Ayer 127/2022 (3): 13-20
Seccion: Dossier
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2022
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/1130
© Martín Rodrigo y Alharilla
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

Presentación. El comercio
de africanos esclavizados
en el mundo hispánico
(1789-1867)

Martín Rodrigo y Alharilla

Universitat Pompeu Fabra
martin.rodrigo@upf.edu

Tal y como ha puesto de relieve un libro de Michael Zeuske, la historia de las sociedades humanas ha sido, y en buena media sigue siendo, la historia de la esclavitud 1. Nuestro pasado está marcado por la esclavización de unos seres humanos por otros, y podemos decir que la esclavitud es el primer fenómeno global de la historia de la humanidad. Un fenómeno que, más allá de su carácter global, se ha expresado de forma singular en el continente africano. África ha proveído de millones y millones de personas esclavizadas durante varios siglos a múltiples y diversas sociedades no africanas, y lo ha hecho en una escala mayor a la de cualquier otro territorio o continente. Muchos han sido los historiadores que se han dedicado a analizar las diversas aristas de aquel notable comercio de africanos esclavizados, de aquella peculiar actividad de exportación de millones y millones de seres humanos que fueron convertidos en mercancía, contra su voluntad, y que fueron llevados, también contra su voluntad, a territorios tan ignotos como lejanos.

En estos últimos años el estudio del comercio de esclavos ha conocido un notable impulso académico. Así, por ejemplo, ha mejorado notablemente nuestro conocimiento sobre las grandes variables demográficas de aquella secular «diáspora africana». Sabemos que en los siglos xvi, xvii, xviii y xix al menos doce millones y medio de personas fueron embarcadas en algún punto de África con destino al continente americano, tal como recoge una monumental base de datos 2, una estimación utilizada por diferentes investigadores y por la propia UNESCO, impulsora del programa internacional La Ruta del Esclavo. Lo que desconocemos es cuántas de las expediciones negreras efectiva y directamente realizadas entre África y América no han llegado a ser contabilizadas en dicha fuente. Tampoco sabemos cuántos africanos pudieron morir por efecto del comercio transatlántico de esclavos antes de embarcar: cuántos fallecieron, por ejemplo, en el momento de ser capturados, o mientras realizaban largas caminatas hasta los puntos de embarque, o cuando estaban esperando en las factorías costeras a la llegada de los barcos negreros, o incluso cuántos pudieron fallecer ahogados durante el complicado proceso de embarque. Marcus Rediker ha calculado, en ese sentido, que podríamos hablar de otros dos millones de personas más, muertas en África antes de embarcar y por efecto directo del comercio transatlántico de esclavos 3.

Sabemos, eso sí, que las otras tres rutas del comercio de africanos esclavizados (la que atravesaba el desierto del Sáhara hacia el Mediterráneo; la que se dirigía al Golfo Pérsico, la península arábiga y regiones aledañas, y, por último, la que tenía por destino distintas islas y ciudades portuarias del océano Índico) alcanzaron una importancia tal que venían a representar, en suma, la mitad del volumen del comercio transatlántico de esclavos. En términos demográficos eso significa hablar de, al menos, otros seis millones de africanos esclavizados más, exportados fuera de África 4. Diríamos, en suma, que el impacto demográfico directo del comercio de esclavos para el continente africano fue de un mínimo de veinte millones de personas. A dicha cantidad habría que sumar, además, los hijos, nietos, bisnietos y tataranietos no nacidos, descendientes sin alumbrar de aquellos africanos que fueron desarraigados de sus pueblos de origen por efecto de la trata. En cualquier caso, se trata de unas cifras que corroboran las apreciaciones de Patrick Manning, quien señaló hace años el devastador, aunque desigual, impacto demográfico del comercio de esclavos para el conjunto del continente africano. Así, según dicho autor, la población del África central y centro-occidental de 1850 había llegado solo hasta la mitad del volumen que habría alcanzado sin comercio de esclavos 5.

Si centramos nuestro análisis en la principal ruta de aquel dilatado comercio de esclavos, la que discurrió a través del océano Atlántico hacia el Nuevo Mundo, hay que señalar que tuvo una relación directa con la historia de la monarquía hispánica y de España. La tuvo, podemos decir, desde el principio hasta el final de su existencia. Baste recordar que los viajes directos de embarcaciones esclavistas entre África y América se iniciaron a partir de 1518 cuando el joven rey Carlos I firmó un edicto que autorizaba dicho tráfico directo desde África y con destino a las posesiones de Castilla en el Nuevo Mundo. Empezó entonces un comercio directo entre ambos continentes que se alargó durante tres siglos y medio, y que afectó directamente, como antes señalé, al menos a doce millones y medio de cautivos africanos. En torno a un 15 por 100 de aquellos cautivos embarcados, o sea, más de un millón y medio, murieron durante la travesía en el Atlántico, antes de pisar tierra americana. No hay que olvidar, por otro lado, que el último esclavo africano desembarcado en algún punto de América lo hizo en una posesión española: en la isla de Cuba en 1867. En resumen, las dos fechas extremas del comercio directo de esclavos entre África y América, la de su inicio (1518) y la de su final (1867), forman parte de la historia de España.

Es más, tal como han señalado otros autores, las posesiones castellanas (luego españolas) en el Nuevo Mundo recibieron durante aquellos tres siglos y medio más de dos millones de esclavos africanos. Ese dato convierte a las colonias españolas en el hemisferio americano, en su globalidad, en el segundo territorio receptor de africanos esclavizados llegados al Nuevo Mundo, un conjunto territorial solo superado por el Brasil portugués (4,7 millones) y por delante del Caribe británico (2 millones) y el francés (1,1 millones) 6. Se mire como se mire, no hay duda de que el comercio transatlántico de africanos esclavizados fue una actividad vinculada a la historia de la monarquía hispánica y de sus posesiones en el Nuevo Mundo. Una actividad que cambiaría notablemente tras la Real Orden dictada por Carlos IV el 28 de febrero de 1789. Aquella disposición abrió las puertas del comercio libre de esclavos a los hombres de negocio españoles y, en general, de cualquier otra nacionalidad, como británicos, franceses, neerlandeses, norteamericanos, daneses o suecos.

Los cuatro textos que conforman este dosier se ocupan, precisamente, de analizar diferentes aspectos del comercio de africanos esclavizados en el periodo posterior a dicha fecha. Lo hacen para cuatro espacios geográficos diferentes: el Río de la Plata, Puerto Rico, Cuba y España. De todas formas, los cuatro artículos del dosier (y, singularmente, los dos primeros) ponen de relieve el carácter transnacional y transimperial del comercio de esclavos, una actividad cuyo análisis obliga a superar los estrechos marcos de las historias nacionales. El autor del primer artículo, Alex Borucki, profesor del University of California Irvine, centra su análisis en el Río de la Plata en los últimos años del siglo xviii y los primeros del xix. Tal y como él mismo señala, su análisis va, sin embargo, más allá de dicha región, pues conecta el Atlántico con el Pacífico: con Lima y Santiago de Chile, sobre todo, ciudades que fueron el destino final de la mayor parte de los esclavos en los que basa su análisis. Yo añadiría, además, que su texto también conecta con el Índico, teniendo en cuenta el rol que juega Mozambique en la historia que nos narra. Borucki analiza, con un altísimo nivel de detalle, la expedición del Ascensión, un buque norteamericano que fue el primero de la larga lista de embarcaciones esclavistas de dicho pabellón que surtieron de cautivos africanos los puertos de Montevideo y Buenos Aires. La trata esclavista fue, precisamente, el principal ramo mercantil que benefició a los hombres de negocio estadounidenses que operaban en dicha región en los tiempos del llamado comercio neutral. Dicho autor sitúa convincentemente un análisis propiamente microhistórico (en torno a un buque, una expedición) en el marco de una historia global, poniendo de relieve cómo el mercado de esclavos en el Río de la Plata (y en toda Sudamérica) permitió a determinados comerciantes, singularmente a los norteamericanos, proveerse de plata a cambio de ofrecer cautivos. La trata les permitió disponer de una plata necesaria para sus intercambios comerciales con las dos grandes potencias mercantiles asiáticas, India y China. Borucki nos habla, así, de conexiones globales, presentando un análisis que viene a cuestionar las tesis de quienes han separado, en clave temporal, la circulación de la plata y el sistema esclavista. De su artículo se deduce que la importancia de la plata y de la esclavitud, como primera y segunda contribución americana a la emergencia del capitalismo global, no necesariamente se dieron en etapas temporalmente consecutivas, sino que pudieron ser simultáneas.

El siguiente artículo, obra de José Luis Belmonte, profesor de la Universidad de Sevilla, tiene por objeto el estudio del comercio de esclavos en Puerto Rico en la última década del siglo xviii y las dos primeras décadas del siglo xix. En su detallado análisis de la configuración del mercado de esclavos en dicha isla, el autor resalta explícitamente la importancia del contexto regional. Cabría añadir que su texto revela, asimismo, tal como hace también el de Alex Borucki para el Río de la Plata, la importancia de las redes que atravesaban los marcos imperiales, en este caso en un espacio como el Gran Caribe. Aunque su trabajo se centra en un espacio geográfico concreto, Belmonte pone a la vez de relieve cómo la historia de Puerto Rico fue cambiando bajo el influjo parcial de lo que iba sucediendo en otros territorios de la región: por efecto de unas rebeliones esclavas sucedidas en Curaçao o por el cambio de soberanía, de España a Francia, de Santo Domingo, por señalar dos ejemplos significativos que analiza dicho autor. Es más, como igualmente señala José Luis Belmonte, la historia del Caribe en aquellos años estuvo igualmente condicionada por dinámicas suprarregionales (como las alianzas cambiantes entre potencias imperiales europeas, la dinámica de la guerras napoleónicas o el comercio de neutrales).

Tres son, a mi juicio, las principales contribuciones de dicho artículo. Belmonte ofrece, en primer lugar, un inédito análisis de cuáles fueron los puertos de origen de las expediciones esclavistas llegadas a Puerto Rico entre 1800 y 1820, y reflexiona, a partir de sus datos, cómo dicho origen (diverso) condicionó demográficamente aquellos territorios de la isla que se orientaban entonces hacia una economía de plantación. A partir fundamentalmente del vaciado de fuentes notariales insulares, Belmonte ofrece también un detallado análisis del mercado de esclavos en Ponce y en San Juan, prestando nuevamente atención al origen geográfico y étnico de los africanos esclavizados arribados a dichas ciudades. Y completa, por último, su texto con un análisis de lo que él llama el «cuerpo del delito», o sea, del cuerpo de los africanos esclavizados. Describe así tanto la presencia de determinadas escarificaciones rituales africanas como, sobre todo, de las huellas que se apreciaban en la piel de los hombres, mujeres y niños que sufrieron la esclavitud por la práctica del carimbeado y por algunas cicatrices que surgieron como expresión de la violencia extrema de aquel odioso comercio.

Los otros dos artículos del dosier tienen por objeto el análisis de la trata esclavista en Cuba. Cabe tener presente que dicha isla fue, durante el siglo xix, el segundo territorio americano más importante como mercado importador de africanos esclavizados, solo superado por Brasil. El texto de Carmen Barcia, investigadora de la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz y profesora de la Universidad de La Habana, ofrece una visión general sobre el funcionamiento del comercio ilegal de esclavos en Cuba, es decir, tras la aplicación del primer tratado de abolición hispano-británico firmado por España y Gran Bretaña en 1817. Dicha autora analiza los mecanismos de represión del comercio de esclavos fijados en dicho tratado (y en el posterior de 1835), así como las formas de que se sirvieron quienes se dedicaban a dicho comercio para mantener su actividad, pese a su ilegalización. Combinando la descripción de casos concretos con un afán totalizador, la profesora Carmen Barcia ofrece un análisis completo sobre el funcionamiento de la trata ilegal, tanto en el continente africano como en la propia isla, pasando por el middle passage. Especial interés tiene el epígrafe que dedica a analizar «las claves del negocio en tierra», pues dibuja allí, con precisión y oficio, quiénes fueron los muchos actores que hicieron posible el desembarco de más de medio millón de cautivos africanos en las playas cubanas, pese a su teórica clandestinidad e ilegalidad.

El principal valor añadido, por último, del texto de Martín Rodrigo, promotor y editor del dosier, radica en sus cálculos sobre la rentabilidad de las expediciones esclavistas llegadas a la isla. No disponíamos, de hecho, hasta el momento de una cuantificación sobre las tasas de ganancia del comercio de esclavos con destino a la Cuba del siglo xix. Dicho artículo no solo ofrece un cálculo de las tasas de retorno o rentabilidad de la trata cubana, tanto en su fase legal como también ilegal, sino que pone igualmente de relieve, en línea con el capítulo anterior, que hubo una amplia panoplia de beneficiarios de dicha actividad, muchos de ellos españoles peninsulares, más allá de los armadores negreros. Hubo también inversores, aseguradores, capitanes, oficiales, marineros, médicos, consignatarios, vendedores, funcionarios... Todos ellos participaron de la trata africana y se beneficiaron económicamente de dicha actividad. Su implicación en el comercio de esclavos permitió, de hecho, a muchos individuos conseguir sus primeros caudales con los que pudieron luego emprender su carrera empresarial en otros negocios. En el artículo se resumen, a modo de ejemplo, diferentes trayectorias vitales las cuales revelan cómo diversos empresarios españoles empezaron precisamente en el mundo de la trata africana. Todo ello permite concluir que el comercio ilegal de africanos esclavizados estuvo detrás (o, mejor dicho, en la raíz) de algunas de las principales fortunas de la España del siglo xix.

Los cuatro textos que conforman este dosier proponen, en definitiva, una aproximación coral a uno de los grandes temas de la historia atlántica y global: el comercio transatlántico de africanos esclavizados. Hablamos de un tráfico que directamente implicó, al menos, a tres continentes (África, América y Europa) y que tuvo derivadas que alcanzaron al resto del planeta. Y hablamos de una peculiar actividad que sobrevivió, de hecho, durante buena parte del siglo xix, siendo muy necesaria y funcional para alimentar de mano de obra las economías de plantación propias de la segunda esclavitud en el hemisferio americano 7. Cada vez hay más trabajos que destacan, precisamente, la importancia de la mano de obra esclava (y del necesario comercio de esclavos que aseguraba su reposición) en la emergencia del capitalismo global, especialmente durante el siglo xix 8. Estos cuatro artículos pretenden ser, en ese sentido, una aportación a un mejor conocimiento del citado fenómeno, uno de los más relevantes campos de estudio en la historia del mundo atlántico y global.


1 Michael Zeuske: Esclavitud. Una historia de la humanidad, Pamplona, Katacrak, 2019.

2 David Eltis: «The Volume and Structure of the Transatlantic Slave Trade: A Reassessment», The William and Mary Quarterly, 58(1) (2001), pp. 17-46. Desde su primera publicación en CD-Rom, la TransAtlantic Slave Trade Database se ha ido actualizando con nuevos datos. Resulta posible consultarla, además, en www.slavevoyages.org. Para las estimaciones que permite dicha base de datos véase https://slavevoyages.org/assessment/estimates.

3 Marcus Rediker: Barco de esclavos. La trata a través del atlántico, Madrid, Capitán Swing, 2021.

4 Nathan Nunn: «The Long-Term Effects of Africa’s Slave Trades», Quarterly Journal of Economics, 123(1) (2008), pp. 139-176.

5 Patrick Manning: Slavery and African Life: Occidental, Oriental and African Slave Trades, Cambridge, Cambridge University Press, 1990.

6 La particularidad de las colonias españolas es que recibieron 1,5 millones de esclavos directamente de África y cerca de 600.000 africanos esclavizados que habían sido reembarcados en colonias de otras potencias europeas en América como, por ejemplo, Brasil o Jamaica. Cfr. Álex Borucki, David Eltis y David Wheat: «Atlantic History and the Slave Trade to Spanish America», American Historical Review, 120(2) (2015), pp. 433-461.

7 Dale Tomich: Through the Prims of Slavery. Labor, Capital and World Economy, Lanham, Rowman & Littlefield Publishers, 2003, e íd.: «La “segunda esclavitud” y el capitalismo mundial: una perspectiva para la investigación histórica», Historia Social, 90 (2018), pp. 149-164.

8 Edward E. Baptist: The Half Has Never Been Told. Slavery and the Making of American Capitalism, Nueva York, Basic Books, 2014; Sven Beckert: El imperio del algodón. Una historia global, Barcelona, Crítica, 2016, y Sven Beckert y Seth Rockman: Slavery’s Capitalism. A New History of American Economic Development, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 2016.