Ayer 120/2020 (4): 19-51
Sección: Dosier
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2020
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/120-2020-02
© Mats Morell
Recibido: 08-11-2017 | Aceptado: 11-01-2019
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

La historia y los estudios rurales a partir de los sesenta: de la descolonización al medio ambiente y la soberanía alimentaria *

Mats Morell

Uppsala Universitet
mats.morell@ekhist.uu.se

Resumen: Este texto analiza el cambio temático en la historia rural desde los años sesenta del siglo pasado hasta nuestros días. Los primeros escritos se centraron en la transición del feudalismo al capitalismo, en el crecimiento de las condiciones previas del desarrollo industrial a través de desarrollos dentro de la sociedad agraria preindustrial y, en gran medida, en la agencia campesina. Más tarde, el enfoque cambió hacia los estudios que incorporaban temas ambientales, la sostenibilidad (y últimamente la resiliencia) de los sistemas históricos de producción agrícola y también los problemas de soberanía alimentaria. La hipótesis discutida es que muchos de los primeros escritos se inspiraron en la descolonización de las colonias asiáticas y africanas de Europa, la revolución (campesina) en China y el desarrollo de la sociología rural. La tendencia del cambio de enfoque actual se plantea relacionada con el surgimiento de más recientes agendas ambientales y temas relacionados con el libre comercio y el predominio del sector alimentario por parte de las grandes empresas transnacionales. La atención se centra principalmente en la historiografía escandinava.

Palabras clave: historia rural, estudios campesinos, cambios teóricos y temáticos, historia económica y agrícola sueca.

Abstract: This text analyses the thematic change in rural history from the 1960s until today. Initially, the field focused on the transition from feudalism to capitalism, on the growth of the preconditions of industrial development. It examined developments within the pre-industrial agrarian society, focussing largely on peasant agency. Later, the emphasis shifted towards the environment, the sustainability (and most recently the resiliency) of historical agricultural production systems and food sovereignty. The hypothesis is that many early approaches were inspired by the decolonisation of Europe’s Asian and African colonies, the (peasant-) revolution in China and the development of rural sociology. The present change in focus is related to the emergence of environmental agendas and of issues concerning free trade and the dominance of the food sector by large multinational companies. The focus is foremost on Scandinavian historiography.

Keywords: rural history, peasant studies, theoretical and thematic changes, swedish economic and agricultural history.

Introducción

Entre finales de los años sesenta y mediados de los ochenta, los escritos académicos sobre cuestiones rurales contemporáneas estaban claramente dominados por los estudios campesinos, vinculados a la descolonización en Asia y África, a las guerras de liberación del siglo xx y a las rebeliones con participación campesina, así como a los debates en torno a las estrategias de desarrollo para el sur global. Dichos estudios dieron lugar a un interés por las relaciones entre campesinos o agricultores familiares y el sector capitalista dominante también en el Occidente industrializado. Generalizando y dejando al margen la producción de la economía agrícola, que con frecuencia se centraba en análisis de corte neoclásico del progreso agrícola, lo que se discutía era la compatibilidad del campesinado con el capitalismo.

Entretanto, la historia agraria europea estaba dominada por historiadores económicos que se concentraban en las transformaciones agrícolas relacionadas con la revolución industrial. O bien, en caso de que se interesasen por periodos más antiguos, trataban la transición del feudalismo al capitalismo, las crisis agrarias tardomedievales o la supuesta existencia y disolución de un prolongado ciclo malthusiano que iría desde la Alta Edad Media hasta el siglo xviii. Se afrontaba un amplio abanico de temas sociales y demográficos, pero, de nuevo hablando en términos generales, lo que se buscaba eran procesos de cambio y causas del desarrollo económico.

En este momento (segunda década del siglo xxi), los economistas políticos y los sociólogos que analizan el mundo rural habitualmente se ocupan de la apropiación de la tierra y de los «nuevos» movimientos sociales en el Sur global, de los proyectos de desarrollo rural y planificación paisajística en la estela de la despoblación rural en Occidente y de la soberanía alimentaria, las teorías de las cadenas alimentarias, la crítica del neoliberalismo y las cuestiones medioambientales en todas partes.

La historia agraria es estudiada actualmente de una forma menos hegemónica por historiadores económicos y un vistazo a los programas de las recientes conferencias europeas de historia rural (Brighton, 2010; Berna, 2013; Girona, 2015; Lovaina, 2017) revela un creciente interés por el estudio de la sostenibilidad ecológica de las comunidades rurales a través de la historia y su resiliencia a diferentes tipos de crisis, pero también por los estudios sobre identidad y patrimonio cultural.

La hipótesis de partida de este artículo es que estos cambios de enfoque están relacionados con dos procesos. En primer lugar, aunque a primera vista parezca trivial, los científicos sociales están influidos por los problemas de actualidad (ya sean políticos, económicos, sociales, medioambientales, etc.) que dominan la agenda durante su proceso de maduración intelectual. A través de la comunicación entre investigadores, estos problemas resultan mediados y reformulados en programas de investigación implícitos. Cuando los percibidos como problemas de la «vida real» cambian, también lo hace la atención de la investigación.

En segundo lugar, este cambio de rumbo tiene que ver con el retroceso de las interpretaciones marxistas (vinculado a la caída del sistema soviético) que eran prominentes en los primeros estudios rurales históricos y contemporáneos. Hasta cierto punto, han sido reemplazadas por nuevos puntos de vista epistemológicos bajo los paraguas del posestructuralismo o el posmodernismo.

En el siguiente apartado me detendré en el «nacimiento» de la tradición de los estudios campesinos en los años sesenta y setenta. En el tercero expondré temas en boga a nivel internacional en los estudios rurales y de economía política agrícola, y analizaré cómo y por qué se han producido esos cambios entre los años setenta y el presente. En el cuarto apartado me centraré en la historia y presentaré brevemente el «nacimiento» de la dinámica versión de la historia económica de la historia agraria/rural. Me concentraré en la historiografía sueca, porque el rápido desarrollo y (parcial) desarticulación de esta versión de la historia agraria desde la historia económica, que creo es generalizada, se mostró de forma particularmente evidente y clara en ese caso. El quinto apartado corresponde a las conclusiones.

El nacimiento de los estudios campesinos internacionales

Según Teodor Shanin, la primera sociología rural, que había aparecido a finales del siglo xix en Estados Unidos, pero únicamente después de la Segunda Guerra Mundial en Europa, se centró en «la agricultura como una ocupación, más que en los campesinos como una entidad social». Esto todavía era válido en los años sesenta 1. A excepción de algunos estudios antropológicos, sobre todo en Latinoamérica o la India, se habían producido pocas tentativas de entender a los campesinos contemporáneos y a las sociedades de los países en desarrollo. Sociólogos como Kroeber y antropólogos como Redfield definían las sociedades campesinas como part societies desde el punto de vista cultural 2. Una muestra la constituyó el libro de Eric Wolf, Peasants, en el cual el campesino venía definido como una categoría (económica) evolutiva «por encima» de los agricultores primitivos y relacionada con elites sociales a las cuales debía entregar excedentes. El campesinado era parte de sociedades estructuradas socioeconómicamente y en términos de poder 3.

Los estudios culturales de los años sesenta y setenta estaban conectados con los del desarrollo, y en este campo se había llegado a una extensión de la guerra fría entre los partidarios del modelo de desarrollo soviético y los de una perspectiva liberal, ninguno de los cuales tenía un alto concepto de los campesinos. Como señaló en su día Göran Djurfeldt, ambos bandos compartían una agenda de progreso evolutivo. Desde la perspectiva soviética, los países en desarrollo necesitaban primero una revolución burguesa, mientras desde la liberal bastaría con imitar la «modernización» occidental 4. Sin embargo, a finales de los años cincuenta Paul Baran señaló el nacimiento de una teoría marxiana del crecimiento que analizaba el subdesarrollo como un proceso y que conectaba con la teoría de la dependencia, que ya había sido desarrollada con anterioridad por, entre otros, Raúl Prebisch. Tanto la versión marxiana de la «escuela de la dependencia», encabezada entre otros por André Gunder Frank, como la «escuela del sistema mundial», próxima a Immanuel Wallerstein, se centraban en la esfera de la circulación y el crecimiento de un sistema capitalista mundial. La propuesta de Frank era radical: para desarrollarse, los países subdesarrollados deberían romper las relaciones comerciales con los centros estadounidense y europeo, dado que esas relaciones eran las que desarrollaban su subdesarrollo a través del intercambio comercial desigual 5.

Estas influyentes ideas también dieron lugar a críticas. Frank y Wallerstein fueron contradichos por Wolf, que afirmaba que no tenían en cuenta las relaciones y desarrollos entre «micropoblaciones» dentro de las regiones periféricas. Según Wolf, sin un examen específico del «rango y variedad de tales poblaciones, de sus modos de vida previos a la expansión europea y la llegada del capitalismo y de la forma en que fueron penetrados, subordinados, destruidos o absorbidos, primero por el avance del mercado y posteriormente por el capitalismo industrial, el concepto de “periferia” seguiría siendo un término tan impreciso como el de “sociedad tradicional”» 6.

De manera simultánea al ascenso de Frank a la fama, las tradiciones de los estudios campesinos en Rusia y Europa oriental fueron (re)descubiertas internacionalmente. En Europa oriental, la situación crítica de las masas rurales en regiones poco industrializadas siguió siendo acuciante bien avanzada la época de entreguerras. En la Rusia del siglo xix y principios del xx se desarrolló una escuela de economistas agrarios «populistas» que se centró en la forma en que operaban las explotaciones familiares, creando estructuras económicas especiales. Esta escuela despertó interés en Europa central y sus obras fueron traducidas al alemán 7. A la altura de finales de los años sesenta, los debates en torno a la cuestión agraria y la del campesinado bajo el capitalismo desarrollados en Rusia y en el seno de la socialdemocracia alemana en los años noventa del siglo xix terminaron por influir en el auge de los estudios campesinos internacionales 8.

La tradición de estudios campesinos de Europa oriental era paralela, y básicamente opuesta, al marxismo clásico. La cuestión paradigmática del desarrollo en la Rusia rural tras la abolición de la servidumbre en 1861 (Shanin caracterizó la Rusia finisecular como un modelo de «sociedad en desarrollo») desencadenó una pugna con fuerte carga política entre marxistas y narodniki (populistas) 9. Según la interpretación de Lenin de las estadísticas regionales rusas, presentadas en 1899 en su obra El desarrollo del capitalismo en Rusia, la producción agrícola ya estaba dominada por campesinos convertidos en capitalistas que empleaban mano de obra asalariada. En la diferenciación dentro del campesinado, Lenin veía el inicio de su proletarización y desaparición; no detectaba un vínculo directo desde la comunidad campesina rusa al socialismo. Primero debía desarrollarse la diferenciación social.

Los narodniki discreparon de su interpretación y el más destacado miembro de la escuela de los economistas populistas rusos, Alexander Chayanov, escribiendo en los años veinte, proporcionó un respaldo teórico a esta visión alternativa. Chayanov utilizó las mismas estadísticas que Lenin para mostrar que Rusia todavía estaba, antes de la revolución, dominada por explotaciones familiares campesinas. Las explotaciones campesinas eran unidades domésticas de producción y consumo y funcionaban de acuerdo con un modus operandi diferente del de las empresas capitalistas. Dado que únicamente se empleaba mano de obra familiar, conceptos tales como «salario» o «beneficio» no poseían un significado real para ellas. La familia campesina determinaba su nivel de trabajo para asegurar un nivel de consumo acorde a sus necesidades. La demografía familiar, su tamaño y proporción entre consumidores y trabajadores variables a lo largo del tiempo, llevaba a una diferenciación demográfica cíclica: en tiempos de tamaño familiar en expansión, la familia era capaz de incrementar la extensión de tierra utilizada, mientras que podían contraerla en otros momentos del ciclo de la vida familiar. Los hogares campesinos de Chayanov estaban integrados en el mercado de mercancías, pero no en ningún mercado de trabajo (un problema pendiente para los teóricos que seguían a Chayanov). Al no necesitar los hogares campesinos el beneficio para su reproducción y al ser la mano de obra (familiar) un coste fijo más que variable, competían con éxito con empresarios capitalistas, y mientras Chayanov trataba de desarrollar la teoría de un «modo de producción doméstico» encontró mayor aceptación su idea de que estas explotaciones familiares campesinas eran compatibles con un sistema capitalista dominante.

En tanto que, en el modelo de Chayanov, el capital no estaba interesado en entrar en la producción agrícola primaria, debido a la ventaja comparativa de la economía familiar, sí lo estaba en el ámbito del procesado y la distribución de la producción, la distribución de insumos agrícolas y las instituciones financieras en contacto con el sector de la agricultura familiar. Chayanov negaba la tendencia a la concentración de la tierra agrícola en granjas capitalistas de mayor tamaño, pero desarrolló una teoría de la concentración vertical con respecto a los contactos en cuanto a insumos y productos de los productores primarios. Chayanov defendía que estas organizaciones integradas verticalmente podían ser articuladas en forma de cooperativas. Esta era la vía para el desarrollo agrícola que preveía en la Rusia del periodo de la Nueva Política Económica (NEP) en el cual escribía. Consideraba que una estructura económica dual con productores primarios de base familiar que poseyesen cooperativamente entidades de procesado y distribución a gran escala serían la estructura económica agrícola más competitiva 10.

Chayanov escribía sobre Rusia y se opuso directamente al análisis de Lenin. Los escritos de Lenin formaron una base para la ortodoxia marxista, pero igual de influyente para debates posteriores lo fue Karl Kautsky, quien también publicó su contribución principal en 1899. Compartiendo el marco teórico de Lenin, Die Agrarfrage (La cuestión agraria), de Kautsky, reflejaba su interpretación del desarrollo rural en la Europa continental occidental más que en Rusia. Kautsky problematizó el hecho de que en el momento en el que escribía no se daba la tendencia a que los productores a pequeña escala (campesinos) desapareciesen en la Europa occidental continental. Estimaba que las explotaciones capitalistas a gran escala eran superiores a las pequeñas, pero enumeraba una serie de causas que prolongaban la supervivencia de los campesinos (por ejemplo, su habilidad para incrementar la carga de trabajo de cada trabajador, el paso a la orientación láctea intensiva desencadenado por la llegada de cereales baratos de ultramar y el hecho de que las grandes explotaciones reforzaban a las pequeñas, dado que las familias de pequeños productores proporcionaban a los grandes propietarios mano de obra barata). En consecuencia, la pequeña explotación vendía mano de obra más que productos agrícolas. En cuanto a la integración vertical, su razonamiento se parecía al de Chayanov pero llegando a conclusiones diferentes. No era optimista con respecto a las cooperativas de producción y más bien suponía que las instituciones hipotecarias y lo que más adelante se denominarían agribusiness dominarían a los pequeños productores. No pudo anticipar los cambios técnicos que llevarían a situaciones en las que explotaciones del tamaño óptimo pudiesen ser gestionadas solamente por unidades domésticas y, aunque pronosticaba una supervivencia prolongada de los campesinos, insistía en que únicamente les esperaban desdichas 11. En el intenso debate en Alemania sobre las virtudes de la gran y la pequeña explotación, Kautsky mantuvo la ortodoxia marxista: las segundas sucumbirían y la tierra debería ser nacionalizada. Se ha sostenido que en último término su análisis estaba marcado por su relación con la formación del programa del partido socialdemócrata 12.

La traducción al inglés de algunos de los textos más importantes de Chayanov en 1966 tuvo un fuerte impacto en los autores occidentales. Durante mucho tiempo, las obras de científicos sociales e historiadores que se ocupaban del desarrollo rural fueron una prolongación del debate entre Lenin y Chayanov o entre las teorías marxista y «populista» («esencialista» campesina) o adaptaciones de tales teorías a estudios de caso en regiones en vía de desarrollo 13. Teodor Shanin fue una figura central. Se alineó con el campo chayanoviano y escribió abundantemente sobre las relaciones entre el campesinado en Rusia y las revoluciones de 1905 y 1917 y el desarrollo en los años veinte 14. También introdujo a sociólogos y economistas de Europa oriental que trataban cuestiones rurales y editó en 1971 una colección muy leída, Peasants and peasant societies, en la que ofrecía una definición sintética (inductiva) del campesinado de acuerdo con cuatro criterios: la explotación familiar campesina es la unidad básica en la organización social; la agricultura es la principal ocupación que proporciona la mayor parte de las necesidades de consumo; una cultura tradicional conectada al estilo de vida en pequeñas comunidades, y, por último, una posición subordinada con respecto a algún tipo de elites 15. En 1986 reeditó la versión inglesa de 1966 de la Teoría de la economía campesina, de Chayanov, y en 1988 escribió, junto con Hamza Alavi, el prefacio a la primera edición traducida al inglés de la Cuestión agraria, de Kautsky. Por último, desempeñó un papel crucial en el lanzamiento en 1973 de la principal revista en este campo: The Journal of Peasant Studies, del que fue uno de los tres editores fundadores 16. Sin embargo, no se mantuvo mucho tiempo en el cargo y durante décadas la revista sería editada por marxistas: Terence Byre, Henry Bernstein y Tom Brass.

Fueron varias las propuestas para explicar la persistencia de la agricultura campesina (y la moderna explotación familiar) en el seno del capitalismo. Pocos, ni siquiera Shanin, llegaron tan lejos como Chayanov, que propuso la existencia de un modo de producción campesino 17. El punto de vista más habitual entre los marxistas era que «es imposible especificar unas relaciones “campesinas” de producción inequívocas», dado que las condiciones para las explotaciones campesinas venían determinadas por la formación social global (por ejemplo, feudal o capitalista) dentro de la cual existían 18. Henry Bernstein argumentaba que los campesinos eran asalariados «disfrazados» que producían para un mercado que, a través de un mecanismo de intercambio desigual, les sustraía su excedente, de forma que solamente quedaba el equivalente a un salario. Una línea de pensamiento similar conectaba con Chayanov y Kautsky: el capital agrario huía del sector primario, en el que las economías de escala eran pequeñas y en el cual los campesinos, despreocupados de los beneficios, podían adquirir una posición de fuerza. En vez de ello se canalizaba a través de instituciones de crédito, industrias de procesado y la esfera de la distribución que absorbía los excedentes de los productores primarios. No solo el campesino o la agricultura a pequeña escala prosperaban bajo el capitalismo, sino que en este análisis superfuncionalista el agronegocio capitalista prefería tratar con pequeños productores (indefensos) 19.

Un enfoque distinto era referirse a «productores de mercancías simples». La «producción de mercancías simples» era vista como una forma de producción, definida por una doble especificación de la unidad de producción y la formación social, esto es, las relaciones de la unidad con la sociedad en su conjunto. De acuerdo con la interpretación de Harriet Friedmann, los «productores de mercancías simples» son unidades domésticas de producción totalmente integradas en una economía capitalista. Como modelo analítico, la explotación doméstica productora de mercancías simples está plenamente especializada y produce solamente para el mercado. Sus relaciones con el conjunto de la economía están basadas en el intercambio de mercancías, la movilidad de recursos y la competencia. Los «productores de mercancías simples» se adaptan a los precios de productos competitivos y al precio de otros factores, incluyendo niveles salariales, dado que emplean ocasionalmente asalariados y dado que los salarios no agrícolas debido a la movilidad de los factores determinan el coste de oportunidad del trabajo agrícola. El objetivo de cada unidad es la propia reproducción y la supervivencia como una unidad independiente e integrada de producción y consumo. Para lograrlo, tiene que ser competitiva y consagrarse a reducir costes. Según Friedmann, esta característica le proporciona una propensión a la inversión racional, la mecanización y el incremento de la productividad tan fuerte como la de las explotaciones capitalistas 20.

La influencia de Chayanov es obvia. Friedmann sostiene que la unidad de producción doméstica determina en su interior la distribución de las rentas totales entre el reemplazo del capital y el consumo personal y que, puesto que el beneficio no es un criterio de reproducción para la unidad, se reproducirá a sí misma a costes más bajos que las empresas capitalistas 21. Dadas sus ventajas en los costes y niveles técnicos similares, los «productores de mercancías simples» tendían, según Friedmann, a competir con éxito con productores agrícolas capitalistas a gran escala. Ella demostró que las granjas familiares del Medio Oeste estadounidense a finales del siglo xix expulsaron del negocio tanto a las grandes «bonanzas» trigueras americanas como a los Junker del este de Alemania 22. Estos agricultores familiares no eran campesinos según ella. Al contrario que los campesinos, se hallaban completamente «mercantilizados».

Una razón para que el debate original entre Lenin y Chayanov siguiese siendo importante era la fuerte influencia de Marx en el mundo académico occidental. El debate se articulaba en terminología marxista, que incluso utilizaba el chayanoviano Shanin. Mientras que Chayanov, cuando escribía en los años veinte, a pesar de ser discutible que se le pudiese definir como un economista marginalista, elaboró gran parte de sus escritos en términos leninistas, Shanin, de manera similar, buscó el apoyo de los escritos tardíos de Marx para sostener su opinión de que las aldeas campesinas rusas podrían perfectamente haber desempeñado un papel en la transformación hacia el socialismo sin pasar por una «fase» capitalista 23. Como indicaba la visión de Lehmann de unos estudios campesinos dominados por el «marxismo chayanoviano» y la clara influencia de Chayanov sobre, por ejemplo, las teorías de Friedmann, la distancia entre marxistas y populistas desde luego no excluía la influencia mutua 24.

Para los sociólogos que se centraban en el desarrollo en Europa occidental, estas contribuciones teóricas proporcionaban explicaciones a por qué la concentración al estilo industrial tampoco se desarrolló en la agricultura de la región. Tanto Friedmann como Djurfeldt trataron directamente la cuestión de por qué modalidades aparentemente arcaicas de unidades de producción, explotaciones familiares o campesinas, prosperaron dentro del capitalismo avanzado. De hecho, ha habido interpretaciones que sostienen que los pequeños productores (o incluso campesinos) sobrevivieron (si no prosperaron) también bajo el dominio de (ciertas formas de) socialismo 25.

Transformaciones temáticas dentro de y más allá de la tradición de los estudios campesinos

Los temas de estudio han cambiado. Si determinamos qué significan hoy en día los estudios de las sociedades contemporáneas rurales o campesinas de acuerdo con el contenido de dos de las principales publicaciones, emerge la siguiente imagen: 474 artículos originales fueron publicados en los últimos trece volúmenes (2005-2017) del Journal of Peasant Studies, dejando a un lado los ensayos bibliográficos. Esta revista se ocupa casi exclusivamente del Sur global. El tema dominante fueron los conflictos en torno a la propiedad de la tierra, los «nuevos enclosures» y las ocupaciones de tierras. El 34 por 100 de los artículos cubrían estos temas. Otros temas importantes eran los vinculados a cuestiones medioambientales (16 por 100 de los artículos); seguridad alimentaria, soberanía alimentaria y análisis de regímenes alimenticios (14 por 100); políticas de desarrollo (12 por 100); comercialización agrícola (11 por 100), y desigualdad, gobernanza (estatal y local) y expresiones políticas cotidianas y resistencia suponían cada una el 6-8 por 100 de los artículos. Las cuestiones de género y las migraciones estaban presentes, pero en un grado limitado. A principios de la primera década del siglo xxi bastantes artículos tenían contenido histórico o historiográfico.

En Sociologia Ruralis, que solamente de forma excepcional cubre otros continentes distintos a Europa, se publicaron 216 artículos originales en los últimos ocho volúmenes (2010-2017). Los dos temas más frecuentes fueron: soberanía, seguridad y regímenes alimentarios (18 por 100 del total), y cuestiones medioambientales (12 por 100). Otros temas habituales fueron identidad y migraciones, pero también política agrícola, agricultura multifuncional y conocimiento y ciencia vinculados a la agricultura y la ruralidad.

La semejanza que llama la atención entre las dos revistas es el predominio de estudios relacionados con la comida y de artículos dedicados a cuestiones medioambientales. Lindando con las anteriores, en Sociologia Ruralis se encuentran los estudios relacionados con la ética y el bienestar animal. Los estudios sobre ética, género, identidad grupal y política/resistencia cotidiana no es que sean abrumadoramente frecuentes ahora tampoco, pero también los medioambientales estaban casi ausentes en el periodo «clásico» 26. Por otra parte, los estudios sobre modos o formas de producción están hoy ausentes.

Los estudios sobre movimientos sociales y conflictos por la tierra expresan la continuidad de temas anteriores, pero los actuales se preocupan por los derechos más que por la política en el sentido tradicional, y la política como tal es entendida como «gobernanza». Ello es el reflejo de que los movimientos sociales actuales son diferentes de aquellos que movilizaban a los campesinos en los tres primeros cuartos del siglo xx. Los movimientos de hoy en día son o bien locales, centrados en causas específicas (contra un pantano, contra una planta nuclear), o bien nacionales o incluso transnacionales y centrados en las implicaciones del régimen alimentario emergente, en la soberanía alimentaria o, más ampliamente, en la antiglobalización 27. Sus objetivos han cambiado y parece que un movimiento social amplio como el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra brasileño (MST) no lucha por el poder político a través de la formación de un partido político o de una guerra de guerrillas, sino por ganar un espacio para su actuación autónoma. Para ello, tratan de formular y mediar su propia historia, y ello implica que están formulando su identidad 28.

Esto significa que la temática de los «movimientos sociales» ha cambiado. De manera similar, los problemas medioambientales se han hecho más agudos que en los años setenta. La producción y distribución de alimentos se ha reorganizado de nuevas formas con nuevas consecuencias. La agricultura capitalista organizada industrialmente a gran escala, que había perdido posiciones desde las crisis agrarias de los años ochenta del siglo xix y de los treinta del siglo xx, ha regresado con ímpetu 29. El capitalismo está penetrando el globo con más intensidad que antes y la apropiación de tierras en sus formas presentes específicas relacionadas con crisis alimentarias inmanentes y con la expansión del biocombustible también constituye un fenómeno novedoso. Todo ello significa cambios en las temáticas que se necesita analizar. Resumiendo, una causa del cambio en los contenidos de los estudios rurales es que los fenómenos mundiales objetivamente también han cambiado, como lo ha hecho la conducta de las sociedades y los pueblos.

El colapso del socialismo soviético influyó en el retroceso del marxismo en el mundo académico occidental 30. De manera similar, el aumento de las aportaciones de autores locales en regiones poscoloniales fomentó el auge de los estudios subalternos y ello supuso un cambio en las agendas de la investigación. Ambos sucesos representaban cambios materiales, pero, conectados con ellos, también se produjeron cambios epistemológicos y estos influyeron en las agendas de la investigación en los estudios rurales. Perspectivas vinculadas a conceptos del posmodernismo, el giro cultural y el constructivismo hicieron su entrada en los estudios rurales históricos y contemporáneos.

El cambio fue más gradual que repentino. Una enconada batalla epistemológica tuvo como escenario las páginas del Journal of Peasant Studies en los años noventa. Tom Brass era uno de los directores en aquel momento. En su condición de marxista ortodoxo se enfrentó a los enfoques «posmodernos», lamentando que las izquierdas remitiesen más a Foucault que a Marx. También luchó contra los «populistas» (chayanovianos) y proclamó que los autores posmodernos y subalternos habían reinventado el esencialismo campesino populista y eran responsables de que los campesinos estuviesen siendo «reconstituidos por el discurso académico simplemente como sujetos culturales emblemáticos de la identidad de género, étnica, regional o nacional». Quería decir, por ejemplo, que las nociones de resistencia cotidiana y armas de los débiles, publicadas por James Scott en 1985, iban en esa dirección. Brass manifestó su opinión publicando numerosísimos artículos redactados por él mismo en la revista que también dirigía. Con todo, sus páginas ya se habían abierto a los puntos de vista contrarios. Artículos en la línea de los estudios subalternos fueron publicados ya en los años setenta y Scott y Kerkvliet habían editado un número especial sobre las formas cotidianas de resistencia campesina en 1986 31. Los conflictos entre marxistas y «neopopulistas» en torno a cuestiones como, por ejemplo, la reforma agraria y las posibilidades de la agricultura campesina a pequeña escala han continuado bien entrado el nuevo milenio 32.

Existen varias continuidades entre la agenda de los estudios de los años setenta y la contemporánea. Los estudios sobre conflictos por la tierra, sin ir más lejos, no son nuevos. Fairbarn y otros denominan al conjunto de estudios sobre apropiación de la tierra desde aproximadamente 2005 «la tercera ola de los estudios sobre desposesión». La primera ola era la del habitual interés marxista (desde la publicación por Maurice Dobb de Estudios sobre el desarrollo del capitalismo en los cuarenta hasta el debate Brenner de los ochenta) por la desposesión mediante los cercamientos durante el desarrollo del capitalismo en Europa. Una segunda ola se ocupó de las desposesiones en el sur global en los años ochenta y noventa vinculada a nuevos movimientos políticos emergentes y a los «desplazamientos inducidos por el desarrollo» 33.

En segundo lugar, el punto de vista actual sobre los movimientos sociales y la resistencia actual no apareció de la nada. Según James Scott, el interés por las revoluciones campesinas y los levantamientos organizados de los años setenta estaba relacionado con la experiencia de la guerra de Vietnam. Desmarcándose, Scott subrayó las formas anárquicas no revolucionarias de la resistencia «cotidiana» campesina 34. Basándose en sus estudios sobre Asia suroriental, Scott más bien conectaba con el concepto de la economía moral de E. P. Thompson, que aplicó a los campesinos para desarrollar una especie de teoría política para el campesino chayanoviano. El enfoque de la economía moral sugería que los campesinos, que se concentraban en evitar riesgos y asegurar su subsistencia como otros grupos pobres, normalmente albergaban la opinión (y la expresaban enérgicamente si se veían presionados) de que la mera subsistencia era su derecho fundamental, que los superiores (el Estado) no podía permitirse arrebatarles 35. Esto estaba en relación con la búsqueda por parte de los campesinos de una autonomía (expresada para Scott en forma de su búsqueda de «lugares al margen de los Estados» en momentos en los que el poder del Estado se expandía) que más adelante formaría una base poderosa para los «nuevos» movimientos sociales que recientemente se están estudiando con tanta dedicación 36.

La lucha de los hogares campesinos por su autonomía es además la característica distintiva en la definición de Jan Douwe van der Ploeg de la «condición campesina». Un aspecto importante de esta búsqueda es la «construcción y mantenimiento de una base de recursos controlada por ellos mismos», y ello está relacionado con el desarrollo de relaciones con los mercados y, en general, con el mundo exterior bajo formas que permitan la máxima flexibilidad. Otro importante elemento de la definición de Ploeg es la «coproducción», que refleja la «interacción entre hombre y naturaleza» que también «moldea lo social en formas específicas: la naturaleza artesanal del proceso de producción, la centralidad del oficio y el predominio de las explotaciones familiares están íntimamente relacionadas con la coproducción y la coevolución del hombre y la naturaleza viva». No obstante, otro aspecto lo constituye el hecho de que los elementos de la base de recursos «no están separados en elementos opuestos y contradictorios (tales como trabajo y capital o trabajo mental y manual)». Los recursos «representan una unidad orgánica» y los equilibrios internos chayanovianos tienen gran importancia 37.

El análisis de Ploeg, por tanto, conecta directamente con la tradición chayanoviana, pero también con la corriente agroecológica que se ha desarrollado desde los años ochenta. Para Eduardo Sevilla Guzmán y Graham Woodgate, la ciencia de la agroecología no está separada de su política y su práctica, y en sus palabras «promueve la gestión ecológica de los sistemas biológicos a través de formas colectivas de acción social, que redirigen el curso de la coevolución entre naturaleza y sociedad para afrontar la crisis de la modernidad» 38. Ellos distinguen «tres dimensiones esenciales: productivo/ecológica, socioeconómica y sociocultural/política», y afirman que la totalidad de ellas «se construyen a partir de críticas de los sistemas industriales globalizados de producción, distribución y consumo de alimentos y fibras» 39. Reconstruyen una genealogía de su bagaje teórico y de los movimientos que se remonta al populismo ruso decimonónico. A día de hoy, por supuesto, esta perspectiva o escuela es notable dentro de la orientación ambientalista de los estudios rurales contemporáneos descrita anteriormente, unificándola tanto con la tradición chayanoviana como con la crítica clásica marxista al capitalismo.

Una última e importante continuidad se refiere al análisis de los regímenes alimentarios, que fue desarrollado a principios de los años ochenta por Friedmann (1982 y 1987) y más tarde llevado más lejos por ella misma y Philip McMichael. El «taller del mundo» británico dominaba el primer régimen alimentario de Friedmann. Los británicos sacrificaron su sector agrícola y, en cambio, presionaron a la baja los costes salariales industriales mediante la importación de alimentos baratos: grasas vegetales, frutas y estimulantes de colonias periféricas; trigo de colonias de poblamiento y de Estados Unidos. Las reglas institucionales (libre comercio y patrón oro) fueron establecidas de acuerdo con ello 40.

Con la Primera Guerra Mundial este régimen se hundió y en la estela de la crisis de entreguerras sectores agrícolas regulados con crecientes excedentes tomaron forma en el nuevo poder dominante, Estados Unidos, y en buena parte de Europa occidental. En el régimen alimentario de posguerra, el comercio estaba regulado y los excedentes de alimentos occidentales se transferían en forma de ayuda a los países en desarrollo. En el caso de determinados países (México, India, pero también España) se exportaron y se argumenta que estos países adquirieron un papel de clientes durante la Guerra Fría 41.

Con las crisis de los años setenta, el resquebrajamiento del hemisferio soviético y la renovada globalización, este segundo régimen alimentario desapareció y tomó forma otro diferente y muy cuestionado. Ahora los papeles principales los desempeñan corporaciones gigantes más que los Estados-nación y el panorama está escindido. Los alimentos caros se transportan por vía aérea a través del globo para surtir a hogares de alto poder adquisitivo; los productos a granel proporcionan una nutrición insuficiente o inapropiada a masas de pobres, y la obesidad coexiste con la desnutrición, al tiempo que el mercado de los biocarburantes compite con la producción de alimentos, una competencia manifestada en la apropiación de tierras. Tendencias contrarias tales como el movimiento slow food o el de la soberanía alimentaria emergen a su vez, en parte para ser apropiadas por las grandes cadenas transnacionales del sector alimentario como Tesco, Sainsbury y Wal-Mart 42.

Resulta interesante señalar que el concepto de régimen alimentario emana de estudios históricamente orientados de los años setenta. Está claro que el concepto de Friedmann está ligado a sus escritos de esa década sobre el establecimiento de los agricultores familiares en las llanuras norteamericanas a partir de 1870. Se convirtieron en actores dominantes en un mercado mundial del trigo establecido gracias a la revolución de los transportes, que abarató los fletes en las nuevas líneas de ferrocarril y los barcos a vapor transcontinentales, y formó la base del primer régimen alimentario.

El auge y caída (?) de una tradición de historia agraria dentro de la historia económica: el caso sueco

El interés por la historia agraria europea, que trataba sus aspectos económicos, demográficos y sociales, así como más concretamente la tecnología, los sistemas de cultivo y los rendimientos, afloró desde los años sesenta. The Agrarian History of Western Europe A.D. 500-1850, de Slicher van Bath, publicada en inglés en 1963, tuvo una enorme influencia 43. Bajo el liderazgo de este autor se estableció un Departamento de Historia Agraria en Wageningen y ya desde 1958 comenzaron a editarse una serie de estudios regionales de historia agraria fundamentalmente de los Países Bajos 44. En Gran Bretaña el creciente interés se manifestó con el comienzo, en 1967, de la publicación del impresionante esfuerzo colectivo que supuso The Agrarian History of England and Wales. Muchos historiadores económicos tomaron parte en él y el centro de interés lo constituía un periodo que se percibía como de intenso cambio agrario, en concreto el siglo xviii, cuando se afirmaba que había tenido lugar una «revolución agrícola». La British Agricultural History Review, que, como su equivalente alemán, venía editándose desde principios de los años cincuenta, había sido dominada por artículos tendentes a la «historia de la agronomía», pero cada vez más fue dedicándose a cuestiones de historia agraria-económica, y ya a mediados de esa década los artículos que empleaban la expresión «revolución agrícola» aparecieron en un número del buque insignia de la historia económica en Gran Bretaña, la Economic History Review 45. Historiadores económicos como Gordon Mingay y Eric Jones establecieron un nexo causal entre esta revolución agrícola y la revolución industrial. Los historiadores económicos británicos definieron la revolución agrícola como un periodo breve durante el cual la productividad y la producción agrícolas se incrementaron sustancialmente, aunque se sumaron interpretaciones más holísticas. El cambio hacia rotaciones más intensivas con menos barbecho y el cultivo de forrajeras en las tierras de cultivo se veía como su núcleo, pero también se ocuparon de mejoras estrictamente tecnológicas y muchos opinaban que los cercamientos parlamentarios (concentración y privatización del uso de la tierra) y el establecimiento del cultivo a gran escala por los nobles fue crucial como prerrequisito para que se produjesen esas transformaciones que incrementaron la productividad 46. Otros discrepaban y llevaban más atrás en el tiempo la revolución 47. La revolución agrícola y su relación con el progreso industrial se convirtió en un tema central en la historia económica del momento y a la altura de los años setenta se había incorporado a los libros de referencia de la época 48.

Algunos historiadores económicos, entre ellos representantes de la escuela de los Annales, se ocupaban de cambios o continuidades en periodos más extensos. Durante los años sesenta y setenta ocuparon el primer plano interpretaciones malthusianas de los grandes ciclos en el desarrollo demográfico y agrícola europeo inspiradas por los descubrimientos en los años treinta de Wilhelm Abel, entre otros. Más tarde los prosiguió Ladurie y el interés se volvió hacia la ruptura en el siglo xviii de este ciclo en el largo plazo, es decir, más o menos la era en la que se decía que se había dado la revolución agrícola 49.

Como en el caso del auge de los estudios campesinos en los años setenta, la expansión simultánea del interés por la historia agraria europea se puede conectar con la descolonización tras la guerra y con los acontecimientos en el sur global 50. Ciertamente el revival marxista tuvo su importancia. Supuso un momento decisivo el simposio sobre la transición del feudalismo al capitalismo organizado en 1954 como respuesta a Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, de Maurice Dobb, publicado en 1946 51. Dobb identificaba el feudalismo con la servidumbre (independientemente de la forma de la renta). De forma parecida a Lenin, subrayaba la diferenciación social de los campesinos, que se incrementaba cuando se suavizaban las cargas feudales tras las luchas en torno a la renta entre campesinos y señores. Dobb minimizaba la importancia de la influencia disolvente del comercio sobre el feudalismo, una tradición que Paul Sweezy había heredado del historiador belga Henri Pirenne 52.

La interpretación de Sweezy de la esfera de circulación conectaba con la escuela de la dependencia y el análisis del sistema mundial a los que se ha hecho alusión anteriormente. Se enfrentó a ella Robert Brenner, que enfatizó la importancia de las relaciones internas de clase dentro de un marco comparado de regiones europeas en función de su desarrollo. Brenner también se oponía a las interpretaciones de base malthusiana propuestas, por ejemplo, por Emmanuel Le Roy Ladurie 53.

El desarrollo agrícola sigue siendo debatido en el seno de la historia económica, pero mientras el interés en general en la historia rural y agraria ha crecido, con nuevos congresos, revistas y programas de investigación plurinacionales, resulta evidente que el enfoque desde la historia económica ocupa un lugar menos preeminente en ese ámbito que antes. En cambio, otros objetos, estudios medioambientales, políticos y de patrimonio cultural se han expandido.

Este auge y declive relativo de la interpretación de la historia agraria desde la historia económica ha tenido lugar en muchos países. Suecia constituye, en mi opinión, un caso particularmente evidente, y esa trayectoria probablemente haya tenido que ver con el hecho de que los departamentos autónomos de historia económica se fundaron en las universidades suecas en los años cincuenta, mientras en otros países eran muy poco frecuentes, salvo en Gran Bretaña.

Hasta finales de los años cincuenta, la historia agraria en Suecia había estado dominada por geógrafos históricos dedicados a la interpretación de colecciones únicas de mapas de explotaciones y aldeas del siglo xvii y por etnólogos (en la tradición de la Volkskunde alemana) que estudiaban las estructuras de ocupación, las prácticas agrícolas y los aperos. El objetivo de los etnólogos era preservar el conocimiento de antiguas tradiciones amenazadas por la modernización 54. Al igual que los geógrafos, estaban interesados en el funcionamiento de la sociedad preindustrial más que en su desarrollo diacrónico. La relación entre capitalismo industrial y cultura campesina era para ellos un punto de partida más que un tema de investigación. Este programa decayó a partir de finales de los cincuenta.

El interés de los historiadores económicos, por el contrario, se centraba en el cambio. Los historiadores económicos agrarios de los setenta, al igual que sus escasos predecesores de finales de los cincuenta y de los años sesenta, utilizaban fuentes documentales escritas y la mayor parte de sus numerosas tesis se ocupaban en localidades o regiones concretas. Se centraban en la época de finales del siglo xviii y principios del xix y en cómo se habían desarrollado internamente las precondiciones para el avance industrial en la sociedad rural preindustrial 55.

Desafiaban percepciones previas que habían generalizado una visión en tonos sombríos de la sociedad rural en Suecia anterior al siglo xix, dominada por regulaciones mercantilistas destructivas y un campesinado libre en términos comparativos, pero atrasado, cuyas posibles aspiraciones emprendedoras eran bloqueadas en la práctica por el gobierno colectivo de las comunidades aldeanas en las que se agrupaban. Eli Heckscher, el «padre» de la historia económica sueca, había proclamado que Suecia «había tenido que pagar por la ventaja de contar con un campesinado libre el precio de un gran atraso en tecnología agrícola y, en consecuencia, un peor nivel de consumo de alimentos para la población en general de lo que de otra forma hubiese sido posible» 56. A esta idea de una «opresión progresiva» se opuso la generación de los años setenta.

La fuerte corriente marxista en la vida académica europea desde finales de los sesenta tuvo una gran influencia. El estudio regional de Lars Herlitz describía Suecia como una sociedad feudal, aunque gran parte del campesinado fuesen pequeños propietarios. Mostraba cómo la presión de rentas e impuestos sobre las pequeñas propiedades disminuía y lo interpretó en términos marxistas en el sentido de que los campesinos retenían una parte creciente del excedente invertible más allá de las necesidades de reproducción. Continuó mostrando que la roturación de tierras y el incremento de la producción eran mayores en las pequeñas propiedades que en las tierras nobiliarias cultivadas por colonos que no experimentaban una caída en las rentas. En consecuencia, la limitación de la expansión feudal y la reducción de la renta feudal eran vistas como un claro elemento promotor del desarrollo económico 57. El estudio de Herlitz fue seguido por muchos más a finales de los setenta y principios de los ochenta. En su gran mayoría compartían la idea de unos campesinos progresistas que más o menos se habían transformado a sí mismos en agricultores capitalistas.

El término «revolución agrícola» había sido empleado en el periodo de entreguerras por un etnólogo y un geógrafo para referirse a los cercamientos radicales del siglo xix que tuvieron un fuerte impacto en las estructuras de ocupación y en los sistemas de cultivo 58. Distinguían entre un «antes» y un «después» de la revolución, sin ninguna perspectiva diacrónica. La versión dinámica británica del concepto fue adoptada por Christer Winberg en 1975 y popularizada en un libro de texto por Fridholm, Isacson y Magnusson (1976), que la vinculaban al avance industrial. Isacson y Magnusson pronto conectaron con el influyente debate internacional sobre la protoindustrialización. Establecieron contactos con investigadores alemanes sobre el tema y publicaron un libro sobre la protoindustria escandinava en 1987 59. Se adhirieron a la hipótesis de que la protoindustria preparó el camino para la industrialización «propiamente dicha» 60 y argumentaron que los campesinos acomodados habían acumulado capital y que la expansión agraria había creado mercados tanto para capital como para bienes de consumo. Subrayaron el dinamismo asociado al debilitamiento de los vínculos feudales, con rentas en declive que habían entrañado crecientes fondos para invertir entre los campesinos, de modo que la producción pudiese aumentar a través de la roturación y de nuevas rotaciones más intensivas. Esto habría llevado, defendían, a un proceso de acumulación, de modo que los excedentes retenidos por los campesinos se incrementarían todavía más. Siguiendo a Dobb, insistían en la diferenciación social desarrollada con el incremento de la producción.

De los numerosos estudios que siguieron, la tesis de Carl-Johan Gadd de 1983 fue la más influyente. Conectaba con la teoría de Ester Boserup de los vínculos entre presión demográfica, intensificación, duración de los barbechos y tecnología. Gadd se centraba en la agricultura familiar campesina y mostraba unos fuertes incrementos de producción y productividad como consecuencia de un uso más intensivo de la tierra, pero también problemas ecológicos derivados de unas roturaciones que se concentraban desequilibradamente en el cultivo de cereales. Más tarde fue el autor de la síntesis de referencia de la historia agraria sueca de los siglos xviii y xix en el tercer volumen de la Historia agraria de Suecia. Significativamente, recibió el título de Den agrara revolutionen (La revolución agrícola) 61.

Mientras los historiadores económicos suecos que se dedicaban a la historia agraria en los setenta y ochenta estaban influidos por corrientes marxistas, pocos de ellos repararon en los desafíos planteados por la recuperación de Chayanov. Medick utilizó a Chayanov para analizar el hogar protoindustrial 62, pero ni los suecos que escribían sobre la protoindustria ni la mayoría de los que publicaban sobre historia agraria lo hicieron 63. Es probable que ese hecho se debiera a que el proyecto de investigación sueco de historia económica e historia agraria terminaba a grandes rasgos con la industrialización y raras veces se trataba el periodo posterior a finales del siglo xix.

En la década de los ochenta decayó la ola de historia económico-agraria sueca centrada en el periodo entre el final del xviii y los inicios del xix. La influencia marxiana disminuyó. El debate Brenner tuvo poca incidencia entre los historiadores (económicos) suecos. La tesis de Brenner manejaba una definición restrictiva de «campesinos» que excluía su participación en trayectorias de desarrollo 64. La agenda de la generación de los setenta y ochenta en Suecia era la opuesta: mostrar cómo los campesinados podían transformarse en agricultores emprendedores. Así, aunque los historiadores económicos suecos de esas décadas pueden ser situados en la tradición marxista en la lista de Shanin de conceptualizaciones del campesinado, reinaba la duda entre ellos sobre hacia qué podían evolucionar los campesinos 65.

Aparte de la historia económica británica y los historiadores alemanes de la protoindustrialización, la inspiración ciertamente vino de la tradición francesa de los Annales. Duby, Ladurie y Braudel fueron muy leídos, mayoritariamente en forma de traducciones, ya que el francés, al igual que el alemán, estaban en retroceso como idiomas académicos en Suecia 66. Con algunas excepciones, se trató de una influencia tardía que contribuyó más a disolver el programa de los años setenta que a redefinirlo. Hacia finales de los ochenta, los historiadores (económicos) suecos comenzaron a ocuparse de la agricultura en la era industrial de finales del xix y principios del xx. Por entonces, los conceptos de la teoría campesina empezaron a ganar relevancia y tanto Djurfeldt como Morell presentaron interpretaciones inspiradas en Chayanov del desarrollo rural en Suecia durante el siglo xx. Sommestad exploró las relaciones de género, que habían sido descuidadas por la ola de historia agraria de los setenta y ochenta. Las investigaciones en la historia agraria de Suecia durante la era industrial fueron resumidas y sintetizadas en el cuarto volumen de la historia agraria de Suecia a cargo de Morell 67.

En la Universidad de Lund tuvo lugar durante los primeros años del milenio una renovación de la visión de las transformaciones agrícolas de finales del siglo xviii y principios del xix 68. Hay más excepciones, como que historiadores económicos hayan estudiado el desarrollo rural en algunos países africanos y latinoamericanos desde finales de los ochenta hasta el día de hoy, pero en términos generales la agricultura ha terminado desempeñando un papel reducido en la historia económica sueca, al igual que sucede a escala internacional. En cambio, a través del establecimiento a mediados de los noventa de una cátedra interdisciplinar de historia agraria en la Sveriges lantbruksuniversitet (Universidad de Agricultura de Suecia) se ha creado un nuevo escenario. Desde entonces la historia agraria en Suecia se ha diversificado temáticamente. En parte, esa diversificación constituye un reflejo del hecho de que los componentes de la sección de historia agraria de dicho centro provenían de muy variadas disciplinas, incluyendo historia del arte, agronomía, biología, arqueología, etnología y geografía.

Llegados a inicios de los 2000, el concepto de revolución agrícola sigue preocupando a los historiadores agrarios suecos. Un examen más atento revela que el término es utilizado en un sentido más bien metafórico. En muchos casos parece connotar una era más que un proceso, en concreto (justamente como para los etnólogos y geógrafos de entreguerras) el periodo de los cercamientos radicales en el siglo xix. No se debate apenas sobre los efectos sociales ni económicos ni sobre las causas de la revolución.

De veinte proyectos de tesis en historia agraria comenzados desde 1994, ninguno trata específicamente la revolución agrícola, aunque varios de ellos cubren el periodo en el que se supone que tuvo lugar. Las tesis se han centrado más bien en ciertos temas o fenómenos, a veces durante un periodo bastante largo (una estudia los pastos de verano y la trashumancia desde el siglo xvi hasta la actualidad): seis se han ocupado de sistemas de cultivo y estructuras de ocupación o de cercado empleando varios tipos de mapas catastrales; cuatro, de aspectos específicos de la ganadería, por ejemplo, la incidencia del maltrato a los animales; un par de tesis han tratado la horticultura, una la horticultura en el siglo xx y otra el predominio de las huertas en el paisaje previo a la revolución agrícola; un par de proyectos han investigado problemas ecológicos o de patrimonio cultural actuales, y otros dos la tecnología agrícola (en concreto, la tractorización y el uso del hierro en los arados medievales). Solo un proyecto trataba el desarrollo de la producción agrícola en los siglos xvi y xvii, y solo uno se ocupaba de cuestiones sociales específicamente.

Una explicación parcial para esta tendencia la constituye la fuerte influencia de los geógrafos históricos. Otra, la apertura de las agendas educativa e investigadora medioambiental y de patrimonio cultural. Esto era el reflejo del lanzamiento de programas medioambientales y de patrimonio cultural en la Unión Europea a mediados de los noventa, que crearon un mercado para enseñar a las administraciones locales formas más antiguas de los paisajes rurales. Quizá sea también el reflejo de que una idea programática para enfrentarse a ciertos elementos relacionados con la agricultura de un modo acumulativo, parecido al viejo enfoque etnológico, que hasta cierto punto ha marcado la agenda investigadora en la sección de historia agraria de la Universidad de Agricultura durante sus veinticuatro años de existencia.

En un contexto comparativo, lo que posiblemente caracteriza al caso sueco es el enfoque inusualmente marxista en la revolución agrícola durante los años setenta y primeros ochenta (el concepto prácticamente no se utilizaba en absoluto en los vecinos países escandinavos) y el escaso interés antes de los noventa en las tendencias más recientes del mundo rural. El tránsito desde la historia agraria económica hacia una agenda mucho más variada que incluye no solo cuestiones sociales, sino también ecológicas, de patrimonio cultural e identitarias, parece, sin embargo, general a nivel internacional. No puede ser una coincidencia que mientras la comunidad internacional de historiadores económicos normalmente hablaba (y sigue haciéndolo) de historia agraria, que evoca un regusto de sector de la economía, las conferencias paneuropeas celebradas desde 2010 llevan la rúbrica de conferencias de historia rural, incitando a acoger agendas mucho más culturales y sociales.

Conclusiones

En los años sesenta y setenta emergió una potente tendencia internacional de estudios sobre el desarrollo que incluía los estudios sobre el campesinado en los países en desarrollo del tercer mundo, en los que la agricultura seguía siendo el sector económico principal y la fuente de la supervivencia de la población. El creciente interés entre los sociólogos, economistas, historiadores y antropólogos occidentales se vinculaba a la descolonización y a los movimientos de liberación nacional y guerras con participación de los campesinos.

Aparecieron dos coberturas teóricas. Una era marxista y reflejaba tanto el legado soviético como la fortaleza del marxismo en la vida académica en los países occidentales en aquellas décadas. La teoría marxista del desarrollo de los sesenta tenía conexiones con la teoría de la dependencia latinoamericana y raíces en las teorías de finales del siglo xix y principios del xx sobre la transformación de la Rusia mayoritariamente campesina. La segunda se originó fundamentalmente en los debates de los economistas rusos sobre las perspectivas de que los campesinos se mantuviesen como una clase y un elemento productivo dentro del Estado moderno, así como sobre la relación del campesinado con el capitalismo (y el socialismo). Este segundo enfoque teórico, cuya cabeza visible era Chayanov, fue divulgado en Occidente a partir de 1966. Muchos trabajos, tanto teóricos como prácticos, se insertaban en un debate en marcha entre la tesis marxista de que los campesinos se disolverían y desaparecerían durante el capitalismo y la chayanovista, según la cual sobrevivirían y prosperarían. En última instancia, estos estudios dilucidaban la compatibilidad de los campesinos (o la moderna agricultura familiar) con el capitalismo.

A la altura de los años ochenta, este tipo de estudios comenzaron a desaparecer o bien a cambiar de perspectiva, y tras un largo proceso los estudios rurales se preocupan mayoritariamente de la apropiación de tierras, la soberanía alimentaria, los regímenes alimentarios globales, la degradación medioambiental, enfoques de identidad local o de género y nuevos tipos de movimiento social que luchan por la autonomía más que por el poder gubernamental.

Las razones son múltiples. Por un lado, se han producido transformaciones reales en temas medioambientales. El capitalismo global ahora penetra la totalidad de las regiones del planeta; el comercio global de alimentos alcanza a todas partes. Por añadidura, ha tenido lugar un cambio epistemológico. El marxismo lleva treinta años en retirada en las universidades occidentales. El giro cultural, métodos y visiones del mundo y del conocimiento relacionadas con el constructivismo se han abierto camino en gran parte de la investigación social. Ha cambiado así la perspectiva de qué estudiar y con qué métodos. Un examen más detallado detecta, sin embargo, muchas continuidades desde los años setenta: nuevas visiones sobre los movimientos sociales que comenzaron a desarrollarse tempranamente; el análisis del régimen alimentario que tiene su origen al menos en los años ochenta; los enfoques de soberanía alimentaria; los debates sobre los «nuevos campesinados»; y la incorporación de la preocupación medioambiental. Todo ello tiene vínculos con el chayanovismo, mientras la influencia marxista es visible en la contundente crítica contra la globalización capitalista.

El desarrollo es similar en los estudios históricos. En el caso sueco, una tradición previa de estudios sobre las sociedades rurales preindustriales, que buscaba entender su funcionamiento antes de la irrupción de la modernidad, fue reemplazada en los setenta por estudios de inspiración marxista que se centraban en el rol de los actores rurales en el proceso de cambio hacia la modernización y la industrialización y también por trabajos relacionados con el debate sobre la transición del feudalismo al capitalismo. Como mínimo desde los noventa, este tipo de estudios ha sido a su vez reemplazado por trabajos que tienden a describir continuidades en las sociedades preindustriales, más que a analizar procesos de cambios. Del mismo modo, a escala internacional, muchos estudios se ocupan (en la estela de las crecientes preocupaciones medioambientales) del funcionamiento y la resiliencia, es decir, esencialmente de las continuidades dentro de las sociedades preindustriales (o posindustriales), antes que de los procesos de cambio que sufrían. Simplificando, podría afirmarse que la historia rural dio comienzo como estudios centrados en la continuidad, entró en un periodo más interesado por el cambio, pero ha vuelto al estudio de la continuidad.

[Traducción del inglés: Miguel Cabo Villaverde]


* La investigación para este artículo ha sido financiada mediante una ayuda de la fundación para la investigación del Handelsbanken (P 11-0151). Agradezco los comentarios y sugerencias de Alba Díaz-Geada, Jose-Miguel Lana, Ildikó Asztalos Morell y los dos evaluadores anónimos. Los posibles errores son de mi exclusiva responsabilidad.

1 Teodor Shanin: «Peasantry. Delineation of a Sociological Concept and a Field of Study», European Journal of Sociology, 12, 2 (1971), pp. 289-300, esp. p. 289. Las listas de contenidos de los volúmenes iniciales de Sociologia Ruralis, la revista de la Asociación Europea de Sociología Rural que comenzó a publicarse en 1960, enumeran artículos que se centran bien en la práctica agrícola bien en cuestiones prácticas de la comunidad rural (salud, servicios, educación, etc.) en sociedades contemporáneas de Europa occidental.

2 Robert Redfield: Peasant Society and Peasant Culture, Chicago, University of Chicago Press, 1956, pp. 33 y 35-39.

3 Eric Wolf: Peasants, New Jersey, Prentice-Hall, 1966.

4 Göran Djurfeldt: Gods och gårdar. Jordbruket i sociologiskt perspektiv, Lund, Arkiv, 1994, pp. 91-92.

5 Paul Baran: Utvecklingens politiska ekonomi, Estocolmo, Zenit, 1971 [1.ª ed., 1957]; André Gunder Frank: «The Development of Underdevelopment», Monthly Review Press, 18, 4 (1966), pp. 17-31, e Immanuel Wallerstein: The Modern World System, vol. I, Capitalist Agriculture and the Origins of the European World-Economy in the Sixteenth Century, Nueva York, Academic Press, 1974.

6 Eric Wolf: Europe and the People without History, Los Ángeles, University of California Press, 1997, p. 23 [1.ª ed., 1982].

7 Joseph Nou: Studies in the Development of Agricultural Economics in Europe, Uppsala, s. e., 1967, pp. 455-493, y Teodor Shanin: «Peasantry...», p. 292.

8 Teodor Shanin: «Peasantry...».

9 Teodor Shanin: Russia as a «Developing Society», vol. I, The Roots of Otherness: Russia’s Turn of the Century, Londres, MacMillan, 1986 [1.ª ed., 1985]. Cfr. Andrew Coulson: «The Agrarian Question: The Scholarship of David Mitrany Revisited», Journal of Peasant Studies, 41, 3 (2014), pp. 405-419.

10 Alexander Chayanov: The Theory of Peasant Economy, edición de Daniel Thorner, Basile H. Kerblay y Robert Ernest F. Smith, con un prefacio de Teodor Shanin, Madison, University of Wisconsin Press, 1986. Cfr. Göran Djurfeldt: «What Happened to the Agrarian Bourgeoisie and Rural Proletariat under Monopoly Capitalism?», Acta Sociologica, 24, 3 (1981), pp. 167-191. Sobre el problema de la falta de un mercado de trabajo véase Utsa Patnaik: «Neo-Populism and Marxism: The Chayanovian View of the Agrarian Question and Its Fundamental Fallacy», Journal of Peasant Studies, 6, 4 (1979), pp. 375-420. Esta división del trabajo entre productores primarios domésticos y unidades de procesado a gran escala controladas cooperativamente se materializó en muchos casos, quizá de forma más notable en Dinamarca. Véase, por ejemplo, Flemming Just: «The Scandinavian Food System between Organization and State», en Sven-Olof Olsson (ed.): Managing Crises and De-Globalization. Nordic Foreign Trade and Exchange, 1919-1939, Londres, Routledge, 2009, pp. 121-136.

11 Karl Kautsky: The Agrarian Question, vol. I, Londres, Zwan, 1988 [1.ª ed., 1899]. Cfr. Göran Djurfeldt: «What Happened...».

12 Athar Hussain y Keith Tribe: Marxism and the Agrarian Question, Londres, MacMillan, 1983. Cfr. Hamza Alavi y Teodor Shanin: «Introduction», en Karl Kautsky: The Agrarian Question, vol. I, Londres, Zwan, 1988.

13 Göran Djurfeldt: Gods och gårdar... Véase también Henry Bernstein y Terence Byres: «From Peasant Studies to Agrarian Change», Journal of Agrarian Change, 1, 1 (2001) pp. 1-56, esp. p. 8.

14 Teodor Shanin: The Awkward Class, Oxford, Clarendon Press, 1972; íd.: Russia as a «Developing..., e íd.: Russia, 1905-1907: Revolution as a Moment of Truth. The Roots of Otherness: Russia’s Turn of Century, vol. 2, Londres, MacMillan, 1986.

15 Teodor Shanin (ed.): Peasants and Peasant Societies, Harmondsworth, Penguin, 1988, pp. 3-5 [1.ª ed., 1971].

16 Según Brass remitiendo al editor Frank Cass, Shanin fue el actor crucial detrás del lanzamiento de la revista. Véase Tom Brass: «The Journal of Peasant Studies: The Third Decade», Journal of Peasant Studies, 32, 1 (2005), pp. 153-241.

17 Teodor Shanin: Russia as a «Developing..., p. 168.

18 Judith Ennew, Paul Hirst y Keith Tribe: «“Peasantry” as an Economic Category», Journal of Peasant Studies, 4, 4 (1977), pp. 295-322 esp. pp. 310 y 319.

19 La visión de Bernstein en Henry Bernstein: «African Peasantries: A Theoretical Framework», Journal of Peasant Studies 6, 4 (1979), pp. 421-443. Para el resto véanse, por ejemplo, Kostas Vergopoulos: «Capitalism and Peasant Productivity», Journal of Peasant Studies, 5, 4 (1978), pp. 446-465, y Göran Djurfeldt: «What Happened...».

20 Harriett Friedmann: «World Market, State and Family Farm: Social Base of Household Production in the Era of Wage Labour», Comparative Studies of Society and History, 20, 4 (1978), pp. 545-586, esp. pp. 553-554, e íd.: «Household Production and the National Economy: Concepts for the Analysis of Agrarian Formations», Journal of Peasant Studies, 7, 2 (1980), pp. 158-184.

21 Aparte de las relaciones patriarcales dentro de la unidad, ninguna relación productiva de explotación que generase plusvalía intervenía en el proceso de trabajo, ya que aquellos a cargo de la unidad y aquellos que trabajaban eran las mismas personas. Véase Harriet Friedmann: «Household Production...», pp. 169-170 y 172-174. Las relaciones intradomésticas relativas a género y generaciones siguieron siendo una caja negra en los análisis tanto marxianos como chayanovianos a lo largo de los años setenta.

22 Harriet Friedmann: «World Market...», pp. 556-568; reelaborado en Harriet Friedmann: «The Family Farm and the International Food Regimes», en Teodor Shanin (ed.): Peasants and Peasant Societies, 2.ª ed., Harmondsworth, Penguin, 1988, pp. 247-258.

23 Teodor Shanin: «Marx, Marxism and the Agrarian Question: I Marx and the Peasant Commune», History Workshop Journal, 12, 1 (1981), pp. 108-128, e íd.: Late Marx and the Russian road. Marx and the Peripheries of Capitalism, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1983.

24 David Lehmann: «Two Paths of Agrarian Capitalism, or a Critique of Chayanovian Marxism», Comparative Studies in Society and History, 28, 4 (1986), pp. 601-627.

25 Ivan Szelényi: Socialist Entrepreneurs. Embourgeoisement in Rural Hungary, Madison, University of Wisconsin Press, 1988, e Ildikó Asztalos Morell: Emancipation’s Dead-End Roads? Studies in the Formation and Development of the Hungarian Model for Agriculture and Gender (1956-1989), Uppsala, Uppsala University, 1999.

26 Henry Bernstein y Terence Byres: «From Peasant Studies...», pp. 23, 28 y 33.

27 Saturnino M. Borras Jr.: «Agrarian Change and Peasant Studies: Changes, Continuities and Challenges. An Introduction», Journal of Peasant Studies, 36, 1 (2009), pp. 5-31.

28 Markus Lundström: The Making of Resistance: Brazil’s Landless Movement and Narrative Enactment, Cham, Springer, 2017.

29 Véase, por ejemplo, Jan Doewe van der Ploeg: The New Peasantries: Struggles for Autonomy and Sustainability in an Era of Empire and Globalization, Londres, Earthscan, 2008.

30 Cfr. Saturnino M. Borras Jr.: «Agrarian Change...», p. 5.

31 Tom Brass: « The Journal of Peasant Studies...», p. 161-167 (la cita en la p. 162), y James C. Scott y Benedict J. Kerkvliet (eds.): Everyday Forms of Peasant Resistance in South-East Asia, Londres, Routledge, 1986.

32 Véanse las reacciones críticas al alegato en favor de las reformas agrarias africanas en Keith Griffin, Azizur Rahman Khan y Amy Ickowitz: «Poverty and the Distribution of Land», Journal of Agrarian Change 2, 3 (2002), pp. 279-330, por parte de John Sender y Deborah Johnston: «Searching for a Weapon of Mass Production in Rural Africa: Unconvincing Arguments for Land Reform», Journal of Agrarian Change, 4, 1-2 (2003), pp. 142-164, y Terence J. Byres: «Neo-Classical Neo-Populism 25 Years on: Déjà Vu and Déja Passé. Towards a Critique», Journal of Agrarian Change, 4, 1-2 (2003), pp. 17-44.

33 Madelaine Fairbarn: «Introduction: New Directions in Agrarian Political Economy», Journal of Peasant Studies, 41, 5 (2014), pp. 653-666. Cfr. Maurice Dobb: Studies in the Development of Capitalism, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1978 [1.ª ed., 1946], y Trevor Aston y Charles Philpin (eds.): The Brenner Debate: Agrarian Class Structure and Economic Development in Pre-Industrial Europe, Cambridge, Cambridge University Press, 1985.

34 Si este tipo de resistencia era «primitiva», Scott se esfuerza por no dar a entender, como sí cree que hace Hobsbawm, que era «atrasada» y más tarde daría lugar a «formas más complejas». Véase James Scott: Weapons of the Weak, Everyday Forms of Peasant Resistance, New Haven, Yale University Press, 1985, caps. 2 y 8, esp. p. 273. Cfr. Eric J. Hobsbawm: Primitive Rebels, Manchester, Manchester University Press, 1974 [1.ª ed., 1959].

35 James Scott: The Moral Economy of the Peasant. Rebellion and Subsistence in Southeast Asia, New Haven, Yale University Press, 1976, esp. p. 33.

36 James Scott: The Art of Not Being Governed: An Anarchist History of Upland Southeast Asia, New Haven, Yale University Press, 1990, esp. p. 13.

37 Jan Doewe van der Ploeg: The New Peasantries..., cap. 2 (las citas en pp. 25 y 24).

38 Eduardo Sevilla Guzmán y Graham Woodgate: «Acroecology: Foundations in Agrarian Social Thought and Sociological Theory», Agroecology and Sustainable Food Systems, 37, 1 (2013), pp. 32-44. La primera cita en Eduardo Sevilla Guzmán y Graham Woodgate: «Sustainable Rural Development: From Industrial Agriculture to Agroecology», en Michael Redclift y Graham Woodgate: The International Handbook of Environmental Sociology, Cheltenham, Edward Elgar, 1997, pp. 83-100, esp. pp. 93-94.

39 Eduardo Sevilla Guzmán y Graham Woodgate: «Agroecology...», p. 33.

40 Harriet Friedmann: «The Family Farm...», pp. 251-252.

41 Harriet Friedmann: «The Political Economy of Food: The Rise and Fall of the Postwar International Food Order», American Journal of Sociology, 88 (1982), pp. 248-286; Harriet Friedmann: «The Family Farm...», pp. 252-254; Harriet Friedmann y Philip McMichael: «Agriculture and the State System: The Rise and Decline of National Agriculture, 1870 to the Present», Sociologia Ruralis, 29, 2 (1989), pp. 93-117, y Philip McMichael: «A Food Regime Genealogy», Journal of Peasant Studies, 36, 1 (2009), pp. 139-169, esp. pp. 145-146. Cfr. Ana Cabana y Alba Díaz-Geada: «Exploring Modernization. Agrarian Fascism in Rural Spain, 1936-1951», en Lourenzo Fernández Prieto, Juan Pan-Montojo y Miguel Cabo (eds.): Agriculture in the Age of Fascism, Turnhout, Brepols, 2014, pp. 189-218.

42 Philip McMichael: «A Food Regime...», pp. 146-154.

43 Bernard Slicher van Bath: The Agrarian History of Western Europe A.D. 500-1800, Londres, Edward Arnold, 1963.

44 Afdelning Agrarische Geshiedenis y sus series A.A.G. Bijdragen.

45 Robert A. C. Parker: «Coke of Norfolk and the Agricultural Revolution», Economic History Review, 8, 2 (1955), pp. 156-166.

46 Gordon Mingay: «The “Agricultural Revolution” in English History: A Reconsideration», Agricultural History, 37, 3 (1963), pp. 123-133; Jonathan D. Chambers y Gordon Mingay: The Agricultural Revolution, 1750-1880, Londres, B. T. Batsford, 1966, y Mark Overton: Agricultural Revolution in England, Cambridge, Cambridge University Press, 1996. Esta interpretación se remontaba a Rowland Earnle: English Farming Past and Present, Cambridge, Cambridge University press, 2013 [1.ª ed., 1912], e indirectamente a Arthur Young. Véase Robert Allen: «Tracking the Agricultural Revolution in England», Economic History Review, 52, 2 (1999), pp. 209-235.

47 Eric Kerridge: The Agricultural Revolution, Londres, Alleen & Unwin, 1967; Robert Allen: Enclosure and the Yeoman, Oxford, Oxford University Press, 1992, e íd.: «Tracking the Agricultural...».

48 Véase, por ejemplo, Paul Bairoch: «Agriculture and the Industrial Revolution», en Carlo M. Cipolla (ed.): The Fontana Economic History of Europe, vol. 3, The Industrial Revolution, Londres, Collins/Fontana, 1973, pp. 452-506. Bairoch trazaba el origen del concepto hasta Marx.

49 Wilhelm Abel: Agricultural Fluctuations in Europe from the Thirteenth to the Twentieth Century, Londres, Methuen, 1980 [1.ª ed., 1935], y Emmanuel Le Roy Ladurie: The Peasants of Languedoc, Urbana, University of Illinois Press, 1980 [1.ª ed., 1966].

50 Carl-Johan Gadd y Ulf Jonsson: «Agrarian History as a Sub-Field of Swedish Economic History», Scandinavian Economic History Review, 38, 2 (1990), pp. 18-30, esp. pp. 19-20.

51 Maurice Dobb: Studies in the Development..., y Rodney Hilton (ed.): The Transition from Feudalism to Capitalism, Londres, NLB, 1976.

52 Henri Pirenne: The Economic and Social History of Medieval Europe, Londres, K. Paul, Trenc, Trubner & co., 1936.

53 Robert Brenner: «Agrarian Class Structure and Economic Development in Pre-Industrial Europe», Past and Present, 70 (1976), pp. 30-74, e íd.: «The Origins of Capitalist Development: A Critique of Neo-Smithian Marxism», New Left Review, 104 (1977), pp. 25-92.

54 Janken Myrdal: «Agrarhistoriens ämnesbyte», en Anders Perlinge (ed.): Janken Myrdal: Landbon, ladan och lagen och hägnaderna, arbetstiden och bygdelaget samt ytterligare 20 agrarhistoriska artiklar, Estocolmo, KSLA, pp. 27-35. Los etnólogos suecos encajan en las conceptualizaciones del campesinado descritas en Teodor Shanin: «Peasantry...», p. 292, originadas en la etnografía de Europa oriental y en la antropología occidental, y acercándose a los «campesinos como representantes de una tradición nacional anterior preservada a través de un “desfase cultural” por la inercia típica de las sociedades campesinas».

55 Una presentación de conjunto de las principales obras de historia económica sobre historia agraria en Suecia hasta finales de los años ochenta se puede encontrar en Carl-Johan Gadd y Ulf Jonsson: «Agrarian History...».

56 Eli Heckscher: Sveriges ekonomiska historia från Gustav Vasa, vol. II:1, Estocolmo, Bonniers, 1949, p. 201.

57 Lars Helitz: Jordegendom och ränta, Gotemburgo, Göteborgs Universitet, 1974.

58 Åke Campbell: Skånska bygder under förra hälften av 1700-talet, Uppsala, ­A.-b. Lundequisska bokhandeln, 1928, y Gunnar Lindgren: «Odlingssystemen i Västergötland före den agrara revolutionen», Ymer (1937), pp. 77-84.

59 Christer Winberg: Folkökning och proletarisering, Gotemburgo, E. & B. Förlaget, 1975; Merike Fridholm, Maths Isacson y Lars Magnusson: Industrialismens rötter. Om förutsättningarna för den industriella revolutionen i Sverige, Estocolmo, Prisma, 1976, y Maths Isacson y Lars Magnusson: Proto-industrialisation in Scandinavia, Leamington Spa, Berg, 1987.

60 Peter Kriedte, Hans Medick y Jürgen Schlumbohm: Industrialization before industrialization, Cambridge, Cambridge University Press, 1981, pp. 141-142.

61 Una versión resumida del libro está disponible en inglés. Véase Carl-Johan Gadd: «The Agricultural Revolution in Sweden, 1700-1870», en Janken Myrdal y Mats Morell (eds.): The Agrarian History of Sweden: From 4000 B.C. to A.D. 2000, Lund, Nordic Academic Press, 2011, pp. 118-164.

62 Peter Kriedte, Hans Medick y Jürgen Schlumbohm: Industrialization..., pp. 41-43.

63 Se trataba de excepciones. La tesis de Köll sobre la tecnología debatía la «teoría campesina» y más tarde Jonsson, Köll y Petterson publicaron un libro sobre los problemas de un modelo de desarrollo basado en el campesinado. Véase Ulf Jonsson, Anu-Mai Köll y Ronny Pettersson: Problems of a Peasant-Based Development Strategy, Ginebra, Centre of International Economic History, 1983.

64 Véase la tesis de Brenner (1997) y los comentarios de Magnusson en Robert Brenner: «Property Relations and the Growth of Agricultural Productivity in the Late Medieval and Early Modern Europe», en Amit Badhuri y Rune Skarstein (eds.): Economic Development and Agricultural Productivity, Cheltenham, Edward Elgar, 1997, pp. 9-4, y Lars Magnusson: «Comment», en Amit Badhuri y Rune Skarstein (eds.): Economic Development and Agricultural Productivity, Cheltenham, Edward Elgar, 1997, pp. 42-44.

65 Teodor Shanin: «Peasantry...», pp. 291-292.

66 Algunas obras de estos autores fueron traducidas al sueco, pero solamente desde principios de los años ochenta. Véanse Georges Duby: Guerriers et paysans vii-xiième siècle, premier essor de l’économie européenne, París, Gallimard, 1973 (traducida en 1981); Emmanuel Le Roy Ladurie: Montaillou, village occitan de 1294 à 1324, París, Gallimard, 1975 (traducida en 1980), y Fernand Braudel: Civilisation matérielle et capitalisme (xve-xviiie siècle), vol. 1, París, Armand Colin, 1967 (traducido en 1982), por mencionar algunas.

67 Göran Djurfeldt: Gods och gårdar...; Mats Morell: «Family Farms and Agrarian Mechanization in Sweden Before World War II», en Lars Jonung y Rolf Olsson (eds.): The Economic Development of Sweden since 1870, Londres, Edward Elgar, 1997, pp. 67-86, y Lena Sommestad: «Gendering Work, Interpreting Gender: The Masculinization of Dairy Work in Sweden, 1850-1950», History Workshop Journal, 37, 1 (1994), pp 57-75. El volumen de Morell de la historia agraria de Suecia está resumido en inglés en Mats Morell: «Agriculture in Industrial Society, 1870-1945», en Janken Myrdal y Mats Morell (eds.): The Agrarian History of Sweden: From 4000 B.C. to A.D. 2000, Lund, Nordic Academic Press, 2011, pp. 165-213.

68 Se han publicado varias tesis y artículos, a menudo centrándose en la medición y explicación del crecimiento agrícola en la Suecia meridional. Véase, por ejemplo, Mats Olsson y Patrick Svensson: «Agricultural Growth and Institutions: Sweden, 1700-1860», European Review of Economic History, 14, 2 (2010), pp. 275-304.