Ayer 129/2023 (1): 163-184
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2022
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/1101
© Martín Artola Korta
Recibido: 29-04-2020 | Aceptado: 16-09-2020 | Publicado on-line: 28-10-2022
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

La colectivización y el Gran Terror en la Unión Soviética: las nuevas tendencias historiográficas

Martín Artola Korta

UCM
maartola@ucm.es

Resumen: Desde los años noventa el debate historiográfico sobre el estalinismo se ha transformado por completo. Las antiguas escuelas historiográficas que dominaron el debate académico de la Guerra Fría se han diluido paulatinamente como consecuencia de la apertura de archivos y la entrada de la documentación soviética. Hoy, los nuevos trabajos tratan de responder a las variadas incógnitas que esos documentos han dejado. En este artículo se resumen las últimas investigaciones sobre el Gran Terror y la colectivización, que sirven como ejemplo para entender las nuevas tendencias en la historiografía sobre el estalinismo. Para ello nos basamos tanto en la investigación internacional —anglosajona y alemana— como en la realizada en la Federación Rusa, desconocida casi por completo en España.

Palabras clave: estalinismo, Gran Terror, colectivización, deskulakización Unión Soviética, represión.

Abstract: Since the 1990s the historiographical debate on Stalinism has been completely transformed. Gradually, the classical views formed during the Cold War have been diluted as a consequence of the opening of the Soviet archives. Recent work is focused on responding to new questions that have arisen as a result of this documentation. This article summarizes the latest research on the Great Terror and collectivization as a way to understand new trends in the historiography of Stalinism. In so doing, we rely not only on international research —in English and German— but also on research carried out in the Russian Federation, which is almost completely unknown in Spain.

Keywords: Stalinism, Great Terror, collectivization, dekulakization, Soviet Union, repression.

Introducción

El estudio del estalinismo y el Gran Terror es una disciplina que cuenta con una sólida tradición y una extensa producción tras casi siete décadas de existencia. Pocos periodos de la historia del siglo xx han sido tan analizados como este. Además, en las últimas décadas su interés ha aumentado significativamente desde la apertura de los archivos rusos a comienzos de los años noventa. Durante los últimos años de la Perestroika y el primer Gobierno de Boris Yeltsin, las autoridades soviéticas y rusas desclasificaron grandes cantidades de documentos secretos de sus archivos, permitiendo así el acceso de especialistas de todo el mundo a una documentación que hasta ese momento permanecía fuera del alcance de la comunidad académica. Para la historiografía, la «revolución de los archivos», como algunos especialistas lo denominaron después, fue un hecho que transformó radicalmente la forma como se conocía la dictadura estalinista. Los nuevos trabajos elaborados a partir de los documentos desclasificados conformaron un cambio historiográfico profundo que rompió completamente las dinámicas historiográficas de la Guerra Fría. El estalinismo se estudió por primera vez como «problema histórico», algo que no era posible hasta entonces 1.

El punto más destacable de estas transformaciones historiográficas ha sido la disolución progresiva de las tres escuelas o corrientes historiográficas dominantes en la historiografía anglosajona desde los años cincuenta hasta los noventa del siglo xx. Hoy, con la aparición de nuevos debates sobre este periodo, la división entre el «modelo totalitario», las tesis «revisionistas» y el «post-revisionismo» no tiene el significado que tenía hace treinta años. Además, con la introducción de la historiografía rusa en el debate académico occidental, la discusión sobre el estalinismo se ha convertido en global. La colaboración entre especialistas del Este y del Oeste ha resultado determinante en los avances que ha vivido esta especialización. En consecuencia, en los últimos treinta años, los estudios sobre el estalinismo han experimentado una transformación gradual hacia una mayor concreción en los debates 2.

Este artículo pretende mostrar algunas de las investigaciones recientes más importantes sobre el estalinismo de los años treinta. Para ello, es necesario introducir al lector en los debates historiográficos de los últimos veinticinco años, precisamente cuando observamos un proceso de gran transformación respecto de las escuelas formadas durante la Guerra Fría. Teniendo en cuenta que la historiografía sobre el estalinismo ocupa un volumen inabarcable de publicaciones en los últimos años, se propondrán dos ejemplos para conocer las nuevas tendencias historiográficas: las investigaciones sobre el Gran Terror y la colectivización de la agricultura. De esta manera, se trata de dar a conocer al lector las principales discusiones historiográficas sobre la figura de Iosif Stalin y las cuestiones más relevantes de su dictadura en los años treinta. Se hará hincapié también en las nuevas fuentes que se emplean en estas investigaciones, pues constituyen las piezas fundamentales del cambio historiográfico que aquí se pretende analizar.

Las escuelas historiográficas clásicas y su crisis

En las publicaciones sobre el estalinismo de los últimos años el empleo de los términos «totalitarista», «revisionista» e incluso «post-revisionista», haciendo referencia a las diferentes escuelas historiográficas, se ha visto reducido considerablemente. Sin embargo, apenas se ha escrito nada sobre el cada vez menor uso de unas categorías tan populares hasta hace pocos años. Estas tres escuelas tienen su origen en la Guerra Fría y estuvieron directamente influenciadas por el ambiente intelectual que propició dicha contienda. En primer lugar, en los años cincuenta, surgió la sovietología clásica, que posteriormente recibió como nombre «escuela totalitaria» o «escuela totalitarista». Sus teorizaciones subrayaban el papel personal de Stalin en la represión dentro de un sistema dirigido por la ideología marxista-leninista. La sociedad, ante un Estado omnipotente, no contaba con capacidad de respuesta y se encontraba completamente sumisa. A partir de los años setenta surgió un nuevo paradigma que rechazaba esas posiciones: el «revisionismo atacó las explicaciones «de arriba a abajo» de la escuela «totalitaria», analizando el fenómeno del estalinismo «desde abajo», es decir, abordando las fuerzas que sostenían y construían la dictadura de Stalin.

En los años 2000 existió un gran interés sobre la dimensión y el legado de estas escuelas, publicándose diversos estudios sobre el estado de la discusión historiográfica tras la apertura de los archivos 3. La mayoría de estos trabajos discutían sobre la potencialidad que podría tener el «post-revisionismo» para trascender el debate clásico entre los «totalitaristas» y los «revisionistas». En aquel entonces, el «post-revisionismo» era un fenómeno nuevo, difícil de catalogar y delimitar y pocos sabían ubicarlo por completo en ese debate. Por ejemplo, para Sheila Fitzpatrick, la más destacada historiadora «revisionista», el «post-revisionismo» era un nuevo paradigma, en el sentido de Thomas Kuhn, en la historia del estalinismo. Es decir, se trataba de una nueva forma de escribir la historia, del mismo modo en que el «revisionismo» lo fue en los años setenta respecto del «totalitarismo» 4. Sin embargo, el «post-revisionismo» siempre resultó difícil de definir y delimitar. Por ello es acertada la réplica que realizó Matthew Rendle, señalando que más que una nueva forma de hacer historia, el «post-revisionismo» implicaba una «fusión de paradigmas» que reflejaba la «madurez del campo» y dejaba de lado «los amargos debates entre «totalitarios» y «revisionistas» 5.

El hecho de que en los últimos años los académicos no hayan empleado el término «post-revisionismo» confirma esta misma idea. El «post-revisionismo», que en los momentos posteriores a la caída del muro parecía una nueva corriente historiográfica, con el tiempo se ha convertido en algo más amplio y difuso. De hecho, tres décadas después, los términos «totalitario», «revisionista» y «post-revisionista» ya no hacen referencia a diferentes posturas historiográficas, pues progresivamente estas etiquetas han ido perdido su valor. A raíz de la entrada masiva de fuentes primarias procedentes de los archivos soviéticos, la discusión historiográfica ha cambiado y así lo han hecho las diferentes posiciones. Hoy, el «post-revisionismo» aparece como una síntesis del debate clásico, cuya función consistió en eliminar ciertos corsés ideológicos.

La «Montaña magnética» como revolución historiográfica

La apertura del debate que inició el «post-revisionismo» lo ejemplifica su obra de referencia, Magnetic Mountain 6. El libro de Stephen Kotkin fue revolucionario en muchos aspectos. Publicado por primera vez en 1995, analiza la vida cotidiana en la ciudad de Magnitogorsk durante los años treinta. Se trata de un estudio de caso de la construcción de una nueva ciudad ex nihilo, que implícitamente representa la materialización de la «construcción del socialismo» en forma de experimento estalinista a gran escala implicando a toda la población. La obra está dividida en dos partes. En la primera se describe el proceso de «construcción del socialismo» como un proyecto ideológico del Estado. En la segunda, titulada Living Socialism, el autor se centra en el comportamiento del sujeto durante ese proceso de construcción en relación con el Estado y su acción. El núcleo de la obra, allí donde reside la principal innovación teórica, es el capítulo «Speaking Bolshevik», íntegramente dedicado al estudio del sujeto y la subjetividad durante el estalinismo. En él describe a un individuo que acepta y asume como suya una identidad creada desde arriba dentro de un «juego de identificación» basado en la adhesión pública con la causa del Estado. Con el objetivo de sobrevivir o prosperar en la civilización, el individuo habría optado por hablar «en bolchevique» para demostrar su lealtad 7.

Estas conclusiones constituyeron una innovadora contribución al debate clásico. Por un lado, la obra subrayaba la importancia de la ideología como generadora de nuevas realidades en manos de los bolcheviques, una tesis defendida dentro del modelo «totalitario», mientras que refutar la tesis del sujeto como elemento completamente dominado y sin capacidad operatoria era una postura «revisionista». Introduciendo la agencia de este sujeto, Kotkin realizaba una síntesis entre las dos posturas, conservando elementos de ambos, pero reformulando los principios básicos que hasta ese momento había manejado la historiografía. Superó la dicotomía entre el sujeto pasivo del «totalitarismo» frente al sujeto «atrapado en las categorías del momento» 8 de la escuela «revisionista», sustituyéndola por nuevas formas de estudiar la posición del individuo en el sistema estalinista. En otras palabras, el estalinismo «desde arriba» y el estalinismo «desde abajo» se disolvían en un esquema más complejo en el que el sujeto ocupaba una posición destacada. No se trataba de un sujeto derrotado, pero tampoco de uno que actuase acorde a sus intereses genuinos.

En este sentido, Igal Halfin y Jochen Hellbeck realizaron reflexiones de gran relevancia sobre el individuo que describía Kotkin. Si bien reconocían el valor de su obra, consideraban que, en última instancia, la cuestión del sujeto seguía irresuelta debido a que la agencia del sujeto de Kotkin era más pragmática que ideológica. En otras palabras, cuando el individuo del estalinismo empleaba el lenguaje oficial del régimen, respondía a una estrategia de aceptación social y no al convencimiento, asumiendo una diferencia entre el sujeto mismo y su actuación pública respecto de sus verdaderas convicciones fuera del «sistema de significados» que los bolcheviques proponían. Por el contrario, Halfin y Hellbeck consideraron que existía esa agencia ideológica del sujeto y que el estalinismo fue un proyecto asumido por ese sujeto como modo de autoexpresión 9. Hellbeck lo demostró analizando los diarios personales de la época, para concluir que el individuo, en busca de una identidad, aceptaba y empleaba la identidad que le presentaba el poder, moldeando la personalidad conforme a lo que el Estado le proponía 10.

En definitiva, la obra de Kotkin y los estudios sobre la subjetividad que inició ejemplifican la función del «post-revisionismo» en el avance de los estudios sobre el estalinismo. Más que una corriente, como lo definió Fitzpatrick, el «post-revisionismo» actuó como síntesis del debate clásico entre el «totalitarismo» y el «revisionsimo». Con el tiempo esta síntesis permitió superar una discusión basada en escuelas e iniciar el debate actual, que se centra en el estudio de lo concreto. Para conocer estas nuevas tendencias tomaremos el ejemplo de los recientes trabajos sobre el Gran Terror y la colectivización de la agricultura, ya que analizar la enorme cantidad de lo escrito en los últimos años acerca del periodo de Stalin resulta inviable en un solo artículo.

Los nuevos debates sobre el Gran Terror

Entre julio de 1937 y noviembre de 1938 la represión estalinista alcanzó sus niveles más extremos con una ola de detenciones y ejecuciones en masa. Años después, Robert Conquest denominaría «Gran Terror» a este periodo 11, un término que perdura hasta nuestros días para referirse a lo que ocurrió aquel año y medio. Todavía hoy constituye el momento más complicado y polémico para los historiadores, principalmente porque representa el instante en el que las lógicas que regían este sistema se muestran con más claridad. Tras la apertura de los archivos, conocemos mejor que nunca lo acontecido durante aquellos años. En concreto, el Gran Terror fue un conjunto de operaciones dirigidas por el Politburó, con Stalin a la cabeza, y ejecutadas por la NKVD, entre las que destaca la famosa orden secreta N.º 00447. De acuerdo con ella, la represión se organizaba mediante cuotas, es decir, se especificaba la cantidad de gente que había que detener y fusilar en cada una de las regiones que componían la Unión Soviética. El saldo total de víctimas durante el Gran Terror, solo entre 1937 y 1938, fue de aproximadamente 700.000 personas fusiladas sobre un total de 1,6 millones de detenidos 12.

Entre los historiadores actuales, el origen de esta tragedia despierta todavía muchas discrepancias. Sin embargo, el debate ha evolucionado considerablemente desde el final de la Guerra Fría, cuando el fenómeno se explicaba con el modelo totalitario o con el «revisionismo». El primero veía en el terror una intención deliberada de Iosif Stalin de destruir o desorganizar cualquier posibilidad de oposición a su gobierno absoluto, así como la voluntad de ejercer ese gobierno posterior mediante un despotismo constante 13. Para los «revisionistas», en cambio, el terror constituyó un acontecimiento caótico y aleatorio, en ningún caso una operación planificada desde arriba. Se sostenía, además, que las autoridades locales habían tenido una responsabilidad importante en él 14. No obstante, desde la apertura de los archivos, especialmente el conocido como fondo personal de Stalin (lichnyy fond Stalina), los orígenes del Gran Terror se conocen con mayor exactitud y estas interpretaciones han quedado progresivamente obsoletas. En los documentos de archivo, la responsabilidad del Politburó y, en especial, la de Stalin ha quedado demostrada. Como señala Jörg Baberowski, Stalin fue en todo momento el «maestro» omnipotente de toda la represión y para ejecutarla confió en Nikolai Yezhov, jefe de la NKVD desde septiembre de 1936. El dictador se reunía frecuentemente con Yezhov para seguir las actualizaciones de la represión; en otras ocasiones, en cambio, las listas provisionales de ejecutados necesitaban de su firma para dar el consentimiento 15.

La clave de las discrepancias historiográficas actuales se ubica en la racionalidad de este hecho. Es decir, conociendo el papel desempeñado por Stalin en la represión en masa, el debate principal se centra en si este proceso fue racional o no. El concepto de racionalidad en este punto difiere del que se manejaba en la Guerra Fría, cuando hacía referencia al patrón que seguía el Gran Terror 16. En este caso, en cambio, el concepto de «racionalidad» alude a la razón última de emprender las operaciones de represión masiva sobre la sociedad en el verano de 1937. Mayoritariamente, los historiadores defienden una interpretación racional de la misma y explican el fenómeno del terror como respuesta a algún tipo de acontecimiento político, social o económico. Esta postura tiene sus raíces en la historiografía clásica de la Guerra Fría, especialmente en la escuela «revisionista».

Gabor Rittersporn, un historiador cercano en sus tesis al último «revisionismo», defiende que el terror de los años treinta fue el resultado de las «maniobras y contramaniobras» de las jerarquías del Partido para eliminar de su seno las prácticas disruptivas, ineficientes e impopulares, y castigar a los que las realizaban. Así, el terror, se muestra como una herramienta política más para controlar el aparato del Partido y mejorar el funcionamiento del sistema 17. En la historiografía rusa esta explicación racional del terror, con diferentes interpretaciones particulares, es la más popular. Leonid Naumov ahonda en el concepto de la «confianza» para señalar que el terror se dirigía a eliminar del sistema a aquellos elementos en los que Stalin dejó de confiar después de un giro a la izquierda en la política general del país. El terror en masa, según él, surgió como consecuencia de estos conflictos políticos y la creciente desconfianza de los líderes regionales en sus propias fuerzas, quienes fueron, en última instancia, los ejecutores de las operaciones contra la población 18. Vadim Rogovin, aunque alejado de la posición historiográfica de este último, también comparte en esencia la posición de Rittersporn y Naumov. Para él, el terror fue una política para la supervivencia del propio Stalin, que necesitaba de ella con objeto de continuar en el poder 19.

En general, la gran mayoría de los trabajos que se han publicado en las últimas dos décadas defiende esta idea de que el Gran Terror fue una respuesta desde la racionalidad para lograr un objetivo concreto 20. No obstante, recientemente algunos académicos han retado esta posición. Kotkin, en su última obra, la monumental biografía de Stalin en diferentes tomos, descarta la posibilidad de escribir una historia racional del terror. Según él, el Gran Terror no tuvo una utilidad política, económica o social. Incluso fue un problema en sí mismo que acarreó complicaciones en todos esos aspectos. Entrando en el análisis, emplea el término «no causas», acudiendo así a la personalidad de Stalin y la irracionalidad de su mentalidad «casi patológica» para explicar las operaciones de la represión en masa que dirigió. Para Kotkin, de esta forma, la explicación última del terror se basa en la propia personalidad de Stalin y su disposición mental 21.

El factor de la personalidad de Stalin en el terror ya lo había subrayado la historiografía «totalitarista» durante la Guerra Fría 22; sin embargo, esta vez sus características son diferentes. En el caso de Kotkin, cuando la personalidad de Stalin funciona como explicación del terror no emula al modelo «totalitario», sino que adquiere rasgos propios. Esta personalidad no proviene de la infancia o sus experiencias tempranas, sino que tiene una marcada influencia política. Su «paranoia» es una personalidad adquirida en el ejercicio del poder. El origen de esta nueva tendencia nace de lo que algunos historiadores conocen como la «sobre expectación» respecto de las fuentes de archivo una vez abiertas 23. Si bien los nuevos documentos ayudaron a cuantificar el terror, la investigación sobre los orígenes del proceso no ha encontrado en ellos algo que revolucionara las interpretaciones. Con esa documentación la correlación entre el terror y los problemas que atravesaba la Unión Soviética, tal y como aducen los defensores de la racionalidad del terror, resulta incluso menos evidente.

Baberowski es otro de los investigadores que ha cuestionado que el terror constituyera una respuesta racional a problemas que estuviera atravesando la Unión Soviética. Sus recientes investigaciones también han puesto el foco en la personalidad de Stalin, concretamente en la manera como este percibía la política. La violencia era la forma mediante la cual emprender las transformaciones políticas y económicas que pretendía, pues Stalin había interiorizado la violencia como algo normal durante todos sus años de militancia y gobierno. Como señala, el «mundo de Stalin» era el «estado de emergencia» constante 24. Tanto Baberowski como Kotkin apoyan esta tesis de la personalidad para explicar el amedrentamiento constante que Stalin ejercía sobre sus camaradas de la alta dirección del Partido. Así, el argumento de la personalidad irracional permite explicar la imposición de la voluntad de Stalin sobre el Partido en el seguidismo que ejercieron los hombres de confianza del dictador en esos mismos años, como ocurrió con Molotov, Voroshilov o Kaganovich, por ejemplo.

Finalmente, sin sostener por completo la irracionalidad del terror, Oleg Khlevniuk, uno de los historiadores rusos más destacados en el debate internacional, propone una explicación combinada en este punto. La personalidad de Stalin y su «rabia» contra los «enemigos» es un factor muy importante. Sin embargo, para Khlevniuk el panorama internacional y el temor a una «quinta columna» dentro del país fueron indispensables 25. Este temor al surgimiento de la «quinta columna», demostrado por los constantes informes que recibía Stalin sobre la situación en la Guerra Civil española, también lo han trabajado más historiadores, como James Harris, quien considera que la razón última del terror fue ese mismo miedo a la existencia del «enemigo» infiltrado en todas las capas de la sociedad soviética 26. Con todo, sus posiciones cuentan con problemas serios a la hora de explicar el estallido y la duración de ese terror. Su argumentación se apoya en los informes de inteligencia que recibía en su despacho Stalin, pero durante 1938, cuando más preocupación debería existir por dichos informes, el vozhd permanece enclaustrado sin recibir ninguno 27.

En definitiva, el debate actual sobre la naturaleza del Gran Terror se ha trasladado a los orígenes del proceso, discutiendo sobre la racionalidad de este. Mientras tanto, también han surgido nuevos campos de investigación, como el relativo a los perpetradores del terror. Esta cuestión es popular en los últimos años entre los académicos rusos que abordan los órganos y las personas implicadas en ejecutar las operaciones en masa antes señaladas. Uno de los pioneros fue Leonid Rasskazov, con su trabajo sobre los órganos punitivos durante el estalinismo 28, en el que destaca el capítulo sobre los «mecanismos del Gran Terror», con una primera aproximación a los órganos y las personas encargadas de aplicar la represión sobre la población entre 1937 y 1938. Vladimir Khaustov también ha profundizado en este ámbito, con publicaciones relevantes sobre los órganos estatales de seguridad. En su caso, las investigaciones se centran en la dirección de dichos órganos, sus problemas y la intervención directa de Stalin en ellos 29.

En Estados Unidos, este campo también ha despertado interés y en los últimos años han aparecido diferentes trabajos sobre el tema. Destaca especialmente la obra de Lynne Viola sobre los perpetradores del terror por su innovadora metodología. Su investigación se centra en Ucrania, donde, como en el resto de las repúblicas que componían la Unión Soviética, se celebraron juicios por «excesos» hacia los perpetradores del terror. A partir de la documentación generada en ellos, aclara los mecanismos empleados a la hora de ejercer el terror de 1937 y 1938. Demuestra el empleo de la tortura como procedimiento habitual, así como los nombres de los miembros de la NKVD que participaron en las operaciones masivas y en las ejecuciones extrajudiciales. Sus conclusiones son realmente reveladoras, ya que aprecia un paso atrás de la dirección de Moscú por la magnitud que la represión había adquirido 30. Por último, cabe destacar también el trabajo de Wendy Goldman sobre la participación de la gente corriente en el terror mediante las denuncias y los señalamientos a otros ciudadanos como práctica habitual en aquel mismo periodo 31.

La «tragedia en el campo soviético»: el nuevo debate sobre la colectivización

El estalinismo anterior a la Segunda Guerra Mundial fue mucho más que el Gran Terror. Es cierto que este alcanzó su cénit por entonces, pero su estallido no fue un fenómeno espontáneo. Diferentes acontecimientos y procesos ocurridos en el país en los diez años previos generaron un clima perfecto para que aquel se desatara. El abandono de las categorías y las clasificaciones del pasado, así como la aparición de nuevos debates que aquí estamos analizando se extienden también a esos episodios previos. El ejemplo más claro es el de la colectivización forzada de la agricultura y la «deskulakización», la política clave que condicionó el destino del estalinismo. El XV Congreso del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolcheviques) [VKP(b)], celebrado en diciembre de 1927, acordó la colectivización del campo como prioridad política para el régimen. Durante los años siguientes, los bolcheviques forzaron a millones de campesinos a unirse a las nuevas granjas colectivas y estatales e impulsaron la famosa campaña de «deskulakización» que llamaba a liquidar al kulak como clase. Resultado de estas políticas fueron la deportación de más de un millón de personas y la hambruna de 1932-1933, que se llevó por delante la vida de entre 5,5 y 6,5 millones de habitantes 32.

Las investigaciones de los años noventa sobre este episodio en concreto reflejan también las repercusiones derivadas de los nuevos recursos procedentes de los archivos rusos. Por ello, la evolución de las discusiones historiográficas resulta similar. Cada vez más, las nuevas investigaciones se ocupan de cuestiones más concretas que en ningún caso pueden hoy identificarse con las escuelas de hace unas décadas. La importancia de esas fuentes en los trabajos sobre la colectivización es quizás el aspecto más relevante que hay que indicar en primer lugar. Viktor Danilov, la figura más destacada de la historia agraria en Rusia, publicó durante los años noventa colecciones de documentos (sbórniki) de notable importancia para entender este periodo 33. Un grupo de especialistas de todo el mundo se unió a esa labor, editando junto con él la famosa colección Tragedia en el campo soviético en cinco tomos 34. Se trata de la recopilación de documentos de archivo más importante que existe y sigue siendo un recurso clave para las investigaciones sobre la colectivización hasta el día de hoy. De todos los documentos que se recogen, los informes (svodki) son los más relevantes: los realizaba la policía secreta mediante el espionaje de los ciudadanos e incluyen información sobre sus opiniones y su estado anímico 35. Teniendo en cuenta que solo el uno por ciento de los campesinos accedió a unirse voluntariamente a las granjas colectivas antes de estas campañas y que la inmensa mayoría lo hizo forzada de una u otra forma, como dan a entender las protestas masivas de campesinos pobres y medianos, conocer la visión de las víctimas gracias a esta documentación ha abierto un amplio abanico de posibilidades a los historiadores 36.

Estas fuentes se han empleado, por ejemplo, en la historia cultural de la colectivización. A mediados de los años noventa, Viola escribió su influyente obra sobre la resistencia campesina a la colectivización, analizando las razones de dicha política y, sobre todo, la reacción del campesinado contra ella. Como tesis principal, la autora defiende que la colectivización fue un violento conflicto entre dos culturas, la de la ciudad contra la del campo. A su juicio, los bolcheviques tenían la voluntad de dominar y «colonizar» el campo para conseguir el grano necesario con el que abastecer las ciudades, por un lado, y obtener una acumulación de capital mediante la exportación, por otro. Para lograr esta «extracción de recursos vitales» optaron por una ofensiva a gran escala con la intención de eliminar la resistencia campesina mediante la erradicación de su cultura 37.

Baberowski también subraya la diferencia cultural entre el campo y la ciudad, y, por consiguiente, sus implicaciones culturales en la colectivización 38. Analizando las campañas de «deskulakización» en el Cáucaso meridional y en Asia central, señala que la persecución de los kulakí simbolizaba el ataque contra los «extraños» y su estilo de vida 39. Entrando en los motivos, Baberowski argumenta, igual que hace Viola, que esta política se originó en la crisis de aprovisionamiento de grano de 1928. Ante la incapacidad de abastecer las ciudades y de exportar grano, la dirección del Partido, con Stalin a la cabeza, habría decidido comenzar esta ofensiva contra el campesinado, pues, según el axioma de la política económica estalinista, la industrialización solo se alcanzaría con una explotación adecuada de la agricultura 40.

La importancia del suministro de grano y, cómo no, la crisis de aprovisionamiento conforman la explicación más socorrida para entender el desencadenante de la colectivización. Danilov, por ejemplo, argumenta que la sobreestimación de la producción de grano y las alteraciones que realizaba la Oficina Central de Estadística por complacer a la dirección del Partido fueron determinantes para el cambio de la política agraria y el comienzo de la «revolución desde arriba» de Stalin 41. En la misma dirección, Davies y Wheatcroft añaden que, ante los problemas de abastecimiento, Stalin y sus aliados creían que solo una economía colectivizada y dirigida desde el Estado garantizaría el suministro de grano para desarrollar la industria y proveer las ciudades 42.

Una parte de la historiografía de la Guerra Fría, creyendo en la presunción de Stalin, interpretó, además, que la colectivización fue una política exitosa en el plano económico, pues se habría concebido para aumentar significativamente la capacidad industrial de la Unión Soviética, cosa que se consiguió. Como es comprensible, esta interpretación tuvo sus detractores y se la sometió a un encarnizado debate centrado en la «necesidad» de Stalin. El término «necesidad» hace aquí referencia a la pregunta inicial que formuló Alec Nove en 1964: ¿fue Stalin realmente necesario? 43 En realidad, Nove no planteaba un debate historicista sobre Stalin, sino que este llamativo enunciado lo empleaba para someter a debate la necesidad de las cruentas medidas tomadas por Stalin en los posteriores «logros» económicos que la Unión Soviética alcanzó durante su mandato. Nove respondió de forma afirmativa a su propia pregunta; para él la colectivización fue una condición sine qua non para financiar el crecimiento industrial, señalando, además, que los bolcheviques no tenían otra opción 44. Frente a esta posición, James Millar consideraba que la colectivización no desempeñó un papel fundamental en el crecimiento industrial, de modo que rechazaba esa idea de «necesidad». Apoyándose en los trabajos de la historiografía soviética, señalaba que la agricultura del primer plan quinquenal tenía un balance negativo respecto de la ciudad, recibiendo así más de lo que aportaba, lo que descartaba la idea de esa aportación clave 45.

Actualmente, gracias a los documentos desclasificados sobre esta materia, la utilidad económica de la colectivización está en entredicho. Por ejemplo, Kotkin, en su ya citada obra biográfica, aunque acepta implícitamente las tesis defendidas por Millar durante los años setenta, afirma categóricamente que la exportación de grano no terminó de pagar las importaciones de maquinaria y que la aportación de la agricultura en la industrialización fue negativa 46. Paul Gregory también niega la contribución de la agricultura a la financiación de la industria 47. Sin embargo, volviendo al origen mismo de la colectivización, considera necesario reflexionar sobre el desencadenante de esta política. Empleando los expedientes del Politburó y del Comité Central, Gregory señala que, por encima de la productividad agrícola y el abastecimiento de grano, en la mente de Stalin estaba la lucha contra los «elementos capitalistas» en el campo 48.

En definitiva, el desencadenante de la colectivización y la «deskulakización», dentro del contexto de la «ruptura» de la NEP, ocupa gran parte de la discusión historiográfica sobre este capítulo. Analizando, en cambio, los trabajos más recientes sobre la colectivización hay que hacer referencia también al extraordinario crecimiento de la historiografía rusa en las últimas dos décadas. Además del ya mencionado Danilov, los trabajos de Ilia Zelenin y Nikolai Ivnitskii sobre la colectivización y el campesinado de los años treinta han sido fundamentales para la historiografía anglosajona y rusa. En el caso del primero, su obra sobre la política agraria de los bolcheviques y la represión en el campo describe los mecanismos represivos empleados contra el campesinado durante toda la década. Su análisis comienza con una detallada descripción de la colectivización para después examinar la flexibilización de estos mecanismos y la relajación de las exigencias económicas en lo que la historiografía rusa llama la «Neo-NEP de Stalin». Finalmente, acaba con el «cambio dramático» de esta relajación cuando estalló el Gran Terror 49.

Ivnitskii, por su parte, en sus monografías sobre la historia del campesinado soviético entre los últimos años veinte y los treinta, analiza las diferentes facetas de la «tragedia de la colectivización». En una primera obra, publicada todavía bajo la censura académica soviética y sometida a una feroz crítica por la historiografía oficialista, se aproximó a la conflictividad social generada por dicha política. Sus tres obras posteriores sobre el mismo asunto, publicadas tras la caída de la Unión Soviética, solventaron la limitación de fuentes que padecía aquella. La primera de ellas amplió su estudio previo sobre la «deskulakización» y las dos siguientes ensancharon sus investigaciones al estudio exhaustivo de los mecanismos represivos del periodo, las deportaciones de los kulakí y, finalmente, el hambre generada por la colectivización 50.

En su primera monografía tras la caída de la Unión Soviética, refirió Ivnitskii que la «deskulakización» acarreó la expropiación de los medios de producción de los pequeños y medianos campesinos, convirtiéndolos en siervos del Estado soviético y privándoles del derecho a administrar los productos generados por ellos mismos. Esta tesis ha sido recientemente recuperada por Andrei Suslov en su investigación sobre la «deskulakización» en la región de Perm 51. Suslov estudia las confiscaciones de bienes a los campesinos, señalando que fueron un robo a gran escala con pocas o nulas garantías legales. Demuestra que la «deskulakización» no solo se ensañó contra los kulakí, sino que se extendió a una gran masa campesina con el objetivo de forzar la colectivización. Concluye que la «deskulakización» consistió en la «liquidación del campesino como clase» dentro del plan de ingeniería social estalinista 52.

La accesibilidad que ofrecen los archivos regionales en la Federación Rusa y la gran cantidad de documentación valiosa que almacenan convierten estos recursos en una fuente muy valiosa para este tipo de estudios regionales o locales. Dichos archivos albergan, por ejemplo, la documentación de los comités regionales y locales del Partido Comunista, esencial para estas investigaciones, pero también documentación de todo tipo de estructuras que organizaban la vida en la Unión Soviética. Cada vez más especialistas sobre la historia del campo soviético en los años treinta fundamentan su trabajo en dichas fuentes. En la academia rusa, en los últimos quince años, ha habido una proliferación notable de investigaciones de este tipo, que, como en el caso de Suslov, aplican un enfoque microhistórico para conocer la colectivización y la «deskulakización» 53. Por otra parte, dada la incertidumbre sobre las fuentes que vive la academia, son muy habituales las publicaciones de sbórniki también en este ámbito. Estas recopilaciones incluyen gran cantidad de documentación regional cuya accesibilidad futura no está garantizada en absoluto. Por ello, muchos académicos centran su trabajo en «salvar» esta documentación. Desde la apertura de los archivos se han publicado varias colecciones centradas en regiones concretas 54.

Como se aprecia, el estudio del campo soviético es en la actualidad uno de los más activos dentro de los estudios sobre el estalinismo. La documentación desclasificada a partir de los años noventa ha permitido aproximarse a la realidad de la colectivización y la «deskulakización». Al igual que en las investigaciones sobre el Gran Terror, los recientes trabajos sobre este tema demuestran la tendencia hacia la concreción que hemos señalado. En el caso de la colectivización, la atención de los académicos se centra en descifrar el origen de esta política para ofrecer una explicación a una de las mayores tragedias que ha vivido el campesinado durante el siglo xx.

Conclusiones

Gracias a la apertura de los archivos soviéticos a comienzos de los años noventa, la historiografía sobre el estalinismo ha experimentado importantes transformaciones. El cambio más relevante lo marca el fin de las escuelas historiográficas de la Guerra Fría. El modelo «totalitario» y el «revisionismo», corrientes antagónicas entre sí y que dominaron las discusiones académicas durante décadas, resultan hoy explicaciones obsoletas a la hora de aproximarnos a la dictadura de Stalin. En este proceso de transformación de la historiografía hay que señalar la trascendencia del «post-revisionismo» como ruptura de los corsés ideológicos formados durante la Guerra Fría. Aunque durante los años noventa parecía la continuación del «revisionismo» mediante la historia cultural, funcionó como síntesis del debate clásico, combinando elementos de ambas corrientes previas y proponiendo nuevas soluciones a las incógnitas que iban surgiendo tras la apertura de los archivos. Con la perspectiva del tiempo, el análisis de las nuevas discusiones demuestra que el «post-revisionismo» abrió el debate y disolvió las grandes corrientes.

Es la nueva historiografía surgida a partir de esos cambios lo que este artículo ha tratado de analizar, abordando dos de los campos más destacados dentro de las investigaciones sobre el estalinismo. En primer lugar, se han analizado los recientes trabajos sobre el Gran Terror. Conocido su alcance, las investigaciones se han centrado en cuestiones concretas como su origen. Como se ha señalado, este debate todavía levanta disputas entre los académicos, principalmente centradas en la racionalidad de la represión. Además, se han abierto nuevas líneas de investigación como la de los perpetradores, ya trabajadas para otras dictaduras del siglo xx. En el caso de la colectivización forzada de la agricultura, otro de los campos que más interés despierta entre los académicos, también observamos una tendencia similar. Las nuevas investigaciones estudian principalmente su origen y su desencadenante. En Rusia, más allá de la discusión entre diferentes modelos, encontramos una gran cantidad de trabajos que gracias a los archivos regionales permiten conocer esta gran catástrofe de forma más detallada.

Huelga decir que más allá de los dos principales campos de estudio que hemos empleado como ejemplo, las investigaciones sobre el estalinismo han abarcado otros temas muy relevantes. El Holodomor (la hambruna en Ucrania), la vida cotidiana o el examen de las cuestiones de género, por ejemplo, son asuntos que han generado gran interés en los últimos treinta años. Es imposible analizarlos en un solo artículo, pero en todos ellos, como en los dos ejemplos que hemos presentado aquí, se observa la misma tendencia a la historización en los estudios del estalinismo. Hoy, los debates sobre la dictadura de Iosif Stalin se centran en cuestiones cada vez más concretas, dejando progresivamente atrás las corrientes historiográficas del pasado, a menudo lastradas por interpretaciones de la política del momento.


1 Oleg Khlevniuk: «Stalinism and the Stalin Period after the “Archival Re­volution”», Kritika: Explorations in Russian and Eurasian History, 2 (2001), pp. 319-327.

2 Gennadii A. Bordiugov (ed.): Istoricheskie Issledovaniia V Rossii: Tendentsii Poslednikh Let, Moscú, AIRO-XX, 1996; íd. (ed.): Istoricheskie Issledovaniia V Rossii-II: Sem Let Spustia, Moscú, AIRO-XX, 2003, e íd. (ed.): Istoricheskie Issledovaniia V Rossii-III: Piatnadtsat Let Spustia, Moscú, AIRO-XX, 2011.

3 Alter Litvin y John Keep: Stalinism Russian and Western views at the turn of the millennium, Nueva York, Routledge, 2005; Mark Edele: «Soviet Society, Social Structure, and Everyday Life: Major Frameworks Reconsidered», Kritika, Explorations in Russian and Eurasian History, 8(2) (2007), pp. 349-373, y Oleg Khlevniuk: «Stalinism and the Stalin Period after the “Archival Revolution”...».

4 Sheila Fitzpatrick: «The Soviet Union in the twenty-first century», Journal of European Studies, 37(1) (2007), pp. 58-62, e íd.: «Revisionism in Soviet History», History and Theory, 46(1) (2007), pp. 87-91.

5 Matthew Rendle: «Post-Revisionism: The Continuing Debate on Stalinism», Intelligence and National Security, 25(3) (2010), pp. 370-388, esp. p. 387.

6 Stephen Kotkin: Magnetic Mountain. Stalinism As a Civilization, Berkeley, University of California Press, 1997.

7 Ibid., p. 220.

8 Kotkin criticaba a los académicos «revisionistas», que hasta ese momento habían tratado de estudiar el papel del sujeto en el estalinismo, por «estar atrapados en los términos de los fenómenos que trataban de analizar». Para él utilizar términos como «ascender» [move up], «atrasado» o «campesinización» al referirse a la clase obrera del momento no permite conocer la verdadera vida y el comportamiento de los trabajadores. Ibid., p. 200.

9 Igal Halfin y Jochen Hellbeck: «Rethinking the Stalinist Subject: Stephen Kotkin’s “Magnetic Mountain” and the State of Soviet Historical Studies», Jahrbücher für Geschichte Osteuropas, 44 (1996), pp. 456-463.

10 Jochen Hellbeck: «Fashioning the Stalinist Soul: The Diary of Stepan Podlubnyi (1931-1939)», Jahrbücher Für Geschichte Osteuropas, 44(3) (1996), pp. 344-373.

11 Robert Conquest: The Great Terror, Nueva York, Macmillan Company, 1968.

12 Oleg V. Khlevniuk: Politbiuro. Mekhanizmy politicheskoj vlast v 30-e gody, Moscú, Rosspen, 1996, pp. 188-198; íd.: Stalin: New Biography of a Dictator, New Haven, Yale University Press, 2015, pp. 150-151, y Marc Yunge y Rolf Binner: Kak terror stal «bol’shym»: Sekretnyi prikaz No. 00447 i tekhnologiia ego ispol’neniia, Moscú, AIRO-XX, 2003, pp. 23-31.

13 Robert Conquest: The Great Terror..., p. 585. Además de Conquest, Richard Pipes, Leonard Schapiro o Adam Ulam, por ejemplo, cuentan con trabajos que siguen estas líneas teóricas: en todos ellos la figura de Stalin y su ejercicio de poder constituyen elementos centrales en la explicación de la represión. Entre sus obras destacan las siguientes: Richard Pipes: Communism: A History, Nueva York, Modern Library, 2001; Leonard Schapiro: The Communist Party of the Soviet Union, Londres, Methuen, 1960, y Adam B. Ulam: Stalin. The man and his era, Nueva York, Viking Press, 1973.

14 Sheila Fitzpatrick: Everyday Stalinism: Ordinary Life in Extraordinary Times, Soviet Russia in the 1930s, Oxford, Oxford University Press, 2000, pp. 191-193; Roberta T. Manning: «Government in the Soviet Countryside in the Stalinist Thirties: The Case of Belyi Raion in 1937», The Carl Beck Papers in Russian and East European Studies, 301 (1984), pp. 1-46.

15 Jörg Baberowski: Scorched earth. Stalin’s reign of terror, New Haven, Yale University Press, 2016, pp. 261-263.

16 Así, Sheila Fitzpatrick emplea el concepto de aleatoriedad del terror, poniendo como ejemplo la ya famosa frase «están metiendo a la gente en la cárcel por nada» pronunciada por un oficial local durante el Gran Terror. La aleatoriedad se contrapone a la razón como criterio para reprimir. En Sheila Fitzpatrick: Everyday Stalinism..., pp. 190-192.

17 Gabor Rittersporn: Stalinist Simplifications and Soviet Complications. Social Tensions and Political Conflicts in the USSR 1933-1953, Filadelfia, Harwood Academic Publishers, 1991, p. 321.

18 Leonid A. Naumov: Stalin i NKVD, Moscú, Yayza, 2007.

19 Vadim Rogovin: 1937. Stalin’s Year of Terror, Oak Park, Mehring Hooks, 1998, p. XVI.

20 Más allá de las obras ya citadas, el terror como acción racional está presente en la gran mayoría de los trabajos que se publican. Algunos de los más destacados son Irina V. Pavlova: Mekhanizm vlasti i stroitel’stvo stalinskogo sotsializma, Novosibirsk, Izdatel’stvo Sibirskogo otdeleniya RAN, 2001; James Harris (ed.): The Anatomy of Terror, Political Violence Under Stalin, Oxford, Oxford University Press, 2013; Markus Wehner: «Stalinismus und Terror», en Stefan Plaggenborg (ed.): Stalinismus: Neue Forschungen und Konzepte, Berlín, Berliner Wissenschafts-Verlag, 1998, pp. 365-390; Mark Junge, Gennadij A. Bordyugov y Rolf Binner: Vertikal’ bol’shogo terrora. Istoriya operatsii po prikazu NKVD N.º 00447, Moscú, Novyj Khronograf, 2008; John Arch Getty y Oleg V. Naumov: The Road to Terror: Stalin and the Self-Destruction of the Bolsheviks, New Haven, Yale University Press, 1999; Vladimir Khaustov y Lennart Samuel’son: NKVD i repressii 1936-1938 gg., Moscú, Rosspen, 2010, y Stephen G. Wheatcroft: «Towards Explaining the Changing Levels of Stalinist Repression in the 1930s: Mass Killings», en Stephen G. Wheatcroft (ed.): Challenging Traditional Views of Russian History, Basingstoke, Palgrave, 2002, pp. 112-146.

21 Stephen Kotkin: Stalin: Waiting for Hitler, 1929-1941, Nueva York, Penguin Press, 2017, pp. 488-492.

22 Robert C. Tucker y Stephen F. Cohen (eds.): The Great Purge Trial, Nueva York, Grosset & Dunlap, 1965.

23 Oleg V. Khlevniuk: «Stalinism and the Stalin Period after the “Archival Revolution”...», pp. 119-120.

24 Jörg Baberowski: Scorched earth..., pp. 309-311.

25 Oleg V. Khlevniuk: Stalin. Zhizn’ odnogo vozhdya, Moscú, AST, 2015, pp. 219-225, e íd.: Stalin. New biography of a dictator, New Haven, Yale University Press, 2015, pp. 152-153.

26 James Harris: The Great Fear. Stalin’s Terror of the 1930’s, Nueva York, Oxford University Press, 2016.

27 Stephen Kotkin: Stalin…, p. 496.

28 Leonid P. Rasskazov: Karatel’nyye organy v protsesse formirovaniya i funktsionirovaniya administrativno-komandnoy sistemy v sovetskom gosudarstve (1917-1941 gg.), Ufa, Ufimskaya vysshaya shkola militsii MVD RF, 1994.

29 Vladimir N. Khaustov: Deyatel’nost’ organov gosudarstvennoy bezopasnosti NKVD SSSR, 1934-1941 gg., tesis doctoral, Moscú, 1997.

30 Lynne Viola: Stalinist Perpetrators on Trial: Scenes from the Great Terror in Soviet Ukraine, Nueva York, Oxford University Press, 2017.

31 Wendy Z. Goldman: Inventing the Enemy: Denunciation and Terror in Stalin’s Russia, Cambridge, Cambridge University Press, 2011.

32 Yurii A. Poliakov: Naseleniye Rossii v xx veke. Istoricheskiye ocherki, t. 1, 1900-1939, Moscú, Rosspen, 2000, pp. 278-280, y Robert W. Davies y Stephen G. Wheatcroft: The Years of Hunger: Soviet Agriculture, 1931-33, Londres, Palgrave MacMillan, 2009, pp. 400-401.

33 André Berelowitch y Viktor P. Danilov: Sovetskaia derevnia glazami VChK-OGPU-NKVD: dokumenty i materialy v 4 tt, Moscú, Rosspen, 1998.

34 Viktor P. Danilov, Roberta Manning y Lynne Viola: Tragediya sovetskoy derevni. Kollektivizatsiya i raskulachivaniye. 1927-1939. Dokumenty i materialy v 5-ti tt, Moscú, Rosspen, 1999-2006.

35 Alter Litvin y John Keep: Stalinism Russian and Western views..., p. 11.

36 Sotsialisticheskoye sel’skoye khozyaystvo SSSR (Statisticheskiy sbornik), Moscú, Gosplanizdat, 1939, p. 42, y Stephen Kotkin: Stalin…, pp. 38-39.

37 Lynne Viola: Peasant Rebels Under Stalin. Collectivization and the Culture of Peasant Resistance, Oxford, Oxford University Press, 1996, pp. 3, 20 y 75.

38 Jörg Baberowski: Scorched earth…, pp. 75-79.

39 Jörg Baberowski: «Stalinismus “von oben”. Kulakendeportationen in der Sowjetunion 1929-1933», Jahrbücher für Geschichte Osteuropas, 46 (1998), pp. 572-595, esp. p. 586.

40 Jörg Baberowski: Scorched earth…, pp. 141-142.

41 Viktor P. Danilov, Roberta Manning y Lynne Viola: Tragediya sovetskoy derevni. Kollektivizatsiya i raskulachivaniye. 1927-1939. Dokumenty i materialy v 5-ti tt, t. 1, May 1927-noyabr’ 1929, Moscú, Rosspen, 1999, pp. 18-20.

42 Robert W. Davies, Mark Harrison y Stephen Wheatcroft: The Economic Transformation of the Soviet Union, 1913-1945, Cambridge, Cambridge University Press, 1994.

43 Alec Nove: Was Stalin Really Necessary? Some Problems of Soviet Political Economy, Nueva York, Routledge, 2012, pp. 17-33.

44 Alec Nove: An Economic History of the USSR, Nueva York, Penguin, 1976, pp. 210-211, y James R. Millar y Alec Nove: «A Debate on Collecti­vization: Was Stalin Really Necessary?», Problems of Communism, 25 (1976), pp. 49-62, esp. pp. 55-57.

45 James R. Millar y Alec Nove: «A Debate on Collectivization: Was Stalin Really Necessary?...», pp. 53-54.

46 Stephen Kotkin: Stalin. Waiting for Hitler, 1929-1941, Nueva York, Penguin Random House, 2017, p. 131.

47 Paul Gregory: «The Soviet Agricultural Surplus: A Retrospective», Europe-Asia Studies, 61(4) (2009), pp. 669-683, esp. pp. 679-681.

48 Las fuentes que utiliza se encuentran recopiladas en dos colecciones de documentos: Oleg V. Khlevnyuk, Paul Gregory y Aleksandr Y. Vatlin (eds.): Stenogrammy zasedannii Politburo VKP(b). 1923-1938, Moscú, Rosspen, 2007, y Viktor P. Danilov, Oleg V. Khlevnyuk y Aleksandr Y. Vatlin: Kak lomali NEP. Stenogrammy plenumov TsK VKP(b) 1928-192 gg. v 5­-ti tomakh, Moscow, Demokratiya, 2000.

49 Ilia E. Zelenin: Stalinskaya «Revolutsiya Sverkhu» posle «Velikogo Pereloma» 1930-1939 gg.: politika, osushchestvlenie, rezul’taty, Moscú, Nauka, 2006, pp. 274-290.

50 Nikolai A. Ivnitskii: Klassovaya bor’ba v derevne i likvidatsiya kulachestva kak klassa (1929-1932 gg.), Moscú, Nauka, 1972; íd.: Kollektivizatsiya i raskulachivaniye (nachalo 30-kh godov), Moscú, Magistr, 1996; íd.: Repressivnaya politika Sovetskoy vlasti (1928-1933 gg.), Moscú, RAN Institut rossiyskoy istorii, 2000; íd.: Sud’ba raskulachennykh v SSSR, Moscú, Sobranie, 2004, e íd.: Golod 1932-1933 godov v SSSR, Moscú, Sobranie, 2009.

51 Nikolai A. Ivnitskii: Kollektivizatsiya i raskulachivaniye…, p. 258, citado por Andrei Suslov: «“Luchshe peregnut, chem nedognut”: “Dekulakization” as a Facet of Stalin’s Social Revolution (The Case of Perm Region)», The Russian Review, 78 (2019), pp. 371-91, esp. p. 375.

52 Ibid., p. 391.

53 En los últimos años contamos con un gran número de trabajos de estas características. Aquí se citan algunos de los más destacados que muestran esta tendencia: Elena A. Kiryanova: «Raskulachivaniye krest’yanstva tsentra Rossii v nachale 1930-kh godov», Voprosy istorii, 5 (2006), pp. 146-152; Irina V. Oliferovskaya: Krest’yanstvo i vlast’ v Tsentral’nom Chernozem’ye nakanune i v gody kollektivizatsii: 1927-1933 gg., tesis doctoral, Universidad Técnica Estatal de Tambov, 2006; Aleksey Aleksandrovich Rakov: «O sotsial’nom portrete raskulachennykh krest’yan Yuzhnogo Urala (1930-1934 gg.): Ekonomicheskiye i demograficheskiye aspekty analiza bazy dannykh», Istoriko-ekonomicheskiye issledovaniya, 8 (2007), pp. 93-126; Lyubov S. Tsubikova: «Raskulachivaniye v Vostochnoy Sibiri v nachale 1930-kh gg.», Istoricheskiye, filosofskiye, politicheskiye i yuridicheskiye nauki, kul’turologiya i iskusstvovedeniye. Voprosy teorii i praktiki, 7 (2011), pp. 196-200, y Olga I. Ievleva: Praktika kollektivizatsii i raskulachivaniya v Kalininskom Okruge Zapadnoy Oblasti RSFSR (1929-1930 gg.), tesis doctoral, Universidad Estatal de Koluga «Tsiolkovski», 2018.

54 Entre los sbórniki que recopilan documentación de la época de la colectivización en las diferentes regiones y que se han publicado desde los años noventa destaco los siguientes: A. M. Shornikov: Sel’skoye khozyaystvo i krest’yanstvo Chuvashskoy ASSR. 1920-1937 gg. (osushchestvleniye kollektivizatsii): sbornik dokumentov, Cheboksary, Chuvashskoye knizhnoye izdatel’stvo, 1990; Nikolaii A. Ivnitskiy y Vasilii G. Makurov: Iz istorii raskulachivaniya v Karelii, 1930-1931 gg.: Dokumenty i materialy, Petrozavodsk, Kareliya, 1991; Viktor P. Danilov y Sergei A. Krasilnikov: Spetspereselentsy v Zapadnoy Sibiri. 1930-vesna 1931 g., Novosibirsk, VO Nauka, 1992, y Gadzhikurban I. Kakagasanov, Akhmed I. Osmanov y Gadzhimurad A. Iskenderov: Kollektivizatsiya y antikolkhoznyye vystupleniya v Dagestane (1927-1940 gg.). Dokumenty i materialy, Makhachkala, IIAE DNTS RAN, 2007.