Ayer 135 (3) 2024: 221-246
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2024
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/2413
© Óscar López Acón
Recibido: 28-06-2022 | Aceptado: 28-11-2022 | Publicado on-line: 08-07-2024
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

«O Batista sin la zafra o la zafra sin Batista...»: quema de caña y sabotaje en la insurrección cubana (1953-1958) *

Óscar López Acón

Universidad de Zaragoza
oscarlopezacon95@gmail.com

Resumen: Las organizaciones políticas que lucharon contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958) recurrieron a la quema de cañaverales como parte de su estrategia guerrillera de sabotaje económico. El ar­tículo tiene por objeto analizar el desarrollo de este particular fenómeno fuertemente imbricado en la tradición político-insurreccional cubana y en las formas de resistencia campesina. Para ello, partimos de los presupuestos de la historia social desde abajo, y nos servimos de fuentes documentales de carácter inédito procedentes del Instituto de Historia de Cuba y del Archivo Nacional de la República de Cuba.

Palabras clave: dictadura de Batista (1952-1958), movimiento 26 de Julio, insurrección cubana, sabotaje, quema de caña.

Abstract: The political organisations that fought against the dictatorship of Fulgencio Batista (1952-1958) resorted to burning sugar cane fields as part of their guerrilla strategy of economic warfare. This article analyses the development of this phenomenon, which is strongly imbricated in the Cuban political-insurrectional tradition and in the repertoires of peasant resistance. The research is based on the practices of social history «from below». The study uses unrevealed documentary sources from the National Archive of the Republic of Cuba and the Institute of History of Cuba.

Keywords: Batista dictatorship (1952-1958), Twenty-Sixth of July Movement, Cuban insurrection, sabotage, sugar cane burning.

«¡Hay que quemar la caña! La quema de los cañaverales es hoy igual que en 1868 y 1895; es la consigna revolucionaria del pueblo cubano».

Sierra Maestra, 16 de diciembre de 1957 1.

En 1896 el poder colonial español parecía eclipsarse en la Mayor de las Antillas bajo el empuje de las fuerzas insurreccionales mambisas. El generalísimo del Ejército Libertador, Máximo Gómez, enarboló entonces el grito de «¡Bendita sea la tea!», ya justificado por Manuel de Céspedes en 1871 durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878). La destrucción sistemática de los campos azucareros de las comarcas orientales y occidentales de Cuba iba encaminada a yugular las fuentes de riqueza que proporcionaban ganancias a la metrópoli. La concepción de la guerra afectaba radicalmente a la base de la estructura colonial, no solo por la destrucción de los bienes inmuebles, sino también porque traía aparejada la libertad de los esclavos. El impacto devorador de las llamas, sin embargo, chocaba frontalmente con los intereses de clase de los principales dirigentes de la revolución, que debían estar dispuestos a sacrificarlo todo por el ideal independentista 2. Transcurrido más de medio siglo, el 20 de febrero de 1957 el revolucionario Fidel Castro, que llevaba ya ochenta días en la Sierra Maestra, hizo público un «Llamamiento al pueblo de Cuba» en el que exhortaba a la «intensificación en los incendios de los campos de caña azucarera... para privar a la tiranía de los ingresos con los que paga a los soldados a los que envía a la muerte, y compra los aviones y las bombas con los que asesina a docenas de familias en la Sierra Maestra». En defensa de su pronunciamiento, ante aquellos que invocaban la pérdida de los medios de vida del trabajador, aseveraba: «¿Por qué derramamos nuestra sangre si no es por los pobres de Cuba? ¿Qué importa un poco de hambre hoy si podemos ganar el pan y la libertad de mañana?». «Frente a la consigna de sin azúcar no hay país enarbolaremos una consigna mucho más decorosa: sin libertad no hay país» 3.

Las organizaciones políticas que lucharon contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958), como el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, la Organización Auténtica o el Movimiento 26 de Julio, recurrieron a la quema de cañaverales como parte de su estrategia guerrillera de sabotaje económico y propaganda armada. En especial, los epígonos Castro apelaron a la «tea redentora», que habían preconizado los padres de la patria cubana en el siglo xix en su lucha contra el dominio colonial español. El presente artículo tiene por objeto analizar el desarrollo de este fenómeno fuertemente imbricado en la tradición político-insurreccional cubana y en las formas de resistencia campesinas 4. Esta realidad ha sido poco estudiada por la historiografía dedicada a la etapa insurreccional de la Revolución cubana, quedando reducida a una mera nota a pie de página en la mayoría de las obras de carácter general, o directamente soslayada por los estudios que tienen por objeto este periodo. Las posibles razones de este hecho estriban quizás en la reducida amplitud y en la propia naturaleza de la producción historiográfica existente. Y es que, por una parte, la historiografía cubana se ha caracterizado en su mayor parte por la primacía de lo testimonial 5, la superabundancia de crónicas, biografías, autobiografías, con exiguos trabajos académicos sistemáticos; y, de otro lado, la producción historiográfica internacional, fundamentalmente de raigambre anglosajona, ha tenido un acercamiento más bien escaso a las fuentes primarias de archivos e instituciones cubanas 6. Así pues, partiendo de los presupuestos de la historia social desde abajo, y sirviéndonos de fuentes documentales de carácter inédito, tanto del ejército de Batista como de las organizaciones clandestinas —procedentes del Instituto de Historia de Cuba y del Archivo Nacional de la República de Cuba—, buscamos aproximarnos a este particular fenómeno de la insurrección cubana.

«¡Vamos a acabar...! ¡No habrá zafra con Batista!»

Los frecuentes incendios de campos de caña en las regiones de Sabanilla, Unión de Reyes, Bolodrón, Alacranes y Güira de Macurija habían hecho saltar todas las alarmas en la provincia de Matanzas. Entre el 23 de octubre y el 20 de diciembre de 1954 se habían reportado seis incendios que arrasaron un total de 427.000 arrobas de caña 7. La jefatura del Regimiento número 4 «Goicuría» 8, que operaba en la provincia, estimaba que «se trataban de incendios intencionales producto de un plan determinado» 9. Todos los detenidos por estos incendios eran individuos oriundos de las respectivas localidades y pertenecían al Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo PPC(O), al Partido Revolucionario Cubano Auténtico PRC(A) o al Movimiento 26 de Julio. Los incendios se habían producido siempre alrededor de las poblaciones y junto a alguna vía de comunicación, carretera, ferrocarril o camino vecinal, lo que hacía suponer que los autores de estos hechos se movían a una corta distancia para la consecución de sus fines. Para reforzar la vigilancia la guardia rural había incrementado sus efectivos y trasladado cuatro motocicletas para patrullar las carreteras y registrar todo vehículo durante el día, así como efectuar emboscadas nocturnas. De igual modo, se habían enviado inspectores de explosivos a distintas fábricas y farmacias por estimar que el material incendiario era «fósforo vivo o ácido sulfúrico mezclado con clorato de potasio». Además, se realizaban vuelos de observación por la zona afectada desde las diez de la mañana hasta la cinco de la tarde 10.

El general Eulogio Cantillo apercibía constantemente al jefe del Regimiento de Matanzas para que aumentase la vigilancia ante los incendios intencionales de caña en aras de «garantizar la seguridad de la propiedad en el campo y la tranquilidad de colonos y hacendados». Al parecer «algunos líderes sindicales y dirigentes de sindicatos agrícolas estaban incitando a los campesinos a que al terminar la zafra actual» produjeran incendios en las colonias que hubieran quedado sin cortar, principalmente en campos de retoños de caña, con objeto de obligar a los dueños a poner en cultivo esos campos 11. La quema de la cosecha como forma de enfrentarse de manera subrepticia a las elites agrarias constituye uno de los repertorios característicos conceptuados por James C. Scott como «resistencias cotidianas» 12. El sabotaje a la caña azucarera está presente en una multiplicidad de conflictos del mundo rural cubano de los años cincuenta, en especial, en torno a las luchas y reivindicaciones por el salario de los obreros agrícolas, la duración del periodo de zafra y el inicio de las reparaciones en los centrales.

A la altura de septiembre de 1957, Revolución. Órgano oficial del Movimiento 26-7 planteaba que los cimientos de la tiranía batistiana se resquebrajaban tras la resistencia en la Sierra Maestra, la movilización popular durante la huelga general de agosto originada en Santiago de Cuba y el alzamiento de la marina en Cienfuegos. Uno de los puntales que le quedaban al régimen era la «relativa bonanza económica, lograda gracias al precio del azúcar». Ante estos hechos, los revolucionarios habían adoptado un acuerdo drástico y, apelando al espíritu de sacrificio, declaraban: «si el precio de nuestra libertad es enfrentarnos a una crisis económica, a ello estaremos dispuestos»; «peor es tener a Batista, que no tener caña». Las luchas independentistas de la centuria anterior constituían el espejo en el que mirarse y los padres de la patria conformaban el tribunal ante el cual serían juzgados. En el «Manifiesto del Moncada a la Nación» el movimiento insurreccional se consideraba parte de una larga cadena histórica de una «revolución inacabada» iniciada por las fuerzas independentistas de 1868, continuada por Martí en 1895, y actualizada por Guiteras y Chibás en la etapa republicana, que había sido cercenada violentamente por el golpe de Batista 13. «Céspedes quemó su propio ingenio; Máximo Gómez, al comenzar la invasión, dio la orden de que la tea incendiaria precediera a la huestes mambisas» 14. «Qué importa el sacrificio de una zafra si con ello se salva el futuro de las otras y la conquista de los derechos sindicales y ciudadanos que se traducen en salario y trato justo para el obrero y en la oportunidad para todos de poder elegir libremente a nuestros gobernantes» 15.

Imagen 1

Fuente: «Quema la caña y prepara la huelga», Vanguardia Obrera, año 1, núm. 14, 17 de diciembre 1957, p. 5.

Los sabotajes y las acciones bélicas formaban parte de una estrategia global para derrocar a la dictadura. La tesis sostenida por el M-26-J a la altura de 1957 era que la huelga general revolucionaria sería la culminación de la insurrección. El «golpe decisivo» se basaba en la huelga general secundada por la lucha armada. «No se trataba de provocar el desplome de la dictadura mediante una paralización total de las actividades en el país [...] ni tampoco aumentar el ritmo de las operaciones rebeldes para obligar al régimen a una capitulación incondicional». El Frente Obrero Nacional (FON) sería el organismo revolucionario que habría de lograr una «perfecta y armónica integración de ambos aspectos tácticos de la lucha» hasta culminar en la hora decisiva de la toma del poder 16. Los «cubanos dignos» —como rezaba la propaganda revolucionaria—, tenían en la quema de caña un arma efectiva para enfrentarse a la «tiranía batistiana» y abonar así el camino para la huelga general revolucionaria. Del mismo modo que la quema de los cañaverales precedía a las huestes mambisas, ahora debía preceder a la huelga general revolucionaria.

En otoño Fidel Castro lanzó su plan de destruir la zafra azucarera en Oriente bajo la consigna de «Zafra sin Batista o Batista sin zafra», como primer paso para desvertebrar la estructura económica que sostenía a la dictadura. En un artículo de la revista Coronet —publicada en Nueva York en febrero de 1958— el líder guerrillero insistió en la terrible decisión de incendiar la cosecha de caña cubana a fin de paralizar al régimen: «mi familia posee valiosos campos de caña de azúcar aquí en Oriente, y mis instrucciones a nuestros grupos de acción clandestinos indican claramente que nuestra cosecha debe ser la primera en arder, como ejemplo para el resto de la nación» 17. El diario clandestino Vanguardia Obrera daba cuenta de las formas de sabotaje que se estaban implementando:

«Los militantes del M-26-J, cumpliendo a plenitud la orden dada por la Dirección Nacional, han desatado el sabotaje a gran escala a todo lo largo de nuestra Patria esclava. A la quema de caña han seguido los incendios a los tostadores de café, la quema de ómnibus, el incendio de destilerías Belet y Sinclair, el descarrilamiento de trenes de carga y tropas, quema de vehículos de transporte, quema de casas de curar tabaco, sabotaje en centrales [...]. Cuba entera arde, como ardió ayer Bayamo, por voluntad propia de quienes no aceptan que se les humille y esclavice» 18.

El sabotaje, argumentaba el líder rebelde, era una de las armas «usadas con más efectividad por los pueblos sojuzgados». Además del ilustrativo ejemplo de los mambises, reseñaba la quema de los barcos de té realizada por los colonos norteamericanos en Boston (1773), el «arrasamiento voluntario de las tierras por parte de los campesinos rusos ante el avance de Napoleón (1812) y el caso más reciente, el sabotaje realizado en toda Europa ocupada por los nazifascistas». Se trataba de un arma destinada a quebrar los cimientos económicos de un régimen, por lo que se distinguía del terrorismo, «arma de cobardes, empleada por los esbirros de Batista», que afectaba de forma indiscriminada a la vida humana. Los sabotajes —subrayaba, asimismo, Castro— «recibían gran propaganda por razón de ser hechos conmocionales», debido a lo cual debían ser usados como un poderoso vehículo en favor de la causa revolucionaria 19.

El 4 de diciembre, Marcelo Fernández, alias «Zoilo», secretario de organización y coordinador nacional de propaganda del ­M-26-J 20, envió una circular a los responsables provinciales ordenándoles «intensificar la propaganda sobre la quema de cañas». Debían imprimir a mimeógrafo o imprenta unos pequeños volantes con las consignas «Ya empezamos a cumplir nuestra promesa: no habrá zafra con Batista», junto con el llamamiento a la «huelga general revolucionaria». Los pasquines y gallardetes debían colocarse en parabrisas de automóviles, puertas de las tiendas, postes de alumbrado, puertas de colegio, iglesias, etc. 21 La propaganda clandestina realizaba una apelación al «hombre de campo, cubano de la caña», a aquellos que soportaban todos los «trabajos y miserias» y pasaban la vida en «el modesto bohío, o en el sórdido barracón de las colonias, oyendo hablar de los cientos de millones de pesos que producen las zafras», cultivando «angustias y amarguras». Para los revolucionarios «el destino de Cuba descansaba en sus trabajadores», en el obrero de plantación que manejaba el machete, con el cual se había logrado la libertad de Cuba: «¡Tú serás su heredero, úsalo con la tea incendiaria, purificadora, destructora de la tiranía, constructora de la Nación» 22.

Un boletín de la Organización Auténtica contenía una retahíla de instrucciones para llevar a cabo la quema de caña. Podía usarse el «método químico», el cual consistía en un tubo de goma que contenía bisulfuro de carbono en su interior, que al entrar en contacto con la celulosa y el fósforo vivo generaba una combustión a los cuarenta minutos de ser encendido. También se incluía el imaginativo método de amarrar a la cintura de un hurón o de un gato un alambre de cobre de metro y medio con una esponja o estopa encendida con gasolina, para que el animal corriese con la llama prendida hacia el interior de los cañaverales extendiendo el fuego. Por último, se recomendaba usar un «tira flechas» para lanzar fósforo vivo a una distancia de cien metros sobre las mosquiteras de los tapados de tabaco, las casas de guano, los cañaverales, la hierba de guinea y todo tipo de cafetales y plantales. No sin antes recordar la máxima de que «la caña prendía mejor con el viento a favor» 23. Este último método fue el que trató de implementar Armando González Covea, un chófer de veintinueve años, que fue detenido por la explosión de dos petardos en Artemisa. Al practicarse el registro de su vehículo le fueron incautadas varias bolas de fósforo vivo, así como un tirachinas 24. Lo cierto es que, estos métodos solían funcionar con relativo éxito. En los cañaverales cerca de la carretera de Matanzas que conectaba Unión de Reyes y Bolodrón, por ejemplo, se provocaron pequeños incendios mediante el lanzamiento de pelotas de ping-pong, cargadas con clorato y ácido sulfúrico, desde automóviles en movimiento 25.

Imagen 2

Fuente: «¡Vamos a acabar...! ¡No habrá zafra con Batista!»,
Boletín impreso de la Organización Auténtica, firmado
por M. Kelyin,
1 de octubre de 1957, ANRC, Fondo
Especial,
caja 1, núm. 63.

A todas luces, la consecución de este tipo de acciones de sabotaje conllevaba la participación activa o pasiva —o, incluso, cierto tipo de solidaridades—, de un grupo de personas. La clave para comprender los fenómenos de insurgencia rural, como enunció Teodor Shanin, «ha de buscarse no en la organización prodigiosa de los rebeldes, sino en su relación con el campesinado; no solo en la técnica militar de unos cuantos, sino en la sociología de masas» 26. Ramón Espinosa Martín, que provenía de una familia de obreros agrícolas de la colonia San Benigno (Camajuaní, Las Villas), se incorporó al grupo de acción y sabotaje del M-26-J que operaba en aquella zona. En 1957 arremetió fósforo en mano contra los cañaverales de los centrales Santa Fe, Carmina, Fidencia y San José de Zulueta para obstaculizar la zafra. Tan solo se necesitaba una pequeña vela, un modesto platillo, un poco de alcohol y unos pedacitos de estopa:

«En el centro de un importante macizo cañero hice un pequeño limpio entre las cañas; encendí la vela fijada al platillo, rodeada de alcohol, estopa y pajas secas, para que cuando se consumiera, se prendiera todo aquello y se propagara el fuego, en un espacio de tiempo de treinta a cuarenta minutos, más o menos, el necesario para distanciarme por si alguien me había visto en los alrededores. De esta manera alejaba cualquier sospecha sobre mí» 27.

El 28 de noviembre de 1957 un incendio en la colonia Santa Teresa (Guanajay, provincia de Artemisa), propiedad del general Luis Robaina Piedra, destruyó 35.000 arrobas de caña que iban a ser molidas en el central Pilar. Los daños fueron estimados en dos mil pesos (un peso equivalía a un dólar). Los detenidos por tales actos, Néstor Millán Fernández e Israel García Díaz, ambos vecinos del poblado Las Cañas (Artemisa), «confesaron ser activos militantes del M-26-J y autores del incendio conjuntamente con Hugo Ortega González, Jefe del Grupo del 26 en dicha población», que se hallaba oculto en La Habana. Días más tarde fueron detenidos dos vecinos de Artemisa, Abilio Ramos Calero, obrero del Central Ramón, y Ángel Ponte Cruz, de profesión zapatero, mientras conducían un automóvil Ford 1950. Según las investigaciones «intentaban pegar candela a los cañaverales de esta zona y agredir a la fuerza pública con armas», pues portaban dos pistolas Colt-45 y munición de repuesto. El 3 de diciembre de 1957 en la colonia Cabaña, ubicada en Barrio Vínculo (Guantánamo), la guardia rural abatió a tiros a un individuo de veinticinco años cuando trataba de «dar candela» a los campos de caña. Además de portar una escopeta, le fueron encontrados en los bolsillos tres cabos de velas, dos cartuchos de dinamita y mechas de tiro fulminantes 28. El 13 de diciembre de 1957, en el barrio Laguna Grande de Colón (Matanzas) apareció el cadáver acribillado de Gilberto María Espinera, con cuatro heridas de bala. En sus bolsillos se habían hallado velas y fósforos, pues se trataba de «un miembro del 26 de Julio dedicado al terrorismo, sabotaje y, últimamente, a la quema de cañaveras» 29. En la finca Olga (Pinar del Río) fueron destruidas dos casas de curar tabaco y 4.900 cujes de tabaco en palo, propiedad del batistiano Juan Fonticobas Estévez, estimándose los daños en 6.000 pesos 30. De igual modo, en San Antonio de Río Blanco (Jaruco), se quemaron casas y almacenes del central Hershey, causando daños por valor de 2.500 dólares 31.

El recurso a la candela también se usó como arma frente a las instituciones que representaban la autoridad batistiana. El 13 de febrero de 1958, Julia Francisca García y Ponte provocó un incendio en el juzgado correccional de Artemisa donde trabajaba como escribiente. Esta mujer era activa militante del M-26-J y tenía un hermano detenido en el Castillo del Príncipe (La Habana), acusado por terrorismo. El local era un edificio de fabricación muy antigua hecho de mampostería, teja y tablas, y se encontraba en mal estado. Julia estuvo trabajando hasta las seis de la tarde, cosa que no acostumbraba a hacer, a la espera de que el alguacil del juzgado abandonase el local. Entonces, aprovechó para colocar los materiales inflamables —contenidos en una botella— y, para desviar posibles sospechas, espero al alguacil en el portal para que este cerrase la puerta y pudiera testificar a su favor 32. La acusada, que estaba siendo vigilada por la policía, «especulaba cada vez que tenía oportunidad dando a entrever su rencor contra el Gobierno»:

«Es una pocilga, en cualquier momento la policía nos sacará por el techo. Sería beneficioso que un día cogiera candela todo esto y no quedaran ni los clavos, lástima que el día que tiraron las botellas encendidas no se hubiera propagado el fuego con rapidez.... puesto esto con poca cosa, un fósforo, un fósforo vivo, una vela junto a estos papeles, es cuestión de poco rato para que se termine por completo. Entonces, al Gobierno —poniendo énfasis y rencor en sus frases— no le quedará más remedio que hacer algo en esta villa ya que estamos completamente abandonados, siendo los empleados del poder judicial unas víctimas de este... buen gobierno —­esto en tono de burla—» 33.

Como complemento al plan de guerra económica, la guerrilla fidelista hostigaba el movimiento de tropas mediante emboscadas nocturnas en los ejes de Bayamo-Manzanillo y hacia Camagüey y Las Villas. El jefe del Estado Mayor conjunto, el mayor general Francisco Tabernilla Palmero, reconocía en un parte de operaciones que los rebeldes dominaban la situación en la zona de Manzanillo y había que evitar que se siguiera produciendo la quema de caña 34.

La consigna rebelde llamaba a quemar la caña de las principales compañías extranjeras y de los grandes propietarios cubanos. Partiendo de los datos disponibles, podemos aproximarnos a algunos perfiles de los afectados por la candela. De entre los rostros sociales que hemos podido rastrear, sobresale Luis Robaina Piedra, que pertenecía a la elite pretoriana que había participado en el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952. De hecho, había conducido el coche

Tabla 1

Incendios de campos de caña en Niquero (Manzanillo).
Noviembre de 1957

Colonias/
Municipio

Propietario

Arrobas de caña

Valor
(en pesos)

Cuchillo

La Carmen

Benítez

María Luisa

Guáimaro

Alto Montero

América

Coloradita

Guaimaran

Jagua Uno

Palizón

Santa Marta

Ricardo

Margarita

Llamal

Alegría

Colonia

La Justina

Estela

Consuelo

Niquero

Casadeval

Belic

El Hondón

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Enrique Castillo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Leonor Lobo Montalvo

Juan Verdecia

Antonio Fernández

Cándido Fernández

Cía. Azucarera Vicana

Cía. Azucarera Vicana

Cía. Azucarera Vicana

Cía. Azucarera Vicana

Cía. Azucarera Vicana

9.000

12.500

21.000

7.800

36.200

5.000

12.900

2.000

45.000

65.000

37.100

125.000

74.000

1.200

2.400

360.000

23.000

40.000

20.000

40.000

20.000

40.000

121.000

22.140

1.462,00

2.031,25

3.122,50

1.267,00

5.282,50

812,00

2.996,25

325,00

7.312,50

10.578,75

6.028,75

20.361,25

12.106,25

195,00

390,00

58.500,00

3.373,50

6.500,00

3.250,00

6.500,00

3.250,00

6.500,00

9.000,00

Total

1.142.240

171.145

Fuente: elaboración propia a partir de «República de Cuba. Ministerio de Defensa Nacional. EME, Cdad. Mtar. 121800. 12 nov. 1957», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/2.1/16.1/1.118.

que condujo a Fulgencio Batista a la ciudad militar de Columbia. El mismo día del cuartelazo había sido ascendido, pasando del cargo de capitán de la fortaleza de La Cabaña a general de división, y el 5 de diciembre de 1957 obtuvo el grado de Mayor General. Su hija estaba casada con Rubén Batista Godínez, hijo mayor de Batista y de Elisa Godínez, su primera esposa. Era propietario de la fábrica de «Cemento Santa Teresa, S. A.» de Artemisa, valorada en 600.000 pesos; poseía además capital inmobiliario y 67.000 acres de tierra cerca de la ciudad de Cienfuegos. El clan familiar Robaina estaba fuertemente ligado por una comunidad de intereses económicos a la dictadura; no es casualidad que estuvieran en la lista de pasajeros de los tres aviones que despegaron de Cuba la madrugada del 1 de enero de 1959 35. Por su parte, Leonor Lobo Montalvo era una de las mayores propietarias de colonias cañeras de Cuba. Poseía la cuota de un total de 22.000.600 arrobas de caña, de las que 17.574.710 eran de colonias de Niquero, en propiedad conjunta con su hermana María Luisa, y 4.664.148 eran de su única titularidad, en Sagua de Tánamo (Holguín). Su padre era la principal fortuna individual del país, Julio Lobo Olavarría, apodado el «rey del azúcar de Cuba» o «el Napoleón de los negocios», cuyos activos se cifraban en cien millones de pesos. Era la más destacada personalidad de la burguesía cubana, el principal empresario y corredor azucarero del mundo; el más importante hacendado y con el mayor número de centrales bajo su control (dieciséis), poseía también dos refinerías, un banco, una naviera, una aerolínea, una petrolera, entre otros negocios. Los centrales de Lobo representaban la mayor capacidad de producción diaria ascendente a 4.117.000 arrobas de caña 36. La Compañía Azucarera Vicana, que pertenecía a la familia Beattie en sociedad con Luis G. Mendoza, poseía colonias en Media Luna (Oriente), que abastecían al central Isabel (Fomento). Se trataba de uno de los más pequeños de Cuba (el 142.º), con una capacidad de producción diaria de 160.000 arrobas, aunque se abastecía de caña de un área extensa con más de dos mil caballerías de tierras donde se explotaban otros cultivos como piña, henequén, además de ganado 37.

Aunque los sabotajes podían causar un daño considerable con el empleo de exiguos recursos por parte del movimiento insurreccional, los individuos ejecutores de los mismos asumían un riesgo extremo. Con motivo del inicio de las labores de la zafra y con el «pretexto de impedir la quema de caña anunciada por los del Pacto de Miami como táctica revolucionaria», la violencia, las detenciones y los crímenes habían aumentado a lo largo del país, y continuamente aparecían cuerpos «acribillados a balazos o ahorcados por las fuerzas represivas» —como recoge el periódico clandestino del Partido Socialista Popular, Carta Semanal—. La provincia oriental vivía en estado de sitio. No se podía transitar libremente por carreteras y caminos, o entrar y salir de Santiago, Holguín, Bayamo o Manzanillo, sin salvoconducto o permiso especial del mando militar, y se había establecido un toque de queda en muchas localidades 38.

La quema de caña conllevó un aumento de la represión por parte de la dictadura batistiana, que hizo uso de todos los institutos armados con que contaba, policía, guardia rural y ejército, además del aparato del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y el Buró para la Represión de las Actividades Comunistas (BRAC). No en balde, ya en 1934, en el contexto del amplio ciclo de conflictividad social que había arrumbado el régimen de Gerardo Machado, Fulgencio Batista, recién ascendido a Coronel, ya había advertido «habrá zafra o habrá sangre» 39. El ejército tenía permiso para disparar contra todo el que resultara sospechoso. Igualmente, caer prisionero podía suponer toda clase de maltratos y torturas, o bien elevadas penas de prisión. En enero de 1957 los acusados de incendio de caña por el jefe de puesto de San Antonio de las Vegas (Mayabeque), Rafael Cortes Rodríguez, Gustavo Peláez Fernández y Manuel Amores Martínez, fueron condenados por el Tribunal de Urgencia a veinte años de prisión 40. A mediados de diciembre, en represalia por la quema de cañaverales en Trinidad, el capitán Guerrero, de la guardia rural, detuvo a siete jóvenes de dicha ciudad, que fueron ahorcados días después en la carretera de Cienfuegos en el lugar conocido por Puente Azul (La Güira). Sus cuerpos fueron exhibidos de forma macabra en los árboles que se levantaban a un lado y a otro de la carretera, lo que causó gran conmoción entre la población 41. Desde las filas del Movimiento 26 de Julio se los reivindicaba como «revolucionarios que no habían tenido la dicha de morir en combate», sino «vilmente asesinados» sin un arma en la mano con la que defenderse 42.

Imagen 3

Fuente: «Arde la caña a pesar de los asesinatos»,
Sierra Maestra, núm. 20, 8 de febrero de 1958.

Cuba dependía del azúcar para sus ingresos provenientes de las exportaciones. La caña ocupaba más del 50 por 100 de los terrenos habilitados para cultivos y el sector azucarero representaba la mitad del total de la producción agrícola, así como un tercio de la industrial. El azúcar daba empleo al 23 por 100 de la fuerza de trabajo y generaba el 28 por 100 del Producto Nacional Bruto 43. Dada la importancia para la economía nacional, el Estado Mayor Conjunto del ejército tenía claro que «había que salvaguardar esos productos de la destrucción de elementos insurrecionalistas», incrementando la vigilancia de los almacenes de azúcares y depósitos de mieles, así como «los medios de transporte cuando dichos productos estuvieran en tránsito hacia las terminales de embarque». En enero de 1958 los grupos de acción del 26 habían quemado 16.000 toneladas de azúcar en el puerto de Santiago de Cuba 44. El mayor general Díaz Tamayo advertía de que había que vigilar las vías férreas y telefónicas con patrullas tanto de día como de noche 45. Ante la ofensiva desatada contra los campos de caña, Fulgencio Batista tuvo que autorizar a los colonos y hacendados para que anticiparan en un mes el inicio de la zafra —que comenzó el 5 de diciembre— a fin de salvar la vital cosecha 46. Además de los envíos de tropas y de las medidas especiales para garantizar la zafra, algunos centrales como el Guipúzcoa adquirieron equipos contra incendios 47. Por su parte, Eusebio Mujal, secretario general del sindicato oficialista, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), hizo un llamamiento a los trabajadores para que «estuvieran prevenidos contra la antorcha» 48. Los medios propagandísticos de la dictadura desarrollaron una intensa campaña de contrapropaganda para convencer a los ciudadanos cubanos de que eran los mayores perjudicados «por depredaciones de los elementos insurreccionales [...] todo acto de sabotaje cometido por ellos [los fidelistas] no es otro que el pueblo el que sufre mientras los daños son reparados por el Gobierno» 49. Jorge Barroso, presidente del Instituto Cubano de Estabilización Azucarera (ICEA) y ministro sin cartera, aseguró que se había exagerado mucho la cantidad de caña quemada y «que la zafra estaba garantizada pues además de la custodia de la guardia rural, los propios campesinos y obreros voluntarios velarán por la caña, pues ella representa su subsistencia»; la quema de caña «traería la miseria para los campesinos en una de las épocas de mayor prosperidad para el país» 50. Desde la prensa clandestina, los revolucionarios argüían: «¿puede traer mayores miserias la quema de caña a quien ha visto morir al hijo sin tener un medicamento que darle, en momentos en que la zafra representaba millones de pesos para hacendados y colonos?». La Revolución Cubana prometía un horizonte de justicia social: «cuenta con el campesino para llevar a cabo, tras la caída de la tiranía, una profunda revisión de la industria azucarera que la coloque en manos cubanas y sus productos en función del beneficio para todo el pueblo, que acabe con geófagos y latifundistas». Sobre la cenizas de la caña quemada se erigiría una patria justa que garantizase los derechos del campo 51.

El Partido Socialista Popular (PSP) exhortaba a los trabajadores azucareros a paralizar la zafra entorpeciendo y demorando la fecha de su comienzo 52. Si bien llamaban al boicot y a la resistencia cívica, los dirigentes comunistas rechazaban los sabotajes y el terrorismo como forma de lucha contra Batista, pues consideraban que detenían y paralizaban la «lucha de masas» y «le hacía el juego a la tiranía», sirviendo de pretexto al Gobierno para justificar las medidas represivas. El Comité Nacional del PSP declaró el 26 de ­noviembre de 1957: «ni el terrorismo, ni la quema de caña, ni los

Tabla 2

Elementos insurreccionales incendiaron varias colonias en este municipio..., noviembre de 1957

Regimiento Guardia Rural

Colonias/Municipio

Arrobas de caña

Valor (en pesos)

REGT. 1 «Maceo» GR (Provincia de Oriente)

Limones, Jamaica, San Antonio, Cuneira y Soledad (Guantánamo)

Santa Bárbara, Manuel Castro, Ricardo Peña (Niquero)

Alto Songo-La Maya (Santiago de Cuba)

Perla (Santiago de Cuba)

Cueva del Humo (Santiago de Cuba)

Calabaza, Pilón

La Llanada (Manzanillo)

San Rafael (Baire)

700.000

831.600

1.000

76.000

8.000

887.400

200.000

10.000

30.000,00

122.619,50

70.992,00

16.000,00

1.000,00

REGT. 2, «Agramonte» GR (Provincia de Camagüey)

Pina, Cacahual, Liborio, La María, Santa Rosa, Las Delicias y La Estanta.

El Gayo, El Gato (Guáimaro)

Amelia, El Ángel, Florida

La Esperanza, Las Mercedes, Las Marías, Los Ciegos, La Vizcaya (Guáimaro)

35.000

11.200

1.500

320,00

660,00

60,00

REGT. 3, «Leoncio Vidal» GR (Las Villas)

San Nicolás (Cienfuegos)

La Juanita (Trinidad)

Unión (Trinidad)

Reunión (Trinidad)

La Federal (Trinidad)

Manacas (Trinidad)

Fénix (Trinidad)

La Luisa (Trinidad)

20.000

100

100.000

19.000

3.000

8.000

45.000

500

Total

2.957.300

241.651,50

Fuente: elaboración propia a partir de «EM, JSOP, Cdad. Mtar. 301800, 29 de noviembre de 1957», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/2.1/16.1/1-157.

atentados, ni las acciones de comando, ni la movilización de pequeños grupos resolverán el problema cubano»; «dejaremos a las masas solas, ni aun en el caso de que, movidas por la desesperación o estimuladas por dispersos e irresponsables llamamientos se lancen espontánea y desorganizadamente a la acción huelguística» 53. Los obreros debían movilizarse «por sus demandas económicas y políticas, empleando sus propios métodos de lucha (paros, huelgas, manifestaciones y demás acciones de masas)» 54.

Los viejos líderes comunistas decían rechazar el método de quema de caña «por ineficaz, porque cercena la base de la movilización de las masas y su educación política». Con todo, no tildaban a aquellos que lo propugnaban como «enemigos de la patria, sino [como] elementos equivocados, llevados al terreno de una táctica falsa, contraproducente, por la desesperación, la ira y la indignación que provocan los métodos de terror y persecución del Gobierno», de una parte, y por «su propia falta de fe en las fuerzas de las masas y del pueblo y por su culto a la acción de grupos y héroes individuales», de otra 55.

Como ejemplo ponían el caso del Central Pilón, enclavado en las estribaciones de la Sierra Maestra, que no pudo moler esta zafra al haber sido quemadas la mayoría de las cañas. El PSP denunciaba que, mientras los dueños de los ingenios y los ricos colonos dejarían de obtener ganancias (aunque muchos tendrían las cañas aseguradas), «no se quedarían sin comer, sin ropas, sin medicinas, etc., como les ocurrirá a los trabajadores, a los pequeños y medianos colonos y modestos comerciantes», de lo cual no harían responsable al Gobierno «sino a los dirigentes de tan falsos y dañinos procedimientos» 56. Ante los sucesos del Moncada, la dirección del viejo partido comunista había declarado su rechazo a «las aventuras, el terrorismo y las expediciones», pues abogaban por derrocar la dictadura mediante un movimiento popular fuerte y escalonado, similar al que derribó a Machado en 1933, en aras de instaurar un Gobierno de «Frente Democrático de Liberación Nacional» 57. Sin embargo, a partir del fracaso de las movilizaciones pacíficas y las huelgas, especialmente hacia 1956 y 1957, muchos activistas y militantes de base empezaron a tomar partido en los grupos de acción y sabotaje del M-26-J, especialmente en las regiones de Oriente, donde surgió un movimiento obrero beligerante 58.

El día 24 de febrero de 1958, en la efeméride del estallido de «la guerra necesaria» de 1895, un grupo guerrillero que operaba en el Segundo Frente Frank País, bajo la comandancia de Raúl Castro, tomó y quemó el Central Isabel, en coordinación con las células del M-26-J de Casimba y del propio batey. La columna partió el día 23 desde la Sierra de Canasta y acampó en la finca de Francisco Daisón, donde recibió víveres, cobijo e información fiable de campesinos locales acerca de la posición de los soldados que custodiaban el lugar. Así, se lanzaron sorpresivamente en la oscuridad de la noche y lograron desarmar a los guardias. De inmediato, incendiaron el almacén de azúcar, las oficinas y comenzaron a romper los equipos, no sin antes reunir a los trabajadores del central y desarrollar un mitin en el que explicaban los objetivos de la lucha 59.

El sabotaje llevado a cabo por el M-26-J contra los centrales y plantaciones azucareras creó nuevas tensiones entre el Gobierno de Batista y los grandes intereses azucareros nacionales. A mediados de septiembre de 1957, Ruby Hart Phillips, la corresponsal de The New York Times en La Habana, había informado de que los representantes de la industria y el comercio, que habían apoyado de todo corazón a Batista desde que asumió el poder, se estaban impacientando por la continua violencia en la isla. En 1958 esa impaciencia se habría tornado en exasperación. Bajo esas circunstancias, como señala la historiadora Gladys García Pérez, aumentaron las conspiraciones militares y ganó algunos adeptos un plan alternativo para establecer una junta militar que desalojara a Batista del Gobierno 60. En efecto, la fuerza de la guerrilla instalada en las montañas cubanas no podía medirse por el número de efectivos, sino por el apoyo creciente con que contaba, por la solidaridad que le llegaba, incluso desde los núcleos de la burguesía azucarera, especialmente en la provincia de Oriente 61.

La insurrección logró paralizar el sistema productivo de las regiones orientales de Cuba y atacar el corazón institucional de la política hacia el final de 1957, como afirma Vanni Pettinà 62. Sin embargo, la campaña lanzada para destruir los cañaverales y desestabilizar la economía del país no dio los frutos esperados. Aunque a principios de febrero de 1958 continuaban la quema de campos de caña y las acciones de sabotaje —tal y como afirmaba el embajador español, Juan Pablo de Lojendio—, «la campaña de quema de caña de azúcar había sido un completo fracaso». Según las fuentes de la diplomacia española «solamente cincuenta o setenta mil toneladas de caña habían sido destruidas y los rebeldes hubieran tenido que quemar un millón de toneladas para que su acción hubiese tenido efecto apreciable en la economía cubana» 63. En 1958 la mayoría de los centrales azucareros estaban moliendo cantidades de caña que aseguraban la producción 64. La cosecha fue grande: ese año se produjeron 5,74 millones de toneladas de azúcar, frente a los 4,8 millones del año anterior, y los 4,59 millones de 1955. Además, gracias a la crisis de Suez los precios del azúcar se mantuvieron altos. En abril de 1958 incluso se vendieron 15.000 toneladas a la Unión Soviética 65.

Conclusión

El embajador español señalaba que los revolucionarios habían tratado de «hacer un chantaje económico» amenazando con destruir la fuente de la cuarte parte de la riqueza nacional, pero, «solamente en la provincia de Oriente (tenía) fuerza Castro, y Oriente (era) solo una de las seis provincias y la más alejada de todas ellas de La Habana, llave de Cuba» 66. A nivel cualitativo, García Pérez plantea que los daños originados por la quema de caña fueron mayores que los reconocidos por la dictadura 67. Además, como han puesto de manifiesto los testimonios de políticos y altos mandos militares que colaboraron estrechamente con Batista, este fue renuente a enviar más soldados a los frentes de batalla para luchar contra la guerrilla porque el 60 por 100 del ejército estaba vigilando las fincas, los ingenios azucareros o los arrozales 68. Por ende, la estrategia general de sabotaje, aunque se frustró de acuerdo con los objetivos maximalistas inicialmente concebidos por el M-26-J, resultó decisiva en el plano militar al dispersar a las fuerzas de la dictadura. Con todo, y si bien la quema de caña persistió hasta la primera mitad de 1958, el balance del año 1957 llevó a la jefatura de la guerrilla a replantear su estrategia insurreccional en el último tramo del conflicto: la guerrilla debía bajar al llano, estrangular las comunicaciones y controlar el territorio.

Por otro lado, la quema de caña como forma de sabotaje económico, más allá de sus implicaciones materiales, adquirió una relevancia fundamental y puede leerse en clave discursiva como una forma de propaganda armada, un elemento más de la panoplia propagandística desarrollada por la guerrilla. Como afirmó Carlos Franqui, director del periódico clandestino Revolución y de Radio Rebelde: «sabíamos que trincheras de ideas eran otra forma eficaz de hacer la guerra» 69.

Para los revolucionarios cubanos integrantes de la autodenominada «generación del centenario», en referencia al natalicio de José Martí, al igual que para los mambises de la centuria anterior de los que se reclamaban herederos, todo debía subordinarse al triunfo 70. La libertad de Cuba había comenzado con un incendio y debía seguir con una marcha invasora que arrollase a la tiranía batistiana. Bayamo tenía un valor simbólico excepcional, y es que, en enero de 1869 la ciudad había sido quemada al verse perdida definitivamente ante las tropas españolas 71. El autosacrificio martiano, como reza la máxima «morir por la patria es vivir», deviene en el código del martirio del metarrelato del nacionalismo cubano, y como tal es transmitido a las siguientes generaciones que le darán significado. La muerte es el precio que pagar por la consecuencia del ideal, pues a través del sacrificio se encuentra la redención como ejercicio liberador 72.


  1. * Este trabajo ha sido realizado en el marco de un «contrato predoctoral de la DGA»; asimismo contó en 2019 con la financiación de la beca de investigación de la «Catedra José Martí» de la Universidad de Zaragoza y con la «Beca Santander Iberoamérica Investigación 2020-2021», además del respaldo del grupo «H02_20R. Politización y políticas del pasado en la España Contemporánea».

  2. 1 «¡Hay que quemar la caña!», Sierra Maestra, núm. 18, La Habana, 16 de diciembre de 1957.

  3. 2 Cintio Vitier: Ese sol del mundo moral. Para una historia de la eticidad cubana, 1.ª ed. 1975, La Habana, Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, 2021, pp. 52 y 55, y Yoel Cordoví Núñez: Máximo Gómez. Utopía y realidad de una República, 1.ª ed. 2003, La Habana, Editora Historia, 2014, pp. 40-41.

  4. 3 Tad Szulc: Fidel. Un retrato crítico, Barcelona, Grijalbo, 1987, pp. 468-469; Jon Lee Anderson: Che Guevara. Una vida revolucionaria, 1.ª ed. 1997, Barcelona, Anagrama, 2010, p. 233, y Pedro Álvarez Tabío: Diario de la guerra. De las Coloradas a la finca de Epifanio Díaz, 2 de diciembre de 1956-19 de febrero de 1957, 1.ª ed. 1986, t. 1, La Habana, Oficina de Publicaciones Consejo Estado, 2010, p. 363.

  5. 4 José Joaquín Gallego Jiménez: «La protesta rural y los mecanismos para su represión por parte del gobierno del Capitán General Camilo García Polavieja en Cuba (1890-1892)», Americanía, I (2011), pp. 219-234, esp. p. 225.

  6. 5 Resulta harto significativo que las obras del Che Guevara que fijan el canon memorialista acerca de la experiencia de la insurrección cubana no reparen en el fenómeno de la quema de caña, aunque se refieran al sabotaje como repertorio general del guerrillero, véase Ernesto Che Guevara: La guerra de guerrillas, 1.ª ed. 1960, Tafalla, Txalaparta, 2014, pp. 115-117, e íd.: Pasajes de la Guerra revolucionaria, 1.ª ed. 1963, Tafalla, Txalaparta, 1997.

  7. 6 Patricia Calvo González: «La historiografía sobre la etapa insurreccional cubana (1953-1959)», en Verónica Oikión Solano, Eduardo Rey Tristán y Martín López-Ávalos (coords.): El estudio de las luchas revolucionarias en América Latina (1959-1996), estado de la cuestión, México, El Colegio de Michoacán-Universidad de Santiago de Compostela, 2014, pp. 65-86. Respecto a la historiografía cubana, destaca el estudio sistemático de la insurrección en la provincia de Matanzas, desde parámetros de la historia social, de Gladys M. García-Pérez: Insurrección y revolución (1952-1959), 1.ª ed. 1998, La Habana, Editorial Unión, 2006. Los estudios académicos cubanos de las dos últimas décadas, que cuentan con sendos aparatos críticos y fuentes primarias, se centran, sin embargo, en los combates y episodios bélicos; así, Andrés Castillo Bernal: Cuando esta guerra se acabe... De las montañas al llano, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2000, o Mayra Aladro Cardoso, Servando Valdés Sánchez y Luis Rosado Eiró: La Guerra de Liberación nacional en Cuba, 1956-1959, La Habana, Casa Editorial Abril, 2007. Una visión clásica de la insurrección en Ramón L. Bonachea y Marta San Martín: The Cuban Insurrection, 1952-1959, New Brunswick-New Jersey, Transaction Books, 1974. El análisis de la guerrilla cubana es el punto de partida para la historia comparada de las guerrillas en América Latina de Timothy P. Wickham-Crowley: Guerrillas & Revolution in Latin America. A comparative study of insurgents and regimes since 1956, New Jersey, Princeton University Press, 1992.

  8. 7 En Cuba una arroba de caña de azúcar equivale a 11,5 kilos, véase Marcos Winocur: Las clases olvidadas en la Revolución cubana, Barcelona, Grijalbo, 1979, p. 26.

  9. 8 Para todas las cuestiones vinculadas a la estructura y organización de las fuerzas regulares durante el régimen batistiano, véase Manuel Silva-Ardanuy: Reconversión de Ejército Rebelde a Ejército regular al servicio de la República de Cuba (1956-1970), tesis doctoral, Universidad de Sevilla Pablo de Olavide, 2012, pp. 20-21.

  10. 9 «Alarma entre Hacendados y Colonos Matanzas por frecuentes incendios campos de caña ocurridos recientemente. Matanzas, martes 24 de diciembre de 1954», Instituto de Historia de Cuba (IHC), Fondo Ejército, sig. 24/10/1.15/1-30.

  11. 10 «Jefe Regimiento 4GR, Negociado OP. 3049-29, Matanzas 26 de diciembre de 1954», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/10/1.15/1-30.

  12. 11 «Medidas coercitivas fin evitar ocurran incendios intencionales al terminar la zafra en campos retoños cañas, 22 de marzo de 1956», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/7.1/8.3/1-74.

  13. 12 James C. Scott: Weapons of the Weak. Everyday Forms of Peasant Resistance, New Haven-Londres, Yale University Press, 1985.

  14. 13 Martín López-Ávalos: «La cultura política de la vanguardia o la construcción del ethos revolucionario. Cuba 1952-1959», Tzintzun, 53 (2011), pp. 75-105, y Hugo Cancino: «El discurso ideológico de la Revolución cubana. Para un estudio de las raíces histórico-ideológicas de la revolución», Histórica: Debates e Tendências, 1(10) (2010), pp. 73-86.

  15. 14 Revolución. Órgano oficial del M-26-7, año I, núm. 5, septiembre de 1957, p. 4.

  16. 15 «Sigue ardiendo la caña», Vanguardia Obrera, año I, núm. 13, 5 de diciembre de 1957.

  17. 16 Fernando N. Sánchez Gómez: «Huelga general revolucionaria: culminación de la insurrección» (México, abril de 1958), IHC, Fondo Propaganda, sig. 4/2.2/5.1020, inventario 292, pp. 1-16.

  18. 17 Víctor Dreke: De la Sierra del Escambray al Congo. En la vorágine de la Revolución cubana, Nueva York, Pathfinder Press, 2002, p. 57, y Tad Szulc: Fidel..., p. 490.

  19. 18 Vanguardia Obrera, año I, núm. 17, Las Villas, 1957.

  20. 19 Carlos Franqui: Diario de la Revolución cubana, Barcelona, Ediciones Torres, 1976, pp. 268-269 y 498-499. Sobre la importancia de la propaganda para la estrategia del M-26-J y el rol de los medios de comunicación en el proceso revolucionario cubano, véanse Patricia Calvo González: ¡Hay un barbudo en mi portada! La etapa insurreccional cubana a través de los medios de comunicación y propaganda 1952-1958, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2021, y Eudald Cortina Orero: «Comunicación insurgente en América Latina: un balance historiográfico y una propuesta metodológica para su estudio», Izquierdas, 41 (2018), pp. 4-43, esp. p. 14.

  21. 20 La dirección, cuadros y estructura interna del Movimiento 26 de Julio, especialmente del aparato de propaganda, puede contrastarse en Ángel Fernández Vila: Por las ideas del Moncada. Relatos, La Habana, Verde Olivo, 2013.

  22. 21 «A los responsables provinciales de propaganda. Circular C-2, 4 de diciembre de 1957», IHC, Fondo Propaganda del Movimiento 26 de Julio, sig. 4/2/2.5/1025.

  23. 22 «¡Obrero a la quema de la caña!», Vanguardia Obrera, año I, núm. 12, 26 de noviembre de 1957.

  24. 23 «Boletín impreso de la Organización Auténtica, firmado por M. Kelyin. 1 de octubre, 1957», Archivo Nacional República de Cuba (ANRC), Fondo Especial, caja 1, núm. 63.

  25. 24 «Negociado 0652. Febrero 1958», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/12.2/5.1/1-35.

  26. 25 Gladys M. García-Pérez: Insurrección y revolución..., p. 161.

  27. 26 Teodor Shanin: «El campesinado como factor político», La clase incómoda. Sociología política del campesinado en una sociedad en desarrollo (Rusia 1910-1925), 1.ª ed. 1972, Madrid, Alianza Editorial, 1986, pp. 274-298, esp. pp. 296-297.

  28. 27 Ramón Espinosa Martín: Siempre combate, La Habana, Verde Olivo, 2009, pp. 40-41.

  29. 28 «EME, Cdad. Mtar. 041800. Dic. 1957», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/2.1/16.1/1-157.

  30. 29 «EME, Cdad. Mtar. 131800. Dic. 1957», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/2.1/16.1/1-157.

  31. 30 «EME, Cdad. Mtar. 161800. Sep. 1957», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/2.1/16.1/1-157.

  32. 31 «EME, Cdad. Mtar. 181800. Sep. 1957», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/2.1/16.1/1-157.

  33. 32 «Cuartel General Vidal Ducassi, Guanajay. Confidencial 27-958. 13 de febrero de 1958», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/12.2/5.1/1-35.

  34. 33 Ibid.

  35. 34 «Cdad. Mtar. Ctel. Cabo Parrado. Confidencial. 2 de enero de 1958», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/3.2/6.3/1-49.

  36. 35 Guillermo Jiménez Soler: Los propietarios de Cuba 1958, La Habana, Ciencias Sociales, 2008, pp. 475-476; Servando Valdés Sánchez: La elite militar en Cuba (1952-1958), La Habana, Instituto Cubano del Libro-Editorial de Ciencias Sociales, 2008, pp. 27 y 31, y Andrea Alcántara Janeiro: Fulgencio Batista: Cuba a través del personaje (1901-1973), tesis doctoral, Universidad de Santiago de Compostela, 2019, pp. 183, 246 y 248. Recuperado de internet (https://minerva.usc.es/xmlui/handle/10347/20737).

  37. 36 Carlos del Toro González: La alta burguesía cubana, 1920-1958, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2003, pp. 48 y 130, y Guillermo Jiménez Soler: Los propietarios..., pp. 322-329.

  38. 37 Guillermo Jiménez Soler: Las empresas de Cuba 1958, 1.ª ed. 2004, La Habana, Ciencias Sociales, 2014, pp. 101-102.

  39. 38 «La situación en Oriente» y «Denuncia del salvaje terrorismo batistiano», Carta Semanal, 2.ª época, núm. 225, 4 de diciembre de 1957, pp. 1 y 4, respectivamente, y «La lucha de masas contra el terror», Carta Semanal, 2.ª época, núm. 227, 18 de diciembre de 1957.

  40. 39 Kewes S. Karol: Los guerrilleros en el poder, Barcelona, Seix Barral, 1972, p. 101.

  41. 40 «Arch. No. 122-957. Relación de actuaciones por delitos subversivos. Bejucal, 5 de marzo de 1957», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/11.1/1:3.1/1-53.

  42. 41 «Asesinatos en Sancti-Spíritus-Trinidad», Carta Semanal, 2.ª época, núm. 227, 18 de diciembre de 1957, p. 3, y Carlos Franqui: Diario de la Revolución..., p. 370.

  43. 42 Carlos Franqui: Diario de la Revolución..., p. 350.

  44. 43 Marifeli Pérez-Stable: The Cuban Revolution: Origins, Course and legacy, Nueva York, Oxford University Press, 1994, p. 43.

  45. 44 «Arde la caña a pesar de los asesinatos», Sierra Maestra, núm. 20, La Habana, 8 de febrero de 1958.

  46. 45 «Medidas contra sabotajes. No. 000.5/Cdad Mtar, 19 de febrero de 1958», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/3.2/6.3/1-49.

  47. 46 Ramón Barquín: Las luchas guerrilleras en Cuba. De la colonia a la Sierra Maestra, t. 2, Madrid, Playor, 1975, p. 551; «Iniciados los trabajos de la actual zafra azucarera», Diario de La Marina, año CXXVI, núm. 290, 8 de diciembre de 1957, pp. 1-A y 22-A, y «En vigor el decreto sobre la molienda en esta zafra», Diario de La Marina, año CXXVI, núm. 291, 10 de diciembre de 1957, p. 2-B.

  48. 47 «Vaya, vaya... con el grito en el cielo», La Última Noticia. Boletín Oficial del Movimiento 26 de Julio, enero de 1957.

  49. 48 Hugh Thomas: Historia contemporánea de Cuba. De Batista a nuestros días, 1.ª ed. 1971, Barcelona, Grijalbo, 1982, p. 163.

  50. 49 «Informe sobre psicología de guerra y propaganda firmado por John E. Kieffer, presidente de la Universal Research and Consultants, con comentarios de Martín Díaz Tamayo, 9 de abril de 1958», ANRC, Fondo Especial, caja 2, núm. 197.

  51. 50 «Está garantizada la zafra, declaró el Dr. Jorge Barroso», Diario de La Marina, año CXXVI, núm. 292, 11 de diciembre de 1957, pp. 1-A y 9-B.

  52. 51 «¡Mientes Barroso»!, Vanguardia Obrera, año I, núm. 14, 17 de diciembre de 1957.

  53. 52 «Ministerio de Defensa Nacional. Confidencial, BRAC, Marianao, 11 de octubre de 1956», IHC, Fondo Ejército, sig. 24/11.2/1:1.4/1.13, y «¡A desarrollar las luchas!», Carta Semanal, 2.ª época, núm. 165, 10 de octubre de 1956, p. 2.

  54. 53 «La lucha de masas y el terrorismo», Carta Semanal, 2.ª época, núm. 195, 8 de mayo de 1957, y «Declaración del PSP. Sobre los rumores de la huelga y la situación», Carta Semanal, 2.ª época, núm. 225, 4 de diciembre de 1957, pp. 1-2.

  55. 54 «Lucha de masas. Los métodos de lucha propios de la clase obrera», Carta Semanal, 2.ª época, núm. 225, 4 de diciembre de 1957.

  56. 55 «La quema de cañas, la posición de Falcón y la posición obrera», Carta Semanal, 2.ª época, núm. 226, 11 de diciembre de 1957.

  57. 56 «La situación de los obreros del central Pilón», Carta Semanal, 2.ª época, núm. 227, 18 de diciembre de 1957, p. 4.

  58. 57 Caridad Massón Sena: «Los comunistas cubanos y las luchas por el poder en los años cincuenta», Revista de Estudos & Pesquisas sobre as Américas, 2(7) (2013), pp. 238-255, y «El camino del pueblo: agosto de 1933. Manifiesto del PSP», Carta Semanal, 2.ª época, núm. 165, 10 de octubre de 1956.

  59. 58 Steve Cushion: A Hidden History of the Cuban Revolution. How the working class shaped the Guerrillas’ Victory, Nueva York, Monthly Review Press, 2016, pp. 10, 83 y 169.

  60. 59 Teudy Truitié Matilla: Guantánamo y el Segundo Frente Oriental «Frank País» (1952-1958), La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2011, p. 63.

  61. 60 Louis Jr. Pérez: Cuba. Between Reform and Revolution, Nueva York-Oxford, Oxford University Press, 2006, pp. 233-234; «Violence in Cuba», The New York Times, 8 de septiembre de 1957, Section E, p. 2. Recuperado de internet (https://www.nytimes.com/sitemap/1957/09/08/), y Gladys A. García-Pérez: Insurrección y Revolución..., p. 162.

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  63. 62 Vanni Pettinà: Cuba y Estados Unidos, 1933-1959. Del compromiso nacionalista al conflicto, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2011, p. 112.

  64. 63 «Dirección General de Política Exterior. América. Reservado. Núm. 40. La Habana, 4 de febrero de 1958. Asunto: Informa sobre la situación interna de Cuba», Archivo General de la Administración (AGA), Exteriores, caja 54/5357; Manuel de Paz Sánchez: Zona rebelde. La diplomacia Española ante la revolución cubana (1957-1960), Tenerife, Centro de la Cultura Popular Canaria, 1997, p. 106, y «Cuba Rebels Map Plant Sabotage», The New York Times, 3 de febrero de 1958, p. 1. Recuperado de internet (https://www.nytimes.com/sitemap/1958/02/03/).

  65. 64 Vanni Pettinà: Cuba y Estados Unidos..., p. 240.

  66. 65 Oscar Zanetti Lecuona: Esplendor y decadencia del azúcar en las Antillas hispanas, La Habana, Ciencias Sociales-Ruth Casa Editorial, 2014, p. 467, y Hugh Thomas: Historia contemporánea de Cuba..., p. 129.

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  68. 67 Gladys M. García-Pérez: Insurrección y Revolución...

  69. 68 José Suárez Núñez: El gran culpable ¿Cómo 12 guerrilleros aniquilaron a 45.000 soldados?, Caracas, ed. del autor, 1963, pp. 95-96, y Gabriel E. Taborda: Palaras esperadas. Memorias de Francisco H. Tabernilla Palmero, Miami, Ediciones Universal, 2009, pp. 132-134 y 143.

  70. 69 Carlos Franqui: Diario de la Revolución..., p. VII.

  71. 70 Martín López-Ávalos: «El nacionalismo radical: narrativa histórica e identidad nacional en Cuba», Revista Brasileira do Caribe, 32(17) (2016), pp. 185-207.

  72. 71 Antonio Elorza y Elena Hernández Sandoica: La Guerra de Cuba (1895-1898), Madrid, Alianza Editorial, 1998, pp. 81 y 224-225.

  73. 72 James J. Pancrazio: «Antonio Maceo: La (de)formación nacional y el metarrelato del martirio», Cuban Studies, 33 (2002), pp. 156-178; Martín López-Ávalos: «El nacionalismo radical...», p. 192; Antoni Kapcia: «Revolution, the Intellectual and a Cuban Identity: The Long Tradition», Bulletin of Latin American Research, 2(1) (1982), pp. 63-78; Cintio Vitier: Ese sol del mundo moral..., y Sergio LópezRivero: El viejo traje de la Revolución. Identidad colectiva, mito y hegemonía política en Cuba, Valencia, Publicacions Universitat de València, 2007.