Ayer 129/2023 (1): 213-244
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2023
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/1178
© Lurdes Cortès-Braña
Recibido: 29-12-2019 | Aceptado: 09-07-2020 | Publicado on-line: 10-01-2022
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

Un asunto de Estado: la acogida de niños austriacos en la geopolítica del primer franquismo *

Lurdes Cortès-Braña

Doctora en Historia
por la Universitat Pompeu Fabra
lurdes.cortes@gmail.com

Resumen: Entre 1949 y 1950, casi tres mil niños austriacos vinieron a España en seis expediciones, invitados por Franco. Fueron acogidos para restablecer su salud, mermada por los estragos de la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas. Paradójicamente, fueron asistidos en un país que vivía su propia posguerra, con miseria y racionamiento. En pleno nacionalcatolicismo, una amalgama de instituciones oficiales y organizaciones católicas llevó a cabo ese empeño laborioso que costó cuatro años de preparación. Su finalidad última era propagandística y pretendía romper el ostracismo diplomático en que se hallaba el régimen franquista. Franco trató esta acogida como un asunto de Estado.

Palabras clave: franquismo, España, Austria, niños, geopolítica.

Abstract: Between 1949 and 1950, almost three thousand Austrian children came to Spain in six expeditions, invited by Franco. In theory, the goal was to restore their ailing health that had declined due to the ravages of World War II and its terrible aftermath. Paradoxically, they came to a country that was experiencing its own postwar, characterized by misery and rationing. The National-Catholic state relied upon an amalgam of official institutions and Catholic organizations who carried out a laborious effort that required four years of preparation. The main purpose of this enterprise was propagandistic to break the diplomatic ostracism in which Francoist regime found itself. Franco treated this as a matter of state.

Keywords: Francoism, Spain, Austria, children, geopolitics.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, el régimen de Franco había quedado en la parte equivocada de la Historia. España fue vetada por las conferencias de Potsdam y San Francisco, que diseñaron el nuevo orden internacional. Fue expulsada de los organismos multilaterales, Francia cerró la frontera y fueron retirados los embajadores. Franco dispuso entonces cambios estratégicos, como arrinconar a los falangistas y dar paso al colaboracionismo católico.

Este estudio trata sobre la acogida de niños austriacos en España, en el marco de la política internacional del primer franquismo. La obra se canalizó a través de organizaciones de la Iglesia católica, en connivencia con el aparato del Estado, en un contexto de nacionalcatolicismo. Las pequeñas víctimas de la guerra mundial, cuyo sufrimiento concitaba gran simpatía, fueron un instrumento propicio para la política exterior del régimen.

La hipótesis es que Franco usó ese acto solidario como asunto de Estado, para abrir brecha en su ostracismo diplomático. La investigación se inscribe en el marco conceptual de la ayuda humanitaria dentro de las relaciones internacionales. En efecto, los conflictos bélicos entre 1850 y 1950 impulsaron operativos de ayuda de emergencia entre naciones y confirieron a las organizaciones que las llevaron a cabo categoría de actores geopolíticos.

Por otra parte, este estudio contempla cómo el control absoluto de una dictadura, con el apoyo de la Iglesia católica, pudo propiciar una obra humanitaria de carácter internacional con finalidades políticas. Este caso nos remite al problema histórico de la instrumentalización de los operativos humanitarios para niños con finalidades espurias, como ocurrió en el contexto de las dos guerras mundiales 1, o el caso análogo de los «niños de Rusia», en la Guerra Civil española. El enfoque de la investigación es, pues, claramente político.

Se han consultado fuentes primarias de instituciones oficiales implicadas, como el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Delegación Nacional de Auxilio Social. A nivel local, ha resultado de extraordinario interés el expediente «Comisión pro-niños Centro Europa», del Archivo Histórico de Sabadell (Barcelona). Por lo que respecta a documentos del ámbito de la Iglesia católica, se han estudiado los fondos de Acción Católica Española (ACE): memorias de su Junta Nacional y publicaciones de la organización, como Ecclesia, Cumbres o Senda. Además, se ha accedido a documentos de Cáritas en Viena, Madrid y Zaragoza y a los archivos diocesanos de Vic y Terrassa (Barcelona). Asimismo, se recopilaron decenas de testimonios de personas que participaron en el operativo 2. Paralelamente, se ha recurrido a las escasas obras que mencionan el caso, bibliografía sobre el primer franquismo y prensa de la época.

Esta investigación expone unos hechos muy poco conocidos, aportando análisis a la descripción y correcciones a lo publicado (errores de valoración y sobre el número de acogidos, fechas, nombres y expediciones, entre otros).

En busca de niños europeos necesitados

Ya a finales de 1940 llegó a Bélgica una oferta española para acoger a un millar de niños belgas, que causó estupefacción por la miseria imperante en España 3. Pero no fue hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial cuando el régimen franquista lanzó el plan que culminaría con la acogida de niños austriacos en España. Pretendía ofrecer un espejismo de normalidad en un contexto de aislamiento.

Tras una fachada de neutralidad, el régimen estuvo alineado con los países del Eje hasta la primavera de 1944. A raíz de los progresos aliados empezó a hacer gestos hacia el exterior para desmarcarse, como la retirada de la División Azul o facilidades operativas para la fuerza aérea de Estados Unidos. Aún más importantes fueron los cambios estratégicos a nivel interno, como la marginación de Falange y la opción por el nacionalcatolicismo 4.

Así, la remodelación del 18 de julio de 1945 dio entrada en el Gobierno al colaboracionismo católico, una de las corrientes del catolicismo político, que no rechazaba cooperar con cualquier régimen mientras se respetara su ideario. Alberto Martín Artajo era uno de sus más conspicuos representantes. Pertenecía a una familia de activistas católicos y monárquicos que militaron en la subversión contra la República (su padre y cuatro de sus hermanos permanecieron presos durante la Guerra Civil) 5. Tenía un brillante currículum: doctor en Derecho, profesor universitario y letrado del Consejo de Estado. Era ejemplo paradigmático de la estrategia destinada a formar elites católicas para acceder al poder, que promovía la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), de la cual él mismo era dirigente 6. Alberto Martín Artajo, también presidente de ACE, fue una persona clave en esta nueva etapa del régimen y en el operativo de acogida de niños extranjeros.

Con Martín Artajo como ministro de Asuntos Exteriores, el régimen franquista se orientó hacia la diplomacia de la religión. Franco quería aprovechar sus contactos con organizaciones católicas y partidos democristianos (que se imponían como un elemento estabilizador en Europa, con Adenauer, Schumann o de Gasperi), para mejorar la imagen de España en el exterior 7. A estos efectos, el nuevo ministro creó de inmediato la Oficina de Información Diplomática (OID), que tenía como finalidad la contrapropaganda 8.

El Gobierno español aprovechó la oportunidad cuando la Conferencia de Ministros de Educación Aliados inquirió sobre las condiciones existentes en el país para acoger niños extranjeros 9. Solo un mes más tarde realizó su oferta a los embajadores de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña en Madrid. Proponía «dar generosa hospitalidad en su suelo, durante los meses próximos, a todos aquellos niños que puedan ser acogidos, bien en centros infantiles, así públicos como privados, o en el seno de familias acomodadas» 10. El Gobierno se comprometía a acoger menores de siete a trece años, entre diciembre y mayo, garantizando manutención, vestido y educación. Especificaba que: «[c]on objeto de obviar dificultades que supondría la diferencia de religión, [...] deberia darse preferencia a los niños hijos de familias católicas» 11.

Franco había puesto en marcha la maquinaria del Estado y el régimen empezó a mover engranajes, aunque con gran desconocimiento del campo en que se adentraba. Sorprende la circular de Martín Artajo solicitando colaboración a miembros de su equipo diplomático, para acoger en España durante el invierno cincuenta mil niños europeos afectados por la guerra. Desconcierta lo desa­forado de la cifra, la inmediatez del plazo propuesto, la selección de países y su afirmación de que «[s]e viene recibiendo múltiples peticiones de organizaciones humanitarias y aun de misiones diplomáticas extranjeras en Madrid», cuando fue el régimen quien se les aproximó por iniciativa propia. Destaca la instrucción: «Se debe señalar ausencia de todo matiz político y puro sentimiento humanitario» 12.

No hay duda del impulso y la implicación directa de Franco al respecto. Un decreto de la propia Presidencia del Gobierno creó la Delegación del Gobierno para la ayuda a niños extranjeros 13, dependiente del ministerio de la Gobernación (responsable de las instituciones asistenciales). Le atribuía regular y ejecutar la recepción de expediciones, alojamiento, alimentación, vestido, educación y régimen sanitario e higiénico. Prescribía que los ministerios de Asuntos Exteriores, Justicia, Educación Nacional e Industria y Comercio se pusieran a su servicio y enviasen representantes a una comisión asesora en la que también participaría un delegado de la Iglesia católica. Las Cortes, el poder legislativo de la dictadura, debían aprobar los créditos al efecto. También es significativo el decreto-ley de la Jefatura del Estado que imponía un sello adicional en el correo nacional, alegando que la iniciativa de amparar niños extranjeros «signifique unanimidad nacional de colaboración» 14. Se le daba, pues, carácter de asunto de Estado.

Informaba el marqués de Rialp que los gobiernos interpelados les remitieron a las organizaciones humanitarias internacionales y a los países potencialmente interesados. Rialp consideraba que pretendían así evitar cualquier muestra de solidaridad política. Lamentaba que «ha habido algunos sectores de dichas Naciones, que han tergiversado la generosa iniciativa española». Opinaba «que conviene al prestigio de España» que la iniciativa sea un éxito 15 y consideraba muy oportuna la encíclica del papa Pío XII que invocaba la ayuda en favor de los niños afectados por la guerra 16.

Respecto a las organizaciones humanitarias internacionales, el ministro plenipotenciario en Berna estuvo especialmente activo. Por su «espléndido aislamiento», el régimen desconocía los numerosos operativos para la acogida temporal de niños europeos ya existentes y sus grandes dificultades. Así, la Croix-Rouge suisse-­secours aux enfants (CRS-SAE), un comité autónomo de la Cruz Roja Suiza, llevaba desde 1942 transportando convoyes de niños de países europeos afectados por la guerra hasta Suiza, para una estancia de recuperación de tres meses 17. En total gestionó la acogida de unos 180.000 niños europeos de treinta países, en el periodo 1942-1950. La CRS-SAE tuvo que afrontar innumerables problemas logísticos, técnicos, políticos, sociales, confesionales, económicos y éticos. Algunas organizaciones como Cáritas colaboraban en estos operativos 18. Otros países, como Holanda, Bélgica o Dinamarca también acogieron niños víctimas de la Segunda Guerra Mundial. Su finalidad era humanitaria pero también sociopolítica: promovían la reconciliación europea y eran vistos como benefactores 19.

Por lo que se refiere a la selección de países candidatos, tampoco estuvieron los representantes españoles muy acertados. Se dirigieron a algunos que no solo no necesitaban ayuda, sino que, a su vez, acogían niños extranjeros. También chocaron con el problema de los refugiados. Así, la United Nations Relief and Rehabilitation Administration (UNRRA) ofrecía niños yugoslavos cuyas familias huían del régimen de Tito, cosa que los españoles veían políticamente comprometida. O niños húngaros que escapaban de los rusos y para los cuales UNRRA quería «una permanencia definitiva» 20. Otro inconveniente fue la falta de transporte, que impidió una expedición de niños griegos 21.

Los esfuerzos franquistas para ser aceptados internacionalmente incluyeron medidas como la promulgación del Fuero de los Españoles (una especie de carta de derechos que no ofrecía ninguna garantía real) 22 o una amnistía (parcial y discrecional). La comunidad internacional no se dejó engañar por ese maquillaje y en 1946 se agudizó el aislamiento político y económico del régimen franquista. Francia decidió cerrar la frontera el 1 de marzo de 1946 y, el 12 de diciembre del mismo año, la Organización de Naciones Unidas (ONU) recrudeció su veto: expulsó a España de los organismos multilaterales e instó la retirada de embajadores y la interrupción de relaciones comerciales con el régimen franquista. Franco aprovechó para manipular la situación a su favor, con el argumento de las «injerencias externas». El cierre de la frontera y el aislamiento diplomático añadió dificultades al proyecto político-humanitario de Franco.

Ahora bien, Franco, que tuvo un papel fundamental en la política exterior del régimen, hizo el análisis correcto de la evolución geopolítica y supo resistir las presiones 23. La deriva hacia un mundo bipolar revalorizó su anticomunismo: en 1946 estalló una guerra civil en Grecia (entre la derecha monárquica y la guerrilla comunista); en 1947, Italia, Francia y Bélgica descabalgaron a los partidos comunistas de los gobiernos de coalición; Hungría y Che­coslovaquia se integraron en el Bloque del Este en 1947 y 1948; en verano de ese año se produjo el bloqueo soviético de Berlín. A consecuencia de ello, la postura oficial de la ONU sobre el régimen se suavizó, por influencia de Estados Unidos. Los propios intereses de los países occidentales fueron abriendo brecha, ya que en la Europa de la posguerra existía una enorme necesidad de productos agrícolas y materias primas.

Por otra parte, el carísimo lobby español en Washington 24 influyó en las fuerzas armadas estadounidenses y en congresistas anticomunistas, católicos y opositores al presidente Truman; España ganó en interés estratégico 25, aunque la resistencia de Franco en el poder dejó a España sin Plan Marshall. Paralelamente, el ministro Martín Artajo realizó una ofensiva diplomática dirigida a los países hispanoamericanos y árabes, por los vínculos históricos. También siguió estrechando lazos con el Vaticano donde situó a uno de sus correligionarios, Joaquín Ruiz Jiménez, en el marco de la diplomacia de la religión, que habría de ser muy útil en la acogida de niños extranjeros.

Efectivamente, el régimen se apoyó en la Iglesia católica, con su gran penetración social, para llevar a cabo la actuación en favor de los niños víctimas de guerra, que concitaban gran simpatía. El cardenal primado, Enrique Pla y Deniel, alentó a sus prelados a dar un ejemplo de caridad al mundo; algunos de ellos incluso concedieron indulgencias «a quienes acogieran a los niños y a los que trabajasen en esta hermosa tarea» 26.

Especialmente importante para el desarrollo del proyecto fue la reunión que tuvo lugar en Madrid entre el primado español, el ministro Martín Artajo y el Nuncio del Vaticano en España, con dos enviados del primado austriaco, Theodor Innitzer. Estos delegados procedían de Portugal, donde habían acompañado una expedición de quinientos niños austriacos, invitados por la Uniao de Caridade Portuguesa 27. El transporte de Génova a Lisboa fue asistido por organizaciones españolas: Protección de Menores, ACE, Sección Femenina de Falange, Auxilio Social, Cruz Roja e instituciones religiosas 28. Sirvió de ensayo para su propio operativo.

Tras el armisticio, los transportes de niños de la CRS-SAE se incrementaron, pero los niños austriacos y alemanes no tuvieron prioridad hasta 1947. Tras los intentos fallidos, cuando Francia reabrió la frontera el 10 de febrero de 1948, los mejores candidatos eran los niños centroeuropeos, que se hallaban realmente muy necesitados. El ostracismo había empezado a agrietarse.

Por entonces, las cifras que se manejaban habían cambiado: «En un principio se anunció que vendrían veinte mil niños, pero las graves dificultades que tuvieron que vencer los países de origen, entre ellos la de subvenir a los gastos de viaje hasta la frontera española, obligaron a retrasar las expediciones y a reducir extraordinariamente la cifra prevista» 29. En ese momento, como explica Maisel-Schulz, surgió un grave inconveniente: el director de Cáritas de Austria, la contraparte del operativo, canceló la actuación por las suspicacias políticas que levantaba la participación de Falange (no hay que olvidar que Austria estaba ocupada por los aliados y trataba de dejar atrás su pasado). La respuesta española fue de gran contrariedad. El director de Cáritas de Austria, monseñor Jakob Weinbacher, consultó entonces a los ministros de Asuntos Sociales y de Asuntos Exteriores del Gobierno federal austriaco. Decidieron continuar con el plan a condición de que quedase en manos de ACE, sin participación alguna del Gobierno, salvo los trámites de visados y ferrocarril. El padre benedictino Hartwig Balzen, que se encargaba de los transportes de niños austriacos, suscribió un acuerdo en Madrid en esos términos 30. Sin embargo, Falange intervino en el operativo de acogida 31.

De hecho, el repentino cambio de rumbo de los austriacos fue propiciado por la presión de la prensa. Por una parte, El Mundo Obrero (boletín oficial del Partido Comunista de España en Francia) decía: «millares de hijos de nazis e hitlerianos de Austria y de Alemania van a ser cuidados y “remoralizados” por los organismos falangistas españoles mediante el dinero sustraído al pueblo español» 32. Por otra parte, el periódico Österreichische Volksstimme, del Partido Comunista de Austria, denunciaba que los niños estarían bajo la supervisión de organizaciones falangistas, que se pretendía «bendecirlos con una educación fascista durante unos meses», que poco podrían recuperarse en una España económicamente hundida y que, incluso si se les alimentaba bien, sería a costa del hambre de los trabajadores españoles 33. La parte austriaca no comprendió que las garantías que reclamaba no se conjugaban bien con la dictadura, con un poder ejecutivo, legislativo y judicial completamente supeditados a la voluntad y objetivos del jefe del Estado. Aunque, efectivamente, ACE llevó el grueso del operativo de acogida, su imbricación con los otros agentes políticos, administrativos y religiosos fue total.

Actores políticos y religiosos

Del mismo modo que todos los poderes del Estado se diluían en el dictador Franco, la relación entre la Iglesia católica y el régimen franquista era de auténtica simbiosis. Por una parte, la Iglesia era omnipresente; por otra, el régimen se legitimaba a través del catolicismo. Esta mutua identificación ha sido ampliamente estudiada 34. Era una Iglesia combativa y politizada, que actuaba como una fuerza parapolítica, un «intelectual orgánico» 35. En el contexto de un régimen autoritario con «democracia corporativa» la ausencia de partidos legalizados se suple con la de organizaciones sociales de participación limitada 36, de modo que la Iglesia funcionó en algunos aspectos como un «parapartido», asumiendo «funciones políticas substitutivas». Actuó como un potente grupo de interés y sus organizaciones de seglares fueron correa de transmisión entre la jerarquía católica y la sociedad civil 37.

La acogida de niños centroeuropeos se inscribe de lleno en ese momento histórico. El nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo, fue promocionado con el apoyo del almirante Carrero Blanco, subsecretario de la Presidencia, y la aquiescencia del cardenal primado y de Ángel Herrera Oria, ideólogo del colaboracionismo católico. Cuando fue designado por Franco ministro y procurador en Cortes, abandonó la ACNP y la presidencia de la Junta Técnica de ACE. La amalgama entre Iglesia católica y régimen franquista dio este contexto de nacionalcatolicismo 38, aunque el calificativo se aplica especialmente al periodo que se abrió con la participación en el Gobierno de los colaboracionistas católicos y su programa aperturista, aunque no democratizador 39.

ACE, la organización de apostolado seglar que llevó la mayor parte del operativo de acogida, contaba entonces con 350.000 militantes 40 y, según Preston, fue decisiva para construir el franquismo 41. Su Secretariado Nacional de Caridad fue el embrión de Cáritas Española. ACE estaba formada por cuatro secciones: Hombres, Mujeres, Hombres Jóvenes y Mujeres Jóvenes. La tarea recayó especialmente en sus ramas femeninas. El destino de la mujer en la España de la posguerra era el hogar, pero estaba muy bien visto que participara en la vida pública con un apostolado religioso y moral (que no dejaba de ser político) y en labores asistenciales. En este campo tan restringido para la participación de la mujer, compitieron con las afiliadas de Auxilio Social y de la Sección Femenina 42, organizaciones oficiales que también participaron en la obra de acogida.

Auxilio Social fue una organización asistencial clave en el primer franquismo, «la institución más emblemática del régimen de Franco», según Cenarro. Su primera etapa fue de estilo totalitario y sin vinculación con la beneficencia eclesiástica. Esta orientación y el éxito de su labor levantó recelos y una lucha intestina por el poder dio lugar a un nuevo periodo con identidad católica reforzada y sometimiento al Estado. Auxilio Social se convirtió en un organismo oficial con funciones benéficas y sociales, muy centrado en reprimir a los hijos de los vencidos 43. Los Hogares de Auxilio Social acogieron a los niños del operativo, que aún recuerdan su disciplina cuartelaria 44.

La Sección Femenina fue otra organización que contribuyó a apuntalar el régimen adoctrinando a las españolas sobre la subordinación al varón, la dedicación exclusiva al hogar y la religiosidad 45. Su asistencia a los expedicionarios contravino los deseos de la parte austriaca de dejar Falange al margen.

Por lo que respecta a otros organismos de la Administración del Estado, ya hemos visto que en 1945 se creó la Delegación del Gobierno para la ayuda a niños extranjeros, al frente de la cual se hallaba el abogado falangista Manuel Martínez Tena. Cuando fue nombrado, Tena era delegado nacional de Auxilio Social a raíz de la crisis mencionada, además de director general de Beneficencia y Obras Sociales, presidente de la Cruz Roja Española y procurador en Cortes. La Delegación tenía a su servicio varios departamentos ministeriales, puesto que debían atenderse necesidades como visados, transporte, instrucción o cartillas de racionamiento. Diputaciones Provinciales y Gobiernos Civiles cooperaban a nivel local. Existía un Consejo Superior de Beneficencia y Obras Sociales, al cual pertenecían Martínez Tena y el cardenal primado Pla y Deniel. El cardenal fue interlocutor privilegiado entre el Estado español, el austriaco y el Vaticano. Formalmente, la oferta de acogida se presentó como una invitación del primado de España al primado de Austria.

Pla y Deniel, que había justificado el «Alzamiento» (golpe de Estado) como cruzada, fue situado por Franco en la elite del régimen: le nombró procurador en Cortes y miembro del Consejo del Reino. Formaba parte del colegio cardenalicio del Vaticano desde 1946, cuya Comisión Pontificia de Asistencia, participó en la acogida de las expediciones infantiles 46. Fue muy oportuno que el entonces nuncio apostólico del Vaticano en España, monseñor Cicognani, lo hubiera sido también en Austria, cuyo cardenal primado, Theodor Innitzer, estaba además próximo ideológicamente a su homólogo español.

Innitzer, que se había significado por su antibolchevismo y apoyo al nazismo, poseía un perfil con el que la dictadura franquista podía entenderse perfectamente. Además, Austria y España tenían en común su catolicismo y vínculos históricos. El cardenal Innitzer era el superior de monseñor Weinbacher, director de Cáritas de Austria, y este a su vez del padre Balzen, que tenía a su cargo las expediciones.

Por lo que respecta a la contraparte española, el director del Secretariado Nacional de Caridad de Acción Católica era Jesús García Valcárcel, íntimo amigo de Alberto Martín Artajo y de Ángel Herrera Oria, todos ellos abogados del Estado y miembros también de la ACNP 47. Con anterioridad, había recibido del cardenal Enrique Pla y Deniel importantes cometidos: fundar el Colegio Mayor Universitario San Pablo y el Centro de Estudios Universitarios (CEU), para la formación de cuadros afines, y organizar la caridad en España. García Valcárcel viajó al Vaticano para tratar sobre la gestión del operativo de acogida. Otra de las personas clave en esta obra fue Alfonso de los Santos Lasúrtegui, miembro de la rama de Hombres de Acción Católica, quien más adelante, en 1950, sería nombrado director de la Sección de Niños y Juventud del Secretariado Nacional de Caridad.

Objetivo conseguido: llegan las expediciones de niños

La organización dispuso que los niños viajaran hasta residencias cercanas a la frontera, desde donde serían distribuidos a las diversas diócesis. Serían acogidos por familias católicas e instituciones, como colegios religiosos. Los niños viajarían acompañados por asistentes austriacos. Cáritas de Austria se encargaba de conseguir fondos para los gastos hasta la frontera española y el Estado español pagaba desde allí hasta la diócesis de destino. Las Jóvenes de Acción Católica se ocupaban de las solicitudes de acogida y de conseguir donaciones 48. Párrocos y alcaldes recomendaban «buenas» familias. A punto de llegar la primera expedición, aún se buscaban acogedores con nerviosismo. No era extraño: el régimen quería dar buena imagen, pero solo unos pocos podían hacer frente a ese gasto, aunque los niños acogidos tenían derecho a una cartilla de racionamiento. Como muestra, el siguiente comentario sobre los carteles de la campaña: «que se fijen en los muros, y no se empleen en envolver por el reverso blanco los paquetes de correo» 49.

La situación económica en Austria no era mejor: muchos de sus hombres habían muerto o estaban prisioneros; las mujeres no daban abasto entre trabajo, cuidados y las largas colas o trayectos a pie para conseguir alimentos y combustible; la población vivía amontonada en infraviviendas y esa promiscuidad fomentaba epidemias y embarazos no deseados; las familias estaban desestructuradas; faltaban servicios, materias primas, comida, ropa, calzado y medicinas, por lo que había que recurrir al mercado negro; había pocas escuelas y los niños recogían colillas para intercambiar tabaco por alimentos y rebuscaban entre las ruinas; la inflación estaba desbocada y proliferaban las bandas criminales. Para las familias era un alivio contar con una boca menos que alimentar.

Imagen 1
Expedición de niños en la Estación del Oeste de Viena, acompañados por el padre Hartwig Balzen

Fuente: Cáritas de la Archidiócesis de Viena.

Así, el primer tren con 497 niños y niñas salió de Viena hacia España el 18 de febrero de 1949. Era un convoy prestado por el ejército británico (Viena, al igual que Berlín, estaba dividida en cuatro zonas de ocupación), al mando del padre escolapio Raimund Edelmann y con 28 acompañantes 50 (entre ellos, la princesa Juana de Borbón-Parma). Los niños, de seis a doce años, habían sido seleccionados en sus escuelas mediante un examen médico. Estaban desnutridos, pero no enfermos y no eran huérfanos (al menos de ambos padres) ni desamparados, como a veces se decía. Tras prolijos preparativos (vacunas, permisos) viajaron con un pasaporte colectivo y visados para todas las zonas de ocupación y países que debían atravesar. Llevaban pequeños hatillos, un plato, una cuchara, una manta y un pedazo de papel de embalaje, para dormir en el suelo (los más pequeños eran acomodados en la red portaequipajes). Su ropa estaba en mal estado y sus provisiones eran muy frugales para un viaje tan largo.

Imagen 2
Niños austriacos en el tren, con sus tarjetas de identificación al cuello

Fuente: Cáritas de la Archidiócesis de Viena.

Los expedicionarios, provistos de un tarjetón con sus datos al cuello, pasaron por Suiza, Italia y Francia hasta llegar a la frontera de Irún, donde fueron agasajados con un banquete que aún recuerdan con fruición: plátanos y naranjas (frutos desconocidos para ellos, que pretendían comer con su cáscara), entre otros manjares, sobre blancos manteles. Allí cambiaron de tren (por el distinto ancho de vía) y se dirigieron a Pamplona. En esa localidad, los niños fueron instalados en el Hogar de Auxilio Social de Santa María la Real, desde donde fueron repartidos a diversas diócesis 51. La expectación era enorme: los que fueron a Santander, por ejemplo, fueron obsequiados y aclamados por el camino; en su tren ondeaban las banderas del Vaticano y de España. Los acompañantes austriacos llegaban solo a la frontera y allí eran sustituidos por ­personal español.

Imagen 3
Grupo de niñas austriacas de la segunda expedición en el Hogar de Santa María la Real, Pamplona

Fuente: archivo personal de Erika Hasenöhrl, antes Antoni.

La segunda expedición llegó el 30 de marzo del mismo año, por la frontera de Portbou, con quinientas niñas 52. El protocolo fue el mismo. Este segundo grupo fue alojado provisionalmente en el Orfanato Ribas de Barcelona. La llegada de los niños levantaba expectación. Se les reunía generalmente en los ayuntamientos, donde se les obsequiaba y se procedía a repartirlos entre las familias e instituciones solicitantes. Ahí solían darse situaciones que los niños de entonces recuerdan como una subasta o un sorteo. Todos querían niñas pequeñas de pelo rubio y ojos azules y los que no respondían al perfil vivían el reparto con zozobra 53.

Es revelador de la importancia que el régimen atribuía al acontecimiento, la numerosísima afluencia de autoridades y otros representantes 54. Lo mismo puede decirse de la presencia de un equipo de NO-DO, el noticiario cinematográfico oficial. La prensa, ciertamente, siguió el tema desde el principio, y hasta le concedió honores de primera página. De hecho, tenía un interés periodístico objetivo, especialmente en el contexto del primer franquismo, en que la mayor parte de las informaciones relevantes se hurtaban a la población y solo se publicaba lo que pasaba la censura (además, en la época, el cuarenta por ciento de los periódicos pertenecían al Estado). Por si fuera poco, cuando convenía al régimen, se emitían consignas de obligada publicación.

La tercera expedición, con 300 niñas y 200 niños llegó el 28 de abril, por Irún. La cuarta, que entró por Portbou, llegó el 25 de mayo, con 496 niños y niñas austriacos. La sexta expedición llegó el 23 de octubre de 1949, por Irún, con 489 niños y niñas, tras un escollo ­inesperado: una huelga de ferroviarios franceses les dejó seis horas anclados en la localidad occitana de Lourdes, donde hicieron turismo piadoso. La séptima entró por Portbou, con un total de 499 niños y niñas, el 14 de enero de 1950 55. La quinta y la octava trajeron niños alemanes a través de la Cáritas Alemana (Deutscher Caritasverband E.V.), de Friburgo. En total vinieron 2.981 austriacos y 974 alemanes.

Imagen 4
La sexta expedición en Lourdes, el 22 de octubre de 1949

Fuente: archivo personal de Erika Hasenöhrl, antes Antoni.

Por lo que respecta a la respuesta social, instituciones y organizaciones se apresuraron a cooperar en ese asunto de Estado. Por ejemplo, en la localidad de Sabadell (Barcelona) colaboraron: Centro Industrial, Club Natación, Orfeón, Academia de Bellas Artes, Centro de Deportes, Peña Mercantil, Club de Ajedrez, Sociedad Coral Colón, Gremio de Carniceros, Sindicato de Industrias Químicas, centros excursionistas, bancos y cajas de ahorro, entre otros 56. El alcalde, José María Marcet, daba la bienvenida a las niñas austriacas con estas palabras: «España y su Caudillo conocen de las miserias del mundo por esto en su remanso de paz acoge a estas niñas...» 57. Y las despedía diciendo que había sido «una modesta prueba del cristiano y patriótico sentir de quienes estamos plenamente vinculados a la actual política de nuestra España [...] para el mejor bienestar del pueblo austriaco y del pueblo español regido por nuestro intachable y providencial Caudillo Franco» 58. Toda una declaración de adhesión al régimen.

Escuelas religiosas tuvieron niños a su cargo, generalmente en régimen de internado sufragado con donaciones. Por lo que respecta a los particulares, debían ser «de buena familia», lo que implicaba tanto su posición económica como su religiosidad y, ni que decir tiene, su perfil político. Se trataba de una operación de imagen, de forma que la vivencia de los niños debía ser la mejor posible. La mayoría eran familias acomodadas, para los estándares españoles de la época, aunque el listón fue bajando, a medida que apremiaba la necesidad de colocar a los niños (algunos tuvieron que estar más tiempo institucionalizados de lo previsto, a la espera). No eran familias aristocráticas, como las relaciones de acogedores indican, aunque eran «los ricos del pueblo»: el alcalde, el médico o el farmacéutico, pero también militares, obispos y párrocos. A menudo se intuía, en las parejas sin hijos, un deseo de adoptar.

Franco concedió a este operativo una importancia que revela el hecho ejemplarizante de que él mismo acogiera tres niñas austriacas en su residencia familiar. Así consta claramente en el listado de las expediciones: aparece manuscrita la palabra «Caudillo» junto a los nombres de M. Altvater, E. Altvater y E. Auinger (números 551, 552 y 553) 59. Por esas fechas concedió una entrevista a un perio-

Imagen 5
Heidi Oehler con el entonces obispo de Jaén, monseñor Rafael García y García de Castro, quien la acogió

Fuente: archivo personal de Heidi Oehler.

dista estadounidense, servida por el lobby mencionado 60. Este fue el mensaje que quiso dar al mundo: «España lógicamente es parte integrante del mundo occidental por razones geográficas, de cultura y económicas. Nuestra contribución puede ser muy importante para reforzar las defensas de Europa contra el comunismo y contra los peligros de una tercera guerra mundial» 61. Pues bien, el corresponsal fue puntualmente informado de la circunstancia de las niñas acogidas por Franco. También aparece la anotación «Caudillo» junto al nombre E. Obberegger (núm. 523). Según Hans Loidl, de la diócesis de Linz y acompañante en las expediciones, este era probablemente el muchacho de Salzburg que había tenido a su disposición mayordomo y tutor privado 62. No existe constancia de que en su caso compartieran hogar, pero debió de estar a cargo de la Casa Civil de Franco.

Imagen 6
Franco y las tres niñas austriacas que tuvo acogidas, en el Pazo de Meirás

Fuente: Fundación Nacional Francisco Franco.

Por lo que respecta a familias menos encumbradas, una de sus preocupaciones principales era el idioma. Durante el viaje por España los niños eran asistidos por jóvenes de Auxilio Social que hablaban alemán y donde fuera que se instalaran los niños, se procuraba tener algún interlocutor y darles clases y catequesis en su idioma. Incluso se editó en Baleares un «Manual para hablar con los niños austriacos» 63. En general, los niños aprendieron castellano con gran presteza. La consigna era agruparlos por localidades para que pudieran relacionarse entre ellos, pero no siempre se consiguió. Tres inspectoras austriacas viajaban por el país, a cuenta del Estado español, para controlar la situación de los niños.

En lo relativo a su educación, fue muy dispar. Algunos niños fueron a colegios religiosos, pero, en otros casos, dependiendo de su edad y circunstancias, no fueron ni siquiera escolarizados. Normalmente, eran tratados como un miembro más de la familia y compartían su vida y celebraciones. Por lo general llamaban a sus padres temporales «tíos» o «padrinos». Muchos hicieron la Primera Comunión, con unos vestidos que les impresionaron, viniendo de la penuria de la posguerra austriaca. También fueron obsequiados con todo tipo de trajes regionales, como atestiguan sus fotografías. Se hacían fiestas en su honor, donde solían cantar canciones populares austriacas y siempre los obispos les recibían y ofrecían regalos. Su adaptación fue, en líneas generales, rápida, a pesar del choque cultural, salvando el escollo de la comida, que dio lugar a un tesoro de anécdotas 64. Era corriente que se asustaran y protegieran bajo la mesa cuando se oían petardos, que les recordaban los bombardeos de la guerra 65.

La estancia de los niños austriacos en España se prolongó de seis a nueve meses 66 y para muchos fue una experiencia cálida e inolvidable. Las fiestas y ceremonias de despedida fueron, si cabe, más

Imagen 7
Peter Hochholzer («Pitxi») con su amigo Hans, también austriaco, ataviados para los Sanfermines, Pamplona, 1949

Fuente: archivo personal de Peter Hochholzer.

concurridas que a la llegada y con mucho sentimiento por ambas partes. Volvieron cargados de regalos. Como sea que la situación en Austria era todavía muy comprometida, algunas familias biológicas les permitieron quedarse por más tiempo (incluso años) y algunos, aun teniendo familia, fueron adoptados formal o informalmente. Muchos sorprendieron a los suyos cuando volvieron porque habían olvidado el alemán. No fue fácil reintegrarse a la escuela, y menos en el nivel que correspondía a su edad. Ni adaptarse a no tener coche o servicio. Cabe decir que la mayoría olvidaron el castellano tan rápido como lo adquirieron. Otros volvieron a España de vacaciones o mantuvieron la relación a distancia durante años (incluso saltando a la generación posterior). A veces las familias biológicas cortaron en seco la relación. En ocasiones regresaron cuando finalizaron los estudios obligatorios y se colocaron fácilmente en empresas que precisaban un hablante de alemán, lo que los llevó pronto a comprometerse, casarse y quedarse en su nueva patria. Hubo casos sorprendentes, como el de Helmut Baier: el vínculo entre la familia biológica y la de acogida dio lugar a que, con el tiempo, una de sus hijas se casara con el nieto de su «padre» granadino. O el caso de Erika Havlicek, que contrajo matrimonio con un hijo de la familia de acogida, dieciocho años mayor, al cabo de unos años de difícil noviazgo.

A causa de la demanda, se organizaron expediciones oficiales para los repetidores desde 1950 a 1959, especialmente en verano. Las cifras son confusas y engañosas, porque el mismo niño podía volver repetidamente, pero al menos hubo novecientos retornos 67, costeados por las familias españolas. Por entonces aún persistía la controversia sobre esta obra. Los organizadores replicaban ponderando la «fecunda irradiación moral y religiosa de estos niños en sus propias familias y en sus compañeros de colegio» 68. Es significativo el comentario de Cáritas de Alemania: «Para nosotros alemanes, la más grande experiencia ha sido experimentar la Unidad de la Iglesia y del Estado» 69.

Imagen 8
Erika Havlicek en brazos de José Miguel Baixauli, hijo de la familia que la acogió en Valencia. Se llevaban dieciocho años; contrajeron matrimonio cuando Erika cumplió diecisiete años

Fuente: archivo personal de Erika Havlicek.

El régimen de Franco se benefició de la buena imagen que reportaban las obras de ayuda a los niños víctimas de guerra, haciendo uso de la diplomacia blanda. Uno de los precedentes más notorios, también muy desconocido, de utilización del soft power en este campo se remonta a la Primera Guerra Mundial. Así, Estados Unidos, de la mano de Herbert Hoover, llevó a cabo varios operativos, como el del American Relief Administration European Children’s Fund. Su objetivo primario era asistir a los niños, pero también tenía como finalidades indirectas la propaganda en favor de Estados Unidos, la lucha contra el bolchevismo y la ampliación de mercados para sus productos 70.

La instrumentalización de los operativos humanitarios con niños cuenta también con ejemplos relevantes a raíz de la Guerra Civil española y de la Segunda Guerra Mundial. El conocido caso de los «Niños de Rusia» es uno de ellos; la Segunda República Española, los alzados contra ella y la Rusia de Stalin los utilizaron en su propio beneficio. Asimismo, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, países e instituciones diversas, incluso el Comité Internacional de la Cruz Roja, sacaron réditos de la ayuda a los niños víctimas de guerra 71.

En el caso que nos ocupa, la evolución geopolítica para el régimen de Franco es conocida: en 1948 la reapertura de la frontera francesa marcó un punto de inflexión y permitió que los transportes de niños a España y Portugal pudieran circular por territorio francés. La influencia de la Guerra Fría, especialmente a raíz del conflicto de Corea, acabó por impulsar el fin del aislamiento diplomático, que se concretó en la resolución de la ONU al respecto (4 de noviembre de 1950). Después llegaron los acuerdos comerciales y de defensa con Estados Unidos. Paralelamente, la diplomacia de la religión de Martín Artajo dio sus frutos en el XXXV Congreso Eucarístico de Barcelona (1952) y la firma del Concordato con la Santa Sede (1953). Finalmente, el 14 de diciembre de 1955, España fue admitida en la ONU. Esta deriva virtuosa para el régimen culminaría con la visita del presidente de Estados Unidos, David Eisenhower, en 1959. Cautiva y desarmada la oposición internacional al régimen franquista, la guerra diplomática había terminado.

Conclusiones

La victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial dejó a la España franquista como un país paria en la comunidad internacional. Para revertir la situación sin dejar el poder, Franco se sirvió de una estrategia basada en el anticomunismo y el catolicismo. Primero arrinconó a los falangistas y dio paso al colaboracionismo católico. Esta nueva etapa del primer franquismo, el nacionalcatolicismo, tuvo un conspicuo representante: el ministro de Asuntos Exteriores Alberto Martín Artajo.

Desde esta posición, Martín Artajo abrió varias líneas de trabajo para romper el aislamiento diplomático. Así, se invirtió en un lobby que puso en valor en Estados Unidos el carácter estratégico de España en el nuevo escenario de bloques. Por otra parte, se estrecharon lazos históricos con los países hispanoamericanos y árabes. También fue capital la diplomacia de la religión.

Efectivamente, las relaciones internacionales de los colaboracionistas católicos del régimen con los representantes de la democracia cristiana en Europa, entonces al alza, se usaron para blanquear un régimen que, si bien era inequívocamente católico, no era en absoluto democristiano. Las relaciones con la Santa Sede se fueron trabajando con la elaboración de un Concordato que daba grandes privilegios a la Iglesia católica. A través de su jerarquía y organizaciones seglares se planeó un operativo de acogida de niños centroeuropeos en España, como un instrumento más para romper el aislamiento.

Ciertamente, la acogida de niños víctimas de guerra suscitaba grandes simpatías en la opinión pública internacional. Las vacaciones infantiles para tonificar a los niños en el extranjero no eran algo nuevo en Europa, pero sí para el régimen franquista, que desconocía el estado de la cuestión y sus dificultades. Tardaron cuatro años en lograr su objetivo. Franco lo planteó como un asunto de Estado: una unión de voluntades del país en su conjunto.

Varios hechos significativos demuestran la importancia que el régimen concedía a este plan. Así, el propio Franco y su familia convivieron con tres niñas austriacas y se informó de ello a la prensa estadounidense. De hecho, el decreto que impulsó el proyecto era de la propia Presidencia del Gobierno. El Estado puso su maquinaria al servicio de la causa. Organizaciones sociales y religiosas, además de particulares, se adhirieron. De hecho, la dictadura funcionaba como un bloque y todos los poderes y voluntades empezaban y acababan en Franco.

Así, oficialmente, se trató de una invitación entre cardenales primados, a través del entonces embrión de Cáritas de España a su homóloga de Austria. Ahora bien, la simbiosis entre Iglesia católica y Estado en la época era tal, que no hubo ninguna independencia de actuación. Los implicados formaban un tupido entramado de brillantes abogados del Estado, formados para estar en la elite del poder. Eran a su vez miembros de organizaciones seglares, como Acción Católica o la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, siempre en estrecha relación con la jerarquía eclesiástica. Acumulaban cargos y se cooptaban entre ellos; algunos acabaron tomando los hábitos.

Por las circunstancias de la posguerra europea, los niños acogidos fueron centroeuropeos: 2.981 austriacos y 974 alemanes. El objetivo fue que las criaturas fueran acogidas por familias acomodadas, puesto que se trataba de una operación de imagen, que pretendía proyectar un espejismo de prosperidad. Algunos se sintieron motivados por mostrar su adhesión al régimen, por causas piadosas o por el exotismo de los acogidos. Pero, por encima de los intereses geopolíticos, las familias les trataron como a sus propios hijos, con cariño y generosidad. La mayoría vivieron su estancia en España como una época cálida e inolvidable. A diferencia de los pequeños que viajaron a otros países europeos, permanecieron un largo periodo, lo que contribuyó a crear lazos más profundos y duraderos. En algunos casos el vínculo se ha mantenido e incluso ha continuado en las generaciones posteriores. En otros, las familias biológicas cortaron las relaciones. Lo que debían ser unas vacaciones se convirtieron para algunos en emigración definitiva. Miles de personas, entre criaturas, familias, funcionarios y ciudadanos en general se vieron implicados en esta obra político-humanitaria que a algunos les cambió la vida. En la práctica, pues, el acontecimiento tuvo una doble dimensión: estrategia política e impacto social.

Por lo que respecta al régimen franquista, ¿las expediciones de niños fueron decisivas para romper su aislamiento diplomático? No, pero fueron un elemento más, la imagen más amable, de una ofensiva diplomática en varios frentes. La progresiva división del mundo en dos bloques enfrentados y los cambios geopolíticos terminaron con el ostracismo internacional del régimen y propiciaron su permanencia. Hubo, eso sí, la instrumentalización política de un operativo humanitario: los niños austriacos fueron, de alguna forma, al rescate de Franco.


* Mi agradecimiento a los miembros del Club Encuentro, que reúne en Viena a los que fueron niños austriacos de las expediciones a España. También a Josefina Cuesta, Andrea Pascual, Elfi Stadler, Helmut Kohlmann y Christian Krombacher por su especial colaboración.

1 Véase Lurdes Cortès-Braña: Ayuda humanitaria a los niños europeos víctimas de la Primera y Segunda Guerra Mundial, tesis doctoral, Universitat Pompeu Fabra, 2015.

2 Además del compendio con historias de vida de Gerda Ederndorfer: Niños austriacos en España, Viena, ed. privada, 2003.

3 Henri Velge: L’activité de guerre de l’Œuvre nationale de l’enfance pendant la guerre (1940-1945), Bruselas, ONE (Organisation nationale de l’enfance), c. 1946, p. 136.

4 Ricardo de la Cierva: Historia del Franquismo. Orígenes y configuración (1939-1945), Barcelona, Planeta, 1975, p. 240; Max Gallo: Histoire de l’Espagne franquiste. De la prise du pouvoir à 1950, París, Marabout Université, 1969, p. 174, y Javier Tusell: La España de Franco. El poder, la oposición y la política exterior durante el franquismo, Madrid, Historia 16, 1989, pp. 58 y ss.

5 Pilar Toboso: «Alberto Martín Artajo y Álvarez», en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico. Recuperado de Internet (http://dbe.rah.es/biografias/11764/alberto-martin-artajo-y-alvarez).

6 Guy Hermet: Los católicos en la España franquista. I: Los actores del juego político, Madrid, Siglo XXI, 1985, pp. 90 y ss. y 330; Paul Preston (ed.): Spain in Crisis. The Evolution and Decline of the Franco Régime, Londres, The Harvester Press, 1976, p. 53, y José Ramón Montero: «Los católicos y el Nuevo Estado: los perfiles ideológicos de la ACNP durante la primera etapa del franquismo», en Josep Fontana (ed.): España bajo el franquismo, Barcelona, Crítica, 2000, pp. 100-122.

7 Borja de Riquer: La dictadura de Franco, vol. 9 de Josep Fontana y Ramon Villares (eds.): Historia de España, Barcelona-Madrid, Crítica-Marcial Pons, 2010, p. 106, y Rafael Gómez Pérez: Política y religión en el régimen de Franco, Barcelona, Dopesa, 1976, p. 48.

8 Juan Manuel Fernández Fernández-Cuesta: «La información al servicio de la política exterior. La creación de la oficina de información diplomática, respuesta del franquismo al aislamiento internacional (1945-1950)», Revista internacional de Historia de la Comunicación, 1(1) (2013), pp. 132-154.

9 Carta [traducción] de J. A. Lauwerys a la embajada de España en Londres ([Londres], 4 de octubre de 1945), Archivo General de la Administración (AGA)-Archivo Reformado del Ministerio Asuntos Exteriores (ARMAE) 82/13202, «Acogida de niños procedentes de Naciones víctimas de la Guerra», 1945/1947, ref. P5-E7.

10 Nota verbal del Ministerio de Asuntos Exteriores [a los embajadores de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña], ([Madrid], 5 de noviembre de 1945), AGA-ARMAE 82/13202, «Acogida...».

11 Ibid.

12 Carta circular del ministro de Asuntos Exteriores al embajador de España en Lisboa y a los ministros en Oslo, Estocolmo, La Haya y Bruselas (Madrid, 13 de noviembre de 1945), AGA-ARMAE 82/13202, «Acogida...».

13 Presidencia del Gobierno, Decreto de 24 de noviembre de 1945 por el que se crea la «Delegación del Gobierno para la ayuda española a los niños extranjeros», BOE, núm. 346, 12 de diciembre de 1945, p. 3458.

14 Jefatura del Estado, Decreto-ley de 16 de noviembre de 1945 por el que se crea una sobretasa postal de 0,05 pesetas en favor de los niños extranjeros amparados por el Gobierno, BOE, núm. 323, 28 de noviembre de 1945, pp. 3206-3207.

15 Informe del marqués de Rialp al ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo, «Hospitalidad de niños extranjeros», s. f. [c. enero de 1946], ­AGA-ARMAE 82/13202, «Acogida...». Rialp era representante del Ministerio de Asuntos Exteriores en la comisión asesora sobre el tema.

16 Pío XII, encíclica «Sobre el mayor empeño con que en estos tiempos se ha de tomar el cuidado de los niños indigentes», 6 de enero de 1946.

17 Lurdes Cortès-Braña: Ayuda humanitaria..., pp. 314 y ss.

18 CRS: 17 juillet 1866. L’histoire de la CRS. Recuperado de Internet (https://www.redcross.ch/fr/organisation/l-histoire-de-la-crs, consultado el 27 de mayo de 2014).

19 Stefan A. Müller: «Die Beziehungen Österreichs zu Spanien: 1945-1978» («Relaciones de Austria con España: 1945-1978»), en Stefan A. Müller, David Schriffl y Adamantios Skordos (coords.): Heimliche Freunde/ Die Beziehungen Österreichs zu den Diktaturen Südeuropas nach 1945: Spanien, Portugal, Griechenland (Amigos secretos: las relaciones entre Austria y las dictaduras del sur de Europa después de 1945: España, Portugal y Grecia), Viena-Colonia-Wiemar, Böhlau Verlag, 2016, pp. 19-129.

20 Comunicado del embajador de España en Roma al ministro de Asuntos Exteriores (16 de julio de 1946), AGA-ARMAE 82/13202, «Acogida...».

21 Comunicado de [Sebastián de] Romero Radigales [ministro plenipotenciario de España en Grecia] al ministro de Asuntos Exteriores (16 de febrero de 1946), AGA-ARMAE 82/13202, «Acogida...».

22 José Luis Rodríguez Jiménez: La extrema derecha en el siglo xx, Barcelona, Alianza Editorial, 1977, p. 301.

23 Javier Tusell: «Siglo XX», en Javier Tusell (ed.): Manual de historia de España, vol. 6, Madrid, Historia 16, 1990, pp. 618, 635 y 639, e íd.: La España de Franco..., p. 123.

24 Cien millones de pesetas de la época, según Borja de Riquer: La dictadura de Franco..., p. 363.

25 Luis Suárez Fernández: Franco y su tiempo, t. IV, Madrid, Fundación Nacional Francisco Franco, 1984, p. 267.

26 ACE: «Memoria de la Junta Nacional de Acción Católica», curso 1948-1949, p. 134, Archivo de la Universidad Pontificia de Salamanca (AUPSA), Acción Católica Española (ACE).

27 Susanne Mayr: «Kinderverschickungen nach Portugal. Erholungsaufenthalte in einer fremden Welt. 1947-1956» («Niños enviados a Portugal. Vacaciones en un mundo extraño. 1947-1956»), historioPLUS, 1 (2014), http://www.historioplus.at/?p=217 (consultado el 12 de agosto de 2019).

28 Anon.: «Llegada a Lisboa de 500 niños austriacos», ABC (Madrid), 16 de abril de 1948, p. 12.

29 ACE: «Memoria de la Junta Nacional de Acción Católica», curso 1948-1949, pp. 134-135, AUPSA, ACE.

30 Christine Maisel-Schulz: Kinderlandverschickungen österreichischer Kinder nach Spanien in den Mangeljahren nach dem Zweiten Weltkrieg (Vacaciones de los niños austriacos en España en los años de miseria después de la Segunda Guerra Mundial), tesis doctoral, Universidad de Viena, 2010, pp. 154-155.

31 Cuerpo médico y «camaradas». Véase la detalladísima relación de instituciones implicadas en Fidel Miranda, «Ayer llegó a Port-Bou una expedición de quinientas niñas austriacas», Los sitios (Gerona), 31 de marzo de 1949, p. 3.

32 Anon.: «Falange hace copiosos envíos de mercancías a los nazis y acoge en España a 20.000 “huérfanos” hitlerianos», El Mundo Obrero (París), enero de 1949, citado por Manuel Baelo Álvarez: Los orígenes de la adopción desde una perspectiva sociojurídica, Madrid, Dykinson, 2014, p. 269.

33 Anon.: «Zweitausend österreichische Kinder ins faschistische Spanien!» («¡Dos mil niños austriacos en la España fascista!»), Österreichische Volksstimme (Viena), 5 de febrero de 1949, p. 5, citado en Christine Maisel-Schulz: Kinderlandverschickungen..., p. 239.

34 Alfonso Álvarez Bolado: El experimento del nacional-catolicismo. 1939-1975, Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1976, pp. 36 y 195; Raymond Carr y Juan Pablo Fusi: La Spagna da Franco a oggi, Roma, Editori Laterza, 1981, p. 40; Antonio Domínguez Ortiz (ed.): Historia de España. El régimen de Franco y la transición a la democracia (de 1939 a hoy), vol. 12, Barcelona, Planeta, 1995; Javier Tusell: La España de Franco...; Raúl Morodo: Acción Española. Orígenes ideológicos del franquismo, Madrid, Tucar, 1980; Francisco González de Tena: El papel de la Iglesia en Auxilio Social, Málaga, Sepha, 2009; Guy Hermet: Los católicos...; Paul Preston (ed.): Spain in Crisis...; Juan J. Linz: Totalitarian and Authoritarian Regimes, Boulder-Londres, Lynne Rienner Publishers, 2000; Rafael Escudero Alday (coord.): Diccionario de memoria histórica. Conceptos contra el olvido, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2011; José Luis Rodríguez Jiménez: La extrema derecha...; Javier Tusell: Franco y los católicos. La política interior española entre 1945 y 1957, Madrid, Alianza Editorial, 1984; Manuel Ortiz: «Iglesia y control social. De controladora a controlada», en Ángel Luis López Villaverde, Alfonso Botti y Julio de la Cueva Merino (coords.): Clericalismo y asociacionismo católico en España, de la Restauración a la Transición: un siglo entre el palio y el consiliario, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-la Mancha, 2005, pp. 161-193, y Stanley G. Payne: Francos’s Spain, Londres, Thomas Y. Crowell Company, 1967, p. 87 y ss.

35 Javier Tusell: La España de Franco..., p. 36.

36 Juan J. Linz: Totalitarian and Authoritarian..., pp. 7 y 215.

37 Guy Hermet: Los católicos..., pp. 40 y 212.

38 Alfonso Botti: Cielo y dinero. El nacionalcatolicismo en España (1881-1975), Madrid, Alianza Editorial, 1992.

39 Javier Tusell: La España de Franco..., e íd.: Franco y los católicos...

40 Jacques George: Le franquisme. Histoire et bilan (1939-1969), 1.ª ed., París, Seuil, 1970, p. 44.

41 Paul Preston (ed.): Spain in Crisis..., p. 53; Feliciano Montero: «Origen y evolución de la Acción Católica Española», en Ángel Luis López Villaverde, Alfonso Botti y Julio de la Cueva Merino (coords.): Clericalismo y asociacionismo..., pp. 133-160, e íd.: «Fuentes escritas y orales para la historia de la ACE durante el franquismo», Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, 10 (1997), pp. 383-406.

42 Mónica Moreno Seco: «Mujeres, clericalismo y asociacionismo católico», en Ángel Luis López Villaverde, Alfonso Botti y Julio de la Cueva Merino (coords.): Clericalismo y asociacionismo..., pp. 106-131, y Claudio Hernández Burgos: «Misioneras de la patria. Las mujeres de Acción Católica durante el primer franquismo (1936-1951)», Comunicación en el VII Encuentro Internacional de Investigadores del franquismo, Barcelona, 2014, pp. 1-16.

43 Ángela Cenarro: «Pronatalisme, reeducació i disciplina: els projectes mèdics i pedagògics a Auxilio Social (1937-1940)», Recerques, 50 (2005), pp. 57-78; íd.: «Historia y memoria del Auxilio Social de Falange», Pliegos de Yuste, 11(12) (2010), pp. 71-74, e íd.: «El Auxilio Social de Falange (1936-1940): entre la Guerra Total y el “Nuevo Estado” franquista», Bulletin of Spanish Studies, 91 (2014), pp. 43–59. Recuperado de Internet (http://search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&db=mlf&AN=EIS94004708&site=ehost-live&scope=site).

44 Christine Maisel-Schulz: «Ich, die Nummer 1513». Recuperado de Internet (http://www.purkersdorf-online.at/vermischt/events/30/1513.php, consultado el 31 de marzo de 2006), y testimonio de Roswitha Brunner (16 de junio de 2006).

45 Teresa Rabazas Romero y Sara Ramos Zamora: «La construcción del género en el franquismo y los discursos educativos de la Sección Femenina», Encounters on Education, 7 (2006), pp. 43-70, e Inmaculada Blasco Herranz: «“Sección Femenina” y “Acción Católica”: la movilización de las mujeres durante el franquismo», Gerónimo de Uztáriz, 21 (2005), pp. 55-66; Begoña Barrera: La Sección Femenina. 1934-1977. Historia de una tutela emocional, Madrid, Alianza Editorial, 2019, y Soraya Gahete Muñoz: «La Sección Femenina de Falange. Discursos y prácticas en Madrid», Arenal, 22(2) (2015), pp. 389-411.

46 Carta del marqués de Rialp al ministro de Asuntos Exteriores, Alberto ­Martín Artajo, ([Madrid?], 14 de febrero de 1946), AGA-ARMAE 82/13202, «Acogida...».

47 Posteriormente, Herrera se ordenó como sacerdote y más tarde se le nombró obispo de Málaga y cardenal.

48 Anon.: [sin título], Ecclesia (Madrid), 22 de enero de 1949, año IX, núm. 393, p. 98, AUPSA, ACE, y Juanita Espinós Orlando: «Walter, el niño de los ojos azules», Senda (Madrid), núm. 83, 1949, p. 30, AUPSA, ACE.

49 Anon.: «Hacen falta veinte mil familias», Ecclesia (Madrid), 26 de febrero de 1949, año IX, núm. 398, p. 227, AUPSA, ACE.

50 Anon.: «Ha llegado a Pamplona la primera expedición de niños de Centroeuropa», Ecclesia (Madrid), 26 de febrero de 1949, año IX, núm. 398, p. 22, AUPSA, ACE.

51 Santander, Madrid-Alcalá, Zaragoza, Tarazona, San Sebastián, Logroño, Vitoria, Málaga y Pamplona, AGA-Delegación de Auxilio Social [DAS], 75/25497, carpeta 52, «Dossier de las distintas expediciones de niños austriacos que llegaron a España y fueron atendidos por Asistencia Social. 1949».

52 Fueron a las diócesis de Zaragoza, Menorca, Mallorca, Valencia, Lérida, Gerona, Madrid-Alcalá, Barcelona y Tarragona. AGA-DAS, 75/25497, carpeta 52, «Dossier de las distintas...».

53 Testimonios de Manfred Antoni (11 de mayo de 2006) y Joseph Mennerstorfer (19 de octubre de 2006).

54 Véase nota 31.

55 3.ª Expedición, con destino a las diócesis de Ávila, Bilbao, Madrid-Alcalá, Murcia, Pamplona, San Sebastián, Salamanca, Segovia, Santiago, El Ferrol, La Coruña, Vigo, Valladolid y Vitoria. 4.ª: Ciudad Real, Madrid-Alcalá, Alicante, León, Burgos, Orense, Santander, Zaragoza, Solsona, Gerona, Lérida, Tortosa, Pamplona y Tudela. 6.ª: Alicante, Cádiz, Cartagena, Cáceres, Córdoba, Granada, Gerona, Jaén, Murcia, Toledo, Tortosa y Zaragoza. 7.ª: Sevilla, Almería, Barcelona, Badajoz, Cáceres, Córdoba, Cuenca, Granada, Jaca, Jaén, Lérida, Palencia, Menorca, Mallorca, Seo de Urgel, Plasencia, Soria, Tarragona, Toledo, Vic, Zamora y Madrid-Alcalá. AGA-DAS, Fondo Ángeles Villarta 75/25497, carpeta 52, «Dossier de las distintas...».

56 «Comisión pro-niños Centro Europa», AMH 1777/1-2, 1949, Archivo Histórico de Sabadell (AHS), docs. 259-260.

57 Anon.: «Llegan a nuestra ciudad 24 niñas austriacas», Diario de Sabadell, 5 de abril de 1949, p. 2.

58 Carta de [José María Marcet] a Wilhelmine Peilnsteiner, Sabadell, noviembre de 1949, «Comisión pro-niños Centro Europa», AMH 1777/1-2, 1949, doc. 129, AHS.

59 Pocos años después, en Austria, una de las hermanas falleció. Con el tiempo las otras dos «niñas de Franco» se colocaron como guías de turismo y, en un viaje en autocar por España, se acercaron a El Pardo donde fueron recibidas con gran sorpresa. Félix Morales: «4.000 niños austriacos fueron acogidos en España después de la II Guerra Mundial. Tres: Ingrid, Elene y Marta, vivieron con la familia de Franco», FNFF (Fundación Nacional Francisco Franco), 30 de octubre de 2018, https://www.elcorreodemadrid.com/historia/882593703/file.000-ninos-austriacos-fueron-acogidos-en-Espana-despues-de-la-II-Guerra-Mundial.-Tres-Ingrid-Elene-y-Marta-vivieron-con-la-familia-de-Franco.html (consultado el 8 de febrero de 2020).

60 Luis Suárez Fernández: Franco y su tiempo..., p. 290.

61 [Seymour Berkson]: «España forma parte integrante del mundo occidental», La Vanguardia Española (Barcelona), 6 de noviembre de 1949, p. 3.

62 Christine Maisel-Schulz: Kinderlandverschickungen..., p. 225.

63 Fritz Hartmann (seud. Francesc de B. Moll): Sumario de Alemán para hablar con los niños austriacos, Palma de Mallorca, Moll, 1949.

64 El aceite de oliva o el marisco son recuerdos recurrentes. Testimonios de Anneliese Mücke (13 de diciembre de 2005) y Huberta Langer (23 de mayo de 2006).

65 Testimonios de Gislinde Humer (10 de enero de 2006) y Elfi Stadler (12 de diciembre de 2005).

66 Regreso: 1.ª expedición: 24 de octubre de 1949, 2.ª: 20 de noviembre de 1949, 3.ª: 14 de enero de 1950, 4.ª: 11 de febrero de 1950, 6.ª: 30 de abril de 1950 y 7.ª: 9 de octubre de 1950, AGA-DAS, 75/25497, carpeta 52, «Dossier de las distintas expediciones...».

67 Estimación basada en Memorias del Secretariado Nacional de Caridad y de Cáritas Española, 1950 a 1954; Ecclesia, núms. 492 y 515; Caritas, 1 (1952), p. 4; AGA-ARMAE (10) AR-000-82/11811, exps. 102, «Caritas española, 1956», y 111, «Actividades de Caritas española, 1957»; AGA-ARMAE (10) AR-000-82/14072, exp. 30, «Actividades de “Caritas española”, 1959», y AGA-ARMAE 82/13202, 5165 8-14, «Niños austriacos», 1952/1954, ref. P5-E7.

68 Junta Técnica Nacional de la Acción Católica Española: Memoria de la Cáritas Española, curso 1953-1954, p. 16.

69 Copia de una carta de Deutscher Caritasverband a [Junta Técnica Nacional de Caridad de Acción Católica?], AGA-ARMAE 82/13202, 5165 8-14, «Niños austriacos», 1952/1954, ref. P5-E7, doc. P5-7v.

70 Lurdes Cortès-Braña: Ayuda humanitaria...

71 Ibid.