en Le Peuple, fechado el día 15 de octubre, en el que se argumentaba que Alemania no adquiría con Bélgica ningún compromiso jurídico y se concluía que, desde ese momento, no había seguridad para el país fuera del sistema de seguridad colectiva 54.

1938: Spaak consolida su posición en el POB

Desde octubre de 1937 la política de independencia propugnada por Spaak era ya una realidad. Sin embargo, y a pesar del éxito del viraje a nivel internacional, este tenía que hacer frente todavía, en su propio partido, a un movimiento de contestación contra esta política que tenía como consecuencia perturbar su acción de gobierno y su relación con los partidos de la coalición. Por ello siguió luchando en el seno del Bureau del POB para defender su política exterior frente a los intentos de los internacionalistas de defender el marco de seguridad colectiva y de advertir sobre lo que Hitler podía desencadenar.

El momento álgido de este debate, que a su vez fue su conclusión, tuvo lugar en la sesión del Consejo General celebrada el 4 de marzo. Spaak lanzó un órdago al Consejo: «Je sortirai d’ici avec une majorité, avec l’accord et l’appui de la majorité du Conseil Général, ou je serai demissionaire ce soir. Je ne recule pas, je veux qu’on mette fin à certaines critiques et qu’on ne dise pas que je fait une politique contraire a celle du parti» 55. Fruto de este órdago, que abría la puerta a una crisis de gobierno de consecuencias imprevisibles, se votó una moción en la que, con un resultado de 73 votos afirmativos, 17 negativos y 7 abstenciones, se confirmó el logro del único apoyo que le faltaba a Spaak para desarrollar su política exterior, el de su propio partido 56.

En este apasionante debate se impuso una forma de ver las cosas que se basaba en un cálculo de supuestos que resultó erróneo. Y a la hora de emitir este juicio soy consciente de que cuento con la ventaja de la retrospectiva. Pero llama la atención el hecho de que la contraparte de Spaak en el partido había construido una interpretación del escenario internacional que le permitió formular previsiones de una exactitud asombrosa 57. Esto demuestra que hubo quien supo leer entre líneas lo que se estaba preparando e interpretar en toda su dimensión acontecimientos del calibre del Anschluss. Un cálculo de supuestos erróneo y, además, agravado por el hecho de que los que lo realizaron no comprendían los matices que la contraparte del debate imprimía a su posición con respecto a la relación con los comunistas. Spaak, defendiendo la lógica de la conformación de dos bloques ideológicos, afirmaba de manera explícita que oponerse a su discurso era alinearse con los comunistas. Un razonamiento que ya había expuesto en público frente a sus compañeros y que significaba o bien que no entendía la importancia de los matices en lo que se refería a la defensa del sistema de seguridad colectiva —que nada tenía que ver con el comunismo— o, peor aún, que los ignoraba deliberadamente al objeto de desacreditar el discurso de la contraparte. Igualmente miope o sesgado resultaba su discurso sobre la SDN. La consideró un instrumento muerto, pero nunca hizo referencia alguna al porqué de las causas o los responsables de su defunción.

Así, a partir de ese cálculo se confió en que dando pábulo y aceptando ciertas demandas revisionistas puestas encima de la mesa por Hitler se lograría que, al menos en occidente, este se diese por satisfecho, y caso de iniciar una guerra, lo hiciese apuntando a sus objetivos en el Este. El punto de vista de Spaak adolecía de una miopía importante en la comprensión de las dinámicas de las relaciones internacionales 58. Junto a De Man, acusaban a sus compañeros de partido de que, con su actitud para hacer frente al fascismo, estaban provocando y abriendo un camino hacia la guerra. Una acusación que en ningún momento lanzaron al fascismo. Ambos se mostraron dispuestos a colaborar con la Alemania de Hitler a pesar de las dinámicas agresivas que su acción exterior desplegaba. Defendieron con tanto ahínco el socialismo nacional y su desarrollo en Bélgica que se olvidaron de incluir en su reflexión los aspectos necesarios de política exterior que iban más allá de los planteamientos imprescindibles para la recuperación de la economía y del sistema de librecambio a nivel internacional.

Confirmado ya el apoyo a la política exterior de Spaak en el partido, la cuestión de Burgos desató un enconado debate en las filas socialistas por la carga simbólica que conllevaba. La resistencia de los internacionalistas llegó a provocar el bloqueo temporal en la acción de gobierno de Spaak 59. Sin embargo, la aceptación por parte del partido, el 4 de marzo de 1938, de la política exterior del Gobierno; el hecho de que a lo largo de 1938 la posición militar de la República empeoraba a ojos vista; la actitud de muchos Estados respecto a los sublevados, estableciendo relaciones comerciales o reconociendo el gobierno de Franco, y el fallecimiento de Vandervelde el 27 de diciembre de 1938 decantaron el debate del lado de los partidarios de enviar un representante comercial a la zona sublevada.

1938: la cuestión de Burgos

El debate sobre esta cuestión arrancó en el Parlamento el 5 de febrero de 1938 cuando el Bloque Católico, pocos días después de la constitución del primer Gobierno de Franco, y sobre todo acuciado por «la sauvegarde des intérêts belges en Espagne nationaliste», aprobó una moción por la que solicitaba al gobierno el envío de un embajador a Roma y de un representante comercial ante el gobierno de Burgos 60. El Bloque Católico ya había mostrado su preocupación por la toma de posición que otros Estados europeos habían llevado a cabo en la España de Franco a través del envío de representantes comerciales 61. También desde el Ministerio de Asuntos Exteriores se seguía este tema de cerca 62. Sobre todo desde que el Reino Unido había hecho movimientos al respecto 63.

No fue hasta el 23 de mayo, sin embargo, cuando la cuestión de Burgos se situó en primera línea de debate en el seno del POB como consecuencia del recrudecimiento de la presión que sufría Spaak en sede parlamentaria. Varias federaciones presentaron mociones, adoptadas por unanimidad, en las que se solicitaba la convocatoria de un Congreso Extraordinario de urgencia para discutir sobre la política exterior 64. Esas mociones se completaron con una serie de propuestas de resolución en las que las citadas federaciones se mostraban contrarias al reconocimiento de Burgos y al envío de un representante comercial 65. En el seno del Bureau se discutió sobre la fecha para lograr la celebración de dicho Congreso lo antes posible ante el temor de que el Gobierno se pudiese plantear iniciar las negociaciones con Burgos para la normalización de las relaciones 66. Sin embargo, la reciente caída del ejecutivo de Paul-Émile Janson y su consecuente cambio de gobierno, unido a que en septiembre había previstas elecciones comunales, no permitieron fijar una fecha antes del mes de octubre.

El Congreso, que en mayo se consideraba que debía celebrarse con urgencia, se celebró, finalmente, entre los días 5 y 7 de noviembre de 1938. Y, como estaba previsto, Vandervelde defendió la oposición, manifestada por numerosas federaciones, a la intención gubernamental de enviar un representante comercial a Burgos porque esa acción implicaría el reconocimiento de los sublevados. Spaak se justificó ante el pleno del Congreso argumentando que las conclusiones del dosier de información que había recibido sobre esta cuestión no apoyaban las tesis que a él le gustaría defender y lanzó su órdago: Burgos o una crisis ministerial, a través del que obvió directamente el debate sobre la disyuntiva Burgos sí o Burgos no. Spaak volvía a utilizar el arma que tan buen resultado le había dado en marzo y que se aprovechaba de la complicada posición política del partido. Sacaba rendimiento del debate que planteaba la disyuntiva ya expuesta en este texto: el mantenimiento de la coalición de gobierno a cualquier precio o el respeto de imperativos esenciales de la identidad del partido a costa de arriesgar la estabilidad del Gobierno.

Sin embargo, en esta ocasión, dado el simbolismo de la cuestión de Burgos, el bando contestatario liderado por Vandervelde logró arrancar una victoria en la resolución que aprobó el Congreso 67. Este, en una maniobra política muy hábil, recurrió al acuerdo gubernamental, en el que no se recogía la posibilidad de enviar un representante comercial a Burgos, para salir airoso del trance de la división de facto que existía en sus filas. Mentando tal acuerdo obligaba a Spaak a tener que enfrentarse al descontento de sus socios de gobierno porque debía llevar el asunto al Consejo de Ministros, buscar formar una mayoría sobre la cuestión del representante comercial y presentar dicha mayoría a consulta en un nuevo Congreso del POB.

La presión sobre Spaak aumentó en el marco parlamentario tras la adopción, por parte de católicos y liberales, de sendas resoluciones. Los primeros se reafirmaban en su posición de enviar un representante a Burgos. Por su parte, los liberales estimaban que se debía mantener el principio de independencia del Gobierno frente a los partidos políticos 68. La presión política sobre Spaak y sobre el POB fue tan intensa que el partido llegó a temer el desencadenamiento de una crisis gubernamental que conllevase como resultado un gobierno de coalición católico-liberal-rexista 69. Por ello el Consejo General, en su reunión del 30 de noviembre, procedió a la convocatoria de un Congreso de urgencia para el 5 de diciembre. Convocatoria a la que también habían contribuido las declaraciones de Spaak en su interpelación en el Parlamento el día 29: «Ceci n’est plus une plaidorie, car le gouvernement ne demande pas l’autorisation d’agir; je déclare que les negotiations commencerent demain» 70. Unas declaraciones que rompían con la línea marcada por el POB en la resolución del Congreso de noviembre y refrendadas, además, por una moción del Senado respaldando las negociaciones y que tuvo, como consecuencia directa, que el embajador de la República española, Mariano Ruíz Funes, abandonase Bruselas al día siguiente sin ni siquiera despedirse de Spaak 71. Sin embargo, el Congreso del 5 de diciembre volvió a resistirse y se opuso al envío de un representante a Burgos 72.

La reunión del Bureau celebrada el 8 de diciembre constató la situación de bloqueo en el partido respecto a esta cuestión. No obstante, las negociaciones del gobierno Spaak con Franco ya se estaban llevando a cabo 73. Spaak forzaba así el ritmo de los acontecimientos en busca de ese apoyo del POB que despejase el camino para dar carpetazo a un asunto que se había enquistado provocando una amenaza de crisis gubernamental. El horizonte empezó a clarear para la posición de Spaak el día 27 de diciembre de 1938. Ese día falleció Emile Vandervelde y su muerte despejó el camino. El Consejo General convocó el Congreso para el 15 de enero de 1939. Y el resultado del mismo fue la capitulación del partido a través de la adopción de una resolución que reiteraba la protesta por el envío de cualquier tipo de representante a Burgos, pero que estimaba que las circunstancias del momento «commandent la continuation de l’actuelle participation au gouvernement» 74.

Los trámites para el reconocimiento de jure del Gobierno de Franco por el Gobierno belga se iniciaron, en el seno del Consejo de Ministros, el 19 de marzo de 1939: se anunció el envío de un «chargé d’affaires» y de un embajador 75.


Conclusiones

Cuando el 18 de julio de 1936 una parte del ejército español llevó a cabo un golpe de Estado contra el Gobierno legítimo de la República española, Bélgica ya se encontraba inmersa en un proceso de reorientación de su política exterior. Para entender las razones y las motivaciones de ese proceso que llevaba al país a intentar desligarse de sus compromisos internacionales al objeto de declararse neutral, hay que prestar atención a las dinámicas históricas que se desencadenaron en Europa durante el periodo de entreguerras. La dicotomía revolución-contrarrevolución que se había planteado en Europa tras el triunfo de la Revolución rusa ofrecía a las sociedades europeas alternativas políticas extremas por ­ambos lados del espectro ideológico. El caso es que de las repúblicas que se constituyeron en Europa entre 1910 —Portugal— y 1931 —España—, todas, excepto Checoslovaquia, habían sido derribadas en 1936 por movimientos contrarrevolucionarios desencadenados por el miedo a que pudiesen derivar en regímenes comunistas. Por tanto, lo que sucede en España en julio de ese mismo año no es excepcional si se atiende a la historia de Europa, ni tampoco hay que pensar que sus efectos se circunscribieron solamente a las fronteras españolas. Como he expuesto en el artículo, la Guerra Civil Española tuvo efectos sobre la política de Bélgica.

El régimen político belga se había caracterizado, durante el último tercio del siglo xix y los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, por la conformación de una serie de coaliciones de clase que habían dado como resultado la normalización de la vida política a través de la asimilación e integración del movimiento socialista en el marco de la democracia liberal dominada por el catolicismo político. Estas coaliciones de clase y esta normalización del régimen político situaron al país en una posición estable desde la que digerir los traumas y afrontar los retos que las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución rusa presentaron a las sociedades europeas a lo largo de las dos décadas siguientes. Esto no quiere decir que Bélgica no fuese objeto de la conformación de alternativas políticas en contraposición a la alternativa propuesta por la democracia liberal. La pujanza de movimientos de carácter e ideario autoritario como el rexismo atestiguan este punto de vista. Eran, además, alternativas lo suficientemente atractivas como para provocar la conformación de gobiernos de unidad nacional que persiguieron garantizar la estabilidad política del país y evitar su llegada al poder.

Por tanto, teniendo en cuenta las dinámicas estructurales que caracterizan el contexto histórico de la Europa de entreguerras y las que dan forma al régimen político belga, he constatado que en el POB se abrió una brecha política que se mantuvo sin cerrar entre los años 1936 y 1938. La Guerra Civil Española y las responsabilidades de gobierno que el partido tenía presentaron a los socialistas un dilema de difícil solución que se manifestó de forma abrupta con el estallido del conflicto: ser fieles a su ideario internacionalista tradicional o, frente a esto, dar prioridad a los intereses nacionales. Intereses determinados por el miedo que provocaba la presencia del ejército alemán armado en la frontera con Bélgica desde el 7 de marzo de 1936. Una circunstancia que motivó la aplicación de la «política de independencia» en la pretensión de recuperar un estatus de país neutral con la esperanza de que fuese respetado en caso de una guerra.

Ambas opciones de la disyuntiva contaron con partidarios en el seno del POB. Y ambas posturas, a pesar de lo enconado de sus posiciones en determinados momentos concretos, tuvieron un nexo de unión representado por una directriz estratégica que se aplicó durante aquellos años con la esperanza de que fuese la garantía para el desarrollo de la agenda reformista socialista: la aceptable presencia del POB en gobiernos de coalición con fuerzas burguesas 76. Esta directriz estratégica, herencia de la integración del partido en la vida parlamentaria belga a finales del siglo xix, y sobre todo el respeto de la misma por todos sus miembros, fue lo que permitió mantener el equilibrio político que evitó una ruptura total a causa de los debates sobre la política exterior belga y sobre la guerra de España.

El artículo ofrece un relato que conecta hechos con dinámicas estructurales. Más concretamente, analiza las dependencias de los primeros con respecto a las segundas. Y lo hace integrando, como factores contingentes de la interpretación histórica que aquí se presenta, a los protagonistas de los acontecimientos y sus decisiones. Porque, en la historia, las decisiones individuales cuentan. Spaak es ejemplo de esta afirmación. En su biografía apenas dedica unas pocas decenas de páginas a los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Y cuando lo hace escribe que se vio obligado a seguir la política de independencia 77. No fue honesto cuando escribió esto en sus memorias. La política de independencia tenía sus razones de ser. Como ya se ha afirmado, tenía las mismas raíces —el shock de 1914— y perseguía los mismos objetivos —evitar que Bélgica sufriese las consecuencias de una nueva guerra— que los defensores de la política internacionalista. A pesar de no compartir las formas de hacer para alcanzar esos objetivos, la política de independencia se sostenía a partir de una serie de argumentos, reflexiones y presupuestos plausibles que componían una justificación lícita de esa política y la dotaban de lógica en su acción.

Afirmar que si el Gobierno belga, o el propio Spaak, hubiesen trabajado por respetar, mantener y aplicar el sistema de seguridad colectiva para hacer frente a las ansias expansionistas de las potencias fascistas se habría impedido la guerra sería hacer historia contrafactual. Yo no afirmo tal cosa. Pero sí que puedo afirmar que, a la luz de la documentación estudiada, la política defendida y aplicada por Spaak, insisto, por convencimiento y no por obligación, no fue acertada. En retrospectiva puedo afirmar que erró en sus planteamientos y, sobre todo, que se equivocó al despreciar las advertencias, también basadas en planteamientos plausibles, que se le hicieron desde el partido a partir de un análisis de la situación internacional que se contraponía al suyo propio y que, a la postre, se reveló como mucho más certero. Nada hay que reprochar respecto a ambas cosas. Pero Spaak, al contrario de lo que escribe en sus memorias, eligió conscientemente proponer, aplicar y desarrollar esa política exterior como ministro de Asuntos Exteriores. Ello significó enfrentarse a los compañeros de partido que la consideraban una equivocación y cortó las alas de la alternativa política que estos proponían y que habían incluido en el acuerdo de gobierno de mayo de 1936. Su política de independencia tuvo como resultado, en lo que respecta a la guerra de España, la contribución belga al abandono del que fue objeto la República. Y en lo que respecta al POB, la fractura interna que se generó en el partido como consecuencia de un enfrentamiento político que se desencadenó a raíz del estallido de la Guerra Civil Española.


* Agradezco al doctor Ángel Herrerín su paciencia, tiempo y consejo.

1 El libro de Julián Casanova: Europa contra Europa, Barcelona, Crítica, 2011, plantea esta tesis. Dentro de esta perspectiva analítica se integran los estudios que han analizado la internacionalización del conflicto. Sirvan como ejemplo los trabajos de Juan Avilés: Pasión y farsa. Franceses y británicos ante la Guerra Civil Española, Madrid, Eudema, 1994; Jacques Delpierre de Bayac: Les Brigades Internationales, París, Fayard, 1968; Enrique Moradiellos: La pérfida Albión. El gobierno británico y la Guerra Civil Española, Madrid, Siglo XXI, 1996; Ismael Saz y Javier Tusell (eds.): Fascistas en España. La intervención italiana en la Guerra Civil a través de los telegramas de la Missione Militare Italiana in Spagna, Madrid, CSIC, 1981, y Ángel Viñas: La República en guerra. Contra Franco, Hitler, Mussolini y la hostilidad británica, Barcelona, Crítica, 2012.

2 Véanse obras, por ejemplo, sobre la sublevación militar, Francisco Alia: Julio de 1936. Conspiración y alzamiento contra la Segunda República, Barcelona, Crítica, 2011; sobre la violencia desatada a raíz del conflicto, Paul Preston: El holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después, Barcelona, Debate, 2011, o sobre las operaciones militares, Gabriel Cardona: Historia militar de una guerra civil, Barcelona, Flor del Viento, 2006.

3 José Gotovitch: «La Belgique et la guerre civile d’Espagne: Un état des questions», Revue Belge d’Histoire Contemporaine, 3-4 (1983), pp. 497-532.

4 Revue Belge d’Histoire Contemporaine, 1-2, 3-4 (1987).

5 Víctor Fernández Soriano: «Bélgica y la Guerra Civil: el impacto del conflicto español en la política y la diplomacia de una pequeña potencia», Cuadernos de Historia Contemporánea, 29 (2007), pp. 219-233.

6 Marina Casanova: «Las relaciones diplomáticas hispano-belgas durante la Guerra Civil Española: el caso del Barón de Borchgrave», Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, 5 (1992), pp. 293-302.

7 El rexismo apelaba a la renovación moral de la sociedad belga de acuerdo a los postulados de la Iglesia Católica para conformar una sociedad corporativista y sin democracia. Así, el Partido Rexista (REX), creado por Léon Degrelle, se presentó a las elecciones legislativas del 24 de mayo de 1936 como una alternativa política autoritaria de último recurso contra las taras imputadas al régimen de partidos y a la democracia parlamentaria. Sobre Léon Degrelle y el rexismo véase Giovanni di Muro: Léon Degrelle et l’aventure rexiste (1927-1940), Bruselas, Luc Pire Editions, 2005.

8 Gregory Luebbert: Liberalism, Fascism or Social Democracy. Social Classes and the Political Origins of Regimes in Interwar Europe, Nueva York, Oxford University Press, 1991, p. 248.

9 Max Buset: Brochure sur le Plan du Travail, Bruselas, Centrale d’Education Ouvrière, 1933.

10 Henri de Man: Nationalisme et Socialisme, París-Bruselas, L’Églantine, 1932.

11 Pascal Delwit: La vie politique en Belgique de 1830 à nos jours, Bruselas, Editions de l’Université de Bruxelles, 2012, pp. 109 y 116.

12 Ibid., p. 101.

13 Este segundo gobierno de Paul Van Zeeland se extendió hasta el 24 de noviembre de 1937.

14 Ministère des Affaires Étrangères (AAEE): Bulletin Périodique de la Presse Belge, núm. 121, París, 10 de febrero de 1936, Bibliothèque National Française (BNF), p. 22. Recuperado de internet, 16 de junio de 2015 (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32732708n/date).

15 Paul-Henri Spaak era un abogado y miembro del POB cuya brillante carrera política despegó en 1935 al ser nombrado ministro de comunicaciones del ejecutivo de Paul Van Zeeland.

16 Emile Vandervelde: Réalisations Socialistes. Notre action d’après-guerre, Bruselas, L’Églantine, 1923, p. 70.

17 AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1936-09-10_bwp_BU.pdf, p. 15. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015 (http://hdl.handle.net/10796/EA542701-0A40-4E38-A40D-4300697FD94C).

18 Ibid., pp. 9-14.

19 Ministère des Affaires Étrangères (AAEE): Bulletin Périodique de la Presse Belge, núm. 123, París, 2 de septiembre de 1936, BNF, pp. 4-5. Recuperado de internet, 16 de junio de 2015 (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32732708n/date).

20 «Le discours rexiste de M. Spaak», Le Pays Réel, 24 de julio de 1936.

21 AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1936-07-27_bwp_AR.pdf, p. 12. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015 (http://hdl.handle.net/10796/42DE752B-8505-453E-8C9E-214330A8151A).

22 Ibid., p. 16.

23 El gobierno belga mostró desde el principio del conflicto español su disposición a guardar una estricta neutralidad. El Consejo de Ministros aprobó, el 28 de agosto, que Bélgica participase en el Comité de No Intervención para la guerra de España.

24 «La classe ouvrière international ne peut être neutre», 29 de septiembre de 1936, Institut Emile Vandervelde (IEV), Fonds Informations Internationales, INF/IN/0/433, vol. XIII, núm. 39, p. 361.

25 «Les événements d’Espagne», Seance du 7/09/1936, IEV, Conseil Générale POB 1935-1938.

26 Ministère des Affaires Étrangères (AAEE): Bulletin Périodique de la Presse Belge, núm. 124, París, 19 de diciembre de 1936, BNF, pp. 3-4. Recuperado de internet, 16 de junio de 2015 (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32732708n/date).

27 «Le Congrès du POB», 3 de noviembre de 1936, IEV, Fonds Informations Internationales; INF/IN/0/433, vol. XIII, núm. 44, p. 426.

28 «Trois interpellations à la chambre sur les événements d’Espagne», Le Peuple, 25 de noviembre de 1936.

29 Francis Balace: «La droite belge et l’aide à Franco», Revue Belge d’Histoire Contemporaine, 1-2, 3-4 (1987), pp. 505-689.

30 Paul-Henri Spaak: Combats Inachevés, París, Fayard, 1969, p. 29.

31 «Affaire Borchgrave», Arrêt 6/11/1937, Permanent Court of International Justice, Série A/B Arrêts, Ordonnances et Avis Consultatifs, A/B72. Recuperado de internet, 6 de enero de 2016 (http://www.icj-cij.org/pcij/series-a-b.php?p1=9&p2=3).

32 «Affaire Borchgrave», Ordonnance 30/04/1938, Permanent Court of International Justice, Série A/B Arrêts, Ordonnances et Avis Consultatifs, A/B73. Recuperado de internet, 6 de enero de 2016 (http://www.icj-cij.org/pcij/series-a-b.php?p1=9&p2=3).

33 «La douloureuse affaire», Le Peuple, 14 de enero de 1937.

34 AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1937-01-22_bwp_BU.pdf, pp. 40-41. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015 (http://hdl.handle.net/10796/9B493CE4-83EB-4AE4-89B8-46726D2BF493).

35 Ibid., p. 39.

36 «Emile Vandervelde donne sa demission de Ministre de la Santé Publique», Le Peuple, 28 de enero de 1937.

37 «Seance du Conseil Genéral du 10 février 1937», IEV, Conseil Générale POB 1935-1938, p. 6.

38 Ibid., pp. 2-16.

39 AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1937-01-27_bwp_BU.pdf, p. 53. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015 (http://hdl.handle.net/10796/56A3FA80-5AE9-491A-BF86-4D263354EC8B).

40 Ibid., p. 61.

41 AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1937-02-08_bwp_BU.pdf, p. 83. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015 (http://hdl.handle.net/10796/415A58A7-19E1-4CB7-B111-A5CB70A585AB).

42 Ibid., p. 86.

43 AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1937-02-09_bwp_BU.pdf, p. 98. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015 (http://hdl.handle.net/10796/01BC88E5-E884-4238-84DB-6969D407302C).

44 Ibid., p. 99.

45 Ibid., p. 100.

46 «Seance du Conseil Genéral du 18/02/1937», IEV, Conseil Générale POB 1935-1938.

47 Ibid., p. 9.

48 La citada Comisión vio la luz a raíz de la conferencia celebrada en Londres (organizada por la IOS) los días 10 y 11 de marzo de 1937.

49 En materia de política exterior, los acontecimientos vendrían a reforzar la posición de Spaak y de De Man. En abril de 1937 Inglaterra y Francia aceptaban oficialmente la política exterior belga en «Circulaire d’information personnelle Nº5», Bruselas, 24 de abril de 1937, Archives Diplomatiques de Belgique (ADB), Fonds Locarno, dossier 11.115, Locarno 1937-1938.

50 «Le POB et l’Espagne», 28 de julio de 1937, IEV, Fonds Informations Internationales, INF/IN/0/433, vol. XIV, núm. 9, p. 80.

51 «La politique du gouvernement», 9-10 de octubre de 1937, IEV, Rapports Congrès POB, P1a1/1937, p. 4.

52 «Circulaire d’information Nº59. Annexe B», Bruselas, 11 de octubre de 1937, ADB, Fonds Locarno, dossier 11.115, Locarno 1937-1938.

53 Ministère des Affaires Étrangères (AAEE): Bulletin Périodique de la Presse Belge, núm. 127, París, 18 de noviembre de 1937, BNF, p. 6. Recuperado de internet, 16 de junio de 2015 (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32732708n/date).

54 Ibid., p. 6.

55 AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1938-03-04_bwp_AR.pdf, p. 25a. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015 (http://hdl.handle.net/10796/75D9AFFA-4CF4-4AC8-9AE6-0140B9E5C992).

56 Ibid., p. 27a.

57 En la reunión del Bureau del 22 de febrero, Max Buset realizó unas previsiones muy certeras respecto a los planes de agresión de Hitler. Véase AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1938-02-22_bwp_BU.pdf, pp. 526-528. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015. (http://hdl.handle.net/10796/75CA43A5-E631-4BBC-B608-3798C3FB3E37).

Spaak respondió al día siguiente: «Qu’il aura des repetitions, que ce sera la meme position diplomatique et militaire, et que nous devons faire face à une invasion allemande comme en 1914. C’est aussi une illusion». Véase AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1938-02-23_bwp_AR.pdf, p. 29. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015 (http://hdl.handle.net/Ç10796/7FEF63CA-8090-4A33-8707-C06B51832361).

58 En el Senado, el 16 de marzo de 1938, declaró: «Je crois que l’Anschluss est dans la logique des choses, et, s’il était accompli normalement, je ne m’en serait pas etonné». Vease Ministère des Affaires Étrangères (AAEE): Bulletin Périodique de la Presse Belge, núm. 129, París 11 de junio de 1938, BNF, p. 12. Recuperado de internet, 16 de junio de 2015 (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32732708n/date).

59 P-H. Spaak es nombrado primer ministro —manteniendo la cartera de Exteriores— del gobierno de coalición que se constituyó el 15 de mayo de 1938 y que sucedió al breve gobierno de Paul-Émile Janson (24 de noviembre de 1937-15 de mayo de 1938).

60 Ministère des Affaires Étrangères (AAEE): Bulletin Périodique de la Presse Belge, núm. 128, París, 12 de marzo de 1938, BNF, p. 14. Recuperado de internet, 16 de junio de 2015 (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32732708n/date).

61 El Bloque Católico había emitido una declaración solicitando la normalización de las relaciones comerciales y diplomáticas con todas las potencias en el momento de constitución del gobierno de Paul-Émile Janson el 24 de noviembre de 1937. Véase ibid., p. 14.

62 Aparte de los Estados que habían reconocido de jure al gobierno de Franco, Polonia, Suiza, Finlandia y Gran Bretaña, entre otros, habían establecido relaciones comerciales con la España de Franco antes del 1 de marzo de 1938. Véase Robert Everts: «Gouvernements qui ont établi des relations avec le Gouvernement de Salamanque», San Juan de Luz, 1 de marzo de 1938, ADB, Fonds Espagne-Guerre Civile, dossier Correspondance Politique 11.059, Espagne 1938 Janvier-Juin.

63 Robert Everts: «Rapports commerciaux Anglo-Espagnols», San Juan de Luz, 2 de octubre de 1937, ADB, Fonds Espagne-Guerre Civile, dossier Correspondance Politique 11.059, Espagne 1937 Juillet-Decembre.

64 AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1938-05-23_bwp_BU.pdf, p. 638. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015 (http://hdl.handle.net/10796/5C792B13-FB4E-4ABC-9686-484A70D10AFD).

65 «Résolutions des Fédérations d’Arrondissement», 5-7/11/1938, IEV, Rapports Congrès Novembre 1938, P1a1/1938, pp. 2-3.

66 Las sospechas de las federaciones del POB no eran infundadas. En la comisión senatorial de Asuntos Exteriores celebrada el 2 de junio el propio Spaak realizó una intervención en la que planteaba el tema de la defensa de los intereses belgas en España y reconoció a la prensa que ya negociaba extraoficialmente con Franco. Véase Ministère des Affaires Étrangères (AAEE): Bulletin Périodique de la Presse Belge, núm. 130, París, 11 de agosto de 1938, BNF, p. 7. Recuperado de internet, 16 de junio de 2015 (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32732708n/date).

67 Ministère des Affaires Étrangères (AAEE): Bulletin Périodique de la Presse Belge, núm. 131, París, 19 de enero de 1939, BNF, p. 9. Recuperado de internet, 16 de junio de 2015 (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32732708n/date).

68 Ibid., p. 10.

69 AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1938-11-30_bwp_AR.pdf, p. 16B. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015 (http://hdl.handle.net/10796/E749B82A-3AD3-484A-905D-9C94DB478AE1).

70 Ministère des Affaires Étrangères (AAEE): Bulletin Périodique de la Presse Belge, núm. 131, París, 11 de enero de 1939, BNF, p. 9. Recuperado de internet, 16 de junio de 2015 (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32732708n/date).

71 Ibid., p. 11.

72 «Le Congrès Extraordinaire du POB s’oppose à l’envoi d’un représentant à Burgos», Le Peuple, 6 de diciembre de 1938.

73 AMSAB-IHS, Comptes Rendus POB, doc1938-12-03_bwp_BU.pdf, p. 865. Recuperado de internet, 17 de marzo de 2015 (http://hdl.handle.net/10796/B69ADE43-9478-4087-96AC-CC5A56FEA1F8).

74 Ministère des Affaires Étrangères (AAEE): Bulletin Périodique de la Presse Belge, núm. 131, París, 11 de enero de 1939, BNF, p. 12. Recuperado de internet, 16 de junio de 2015 (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32732708n/date).

75 Ministère des Affaires Étrangères (AAEE): Bulletin Périodique de la Presse Belge, núm. 132, París, 10 de mayo de 1939, BNF, p 7. Recuperado de internet, 16 de junio de 2015 (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32732708n/date).

76 Robert Abs: Emile Vandervelde, Bruselas, Labor, 1973, pp. 158-163.

77 Paul-Henri Spaak: Combats..., p. 29.